Un trabajo bien hecho
Todos los demás sólo son trabajo. Un trabajo que hago con otros con mucho gusto y del que obtengo el premio de su placer, mi placer y el placer de entregarme y obedecer
Paramos en aquella área de servicios. Iba conduciendo yo y mi chico me dijo de parar allí y tomar un café solo.
Yo ya sé lo que eso significa: por un lado el café y por otro la leche.
Estábamos tomando nuestro café. Yo tomando mi café sólo y mi chico su café con leche en las mesas de la terraza cuando él me dijo: “mira, ese está interesado en ti”. No sé cómo lo hace ni cómo lo sabe pero siempre es capaz de localizar, incluso desde la distancia, a alguien que realmente puedo interesarle sexo conmigo. Porque a mí realmente no me interesa nadie. Sólo él. Pero no puedo evitar que pese a eso. Pese a “aparentemente no interesarme nadie” siempre esté interesado en descargar un buen rabo.
“Ve por él. Ni lo pienses más. Lo tienes fácil” me dijo.
Volví a adentrarme en la cafetería dejándolo a él ahí fuera, tranquilamente, tomándose su café mientras yo, hecho un manojo de nervios me dirigí directo hacia el baño.
Era la primera vez en mi vida que iba a hacer algo así. Y si había suerte. También sería la primera vez en mi vida que estaría en unos baños públicos con un desconocido. Qué pasaría pero sobretodo cómo hacer para que pasase algo. El qué. No sé. Lo que él quisiera. Yo sólo quería ser obediente. Demostrarle a mi chico que soy un chico bueno y que siempre hago todo lo que me mandan. Porque soy muy 'bien mandao'. Quería eso y a la vez no quería nada. Estaba hecho un manojo de nervios. Porque si siempre ha fallado algo en mí era la iniciativa. Bueno, la iniciativa y la falta de seguridad y confianza.
Al atravesar la cafetería nuestro objetivo se fijó en mí y directamente me siguió hacia el baño.
Al entrar en los baños vi que la suerte no estaba de mi parte. Los estaban fregando. La señora de la limpieza estaba dentro y en la entrada se formaba una fila de hombres todos esperando para lo mismo: para descargar sus vejigas. Pero yo no estaba ahí para eso. Yo estaba ahí para descargar sí, pero no la vejiga de nadie sino los cojones de aquel macho y tomar su leche. Esa leche que tanto me gusta y que prefiero tomar directamente del rabo y a ser posible: de aquel rabo.
La verdad es que mi chico tenía razón. Estar esperando en aquella cola de hombres que esperaban para orinar me permitió fijarme más en él.
Como dijo mi chico era un buen ejemplar de semental y de la edad que me dijo.
Tendría entre 35 y 37 años. Moreno. 1,80 de altura. Bien vestido. De aspecto impecable y apariencia bien cuidada. Barba bien recortada. Una barba de hombre. Nada de moderneces ni tonterías por el estilo. Era un hombre. Con características de hombre y estilo personal. Nada de modas modernas ni estilo bloguero.
“parece que tendremos que esperar un poco” - me dijo dirigiéndose a mí con una sonrisa cordial y mirada interesada.
“sí”- le contesté, mirándole a los ojos y dirigiéndole una sonrisa amistosa. Amistosa y nerviosa. No podía evitar los nervios interiores que esa situación por desconocida, novedosa y morbosa me provocaba. -“Es más, no sólo habrá que esperar a que salga la señora de la limpieza sino a que todos estos entren y terminen con lo suyo”.
“No hay prisa” - dijo él y ya no hablamos más.
Cuando la señora de la limpieza dejo disponible el baño fuimos ordenadamente entrando por orden.
Yo me situé en el penúltimo urinario y él en al lado mío en el anterior.
No hablamos más.
No dijo nada y cuando la zona quedó despejada de posibles mirones directamente se dirigió a uno de los retretes de enfrente y dejó la puerta abierta.
Le seguí con la mirada y fui viendo lo que hacía: Se puso frente a mí. Separó las piernas a ambos lados del sanitario y sin dejar de mirarme comenzó a bajarse la cremallera. Antes de que se abriese la bragueta ya estaba yo allí. Dentro. Con la puerta cerrada y arrodillado delante de su paquete.
Proseguí yo con la labor que él había comenzado. Le abrí el cinturón. Le desabroché el pantalón y bajé un poco su calzoncillo blanco.
Lo que vi me gustó. Me gustó mucho: Su pubis sin recortar, su polla, aún morcillona se hacía desear y sus huevos prometían. Me metí toda su tranca en la boca hasta dar con los labios en su pubis. Olía a hombre. Sabía a macho. Comencé mi trabajo.
Cuando mamo un rabo el mundo no existe. Sólo estamos ese tío y yo. Todo mi interés se centra en sus partes con tal de hacer disfrutar genitalmente a ese macho. Sólo me interesa eso: su placer. Y ahí estaba yo en ese momento dándolo todo con él como buen pasivo obediente y mamón que soy.
Su polla crecía en mi boca mientras yo ponía más y más interés en conseguir cuanto antes mi objetivo.
Me retiró un momento la cabeza de su polla y golpeó con ella mi cara. Volvió para de un sólo golpe meterla hasta mi garganta y sujetando fuertemente mi cabeza fondear en mi garganta hasta provocarme la arcada.
Las babas me caían pero él me trataba como me gusta que me traten: sin tener nada en cuenta. Bombeaba y bombeaba hasta llegar a un punto de máximo placer en el que de seguir no ha vuelta a tras. Pero me la volvió a sacar apartándome la cabeza.
- “Ábrete la camisa. Quiero verte el pecho” - Fue la orden que me dio en voz baja para que nadie más que yo le oyese.
Babeando, con los ojos llorosos de contener las arcadas, de rodillas en el suelo aún húmedo: obedecí.
Comenzó a pajearse suavemente el rabo mientras yo desabotonaba mi camisa de cuadros y a medida que mi pecho velludo se abría a su vista aumentaba el ritmo de su paja.
Volvió a agarrarme la cabeza. A sujetármela fuerte. A bombear profundo en mi garganta. A follarme la boca y mucho mas que la boca.
Comenzó a buscar su placer para darme mi premio.
De nuevo de un empujón seco me retiró de él y me puso a comerle sus huevos mientras se pajeaba.
Otra vez me la metió hasta la garganta y la taladró con su rabo para en el momento que él decidió retirarme nuevamente porque era el momento. Su momento. Se iba a correr. Lo entendí perfectamente y a pesar de que él me había separado para no hacerlo dentro mío me abalancé sobre su polla y cerré fuertemente mis labios en torno a su glande para que lo hiciese en mi boca.
Era una corrida larga. Abundante. Espesa que me llenó la boca de sabor, aroma y humedad de macho.
Mientras él eyaculaba yo hacía un suave roce de vaivén con mis labios. Una caricia suave que prolongase más aún su placer y aumentase el volumen de su descarga para que me llenase más y más la boca.
Sentía sus espasmos en mis labios. Su sabor en mi lengua. Su textura y mi boca.
Era una corrida larga que se prolongó hasta dejarse el caer un poco sobre mí y sujetarse sobre mis labios.
Era un trabajo bien echo que había que finalizar como merecía.
Comencé a tragar su regalo sin retirar su polla de mi boca y a limpiarle todo el rabo como muestra de mi agradecimiento por haberme dado mi premio.
Recorrí varias veces todo su nabo hasta dejarlo totalmente limpio.
Se subió los calzoncillos y los pantalones. Se abrochó el pantalón se remetió la camisa, se ciño el cinturón y cerró su bragueta.
Se largó sin ni siquiera cerrar la puerta.
Sin una palabra.
Dejándome ahí. De rodillas en el suelo.
Habiendo disfrutado de mi placer de dar placer a un macho desconocido, habiendo sido usado y tratado como realmente me gusta que me usen y traten.
No me podía creer lo que había hecho. Pero no por una cuestión de remordimientos por lo hecho sino por ser capaz de hacer que ocurriese lo que realmente quería que ocurriese y de provocarlo llevando yo la iniciativa. Superando mis inseguridades y haciéndome cargo de mi propio deseo. Sin miedo a ser juzgado por nadie pero sobre todo sin juzgarme yo mismo.
Me levanté. Recompuse un poco mis ropas. Me pasé los dedos indice y pulgar por la comisura de mis labios para recoger cualquier resto de aquella leche que hubiese podido salirse y los chupé.
Sin pasar ni siquiera por el lavabo me dirigí hacia el coche. Cuando llegué a él ahí estaba mi macho esperándome con el motor en marcha. Subí. Me senté. Me puse el cinturón y en ese momento oí un: “¡te quiero!” mientras mi chico, mi verdadero y único macho, fundía sus labios con los míos.
Comenzó a comerme la boca y la lengua hasta fundirnos en un largo beso.
- “Sabes a sexo. A macho. A lefa” - me dijo y cogiendo mi mano y la puso sobre su paquete todo duro para que notase toda la fuerza y el poder de su rabo.
Como recompensa, pocos kilómetros más adelante, en la primera área de descanso que vio, paró el coche. Se sacó su rabo y me folló la garganta hasta correrse sin más en ella. Acto seguido me bajo del coche me hizo desnudarme y allí mismo me pegó una follada brutal a plena luz del día y a la vista de cualquiera que hubiese querido mirar o participar. Eso él lo decide porque es mi único macho. El único que me gusta, me importa y realmente me interesa. Todos los demás sólo son trabajo. Un trabajo que hago con otros con mucho gusto y del que obtengo el premio de su placer, mi placer y el placer de entregarme y obedecer a mi único macho de verdad.