Un Trabajo Apasionante (2)
El preocupado psicologo sigue sorprendiedose con la relacion incestuosa que viven madre e hijo.
Un Trabajo Apasionante 2
Habían pasado algunas semanas después de nuestro encuentro y debo confesar que mis ánimos sexuales habían disminuido, ya no me masturbaba ni excitaba con facilidad, aquella tarde apoque todo mi ardor, lamentablemente encendí un fuego mucho más peligroso, el de Dani.
Los lazos que Dani sostenía con sus anteriores amigos se habían desatado por completo, tan solo les veía muy distanciadamente en la escuela, pues ni siquiera compartían clase en el colegio. Ultimamente andaba mucho con un niño llamado Jorge, al cual hoy recuerdo con mucho cariño, era buen crío, solía venir a casa a jugar a los videojuegos con mi pequeñín, podía pasar horas viéndole jugar sin mediar palabra, y debía obligar a Dani a dejarle jugar, Jorge no venía solo para verle jugar, él también quería divertirse.
Estaba muy contenta de su cambio de amistades ¿ era debido a nuestra relación? Eso jamás lo supe, pero me sentía otra vez madre, atenta y preocupada, enderezando la vida de mi criatura. Aunque no todo había sido idílico desde entonces, en realidad nos habíamos distanciado mucho, bueno, yo me había alejado.
Me costaba mucho acercarme a él a solas, me recordaba lo sucia que pude llegar a parecerle aquel día, desnuda, lasciva, vencida al placer, y eso me asustaba de verdad, no podía soportar mirar a sus ojos y descubrir que me deseaba, que había desatado una fiera en celo. Por esta razón cuidaba al detalle el trato hacía Dani, me mostraba poco cariñosa y algo fría, no deseaba dar lugar a malos entendidos, pero a la vez no podía ser muy distante, era su madre, la presencia femenina en su infancia, independientemente de lo que hubiésemos hecho y de los pecados cometidos, seguía siendo su mamá.
Evitaba sentarme a su lado en el cine, en los restaurantes, en casa, en general intentaba esquivar el contacto físico en la medida de lo posible, y por supuesto mi vestimenta, sin lugar a dudas no dejaba que entrase en el aseo cuando lo ocupaba yo, algo normal hasta aquella tarde, por razones obvias, no usaba bikinis similares al que con el poder de un emperador me despojo antes de saborearme como a una golosina.
Básicamente así habíamos reaccionado ante lo ocurrido en el garaje durante la horas más larga de mi vida, la mas amarga y a la vez más placentera desde que tengo uso de razón, razón a la que aún no ha llegado mi amante, y mi hijo. Podría describirle algunas anécdotas y encuentros con mi pequeño, pero solo ayudaría extraviarnos en detalles y perder de vista lo que realmente me ha traído aquí.
Durante las Navidades decidimos mi marido y yo, organizar una fiesta de disfraces para amigos y familiares, ya sabe, era una típica reunión, con mucho glamour y dinero, llena de personajes estirados y prepotentes, mi pan de cada día, como se suele decir en plata, estaba en mi salsa.
Elegí para la ocasión mi disfraz de Gatita, que no era mas que una maya negra ceñida al cuerpo, como si de una segunda piel se tratase, con cremallera desde la nuca hasta el trasero. Un enorme escote dejaba ver el nacimiento de mis senos, juguetones dentro de la prenda y libres de atadura, pues por suerte, dado su tamaño me permitía dejarlos sueltos sin llamar la atención, además, desde que era adolescente odiaba verdaderamente encorsetarlos con sujetadores, fuesen de la clase que fuesen y desde que alcance la madurez practicaba el top less en cuanto tenía ocasión, es decir, en cualquier playa donde no hubiese nadie que conociese ni demasiada gente en ella. Aunque, nunca hecho ascos a los hermosos sujetadores de factura francesa, que ayudan a calentar el ambiente, y ¿porque no?, a hacerme sentir mas bella y esbelta, pero eso lo guardaba para ocasiones especiales y aquella no lo era.
Llevaba el pelo engominado hacía atrás y una mascará en los ojos que acababa tapando mis orejitas, sustituyéndolas por unas falsas de Gatita, que sobresalían entre mis cabellos. Había maquillado mi cara con bigotes de felina pintada en los cachetes, y una mancha negra que coronaba mi nariz, para los labios elegí una pintura negra con brillo y purpurina incorporados, estaba preciosa, y lo sabía.
Los hombres de la fiesta no dejaban de posar sus miradas en mi hermoso trasero, daban rienda suelta a sus mas intimas fantasías en sus cabezas, si supiesen la mitad de lo que había hecho, y peor, aún si imaginasen la mitad de los que haría desde entonces. Aquello me hacía sentir mal, quizás me había pasado con el modelito para una inocente fiesta navideña, que además estaba llena de niños, debido a las miradas incluso sonreír me hacía sentir culpable, y con diplomacia decidí pasar la tarde en compañía de las chicas, y así evitarle a mi marido el mal trago de ver como todos observaban deshonestos a su esposa, culpable en solitaria de la comprometida situación.
La fiesta transcurría con normalidad cuando el hijo de mi amiga Paola derramó sobre mi vestido su refresco de cola, la bebida estaba helada e impacto de lleno en mi estomago, empapando mi ombligo a través del vestido. El frío desencadeno en mi una sensación de placer especial, que recorría mi cuerpo erizándolo hasta la nuca, hasta los pezoncillos se endurecieron debido al escalofrío que sentí en aquel momento, debió sucederme por la sorpresa y el cambio de temperatura, sin embargo el aluvión de sensaciones se precipito sobre mis sentidos cuando el travieso refresco se expandió por mi anatomía hasta mi braguita, llegando incluso a mojar esta de la sustancia pegajosa que bebía el crío.
Paola me miro avergonzada por su hijo, sabía cuanto me gustaba aquel vestido, era mi mejor amiga, aquella con la que tenía más confianza, siempre fue la hermana que nunca tuve, de hecho entre nosotras no había secretos, bueno si, existía uno. Se disculpaba sistemáticamente por lo que me había hecho su hijo, yo, me limitaba a restar importancia y a invitar a la gente a seguir disfrutando de la fiesta, mi amiga sacó unos pañuelos del bolso y se dispuso a limpiarme, claro esta, la frene en seco, le explique que debido a la localización de la mancha sería un poco embarazoso, ambas miramos mi estomago empapado y reímos como dos colegialas, solíamos hacerlo, era con la única persona con la que me permitía escapar de mi imagen de mujer dura y fría, ella me comprendía.
Me deshice de ella y le dije que no se preocupase, iría a la cocina y me limpiaría, no tenía importancia, insistió en acompañarme pero la convencí para que se quedase con las demás chicas, llámeme maniática si lo desea, pero no hay una cosa que odie mas que unas mujeres pasadas en años riéndose de mi y curioseando mi casa sin que yo las controlase, Paola, como gran amiga, sería mi guardiana para que aquello no sucediese.
Entré en la cocina y encendí algunas luces, no todas, y la estancia se quedó algo oscura. Él silenció y vacío de la habitación contrastaba con el escandaloso bullicio que reinaba en el espaciado salón donde se encontraban los invitados. Mi tacón sonó como los cascos de una yegua desfilando mientras me acercaba al fregadero, allí tome algo de detergente y lo mezcle con abundante agua, para media hora que restaba de fiesta no pensaba cambiarme de ropa, conociéndome esto me llevaría mas de lo que tardaría en despedir a mis amigos.
Un fuerte susto invadió mi corazón cuando una mano toco mi hombro, llevándome a derramar parte de la mezcla que acaba de hacer debido al sobresalto, era la mano de Dani.
Le dije que no volviese a hacerlo, casi me mata del susto, estire mi largo brazo con el objetivo de alcanzar algunas servilletas que descansaban sobre el fregadero, y con ellas me propuse limpiar cautelarmente mi vestimenta. Nerviosa miraba a todos los rincones de la habitación rehusando así mirar a mi hijo, no se si lo que sentía era miedo u otra cosa, pero sin lugar a dudas algo había en mi interior producido por que compartía la cocina a solas con la única persona con la cual le había sido infiel a mi marido, con su hijo.
El no me quitaba ojo de encima, se deleitaba observando como pasaba las servilletas por mi estomago secándolo con fuerza, y sobre todo como tocaba con disimulo mi sexo, empapado también por el liquido, intentaba hablarle para distraerle pero era inútil, estaba concentrado recordando como me había poseído en el garaje de casa, con el cuerpo algo más húmedo que en esta ocasión, bajo el calor del sol, y con mi consentimiento.
- Estas muy guapa esta noche mamá- dijo extrañamente cortado, era muy poco frecuente que Dani tuviese reparos al hablar, pero lo estaba haciendo, y aquello me inquieto.
Gracias Dani-
Conteste a la vez que me agachaba rápidamente a secar el liquido que se me había virado antes, estaba intentando no seguir con la conversación, era algo comprometida teniendo en cuenta que nos habíamos acostado juntos, y pense inútilmente que Dani también la dejaría.
- Te sienta muy bien ese vestido mamá- Estaba claro que no pensaba abandonar los piropos, sin duda su propósito no era otro que poseerme como aquel día, pero esta vez yo era otra, no estaba excitada y cegada por el placer, y no pensaba perder el control de la situación, aunque esto no evito que me pusiese evidentemente nerviosa.
Y los nervios me jugaron una mala pasada, y por concentrar mis esfuerzos en salvar aquella embarazosa situación, descuidé un tanto mis maneras a la hora de limpiar el suelo, dibujando en el punto de mira de mi retoño mi hermoso y ceñido trasero, que debido a la inclinación de mi cuerpo y mis tortuosos movimientos para limpiar aquel desaguisado en el suelo, presionaba mi traje contra la piel, llegando a transparentar el elástico de la braguita, teniendo en cuenta la altura de mi hijo, fue una temeridad por mi parte, que pagaría muy cara.
- Pero seamos sinceros, mamá, estas mejor sin el-
Sin poder contenerse ni tan siquiera un segundo más Dani introdujo su mano poco mas debajo de mi trasero, tentando así mi entrepierna, así que tan enojada como sorprendida, perdí por unos instantes mi expresión de madre comprensiva, y transforme mi angelical rostro renacentista en un temible gesto del enfado más sincero, sin duda,
Dani había jugado con fuego, y esta vez debía comportarme como una madre normal y tajante ante aquella ofensa, sin duda debía recuperar el respeto perdido por mis propios méritos.
Un bofetón siguió al espaviento inicial con el que recibí su intrusión, que cruzó la cara del confiado niño, quien mostraba la cara enrojecida, y no por la vergüenza, le empuje lejos de mi gritándole enfurecida y alterada, Dani nunca me había visto así, encrespada reprendí con el dedo a mi hijo, intentando llamar a su cordura, que por poca que fuese debía comprender que era imposible nuestra relación.
Dani se toco la cara dolorido por la impotencia mas que por el bofetón, y mirándome desesperadamente empezó con una llantina ahogada, tal y como supongo que hará el día en que le diga que los Reyes Magos no existen, se secaba violentamente los ojos y respiraba con dificultad debido al desenfreno con el cual lloraba.
Yo tampoco había visto a mi pequeño así nunca, siempre le dí todo lo que pedía sin pensar en lo que estaba haciendo, Dani estaba sobre mimado y protegido, y conseguía siempre lo que deseaba, sin importarle los demás en absoluto, sus errores como hijo, suponían mi fracaso como madre .
Me miro con odio e impotencia y grito enrabietado como un animal herido
Desde aquel día...ya no me quieres...Te odiare como tu a mi......-
Seguido a estas hirientes palabras salió corriendo hacia su cuarto, sin darme tiempo a responderle, quede petrificada mirando como se marchaba, despavorido por mi reacción, estaba asustado como un cachorro, pues eso era, y yo no me había dado cuenta de su corta edad ¿ Pero que Había hecho? Tantos años tratando con niños de todas las edades, y había sido incapaz de comprender al mío. Lo había pervertido, robe su infancia por un momento, tan solo un instante de sucia depravación en mi vida, que injusto estaba siendo todo, sin duda, sin necesidad de que nadie me lo dijese, finalmente me di cuenta de había fracasado como madre, y quizás no habría solución.
Regrese a la fiesta perdida y desconcertada, no podía despejar la mirada de Dani de mi mente, y espere ansiosa a que el reloj marcase las diez de la noche, hora en la que se fue mi ultimo invitado y su pareja, al igual que a todos los demás, los despedí sin demasiada elocuencia ni simpatía, mi mente estaba en otro lugar y en otras responsabilidades.
Acabe de recoger la casa y me dirigí a tomar una ducha relajante antes de acostarme a dormir. Desmaquille mi rostro frente al espejo, y por fin desnude mi cara de aquella mascara tras la cual no pude escudar la vergüenza y el desespero de una madre que ve como su hijo se pierde por culpa suya.
Desnude mi cuerpo de aquel disfraz esperando que el agua hiciese desaparecer por el desague los sentimientos de culpabilidad que punzaban en mi interior como una aguja de coser, pero fue inútil, cubrí varias veces mi hermosa anatomía del gel que guardaba en mi ducha, olía a flores salvajes, había gastado una fortuna en él, y ahora me daba cuenta de que todo el dinero del mundo no educaban a un hijo, y con rabia apretuje la esponja contra mi cuerpo llegando incluso a producirme daño, pero no servía, sus palabras seguían ahí, atormentándome.
Acabe con los restos de gomina que aun permanecían en mi pelo, acariciando mi cabecilla, intentando despejarla para poder pensar con claridad, a menudo lo hacía en la universidad cuando la información me saturaba y resbalaba por mi mente, pero por alguna razón esta vez no era capaz de pensar fríamente, creí que el cansancio era el culpable de mi estancamiento mental, y supuse que dormir me serviría de algo.
Tras secar mi piel con delicadeza y dulzura, decidí vestirme cuanto antes y olvidarme de todo mientras dormía en mi inocente sueño, pero antes debía aplicarme la crema hidratante en la cara. Lo hacía todos los días desde que mi madre me dijo que de ese modo evitaría las feas arrugas en la piel cuando el tiempo no fuesen tan generoso .
Así pues, me coloque, aun desnuda, frente a un empañado espejo. Lo limpie hasta que vi aparecer en él la dulzura de mis rasgos faciales, finos y delicados, dignos del pincel más bello y del artista mas hábil, aun húmedos por el vapor del baño, y entristecidos por lo ocurrido aquella misma noche con mi pequeño.
Unté con elegancia la crema en las manos y las llevo a mi cara , extendiéndola con círculos por los pómulos y la frente, secando las cuidadosas manos en la toalla que tenía frente al tocador. Finalmente, lance una ultima mirada al espejo, para demostrarme a misma que la decepción y la culpabilidad se habían apoderado realmente de mí, y que en realidad no estaba enojada por no haber satisfecho a mi hijo en el mas peligroso de sus caprichos., para así recoger mi ropa que descansaba sobre la lavadora.
Embutí el desnudo cuerpo tan solo con una braguita y una camiseta de algodón holgada que había robado a mi marido, tapaba justo debajo de mi braguita, así evitaría ver mi silueta hermosa y pasional en el espejo, y me ahorraría los recuerdos de cual había sido el causante de mis males.
Apagué tras de mi la luz del baño, y me dirigí a la cama en busca de descanso, mañana sería otro día, y tendría la mente clara para solucionar con inteligencia mi problema.
Pero una vez más me equivoque, y la oscuridad de la noche no solo no me sirvió de refugió para mi estado, si no que encima lo agravó aún más, obligándome a estar a solas con mis pecados, los cuales me atormentaban como abejas en un panal. No hacía más que darme vueltas en la cama sudorosa y nerviosa, en otra ocasión hubiese despertado a mi marido para charlar con él , pero esta vez no podía, le fui infiel con su hijo, sin lugar a dudas esta vez estaba sola, y sola debía buscar la solución.
Decidí despertar a Dani y hablar de inmediato con él, buscaríamos una solución juntos, y valerosa me levante de la cama con tan mala fortuna que desperté a mi marido.
¿ donde vas?- mal pronunció entre sueños.
Creo que Dani tiene algo de fiebre-
¿ Lo llevo al medico?
Cariño, yo soy medico- creo que esto ultimo ni lo escucho, por suerte volvió a caer rendido sobre su almohada, ignorante de porque no podía dormir aquella noche.
Cruce el largo pasillo, con tan solo puesta la camisa de mi marido, que tapaba mis puntiagudos senos, que daban pequeños brinquitos a cada paso apresurado que daba hacía la habitación donde reposaba Dani. Me paré en la puerta de la habitación la cual estaba cerrada, la mire de arriba abajo, y entré decidida a acabar tajantemente con aquello.
Dani dormía plácidamente en su cama, parecía un angelito, ojalá durmiese siempre, así no me hubiésemos hecho lo que hicimos. Encendí la luz de la habitación y dulcemente le hable al oído para despertarle sin sobresaltos, pronto se sentó soñoliento en su catre, restregó sus ojos llenos de legañas y miro la hora, sus ojos se abrieron al verla, las dos de la mañana, sin duda se preguntaba que querría a esa hora.
Permanecí de píe frente a él , así, le impondría más respeto, de otro modo me pondría a su altura, y quizás no escuchase lo que pensaba decirle.
Vamos a resolver lo de esta tarde, Dani, soy tu madre, se que me he alejado desde aquello, pero no volverá a ocurrir, te quiero y no quiero perderte- Le dije siendo muy cariñosa y amable, así me prestaría toda la atención posible.
Pero no podemos hacer el amor hijo, esta mal- Dani ni me escuchaba estaba perdido en otros pensamientos pero eso no iba ha frenar mi discurso, desde luego que no.
Sin embargo esta vez el inteligente pequeño no me entregaría la oportunidad de seguir con mi razonamiento, y como si se tratase de un ávido ladrón de guante blanco se pegó a mi en un movimiento, posando sus zarpas en mi terso y formado trasero, le llamaba poderosamente la atención esta parte, tenía fijación por poseerla, también era la parte de la cual más orgullosa me sentía, redondo como una pelota, se mostraba como el objeto mas deseado por los hombres que me observaban, deleitándose con el movimiento que ejecutaba al andar sinuosa y prepotente.
Quizás la sorpresa o tal vez otra sensación y debilidad humana hicieron que me paralizará estupefacta, quedé helada como un iceberg en el ártico y tarde unos valiosos unos minutos en reaccionar, mientras mi hijo palpaba con bastante poco tacto el final de mi espalda . No podía mostrarme arisca, esto propiciaría en Dani una actitud poco receptiva, y necesitaba que escuchase todo lo que quería decirle, haría un pequeño sacrificio, el fin justifica los medios, decía mi padre.
-Tan solo el trasero- atendí a decir con una relajada voz, pense que aquel seria el cebo perfecto para captar su atención, pero cierto es que Dani seguía apretujando mi fiel trasero, suave como la piel de un bebe.
- Hay mujeres que pueden ayudarte si tienes apretones, se que no es normal para chicos de tu edad, pero tu estas en una situación especial- Era una buena oferta, o al menos lo pensé en el momento, pocas madres estarían dispuestas a costear esto.
Pero mi Dani era, y es, un inconformista, y además no comprendía muy bien el significado de la palabra trato, pues no iba a conformarse con tocar mi culito, entendí en su mirada que quería algo más. Y así, con un rápido pero impreciso movimiento bajo la braguita con la cual tapaba mi sexo, hasta casi las rodillas, raspándome con sus descontroladas uñas la piel, descubriendo ante sí un sexo algo más velludo que en nuestro primer encuentro, me había descuidado debido a que no llevaría tangas en algún tiempo, y tenía un pubis como si lo hubiese rasurado a tijera, hermoso y cuidado, pero no tan apetecible como le gusta a Dani, claro esta, él ni siquiera se fijo en este detalle y hambriento como un León enjaulado apretó fuertemente los dos cachetes de mi trasero profiriéndome un fuerte dolor
Tan terca como él, me empecine en seguir fuerte y no caer en su juego. Así me enoje con él, mi tono de voz ayudado de mi amenazador dedo, evidenciaban mi enojo, se acabó ser tranquila y respetuosa para evitar situaciones violentas, no se saldría con la suya. Mi angelical rostro, que hasta ahora había permanecido relajado y amable se endureció hasta casi parecer piedra, fruncí las delineadas cejas, depiladas con minucioso encanto, ya era hora de que Dani pagase las consecuencias de sus caprichos. Pero, ni mi enrojecido rostro ni mi actitud inmutable y tajante no consiguieron que Dani se inmutara, pues cierto era en aquella actitud haría palidecer la cara de cualquiera de mis amigas, pero tanto o mas cierto era que la braguita que me ajustaba para dormir había sido sustituida por mi entrepierna en el ángulo de visón de Dani, y le quedaba justo a su lujuriosa cara.
Me percaté de la situación, me encontraba frente a mi hijo con las braguitas en las rodillas, y las piernas delicadamente separadas, facilitando que Dani disfrutará con la vista y el olor del sexo de su madre.
Dani sonrió malévolamente- Parece apetecible- y lo era, se mostraba desnudo sin mas refuerzo que una tímida pelusa que crecía sin costumbre en mi pubis.
Y decidido el irrespetuoso pequeño palpo sin demora mi vagina, rosada y fresca como la de una adolescente, lo estaba consiguiendo, cambiaba mi rostro de enojo por una expresión de tímido placer. Me mordí con fuerza el labio inferior, y tras coger algo de aire me dirigí a Dani con la voz que pude hacer salir mi dulce boca.
- S-solo esto , Dani......y se acabo, ¿ me- me oyes?
Pero Dani estaba demasiado ensimismado con su " merecido" trofeo para molestarse en responder, aunque si había escuchado mis sumisas palabras, el tiempo me demostró que le gustaba que le dijera aquello, y de mis labios debía sonar como el permiso de San Pedro a la entrada del cielo, no obstante para Dani significaba otra cosa, para el solo sería otro juguete que sus padre le ponían en la mano, otro capricho que era incapaz de negarle.
Dani me masajeaba con muy poca destreza, no por falta de experiencia o por desconocimiento, sino porque era su forma se poseerme al máximo, apretaba e introducía sus dedos en mi interior , acción que le facilitaba inmóvil como un excitado maniquí, emanando el apetecible liquido de mi sexo. Suspiraba cada vez más alto, y finalmente mis rodillas habían sucumbido al placer cediendo la rectitud de mi figura, agaché levemente el cuerpo para ayudar un poco más a la intrusión del depravado de mi hijo en mi ser.
Los leves músculos de mi cuerpo se tensaban y convulsionaban ante la escena, Daní se alejo un poco sin despegar su mano de mi vagina, como un artista que ve se obra acabada, admiro las pétreas columnas que sostenían mi estilizado cuerpo, fotografiando en su mente los tersos muslos de su madre, firmes como nunca, acabando su recorrido en una jugosa y agradecida entrepierna. Mi rostro cambió su mirada de cólera por un libidinoso atisbo de diablilla en celo.
Dani me acercó hasta él, hasta casi parecer uno, me hacía suya sentado en el filo de la cama, con sus cortas piernas colgando del catre. Acariciando con pasión el trasero del que tan orgullosa me sentía, levantando con fuerzas mis desprotegidas nalgas, estrujándolas sin piedad. Su mano restante no se había separado en ningún momento de la entrepierna, que empapaba sus pequeños dedos con sus brillantes y resbaladizos jugos.
No había escatimado el tiempo, y con femenina rapidez me deshice de la camiseta para dormir, despojándome de ella sin ninguna atadura, no podía contar cuantos hombres hubieran deseado robarme la prenda aquella misma tarde, que descansaba en el suelo junto a las húmedas braguitas, y contemplar con gusto mi esbelta anatomía, moldeada por la naturaleza cuan moldea una oscura piedra de jade, bella y excitada me plantaba frente a mi hijo, olvidando las trabas y los tapujos , que golpeaba con su rugosa lengua mi plano estomago, además, deseosa en inconformista buscaba más placer estimulando mis tímidos pechos.
Mire un ultimo instante hacía la puerta por la cual había entrado minutos antes decidida a resolver inteligente y razonadamente mi problema y me percate de que la había dejado abierta, debía cerrarla.
Me liberé tímidamente del placentero abrazo al cual me sometía Dani , quien seguía tomando mi torso encantador con sus manos y lengua de un modo menos acaparador, de algún modo intuyo que me alejaba por nuestro bien. Intente separarme totalmente de él, para evitar que mi marido me escuchase siéndole infiel con su hijo, pero Dani no quería que le dejase.
Por fin me aleje corriendo hacía la puerta para cerrarla y acostarme con mi hijo, dándome de un modo sumiso e indefenso, tal y como a él le gusta.
Caminando con una firmeza y delicadeza propias de una modelo profesional por el largo y estrechó pasillo, parecía que había una alfombra roja que suavizaba el duro y frió suelo. Contonee mis duros glúteos a cada firme paso, para ejercer mayor deseo en mi amante, moviendo mis tersos pechos, libres de cualquier barrera, los cuales saltaban graciosamente al compás de aquel andar que mas se asimilaba a un vals.
¿ que haces porque te vas? No puedes dejarme caliente y empalmado mamá
Voy a cerrar la puerta ¿ no querrás que tu padre nos oiga mientras...?
¿ Follamos...?
Si eso cariño...eso....
Dani me metió prisa, explicándome las cosas que soñaba con hacerle bajo las sabanas, y así, vencida por mis mas bajos instintos, cerré con llave la puerta y corrí decididamente hacía los brazos de mi poderoso hijo, que ejercía un influjo especial sobre mi, obligándome sin razón a satisfacer deseos que no se le debían presentar hasta dentro de unos años.
Finalmente llegue a mi destino y flexione un poco las rodillas hasta ponerme a su altura, para besar apasionadamente los labios de Dani, sellando así nuestras lenguas en un compartido baile de delicioso placer, el niño se apresuro a despojarse de los pantalones mostrándome orgulloso su hambriento miembro como si de uno de sus dibujitos se tratase. Sonreí burlona al ver el instrumento de mi hijo, la primera vez no me había fijado con detenimiento, no era muy impresiónate, podría cubrirlo con una de mis manos, aunque si era algo gordo, como el de su padre, no obstante lo observaba mientras me masajeaba de pie mis jugosas intimidades, y no quede desilusionada, esperaba un miembro así, incluso me excitaba aún más introducir dentro de mi un pené de tales dimensiones, era propio del morbo de la situación, y así me arrodille frente a mi hijo para lubricar su sexo con los labios que antes besaba.
Mi tez suave y bella, recupero su brío natural perdido ante la decepción de mi fracaso como madre, quedo parada ante el itifalico miembro Dani, quien impaciente pedía a gritos que se lo besase. Lo estudie, deleitándome de la inocencia infantil del pene, aun estaba por desarrollar, no mostraba ningún pelo que estorbase la felación. En realidad solo había lamido el sexo de mi marido tres o cuatro veces, generalmente me parecía un practica desagradable y cochina, pero mis principio ahora me traicionaban, así que me decidí a saborear primero los pequeños testículos que descansaban duros como piedras bajo el instrumento viril.
Los lamí juguetonamente enjuagándolos en saliva, para pronto succionarlos con delicadeza introduciéndolos en la boca, acariciándolos allí con mi hábil lengua, le dedique una mirada sensual para impacientar aún mas sus ganas de penetrarme, contemplando como mi pequeño, aquel que lleve nueve meses en mi interior, se retorcía del gozo al que le estaba sometiendo.
Los succione un rato, degustándolos a mi gusto, sin duda la experiencia le estaba agradando de sobre manera, y debo confesar que estar de rodillas frente a él, también me éxito mucho, hasta el punto de perder mi mano izquierda en la entrepierna, deseaba acariciarme eróticamente en el clítoris para disfrutar aun mas de la suculenta cena.
Mi hijo clamaba para que se la chupase, y satisfaciéndole una vez más en sus deseos, lamí con seguridad la base del pequeño miembro que sostenía con mi mano libre, Dani se chupaba la mano con la que había sometido anteriormente mi excitada vagina, la mezcla de jugos se había producido, la relación se había sellado. Sin mas miramientos, introduje de golpe el duro paquete de mi hijo en mi deliciosa boca, produciéndole así un escalofrío sin fin en el impúber cuerpo de mi renacuajo, obligándole a estallar de placer con un alarido ahogado, que por suerte no escucho mi marido, se lo mantuve dentro de la garganta unos minutos, balanceándome de izquierda a derecha como un barco en el vaivén de las gratas olas que enjuagan los sensuales cuerpos de los juguetones delfines en alta mar, libres y despreocupados, al igual que yo empapaba con mi saliva el miembro de mi hijo.
Paladeaba golosamente el pene de Dani, sin mas traba que el mas absoluto placer que ambos nos haríamos gozar en el silencio de la noche donde se escuchaba el hermoso sonido de mis labios contactando con la delicada piel del mojado instrumento masculino, engulléndolo de un modo completo y pasional. Mientras, acariciaba mi vagina con los delicados dedos de una señorita, acostumbrados a tocar horas y horas de bethoveen en el piano, embadurnados del húmedo liquido que radiaba de mi sexo , mimando mi cuevita, realmente me veía linda como la luna de San Juan, resplandeciente en la imperiosa oscuridad de la noche.
Incorporé mi cuerpo sobre las delgadas piernas, por las cuales me resbalaba un exquisito liquido que emanaba de la ya dilatada entrepierna, y me coloque en píe frente a Dani, que se encontraba destrozado de placer, se notaba que le recorría insaciablemente un cosquilleo por todo su cuerpo, acaricie con las manos la sudorosa cara de mi pequeño, extendiendo mi jugo por sus mejillas, no podía dejar de mirarme directamente a los ojos, temblando con la respiración.
Vamos Mamá, me muero por joderte como a la perra que eres- Elegía siempre el mejor momento para sus frase.
Si cariño, hazme gozar como a una perrita- No podía creer que esas palabras saliesen de mi boca, pero sin duda lo habían hecho.
Anude mis largos brazos a su cuello, para luego impulsarme, sentándome sobre su regazo, clavando de un solo intento el ser de mi hijo en la mojada entrada que tenía como vagina. Debido a la diferencia de tamaño el abdomen se me pego al sudoroso pecho de Dani, colocando de igual modo los pequeños senos en su cara, y les dedico un placentero mordisco para que supiese quien mandaba en aquella cama. Las ya expertas manos de Dani acariciaban mis nalgas una vez más, intentando sin fortuna aprisionarlas en el enérgico baile que comencé sin previos. Me hizo cargo de la situación e impulsándome con las rodillas que fundaba en la cama, empece a cabalgar sobre el miembro de mi hijo, dando fuertes saltos que tensaban con estilo mi anatomía sudorosa y excitada, mi cuerpo danzaba sobre aquel renacuajo como la serpiente encantada que nace del cesto al oír la música, perdidamente dominada por una voluntad ajena a su maquiavélico ardor.
Dani me acompañaba azotando mi trasero, lo golpeaba con fuerza y prepotencia, aquella que le había enseñado y de la que ahora disfrutaba, no paraba de insultarme y humillarme, con desagradables palabras que solo ayudaban a que alcanzase mayor placer sobre su fresco cuerpo.
Mi pequeña melena se desataba mojada por el sudor sobre la cara debido a las violentas acciones con las que bombardeaba mi frágil cuerpo, la piel se me erizaba al contacto con el instrumento de Dani, quien además derrotaba aun mas mi voluntad acariciando con poder y presión mis inquietas y enrojecidas nalgas, sirviéndose en bandeja de plata los deliciosos senos que poseía, succionó con picardía el pezón que coronaba mis pastelitos, como si de una guinda se tratase, tan rígidos como todo mi incestuoso cuerpo.
Su tirante miembro desaparecía sistemáticamente en el interior de mi cuerpo, obligándome a pronunciar sin vergüenza algunos gemidos y ruegos para desahogar mi placer, le implore más a mi vencedor, no deseaba que acabase nunca, deseaba con todo mi ser que me fustigase con su miembro y su voluntad, y así se lo hacía saber, con la voz mas dulce que pude hacer salir de mi ensalivada boca, entre cortada en parte por el placer, en parte por el ejercicio.
Mi cuerpo se arqueo de gusto y me cedieron las rodillas ante el placer de un orgasmo que me dejó tendida de manera exhausta sobre mi dueño, la situación y la experiencia con la que contaba me habían ayudado a retorcerme de placer sobre la infantil anatomía de mi hijo, quien aprovechando mi estado de dejadez, me tumbó en la cama y me volteo, girándome la cintura para penetrarme desde atrás. Así quedé sostenida por mi lado derecho en la cama, el cercano pecho de mi hijo acariciaba mi espalda, Dani palpitaba escandalosamente debido a la excitación que le proporcionaba tomarme sin barreras ni impedimentos, era sin duda el vencedor, y yo su castillo conquistado.
Pronto me di cuenta que me reflejaba de lleno en el espejo en el que cada mañana Dani se vestía para el colegio, y por primera vez en la sesión me sentí avergonzada, intente con ganas deshacerse de la postura, no deseaba verme siendo poseída como un animal en celo por mi único hijo, de nueve años, pero mi intento fue derrotado ante una nueva penetración de Dani en mi ensanchada vagina, los azules ojos se me abrieron enérgicamente, una vez mas mi voluntad y decisión eran vencidos por el placer y el desenfreno.
Pude observar mi cuidado cuerpo siendo poseído sin voluntad propia, a unos escasos metros de la cama de mi marido, se olía el aroma que desprendía mi impúdica rajita, y daba fe de que aquellos gemidos de gatita eran míos, y solo míos, ahora podía comprobar con mis propios ojos como los delgados labios de mi boca pronunciaban aquellos lujuriosos ruegos, suplicando mas y más fuerte.
Pero seguía con aquel danzar que envolvería el sueño de los Califas mas poderosos del extinguido imperio árabe. Abrí nuevamente los ojos de cervatilla en manos del león para contemplar la desfogada penetración a la que era sometida, mi estomago se contrajo por el placer que produjo ver mi imagen en el espejo, perdiendo así cualquier vergüenza y con renovadas energías levanté como una bailarina el muslo izquierdo, permitiendo el deleite con todo lujo de detalles de la penetración constante que sufría.
Dani intento retrasar lo inevitable, pero su miembro estaba a punto de estallar de placer y desembocar un río del liquido caliente en el interior de su vencida princesa, pero no me advirtió en absoluto que ya estaba listo, y una vez más descargo todo su poder en las paredes de mi interior, inundando con ganas mi sexo de su caliente y pringoso liquido, produciéndome un colofón magnifico a nuestro segundo encuentro, demostrándome que le pertenecía y que haría conmigo lo que quisiese, y yo se lo agradecería. Me levante tan solo un instante para mirar la hora que era, y calcular mentalmente cuanto quedaba para irme a trabajar, tras esto, volví a la cama con Dani, donde me tendí boca arriba para que mi domador disfrutase unos instantes más antes de irse a la escuela..
Dani amaso con desenfreno la entrepierna manchada, la cual se encontraba bien descubierta debido a la sutil abertura de piernas en la que me encontraba. Con inconformismo acariciaba también mis pechos y besaba mis labios y cuello, tan solo sollozaba palabras cariñosas y sumisas, llegue incluso a agradecérselo, disfrutaba de unos últimos instantes de placer antes de que lo llevase a clase.
La sensual luna ya casi daba paso a los calurosos rayos del astro rey, y mi marido, debía irse a trabajar, salía unas horas antes que yo, y le extraño mi ausencia a su lado, tras cambiarse se dirigió a averiguar donde estaba, encontrando que había decidido pasar la noche en la cama de Dani, seguramente el pequeño tenía mucha fiebre y no debía dormir solo. Mi marido deslizó sus labios formando una paternal y satisfecha sonrisa, había formado una buena familia, pensaría entonces, ignorado que bajo las sabanas de Dani, descansaban desnudos los libidinosos cuerpos de su mujer y su hijo, quienes en la soledad de la noche, se entregaron cuantas veces pudimos a la pasión y desenfreno, y si le soy sincera no recuerdo las veces que lo hicimos aquella noche.
El segundo encuentro me dejaba más confuso que el primero, observaba en principio un fuerte sentimiento de culpabilidad ligado al fracaso como madre, actitud positiva, no daba mayor importancia al hecho de ser vejada, o su perdida de voluntad, su parte la tenía asumida, paso importante, solo quería el bien de su hijo.
Heidi se muestra mas reacia al encuentro sexual que en su primera vez, y lo plantea en su primera acepción como un negocio, pero luego es incapaz de imponerse a su hijo de nueve años, y, además se muestra de forma activa en el acto en si, lamiendo, y buscando ellas las posturas, actitud que no ejercía en su primer encuentro, donde tan solo fue un juguete inmóvil para su hijo.
Así, que solo había sembrado aun más dudas en mi diagnostico, y tuve que indagar mas en su mente, podía imaginar por encima las relaciones comunes que se llevarían a cabo entre los dos, pero me interesaban aquellas que llamaban la atención a Heidi, aquellas que depravaban su imagen, quería saber hasta que punto llegaba su grado de humillación, de dependencia del sexo incestuoso, porque solo así podría poner fin a su problema.
Pero eso no sería hoy, pues las dos horas habían pasado, le entregue una cita para la semana que seguía, y la despedí pensativo y desconcertado.