Un tipo con principios

Soy un tipo con principios, pero también un pobre barquito perdido en la tormenta de mi destino. A veces las cosas pasan y no porque yo quiera.

Yo soy un tipo con principios. Todo el mundo lo sabe. Nunca robo, a menos que realmente, y con esto quiero decir, REALMENTE, tenga que hacerlo. Nunca le pego a una mujer, a no ser, eso, que realmente no tenga otra opción. Cuando veo a alguien con un cartel en la calle, diciendo que tiene tres hijos y que ha perdido su trabajo, casi siempre me meto la mano en el bolsillo y le doy lo que encuentro, aunque yo no esté realmente muy bien de dinero y no debería ir por ahí regalando mi dinero. Pero, coño, cuando veo a un tipo con un cartel que dice TENGO HAMBRE, pienso que, aunque seguramente me esté puteando, y seguramente no tiene hijos, y seguramente no ha tenido un jodido trabajo en su puta vida, también puede ser, sólo puede ser, que sea verdad, y que tenga hambre, y acabe de perder su trabajo, y tenga cinco hijos en casa esperando que traiga una mierda de pedazo de pan para echarse a la boca. Así que, aunque es casi seguro que me está jodiendo, y que lo más fácil es que coja mi dinero y se vaya a beberlo o a joder con alguna tía, que básicamente es para lo mismo que yo pensaba usar ese dinero, me saco la pasta del bolsillo y se la doy. Nunca es mucho, pero a veces es suficiente como para que el tipo me mire con cara de sorpresa, como si yo fuese el puto santo aquel que partió el manto, aunque yo diste mucho de ser un santo, y, desde luego, si me diese la venada de ir por ahí con un manto, no le daría la mitad a ningún hijo de puta borracho con ganas de follarse a una tía.

Todo esto no lo cuento para caer bien. Primero, porque me importa una mierda caer bien. Antes sí me importaba. Me gustaba caer bien. Me gustaba caer bien a los hombres, y sobre todo a las mujeres, porque pensaba que así tendría más oportunidad de follármelas. Con el tiempo descubrí que no era así, y que los hombres respetan más a los tíos que consideran unos perfectos hijos de puta, y las mujeres se follan a los tíos que consideran unos perfectos hijos de puta. Tampoco es que yo aspire a ser eso, un perfecto hijo de puta, simplemente, me da igual. Si explico todo esto es para que quede bien claro que yo tengo unos principios, y que hay cosas que no voy haciendo porque sí. Hay cosas que preferiría no hacer, pero cuando se me ponen a huevo. ¿Qué quieren que yo le haga?

Por ejemplo, el otro día.

Tengo que decir que últimamente las cosas no me van muy mal, así que puedo permitirme vivir en un piso bastante decente. Comparto el piso con otro tío y dos mujeres. La verdad es que no están mal, pero sólo me follo a una de ellas. La otra no quiere tener nada que ver conmigo, porque me considera un apestado, o algo así, así que estoy casi seguro de que algún día acabaremos echando un polvo criminal del que ella nunca querrá volver a hablar. De todas formas, de las dos, la que me follo de vez en cuando está mucho mejor, por eso no me importa demasiado que la otra se haga la estrecha, y que seguramente sólo llegue a follármela una vez en la vida. La chica que vive conmigo, y que me follo de tanto en cuando, tiene un culo increíble, y las tetas, aunque son pequeñas, están durísimas. Me encanta magrearlas mientras me la follo, y a ella le encanta que se las magree. Suele cogerme las manos y pasármelas por las tetas cuando está a punto de correrse, y entonces cierra los ojos, y te traga la polla entre las piernas, y se pone a gritar. SIIIIIIIIIIIIIIIII, y, la verdad, te hace sentir como si fueses la mejor polla de todo el planeta.

El caso es que por la navidad mis compañeros, el tío, del que, la verdad, no sé demasiado, sólo que no le caigo demasiado bien y que le gustaría empujarme a las vías del metro, eso, claro, si tuviese pelotas para hacerlo, y la estrecha que estoy casi seguro que me follaré cuando vuelva, se largaron de vacaciones. No me importó demasiado, porque pensé que así iba a poder follarme a Sandy más a menudo. Sandra es la compañera de piso de las tetas duras, y es la chica con la que follo de vez en cuando. No somos novios ni nada así. Simplemente, a Sandy le gusta follar a veces conmigo. De hecho empezamos a follar cuando Sandy todavía estaba saliendo con otro tío. Empezó un día que yo había discutido con esa puta estrecha con la que comparto piso, y acabó entrando en su habitación, llorando y dando un portazo innecesario. Yo entré en mi habitación, y me tumbé encima de la cama, con la puerta bien abierta para dar a entender que a mí todo eso me la soplaba. Entonces entró Sandy, y se puso a decirme que no estaba bien lo que había hecho, porque Cris, que es como se llama esa puta estrecha y llorona, no lo estaba pasando nada bien últimamente. Al principio no le hice ni puto caso, y cogí un libro para hacer ver que no pensaba hacerle ni puto caso por mucho tiempo que estuviese allí hablando. Pero Sandy siguió, y no se puso a gritar como una gallina histérica porque yo mirase el libro en vez de a ella, y no atendiese a lo que me decía, y que, además, lo que me decía se notaba que me importaba dos cojones. Eso me gustó, porque no soporto a las mujeres que chillan. Las soporto aún menos que a los hombres cuando chillan, porque los hombres que chillan son más que nada patéticos, y además las mujeres tienen una voz más aguda, que se te mete en la cabeza y te la deja como si tuvieses un enano dentro dándole al tambor. Eso sin contar con que a un hombre siempre le puedes soltar dos hostias y punto, y con una mujer hay que pensárselo más, yo, por lo menos, me lo pienso más. Yo, ya dije, tengo principios. El caso es que empecé a fijarme bien en el cuerpo de Sandy, que es muy bonito. Seguramente esa cara, en otro cuerpo, no fuese la más atractiva, pero, la verdad, quedaba bastante bien culminando esas tetas, pequeñas pero duras, y ese culo redondo y prieto. Sandy notó que había dejado de prestarle atención al libro, pero también notó que no le prestaba atención a ella, sino solo a sus tetas y a su culo, que me estaban empezando a poner cachondo de verdad. Pero no dejó de hablar, y siguió explicándome por qué lo estaba pasando mal Cris, y porqué tenía que ser más comprensivo con ella, hasta que no pude más, la acerqué a mí poniendo una mano sobre su culo, y empecé a besarla en el vientre, que llevada desnudo, con uno de esos tops que ahora llevan mucho las mujeres. Entonces ella se calló, y por la forma de callarse entendí que iba a poder follármela sin problemas. Le bajé los pantalones y empecé a comerle el coño. Ella, a medida que se fue calentando, empezó a cogerme la cabeza para asegurarse de que no me movía de allí hasta haber acabado mi trabajo, mientras con la otra mano se empezaba a sobar las tetas. Seguí comiéndole el coño hasta que se corrió, y entonces, sin cerrar la puerta de mi habitación, la tiré encima de la cama y empecé a follármela realmente bien. No sé si ella recordaba que la puerta de mi habitación estaba abierta, pero supongo que sí. El caso es que mientras me la follaba empezó a gritar como una condenada, pidiéndome que no parase, y jadeando como hacen las putas cuando quieren que te corras de una jodida vez, así que me di cuenta de que a Sandy, en realidad, no le importaba demasiado que Cris nos estuviese oyendo desde la otra habitación. Eso me puso más cachondo aún así que mi polla se puso a hurgar como una loca dentro de Sandy, que empezó a retorcerse como si le estuviesen dando una descarga de mil voltios en pleno coño, y a pedir que no dejase de follármela nunca, cosa que hubiese hecho de buena gana, si no se hubiese puesto a restregar mis manos contra sus tetas y a gritar siiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii, porque ahí ya me puse tan cachondo que me corrí, y tuve que poner punto y final a uno de los mejores polvos que he echado jamás.

Pero me he desviado del tema. Decía que, por navidad, el capullo y la estrecha se largaron, y yo me relamía pensando en poder tirarme a Sandy a todas horas, en cada esquina de la casa. Hasta que Sandy vino con la noticia de que su hermana vendría a pasar las fiestas en el piso, si no me importaba. Yo, claro, tuve que decirle que no, porque, la verdad, Sandy se había portado siempre bien conmigo, aparte de los polvos, quiero decir, y yo, como digo, siempre he tenido unos principios, y de vez en cuando también sé joderme cuando la situación lo requiere, aunque, como en este caso, la situación me de desesperadamente por el culo.

De la hermana de Sandy sabía que estaba casada, que tenía una hija pequeña, un bebé, que vendría con nosotros, y que al cabo de tres días se largaría a reunirse con su marido. Lo que no sabía era que tenía el mismo culo prieto y levantado de Sandy. Pero, claro, yo soy un tío con principios, y juro por lo que más quiera que no me gusta follarme a mujeres casadas. Puede que sea del año mil, pero yo suelo respetar bastante a las mujeres casadas. Les miro el culo, y las tetas, pero no me las follo, porque pienso en lo mucho que me jodería a mí que se follasen a mi mujer, así que me limito a mirarles el culo y las tetas, y, si me ponen muy caliente, me agarro un par de billetes y me voy a buscar una puta con la que desahogarme, que es lo que pensaba hacer con la hermana de Sandy. Fui amable con ella, entre otras cosas, porque las mujeres no gustan de engañar a sus maridos con tíos amables, sino con cabrones de polla ancha, perfectos hijos de puta, así que ser amable me pareció el mejor sistema de alejar los problemas. Jugué con la niña, y le hice monerías para que se riera. Sandy estaba encantada, y hasta creo que empezó a mirarme como algo más que una polla que la hacía vibrar como un diapasón. Después me fui a cama sintiéndome realmente bien. Sintiéndome un tipo con principios, y sin ganas, siquiera, de ir a buscar una puta esa noche.

Pero, las cosas son así. Por la noche oí un ruido en el pasillo. Salí a ver lo que era, y era Sandy, con su abrigo. Tenía que marcharse urgentemente a no se qué rollo del trabajo. Sandy trabaja en un despacho de abogados, y a veces algún cliente ricachón mete la pata y pone en pie a cinco o seis personas en el despacho de Sandy para evitar que le frían el culo. Yo me metí otra vez en la habitación. Al poco entró la hermana de Sandy. Llevaba un camisón corto, y yo pensé ? Oh, no, mierda.- Porque cuando una tía entra a las tantas en tu habitación, y lleva un camisón corto, y no se ha molestado siquiera en ponerse una bata, uno ya puede imaginarse qué es lo que anda buscando. Y, lo juro, en ese momento, pensé ? Oh, no, mierda.- Porque soy un tipo con principios y, la verdad, empezaba a ponérseme como un palo. La hermana de Sandy me preguntó que dónde estaba Sandy, que al parecer no había querido despertarla. Yo le expliqué lo del hijo de puta con dinero que hay que evitar que le frían el culo, y ella asintió, pero, en lugar de marcharse, se apoyó encima de la mesa, y se puso a darme palique. Yo me desesperé, porque la polla se me estaba poniendo al rojo, y, encima a ella se le ocurrió sentarse sobre una mesa que tengo de escritorio, con lo cual su camisón se subió algo más, y yo ya no pude escuchar lo que me decía, porque no dejaba de mirar esa pierna que asomaba bajo el camisón, y que anunciaba un chochito maravilloso y seguramente bastante mojado, porque, si no estaba cachonda no sé qué coño hacía en la habitación de un tío, visiblemente empalmado, a las tantas de la noche. Así que me levanté de la cama, y le dejé ver mi herramienta a punto para los trabajos forzados. Ella puro cara de estar escandalizada. Me dijo que estaba confundido. Pero yo ya no estaba para gilipolleces. Directamente le levanté un poco más el camisón, mientras la sentaba bien sobre la mesa y le sacaba el culo para poder metérsela bien. Ella me dijo algo sobre la niña, y sobre estar casada. No estoy muy seguro. Noté su ropa interior húmeda, se la bajé sólo lo justo para metérsela de golpe. Entró sin problemas. Ella dejó salir un gemido largo y lentísimo que me puso a mil

-Nooooooooooo

Empezé a meterla y sacarla. Ella no movía un dedo. De vez en cuando dejaba escapar un

-Nooooo, para, por favor

Que me ponía aún más cachondo. La levanté con mi polla metida, y entonces ella gimió de verdad. La tumbé encima de la cama, y a una altura más apropiada empecé a follármela convenientemente. Entonces ella se empezó a animar. Y aunque siguió pidiéndome que parase sus negativas eran tan cachondas como si me pidiese que la follase para siempre.

.No, no nooooonoooo AAHHHmmmm

Noté cómo se abría más para que entrase hasta el fondo. Así que entré hasta el fondo y la hice correrse. Pero quería algo más para aquella jodida putona, porque me había obligado a saltarme mis principios, y mis principios son algo sagrado. Así que le di la vuelta y empecé a lamerle el culo. Ella ya estaba lo bastante cachonda como para dejarse de chorradas, así que empezó a decirme que la estaba poniendo a mil, a llamarme cabrón y a decirme que me la estaba follando de miedo, cosa que yo ya sabía, porque más o menos uno se da cuenta de cuándo está follando bien y cuando se limita a meter la polla por compromiso y a sacudírsela dentro a una tía. Aquella noche estaba cachondo de verdad, y, en consecuencia, le estaba echando un polvo bastante decente. Cuando le metí la lengua en el culo, también le metí los dedos en el coño, me hice con su clítoris y lo sobé hasta que se corrió otra vez. Después le lubriqué el culo con lo que salía, y sólo entonces se dio cuenta de que me la iba a follar por detrás. Eso la asustó de verdad, porque quiso darse la vuelta, y esta vez se notaba que, de verdad, no tenía ningunas ganas de que se la clavase por el culo, pero, ya digo, yo tenía que castigar a esa perra. Así que la sujeté bien, y comencé a hincársela. Si no se hubiese movido tanto podría haber ido poco a poco. Pero meneándose como se meneaba no me dejó más remedio que clavársela toda de golpe. Se puso a gritar, y le recordé que estaba la niña en la habitación de al lado. Se calló. Al cabo de un rato se había acostumbrado a tener mi polla en su culo, y pude dejar de sujetarla y empezar a masturbarla. Entonces empezó a gozar bastante del asunto, y en diez minutos tuvo un par de orgasmos como no había visto en mi vida. Movía el culo para que yo entrase más hacia dentro, y me agarraba las piernas y el culo con tanta fuerza que me hacía daño. Cuando acabé ya era una buena hora para levantarme, así que me duché y fui a desayunar algo a una cafetería que hay cerca de mi casa, donde atiende una camarera jovencita que aspiro a tirarme algún día. En el camino un tipo con pinta de yonqui me pidió un euro para llamar por teléfono. Le sacudí los veinte de la puta que ya no iba a necesitar, y se quedó mirándome, con los ojos muy abiertos, y temiendo sinceramente que fuese a estallar en el aire como una pompa de jabón.