Un tattoo para toda la vida
Isabel visita asiduamente una tienda de tattoos mientras su marido trabaja en la funeraria. Desenlace con intriga final.
Carlos indicó con mucho respeto a la familia que podrían subir a los vehículos para seguir al traslado del difunto al cementerio. Carlos subió con su traje negro al vehículo. Hacía 20 años que trabajaba allí y ya no le daba ningún tipo de reparo el saber que iba acompañado en la parte posterior por un cadáver.
Mientras esperaba sentado al volante le envió un mensaje a su mujer, Isabel.
- "Hago otro servicio. Hoy no podré llegar a comer. ¿qué haces? ¿te has puesto otro tattoo en el tobillo?"
Pasaron unos minutos sin recibir respuesta, y tuvo que iniciar el viaje al cementerio de Palma de Mallorca, así que apagó el móvil para conducir con total seguridad. Carlos era un hombre muy estricto y serio. Parecía que se le habían pegado las características de su trabajo. Al principio era un hombre alegre sin muchas ambiciones pero amante de lo bueno. Le gustaba una buena comida, un buen vino, y un buen sofá donde poder pasar las tardes junto a Isabel. Su esposa.
Isabel era una mujer que se mantenía muy atractiva a sus 42 años. Actualmente trabajaba en un supermercado y hacía poco la habían pasado a horario de tardes, así que se veían sólo los fines de semana, porque cuando ella llegaba sobre las once de la noche, él ya estaba dormido en el sofá. Al principio, él la esperaba despierto, pero la rutina y la monotonía habían hecho que él cayera rendido antes de su llegada.
Isabel se negaba a aceptar esa vida monótona. Ella hubiera querido tener hijos pero Carlos no podía. Después de años de intentarlo, se empezaron a analizar, y resultó que el problema era él. Sus espermatozoides eran algo así como pececillos sin rumbo. Hacía tiempo que habían procedido a tramitar los permisos y papeles para la imseminización artificial de ella en el banco de semen, y tenían hora concertada para un par de días.
Para olvidar el problema, ella había invertido mucho dinero en cosmética, peluquería, gimnasio, y su inversión empezaba a dar resultados. No pasaba invisible a las miradas de los hombres. Le gustaba vestir sexy sin ser muy provocativa. Siempre llevaba zapatos de tacón, que aunque bajos, le marcaban el trasero y le hacían una figura muy femenina.
Un año atrás, se puso un tattoo en la espalda. Muy discreto. Era el primero. Se puso un corazón. Quería llamar la atención a su marido, aunque a éste casi le pasó inadvertido. Ella buscaba llamar la atención de él, pero él parecía estar resignado a otro tipo de vida.
Cuando Isabel entró en la tienda de los tattoos un año atrás quedó satisfecha con el trabajo y el trato de Dani.
Dani era joven, de unos 30 años, muy alegre, con un buen cuerpo deportivo y una sonrisa muy atractiva. Isabel quedó enseguida enganchada de él, y de vez en cuando pasaba por la tienda para comprar algún pendiente o collar y aprovechar para verle.
Aquella mañana Isabel había decidido ir a la tienda y hacerse un segundo tattoo. Esta vez más íntimo.
Llegó a la tienda, y Dani la recibió con una sonrisa hipnotizante. Ella le indicó que quería hacerse un tattoo en su entrepierna, y quería que fuera un "demonio con cuernos".
Él la sonrió, y le preguntó:
¿Deseas dar algún mensaje a alguien con ese tattoo?
mmm. Si. Supongo que es eso, respondió ella medio ruborizada.
Pues pasa a la sala interior. Tendrás que sacarte las bragas.
No llevo. Pensé que sería mejor...
Entonces no hace falta. Perfecto.
Dani entró en la sala.
Un silencio un poco incómodo se adueño del espacio. Dani, para romper el momento, preguntó:
¿Nerviosa?
Un poco. Que tonta.
No mujer. Tranquila.Va a quedar muy bien, no sufras. A quien vaya este tattoo va a quedar impactado.
Jaja, gracias.
Voy a proceder a masajear la zona para relajarla.
Vale.
Isabel estaba tumbada en la camilla cara arriba.
Dani la untó con un poco de gel. Ella suspiro porque estaba frío. Él procedió a extenderlo suavemente con sus dedos por la zona pélvica de ella. Masajeaba lentamente mientras observaba todo su cuerpo. Ella estaba tumbada con los ojos cerrados y las manos a los costados.
Él se fijó en que no llevaba sujetadores y los pezones de ella indicaban alguna cosa. Se marcaban a través de la camiseta blanca y él se quedó mirándolos fijamente. Ella suspiraba cada vez más fuerte cuando abrió los ojos, y le vio a él hipnotizado mirandole los pezones de ella.
Disculpa, reaccionó él.
No pasa nada, dio ella, mientras en un símbolo de aceptación abría sus piernas un poco más.
Él seguía su masaje, mientras ya le estaba introduciendo algún dedo levemente por el sexo de ella.
Ella cortó sus gemidos, para preguntarle:
¿Así que crees que va a quedar bien el tattoo del diablo con cuernos?
Estoy seguro que si. Y va a ser muy apropiado.
Dani iba con una camiseta de tirantes y dejaba ver sus músculos. No eran excesivos, pero si lo suficientes para que Isabel los tuviera en mente.
¿Me vas a poner la inyección tranquilizante?
Por supuesto. Ahora va.
Dani se bajó los pantalones y los calzoncillos de una vez y sacó un miembro grande. Muy grande. Mucho más que el de su marido. Sacó un preservativo, pero ella le indicó:
- Hoy no hace falta. He tomado la pastilla.
Apuntó a la entrepierna de Isabel, mientras le preguntaba:
¿estás preparada? Solo será un pinchazo al principio.
Si. Dijo mientras le sonreía en una mirada pícara.
Dani la agarró de las piernas y empujó. Su miembro entró hasta el fondo de golpe, mientras ella gemía de golpe.
- Ya está !. Ahora falta el tranquilizante.
Empezó a empujar mientras ella gritaba bajito. Él iba entrando y saliendo en su sexo a una velocidad que ella hacía tiempo que no sentía con su marido.
Sonó el móvil de ella. Ella sabía que era un mensaje de su marido, porque lo tenía personalizado el sonido. Igual que los mensajes anteriores, los ignoró.
¿Es tu marido?
Si
¿Sabe que has venido aquí?
Si. Así que acaba rápido que me tienes que dibujar el tattoo aún.
Dani estuvo manchando unos 10 minutos seguidos sin parar, mientras ella iba disfrutando de orgasmos simultáneos. Finalmente él se corrió dentro de ella.
Isabel salía dos horas más tarde de aquel local. Llegó a casa. Se tumbó y procedió a leer con calma los mensajes de Carlos, su marido.
- Esta noche verás.
Es lo único que le respondió para despertar su interés. Esa noche le iba a enseñar su nuevo tattoo. El diablo con cuernos. Era su regalo personal.
Aquella noche Carlos tuvo una erección como hacía tiempo no tenía. Lo que Carlos no sabía era que dentro de Isabel crecía una semilla que dos semanas más tarde él pensaría que era fruto del banco de semen de un donante anónimo.
Isabel seguiría visitando a Dani los siguientes años en su negocio.
Pero sólo era por el placer de los tattos.
Un año más tarde, Carlos a sugerencia de su mujer, Isabel, fue a tatuarse el nombre de su hijo en su cuerpo.
"I love Dani"
- No te preocupes. Te lo haré bien guapo, porque tu hijo se llama igual que yo. Dani. Vaya coincidencia. Lo haré con todo mi amor, Carlos.