Un superdotado y un voyeur
No sé si se debía a sentirnos observados, pero creo que ambos disfrutamos mucho más de esta segunda mamada a la que me entregué con verdadero gusto hasta que me levantó y poniéndome boca arriba sobre la cama pero de lado para que el voyeur pudiera disfrutar del primer plano, se colocó encima de mí y apoyándose con ambas manos en el borde de la cama, me volvió a meter su polla en la boca comenzando un intenso mete y saca que no paró hasta que con grandes estertores, la sacó de mi boca y empezó a correrse sobre mi cara para que su amigo pudiera ver cómo se vaciaba
Aquella fría tarde de domingo del mes de enero, mientras esperaba a un amigo en un bar de la zona de Chueca, el barrio gay de Madrid, me lo volví a encontrar. Lo había conocido hacía un par de años en una zona de cruising y, si bien no me había llamado la atención cuando pasó junto a mí, un chico de unos treinta y pocos años, más bien bajito y muy normalito para alguien como yo, que con apenas veinte años sólo buscaba sexo con jovencitos de mi edad, la cosa cambió cuando me lo volví a cruzar montado ya en un coche, con su descomunal polla fuera de los pantalones. Al pasar a su lado dejó de meneársela para enseñarme aquel pedazo de verga como pocas había visto, por lo que cuando bajó la ventanilla del asiento del copiloto para invitarme a entrar, no dudé en irme con él.
Nos dirigimos a su apartamento y una vez allí me condujo directamente a su habitación donde empezamos a desvestirnos, se sentó sobre la cama y sin más preámbulos me pidió que me agachase y se la chupara, que era lo único que yo deseaba en ese momento pues si bien no tenía mal cuerpo, bronceado y sin mucho pelo, ninguna parte de su anatomía me atraía como aquella polla dura y gorda con un fuerte olor acre que me volvía loco. Estuve un buen rato comiéndome aquel rabo que él intentaba que me tragase por completo, pero mi garganta no daba más de sí e incluso estuve a punto de atragantarme en un par de ocasiones. Después no paró hasta que me tumbó sobre la cama y levantándome las piernas y embadurnando mi culo y su polla con una generosa ración de vaselina que tenía a mano junto a la cama, me empezó a penetrar.
A pesar de la vaselina era muy grande por lo que, lejos de experimentar placer, aquello se convirtió en una agonía consentida que sólo me alivió cuando minutos después mi culo se vio inundado por un torrente de lefa caliente y espesa que recibí con sumo placer, ya que eso significaba que en breve me sentiría liberado de aquel dolor que me estaba desgarrando, pese a que no estaba dispuesto a que lo notara pues, por su forma de follarme la boca y luego el culo, parecía de esos tíos que disfrutan aún más sabiendo que te están haciendo daño.
Cuando me lo encontré en el bar acompañado de otro tío ya le había visto más veces y, aunque siempre me invitaba a irme con él, yo lo rechazaba porque sí, tenía un pedazo de pollón, pero a mí no me había causado más que dolor y además ni siquiera me corrí en aquella ocasión. Sin embargo ese día fue diferente porque, al acercarse a mí a proponerme que me fuera con él, me convenció diciéndome que le había hablado a su amigo de mí y que éste nos quería ver follar a los dos mientras él nos miraba, que ya lo había hecho otras veces y que aquello era muy excitante. Accedí pero con la condición de que sólo se la chuparía a él y que no habría penetración, con lo que estuvo de acuerdo porque además tenía poco menos de una hora ya que se tenía que ir a trabajar (era celador en un gran hospital madrileño).
Nos fuimos los tres en su coche pero en esta ocasión acabamos en la casa de su amigo que, aproximadamente de su misma edad, era un tipo muy delgado, con gafas y mas bien feo, a lo que su ropa de corte clásico ayudaba poco, haciéndole además parecer mayor. Pasamos rápidamente a la habitación, en la que había una gran cama y justo enfrente un sillón donde su amigo, completamente vestido, se sentó para presenciar el espectáculo. La habitación era bastante grande por lo que el celador, que ya sabía lo que se hacía, se fue quitando la ropa hasta quedar en ropa interior y yo hice lo mismo. Estando ambos de pié me besó por vez primera, introduciendo su lengua hasta el fondo de su garganta y poniéndome tan a cien que esta vez tomé yo la iniciativa y me arrodillé frente a él para agarrar con ambas manos la costura de sus boxers y tirar de ellos hacia abajo hasta que su polla, que quedó repentinamente liberada, acabó enterrada en mi boca.
No sé si se debía a sentirnos observados, pero creo que ambos disfrutamos mucho más de esta segunda mamada a la que me entregué con verdadero gusto hasta que me levantó y poniéndome boca arriba sobre la cama pero de lado para que el voyeur pudiera disfrutar del primer plano, se colocó encima de mí y apoyándose con ambas manos en el borde de la cama, me volvió a meter su polla en la boca comenzando un intenso mete y saca que no paró hasta que con grandes estertores, la sacó de mi boca y empezó a correrse sobre mi cara para que su amigo pudiera ver cómo se vaciaba. Luego volvió a introducírmela hasta que se la dejé completamente limpia.
Otra vez aquello había terminado y yo ni siquiera me había quitado los slips y los calcetines pero a diferencia de la primera, yo estaba a mil por hora por lo que cuando el celador se vistió apresuradamente y salió prácticamente de allí sin despedirse, y su amigo que seguía allí sentado sobre su butaca, me pidió acercarse para masturbarse y correrse encima de mi pecho, no me lo pensé dos veces y le invité a que se acercara.
Se desnudó dejando ver un cuerpo blanco y vulgar pero una polla larga y sin circuncidar que en ese momento me supo a gloria, sobre todo cuando empecé a juguetear con su glande arriba y abajo y disfruté de los abundantes jugos preseminales que había ido expulsando como consecuencia del espectáculo que acababa de presenciar. Supongo que no se imaginaba que acabaría también mamándosela a él pero tal y como intuía, aquello no duró mucho por lo que me apresuré a hacerme una paja mientras comenzaba a tragar una abundantísima cantidad de lefa y así, sin dejarle que la sacara de mi boca a pesar de que él apenas podía aguantar más placer, exploté por fin también una buena cantidad que se derramó por todo mi pecho.
Aquello no acabó así, ya que tras una ducha y una cena de encargo que nos subieron a su casa, me pidió que me quedara a pasar la noche. Sin embargo no dormimos mucho ya que el voyeur resultó ser un amante de primera al que dejé que me follara hasta en las posturas más inimaginables y no fue aquella la última vez que nos vimos, ya que nos dimos los teléfonos y de allí surgió una extraña amistad que casi siempre acababa en su cama en la que, a diferencia de su amigo, era placenteramente follado por delante y por detrás, además de disfrutar como nunca del placer de correrme mientras se vaciaba en mi interior, algo que a ambos nos encantaba hacer.
Otro día os contaré alguno de estos polvazos.