Un sueño y una infidelidad
Giselle viaja para conocer en persona a Chris, ambos vivirán un tórrido romance, siéndole él infiel por primera vez a su mujer.
No necesitó mucho tiempo para asimilar la noticia, porque era algo con lo que él llevaba fantaseando desde hacía meses. Ella iba a ir a su ciudad, a la ciudad en la que él vivía. Giselle, la persona con la que había mantenido una relación a distancia a través de Skype, la mujer de la que estaba enamorado, la mujer que era el amor de su vida, la mujer que está al otro lado de ese hilo rojo que dicen nos une a nuestra media naranja, a la persona que nos complementa, a la pareja perfecta para nosotros. La mujer que entendía perfectamente que él estuviera casado, la mujer que únicamente le demandaba un hueco en su corazón, iba a recorrer los 10.000 kilómetros que les separaban solo para conocerle. Y es que ella necesitaba verle, aunque fuera una sola vez, necesitaba sentir el tacto de su piel, ese roce de sus manos con el que tanto había fantaseado, la suavidad de sus labios, la ternura de sus besos. Y él también lo necesitaba, lo ansiaba. Era algo sin lo que ya se había acostumbrado a vivir, pero tenerlo una sola vez era mejor que no tenerlo ninguna.
Solo hacía un par de meses que ella le había dicho lo siguiente:
-Es algo que aún es casi imposible. Y que antes me decía no lo haré. Aunque aún lo hago en realidad. Pero también hay otras veces en las que me he planeado lo siguiente. La realidad es que el estar juntos de verdad es algo poco probable. Por no decir que no pasará. Aun así, yo espero verte algún día. Aunque sean unos breves minutos, tomar un café, es decir verte, sin pensar más allá. Pero aun considerando que yo pudiese hacerlo. Es decir que tuviese los medios y la excusa para viajar, ¿tu permitirías te viera unos segundos? La pregunta me ha rondado la cabeza, pero sé que tampoco haré nada que pudiese ponerte en riesgo o te diese problemas.-
Hablaron mucho después de eso, ambos sabían que era imposible verse tras la taza de un café sin que pasara lo que ambos deseaban, y ambos llegaron a la conclusión de que pasaría mucho más que el tomar un simple café. Casualidades o no de la vida, dos meses después ella no había necesitado ni los medios ni la excusa para viajar, su empresa la enviaba por trabajo allí.
Aunque les era imposible estar juntos, porque cada uno tenía su vida lejos del otro y su vida juntos sería muy complicada, hoy por hoy, separados era perfecta. Aunque eso no evitaba que ambos soñasen con una vida juntos en un futuro cada vez más lejano, pero soñar es gratis y maravilloso a la vez. Solo ellos podían entender esto, esta relación, pero ellos lo aceptaron así desde un principio, jamás hubo mentiras, jamás ninguno le ocultó nada al otro, y eso fue lo que hizo que los cimientos de su relación fueran tan fuertes. Pese a lo que se jugaba, él no desaprovecharía el poder estar físicamente con ella, aunque solo fuera una vez. Quién haya tenido alguna vez un amor platónico lo comprenderá. ¿Quién le diría “no” a su amor platónico si por circunstancias de la vida pudieran mantener en una ocasión una relación sexual con dicho amor? Hay incluso parejas con una lista de x personas, con las que pueden tener relaciones sexuales consentidas si llega a darse el improbable caso de que eso suceda.
¿Podría él enfadarse con su mujer si se entera que ella ha tenido sexo con Tom Cruise, o con algún famoso que a ella le atraiga, teniendo en cuenta que fue en una sola ocasión y que no se volverá a repetir? O, aunque ocurriera una vez al año, estaba seguro que, de ser así, la perdonaría.
Pero volviendo a Giselle, lo primero era buscarle alojamiento, algo tan fácil se complicaba bastante, debía estar en una zona de la ciudad a la que él pudiera acceder de manera rápida y fácil. El tiempo iba a ser uno de los factores más importantes, pues tiempo era lo que no tenían. No solo eso, sino que, además, el alojamiento debería estar en una zona en la que él no se cruzase con algún conocido que pudiera verle. Y en una zona donde ella tuviera fácil acceso a la ciudad, tanto para ir a las reuniones de trabajo, como para poder hacer turismo cuando no estuvieran juntos y ella dispusiera de tiempo libre. Afortunadamente su empresa había delegado en ella esta tarea, incluso le habían permitido tomarse unos días libres para poder conocer tan lejana ciudad.
Finalmente Giselle reservó en el que consideraron más adecuado partiendo de las anteriores directrices. Pero había más aparte del hotel, ella no debía usar perfume ni maquillaje, lo cual podría delatar su encuentro debido al increíble olfato de la mujer de él. También debía tener mucho cuidado de que Giselle no le dejara marcas en la piel, de salir de allí sin algún cabello suyo en la ropa, que en un momento de pasión ella le arrancase ésta última, o incluso que fueran a parar allí los fluidos de alguno. Además, se encargó de meter en una pequeña mochila, el gel y la pasta dental que usaba habitualmente en casa, así como su esponja, para salir de allí con el mismo olor corporal con el que había entrado.
Lo repasaba mentalmente todo una y otra vez para no dejar ningún cabo suelto, aunque era plenamente consciente de que algo puede torcerse en cualquier momento. Ella tendría las mañanas libres, ya que las reuniones las tenía por las tardes y él, dijo en su trabajo que necesitaba las mañanas de la semana siguiente disponibles para ayudar a un familiar, pasando toda su carga de trabajo a las tardes, algo que afortunadamente era factible.
Habían acordado verse en el hotel, él no iría a recogerla al aeropuerto, ella se registraría sola en la habitación y le enviaría un mensaje cuando estuviera allí. Estaba muy nervioso, le temblaban las manos, los pies, era la primera vez que iba a estar con ella y tenía miedo de defraudarla, no era lo mismo hacer el amor por Skype que en persona. Además también era la primera vez en su vida que iba a ser infiel. Se quitó la alianza, pero debía recordar ponérsela de nuevo al salir, por lo que no la guardó, la dejó en el coche, en un lugar visible, donde le fuera imposible no verla. En ese momento recibió un mensaje con el número de habitación. Su corazón se aceleró al igual que su pulso, ya habían hablado muchas veces como debía de producirse dicho encuentro.
Salió del vehículo y al llegar a la puerta del hotel, se colocó distraídamente el teléfono en la oreja haciendo que hablaba mientras escrutaba que no hubiera nadie por los alrededores que pudiera reconocerle. Entró cuando se aseguró dirigiéndose al elevador. Ella había dejado la puerta de la habitación abierta siguiendo el guion que ambos habían acordado, él solo tuvo que empujarla. Tal y como habían hablado había una silla justo nada más entrar. Miró a Giselle por primera vez, por primera vez fuera de una pantalla de teléfono o de ordenador, ambos se morían de ganas por lanzarse el uno en los brazos del otro, pero debían seguir el plan trazado.
Chris se desnudó completamente, lo hizo despacio, en cierto modo, buscaba provocarla, dejó toda su ropa en la silla, sacó los útiles de aseo dejándolos en el baño que estaba a la entrada de la habitación como en la mayoría de los hoteles. Y ahora sí, ya no pudo reprimir el deseo de lanzarse sobre ella, aunque estaba algo avergonzado por su desnudez. Esto era algo de lo que también habían hablado y habían acordado que para que a él le resultara menos incómodo, ella le estaría esperando en lencería. Antes de poder decirle a ella una sola palabra Giselle había saltado sobre Chris, rodeándole con sus piernas y brazos, como si fuera un koala y ya le había metido la lengua en la boca, asaltándole con desesperación, ni un rincón de su boca se quedaría sin ser explorada o recorrida. No había estado nunca cerca de un huracán, pero sin duda debía de ser algo similar a aquello.
Pudo notar en su vientre la humedad de su entrepierna a través de sus braguitas, reculó despacio a ciegas, hasta el lugar en el que recordaba haber visto la cama, cuando sus piernas la tocaron se dejó caer con ella encima, enredando su lengua con la contraria en un beso húmedo, cálido e interminable que ninguno de los dos quería cortar. Ese primer beso era algo que no olvidaría durante el resto de su vida, y probablemente nada de lo que pasaría a continuación. Sus manos desabrocharon su sostén, poco a poco les comenzaba a faltar el aire y él tenía muy claro, lo había tenido siempre cual era el siguiente lugar de ella que quería besar.
Deslizó suavemente las manos a sus glúteos apretándolos con firmeza para tirar de ella empujándola hacia su cara, muchas veces se habían preguntado si él podría hacerla llegar con la lengua sin quitarle ni apartarle la lencería y había llegado el momento de resolver esa duda, afortunadamente la prenda era de encaje negro semitransparente por lo que desde un primer momento supo o intuyó más bien donde estaría escondido su clítoris, y apretando fuerte comenzó a lamer aquella zona, pequeñas gotas de su jugo se filtraron a través de la tela y por fin, él descubrió su sabor íntimo. Levantó la mirada, ella había aprovechado el momento para deshacerse del sostén y pudo contemplar aquellos dos pechos que tan loco le habían vuelto, aquellos dos pechos que había contemplado a través de la pantalla del teléfono masturbándose, aquellos preciosos y oscuros pezones en los que clavando su mirada se había corrido tantas veces.
Subió las manos hasta ellos, la piel era muy, la más tersa que había tocado nunca, los apretó, casi no le cabían en las manos, pero su objetivo era algo más pequeño, más duro, sus dedos índice y pulgar de cada mano los capturaron, los apretaron con suavidad al principio estirando de ellos hasta que se escapaban escurriéndose de entre sus dedos, su lengua seguía luchando por hacerla gritar, por conseguir su tan ansiado y merecido premio. Premio que ya fuera por la excitación del momento o por lo caliente que ella estaba no tardó en llegar. Lo primero que Chris notó fue el aumento de su respiración y de sus gemidos, lo siguiente que le indicó que ella estaba al borde del clímax fueron sus muslos, le apretaron la cara con tanta fuerza que ya no pudo seguir escuchándola gemir, cuando las uñas de ella se le clavaron en el cabello y el líquido elemento comenzó a brotar, apartó sus braguitas a un lado pegando por completo la boca a ella, algo que no le costó teniendo en cuenta que ella estaba sentada sobre él, apretándole con fuerza y sujetándole la cabeza contra su entrepierna.
Pese a ser su primera vez real, ambos se conocían muy bien, ambos sabían perfectamente cuales eran las zonas erógenas del otro, que les gustaba y que puntos explotar. Por ejemplo, él sabía que una de las cualidades de ella era ser multiorgásmica, al igual que sabía que no se apartaría de allí, que querría más. En el preciso instante que le hundía la lengua en el interior de su coño, notó como ella le agarraba el miembro con la mano, aunque la posición de ella era algo forzada, estirándose hacia atrás, eso no le impidió masturbarle suavemente. Ambos sabían que no le permitiría correrse, salvo en su interior.
-Sin dejar de jugar con sus pezones, con la lengua recorriéndole por completo todo su interior, logró que ella alcanzase el clímax tras unos instantes por segunda vez. En circunstancias normales, le habría tenido allí más tiempo, pero ella también necesitaba abrazarle, besarle, sentirle dentro, se incorporó para que el pudiera incorporarse, se sentó en la cama con la espalda apoyada en el cabecero y entonces ella guió su miembro con la mano con la que lo había estado masturbando hasta su entrepierna, dejándose caer de golpe sobre él, resopló abrazándole volviendo a pegar su boca a la suya, quedándose allí quieta, disfrutando ambos del contacto íntimo por primera vez, el sentía un calor abrasador que le envolvía desplazándose por todo su cuerpo y ella se sentía completamente llena por él. Ninguno se movía, ninguno decía nada, se dedicaban a devorarse con sus bocas, a acariciarse con sus manos, a darse tiempo para saber que aquello que tanto habían ansiado era por fin real.
Al cabo de unos instantes ella se separó de él mirándole fijamente a los ojos, clavando por fin los suyos en su mirada. ¿Cuántas días o noches había soñado con ello?, sin dejar de verle comenzó a mover sus caderas en círculos. –Ni se te ocurra moverte, hoy eres mío, soy yo quien te va a hacer estallar de placer, yo y solo yo, tú lo único que debes hacer es clavar la mirada en mis ojos y no separarla ni un solo instante. Aunque no quiero que desaproveches estas maravillosas manos. - Añadió tomando las manos de Chris, llevándolas a sus pechos dejando las suyas sobre las de él, deseaba tenerlas ahí, jugando con sus pezones, sentir la fuerza de sus palmas apretarlos, excitándola aún más con ello, cumpliéndole con ella la necesidad que sentía de tener sus caricias.
Ella se movía con tanta lentitud que contrastaba con el deseo de él por correrse, por derramarse en su interior, por llenarla por completo con su semen. Por eso ella había querido tener controlada la situación, porque ella buscaba torturarle, para que su placer fuera aún mayor, para que no pudiese olvidar la primera vez que él había estado dentro de ella, la primera vez que habían estados unidos íntimamente.
-No voy a ser yo el único en recibir órdenes- Le dijo a ella tomando sus manos llevándolas a la espalda femenina –no las podrás mover de ahí, hasta que ambos hayamos alcanzado el orgasmo.-
En ningún momento había cortado el campo visual mientras notaba el calor invadirle, envolverle el miembro, extenderse por todo su cuerpo, de nuevo volvió a apretar los pezones femeninos, más fuerte cada vez, sin que de los labios de ella saliera ni una sola queja, solo suspiros y gemidos.
-¿Crees que eres tú quien tiene el control?- Le preguntó sonriendo. –Estás muy equivocada, soy yo quien tiene el poder de decidir cuándo aumentas la velocidad o no, mira. –Apretó uno de sus pezones haciendo girar el otro entre sus dedos, lo que provocó que automáticamente ella aumentara la velocidad a la que le cabalgaba, cuando aflojó la presión, ella se movió de nuevo más despacio, sorprendida por lo que él acababa de demostrarle, por lo que acababa de conseguir hacer.
-Maldito cabrón- susurró entre gemidos excitada a la par que él jugaba con los pezones femeninos haciéndola incrementar la velocidad a su antojo. Cuando notó que le faltaba poco, deslizó una mano por su abdomen hasta su pubis, bajó el pulgar hasta su clítoris, y comenzó a estimularlo hasta que ella gritó de placer corriéndose por tercera vez aquella mañana.
-Cuando vuelvas y te pregunte tu jefe que tal te trataron, le tendrás que decir que la bienvenida que tuviste fue mucho mejor de lo que esperabas. Que fue un tremendo placer conocer esta ciudad. Y ahora cariño, siento decirte que no podrás correrte de nuevo hasta que lo haga yo. Pero a cambio te dejaré tener el control a ti. -
Ella no podía consentir que él aún no hubiera alcanzado el orgasmo y comenzó a moverse como una posesa hasta que logró su objetivo, hasta que consiguió sentirse llena por él. Aunque intentó retrasar el momento de la eyaculación le fue totalmente imposible, dado el ritmo endiablado que marcaba su adorada Giselle, los gemidos de ambos se volvieron mucho más audibles, no sabía si les estarían escuchando en todo el hotel, pero si estaba seguro que de haber alguien en las habitaciones contiguas, estarían disfrutando o no, de tan maravillosa melodía, cuando ella bajaba, notaba como su miembro se habría paso en su interior, el calor se hizo insoportable, todo el cuerpo le ardía. Finalmente estalló de gozo, ella hizo lo propio, los fluidos de ambos se mezclaron en su interior, los gritos y gemidos llenaron toda la estancia, el sudor bañó los cuerpos de ambos.
Tras recuperar el resuello y la respiración, Chris miró el reloj que había colgado en la pared -aún puedo concederte unos minutos bebé.- Se tumbó en la cama, tomándola de la mano, tirando suavemente de ella para que pusiera todo su cuerpo sobre el de él, antes de ducharse y despedirse hasta la mañana siguiente. Ella suspiró por la forma en que su cuerpo se encontraba apoyado contra el suyo, amando el calor que desprendía su cuerpo y la forma en la que éste la envolvía, disfrutando de esos breves minutos o segundos que tenían, luego ante las caricias y arrumacos de él no tardó en quedarse dormida.
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Giselle despertó sobresaltada, con su entrepierna totalmente encharcada, a su lado, Chris, su sumiso y marido dormía profundamente, solo entonces se dio cuenta de que todo había sido un sueño y de que él estaba casado con ella y no con otra.
Comenzó a acariciarle el miembro hasta que este se puso duro, y asegurándose que él seguía dormido, comenzó a lamerlo despacio, solo la punta, solo el glande, como le gustaba a él, más le valía no correrse despertándose gritando el nombre de otra, o le arrancaría el glande de un mordisco.
No pasó mucho tiempo hasta que él se despertó incorporándose, gritando su nombre, el nombre de su mujer, derramándose a la vez en su boca. Ella le masturbó con fuerza, para que todo su semen saliera fuera, para que ni una sola gota quedara en su interior. Cuando esto ocurrió le tomó fuerte del pelo obligándole a mirarla, con un gesto de la mano le ordenó abrir la boca y dejó caer en ella todo el semen que había guardado, que no había tragado. –Ves putita, te dije que algún día serías capaz de tragártelo sin sentir arcadas. Ahora sé buena y devuélveme el favor, maridito mío. -