Un sueño salvaje

A Lucía no sólo le gustaba comerse las pollas. Cuando no las tenía de carne, soñaba con ellas. Era una puta viciosa, envuelta en un gang-bang de decenas de hombres solo para ella.

Aquel día, era un día  normal como otro cualquiera… Lucía estaba cansada más bien por la propia rutina de su vida que por el día que había tenido.

Terminó sus labores en casa y se sentó un ratito a descansar antes de subirse a su cama.

Cuando estaba en su sillón recibo una llamada muy rara y misteriosa.

En la llamada se podía escuchar “deberás llevar tu ropa interior más transparente, porque allí te estará esperando una sorpresa. Ve a la calle del Norteño, número 12, y cuando te pidan la contraseña di fóllame”. De repente, la llamada terminó.

Lucia intrigada se duchó, se dio esa crema que tanto le gustaba por todo su cuerpo, con un suave masaje de sus manos. Tenía que reconocer que la llamada la había puesto un poquito cachonda, y lo que era un leve masaje, terminó con un poco de placer, y un orgasmo que la relajó en ese momento.

Estaba buscando en su ropa interior y vio aquel conjunto precioso de color rojo y con trasparencias por el que se podían ver sus grandes areolas y su coño rosado todo depilado.

Sé vistió y se fue a la dirección que había recibido en la llamada. Cuando llegó allí le pidieron la contraseña y Lucía dijo “fóllame”. Una gran puerta se abrió y Lucía pudo ver cómo dentro había una decena de hombres en fila dispuestos a follarla.

Lucía entró en la sala y un hombre se dirigió a ella. Hola Lucía soy  Juan, la persona que te ha llamado, esto es un regalo para ti y ahora te explico cómo funciona.

Todos estos hombres están dispuestos a follarte pero para eso tienes que ponerles su polla dura. Podrás disfrutar de todas las pollas, si consigues ponerlos cachondos.

Lucía no daba crédito a lo que la estaba pasando, pero aún así decidió divertirse.

Cogió su móvil y buscó esa canción que tanto le gustaba,  “nueve semanas y media” y emulando a Kim Basinger  comenzó a bailar.

Al ritmo de la música iba desabrochándose el vestido, poco a poco, dejando ver ese sujetador y bragas rojas y de encaje. Lucía estaba tan excitada que ya tenía los pezones de punta y duros a la espera que alguno de esos hombres se los mordiera.

Dos o tres hombres empezaron a ponerse cachondos, sus pollas empezaban a levantarse  y empezaban a masturbarse viendo el baile de Lucía.

Se iba bajando el vestido y dejando entrever ya su coño que estaba cachondo y húmedo, extraordinariamente excitado.

Se acercó al primero de los hombres y empezó a chuparle la polla. A Lucía  le gustaba chupar pollas, era una auténtica experta, desde sus años de instituto, cuando en los recreos se dedicaba a chupar los rabos de sus compañeros de clase.

Ese placer de mirar a los ojos a los hombres y ver en su mirada como disfrutaban con la felación la volvía loca. Los otros miraban con gusto como chupaba y se ponían cada vez más cachondos.

El coño de Lucía cada vez estaba más húmedo y se acercó a otro de los hombres pidiéndole que la follara por su coño, que estaba deseoso de una polla gorda, y mientras que le chupaba a uno su polla, el otro le follaba su coño hambriento.  Pero Lucía quería más, quería que le follaran el culo, y así fue como otro hombre se acercó y aproximando el rabo a sus glúteos, le metió el enorme falo en el culo, partiéndola en dos.

Los gemidos de placer eran brutales, está disfrutando como una auténtica puta, su coño se corría una u otra vez por el placer que la estaban provocando, un coño que chorreaba a veces por el squirt, otras literalmente por la meada provocada por el placer. Si, Lucía era una puta tan experta, que sus fluidos se mezclaban entre el libidinoso y natural squirt y el pis de la meada. Ambos flujos chorreaban por encima de las pollas de sus folladores.

Los otros hombres estaban totalmente cachondos con la situación, tanto que uno de ellos decidió meter su polla en el culo de otro. Al ver esto Lucía se acercó cogiendo la polla al que estaba siendo follado y le dedicó una felación que consigo que se corriera el si boca.

La noche continuaba y la estaban follando todos,  Lucía no paraba de correrse una y otra vez, cuando de pronto se escuchó algo de fondo….

De pronto Lucía abrió los ojos dándose cuenta de que se había quedado dormida y que había tenido el sueño más salvaje que su memoria podía recordar.

Lo único que era verdad es que su coño estaba totalmente húmedo y que iba a necesitar su vibrador para calmarlo de las ganas con las que se había despertado de tener una polla en su coño. Pero una vez más, y alardeando de lo buena puta que era, no se conformó con un vibrador, por lo que cogió tres, para poder meterse uno en el coño, otro en el culo y otro en la boca simultáneamente. El placer estaba garantizado, y la cama, mojada.