Un sueño muy real

Se liberó la boca. Y se quitó la venda de los ojos. La habitación estaba oscura, pero se sintió deslumbrada hasta que sus ojos se acostumbraron. Buscó al extraño. Pero no había nadie. Sólo quedaba su fragancia. Su sabor. Y el deseo incontrolable de que no hubiera sido un sueño.

EL DESPERTAR

Se despertó sobresaltada, pero con una extraña sensación de tranquilidad. Los segundos que tardó en llegar desde el mundo del sueño a la realidad se hicieron eternos. Luchaba por seguir dormida, aunque lo que soñaba era con despertar. Aún no sabía qué, pero algo ocurría. Pronto lo descubrió.

Intentó mover las manos, pero no pudo. También quiso mover las piernas. Era imposible. Por mucho que lo intentaba, no podía hacer nada. Tardó poco en descubrir el motivo: estaba atada. Atada de pies y manos. Quiso gritar, pero también tenía tapada la boca. Dedicó unos segundos a pensar y a hacer una foto de la situación.  Su cuerpo dibujaba una X. Seguía sin saber por qué, pero estaba tranquila. De hecho, estaba contenta de estar atada. La situación le gustaba. Cada vez más.

Por instinto, abrió los ojos, pero todo estaba negro. No había luz. Tampoco tardó mucho en descubrir el motivo. Tenía vendados los ojos. Ahora empezaba a notar el suave tacto de la tela sobre sus párpados. La venda estaba manchada de perfume masculino. Era una fragancia que nunca había olido, pero sin embargo, le resultaba muy familiar.

Se supone que debería ponerse nerviosa, intentar quitarse las ataduras y la venda, pero no. Era todo lo contrario. No quería moverse. Quería seguir escribiendo aquella extraña situación en la que era protagonista. Decidió apostar por el sentido del oído. Escuchó su respiración, cada vez más larga y profunda. La escuchó hasta que un susurro masculino se acercó a su oído para decirla tres sílabas muy suaves, muy dulces que la erizaron la piel: “Corazón”.

LA RESPIRACIÓN

Su respiración se aceleró. Intentó moverse, quería agarrar esas palabras. Quería abrir los ojos para asegurarse que estaba despierta, que todo era real. Le tranquilizó escuchar un “tranquila, déjate llevar”.

El extraño personaje empezó a acariciar su cuello con su respiración. Olía su piel. Olía su cara, sus oídos. Y sus labios. Notó la respiración sobre la boca. Su cuerpo reaccionó y emitió una descarga eléctrica interna que la hizo gemir.

La respiración que notaba sobre su piel se transformó en humedad. Ahora eran los labios de su extraño los que le estaban recorriendo el cuello, los oídos y sus labios. La mordió despacito. Agarró sus labios sobre su boca y estiró de ellos hasta que se separaron.

Ahora no hacía falta poner atención para escuchar la respiración. Notaba como cada vez era más acelerada y sonora. Y también percibía como la de su extraño se aceleraba con ella. Mientras seguía pensando en el volumen de sus suspiros, las manos del extraño empezaron a bajar a tocar su cara, cuello y a bajar. Hasta ahora no había dado cuenta, pero seguía con su pijama. Estaba vestida. Pero deseaba no estarlo.

EL TACTO

Pero las manos del extraño pensaban lo mismo que ella. Empezaron a rozar su cuerpo, del cuello hacia abajo, primero por los lados, luego empezó a dibujar sus pechos sobre la tela del pijama. No tenía ropa interior. Los pezones se notaban muy duros. Querían escaparse del pijama. Los agarró con las manos, y luego con los dedos. Los acarició mientras desabrochaba los botones de la camisa de su pijama. Sintió como una mano agarro primero un pecho y luego otro. Eran unos pechos grandes, duros, bonitos. Ahora sentía cómo se los estaban acariciando por dentro, cómo los dedos de su extraño amigo perfilaban el aura grande de los pezones.

Sintió como estuvo cerca de llegar al orgasmo en el momento en el que sintió la lengua sobre uno de sus pezones. Sentía como los labios le mordían sus pechos, para luego ir a los pezones. Aceleró el ritmo de su lengua sobre la dureza de los mismos. No aguantaba más. Empezaba a perder el control de su cintura a la vez que sus pechos eran poseídos por la boca, lengua y dientes de su amigo. Mientras la seguía mordiendo, le metió un dedo en su boca. Empezó a lamerlo y a chuparlo con ansiedad. Ahora los gemidos eran grandes. Se imaginó que tenía su pene en su boca. Quería tenerlo, quería conocer a qué sabía. Quería tragar su sumen. Quería todo.

LA HUMEDAD

Las manos del extraño bajaron más y se metieron por debajo de los pantalones del pijama. Sus dedos descubrieron cómo su zona vaginal estaba empadada. Mojadísima. Estaba muy cerca de llegar al orgasmo. No podía aguantar más. Tenía ganas de gritar. No podía resistir el placer. El extraño quería hacerla sufrir de placer. Paró. Sintió cómo la miraba. Sintió cómo la deseaba.

La desató un pie. Luego el otro. No entendía por qué ahora la liberaba. Pero como todo en esta historia, había un porqué. La empezó a bajar el pantalón del pijama, despacito. Sentía cómo la miraba mientras se iba quedando desnuda. Sin pantalón, sintió como pegaba su cara a la ropa interior. La mordía y con la lengua la rodeaba. La mordía para quitarla. Parecía que la quería arrancar. Hasta que se la quitó despacito, poco a poco. Notó como estaba mucho más húmeda de lo que creía. Y también notó cómo volvía a ser atada. Totalmente desnuda. Totalmente sumisa. Totalmente excitada.

Volvió el silencio. Pero se mantuvo el deseo.

LA PASIÓN

Volvió a ser consciente de que estaba atada. Que no podía moverse. Que no podía gritar. Y sentía que estaban jugando con ella con unas reglas que ella no conocía pero que aceptaba con gusto y que estaba dispuesta a cumplir. Sus pensamientos quedaron rotos en el momento en el que sus pies empezaron a ser besados. No tardó en descubrir que era el comienzo de una ruta que tenía otro destino. A la vez que besaba sus pies, empezó a acariciar sus piernas con los dedos. De abajo a arriba. De arriba abajo. Se detenía justo cuando llegaba a su zona genital. Estaba claro que la quería hacer sufrir de placer. Cuando más pensaba en las ganas que tenía que pasaran la frontera, entonces los dedos del desconocido entraron en su línea prohibida. Al principio, sólo por encima, pero poco a poco fueron entrando más y más. Notaba cómo estaba muy mojada. Su respiración volvía a decir que no podía aguantar más. Era doloroso resistir el orgasmo.  Los dedos conocieron su clítoris. Notó cómo se endurecía. Notó como era silueteado circularmente por unos dedos húmedos por el flujo vaginal. Esos dedos suavemente también lo presionaban. Estaban jugando con ella cuando la boca empezó a besar los tobillos y a subir, la besaba los muslos acariciando con la lengua su piel.

Sentía como el rastro húmedo de la lengua se perdía mientras avanzaba en el camino hacia su zona vaginal. Mientras subía, sintió como un dedo entro dentro de su vagina. El dedo entró dentro, todo lo que pudo. Allí empezó a hacer movimientos de reconocimiento coordinados con los gemidos de la propietaria de la pasión.

Luego metió un segundo dedo, y empezó a meterlos y sacarlos. Cada vez más rápido. Cada vez más incontrolable para ella. Cuando estaba a punto de llegar al orgasmo de su vida frenó. Las manos agarraron sus pechos justo en el mismo instante en el que la boca del extraño alcanzaba su vagina. Agarró sus pezones con los dedos húmedos para acariciarlos y apretarlos. A la vez, la boca absorbía toda su vagina mientras su lengua se estaba acomodando en el clítoris. Le gustaba cómo sabía. Le gustaba cómo sonaban sus gemidos. Ella no paraba de intentar de moverse, pero seguía atada.

EL PLACER

Con una mano extendida tocaba sus pechos y con los dedos sus pezones. Otra mano empezó a bajar hasta que empezó a meter  y sacar los dedos en la vagina. La boca y lengua estaban en el clítoris. El placer era insoportable. Iba a tener el orgasmo cuando algo la estremeció. Uno de los dedos empezó a acariciar la zona del perineo y del ano. Estaba tan húmeda que las caricias eran imposibles de describir. Ahora sí, notó como su cuerpo se comprimía y se llenaba de electricidad. Estaba teniendo el orgasmo más grande y salvaje que jamás soñó. Mientras se intentaba remover y gritar, el extraño tenía una mano en el pecho con los dedos en sus pezones. La boca y lengua en su clítoris. La otra mano con dedos dentro de la vagina y con otro dedo en el perineo. Justo cuando estaba teniendo el orgasmo, notó como la punta del dedo se introdujo en el ano. El propio flujo vaginal hizo de lubricante. Cuando parecía que el orgasmo no podía ser más grande, ese detalle lo hizo infinito. Fueron tres segundos. Quizá cuatro o cinco. Pero fueron los cinco segundos más indescriptibles de su vida. Luego volvió el silencio.

EL CLIMAX.

Con el silencio se relajó. Ya ni se acordaba de que estaba atada. Ahora estaba pensando en que hasta hace unos instantes era analfabeta en el erotismo y el sexo. Ahora sí conocía el verdadero significado de la palabra placer, siendo consciente de que era imposible expresarlo con palabras. Esa imposibilidad de describir algo tan salvaje era el placer. Mientras seguía pensando, le liberaron la boca. No sabía qué decir. Le apetecía gritar de placer, pero también quería dar las gracias. Al final, pronunció una palabra: “Más”.

Según terminaba de pronunciarlo, sintió como una parte erecta que era el pene la acariciaba los labios de la boca. Lo sintió húmedo. Ya sabía lo que tenía que hacer. Abrió la boca y subió la cara hasta tenerla toda dentro. Era ancha y dura. Era deliciosa. Empezó a chuparla con todo el deseo que era capaz de imaginar. Quería sentir el orgasmo del desconocido en la boca. Tenía sed. Mucha. Ahora era ella quién escuchaba gemir al extraño. Su lengua notaba las gotas de semen que salían.

El extraño volvió a agarrar sus pechos con fuerza y bajó la cabeza hasta empezar a chupar de nuevo su vagina y clítoris. La metió su lengua hasta dentro abriendo sus labios con las manos. Era un 69. Mientras la chupaba, movía su cintura metiendo su pene entero en la boca. Volvió a ayudarse de los dedos para masturbarla y acariciar su clítoris, perineo y ano. Las respiraciones volvieron a ser vertiginosas. Ella sentía que iba a volver a correrse. Deseaba hacerlo.

Como si la estuviera leyendo el pensamiento. Le quitó el pene de la boca para metérselo con por la vagina. En esta ocasión, no hubo protocolo. Fue directo. No hubo gemido, hubo grito. Mientras movía su cintura con fuerza y rapidez la agarró los pechos. Luego los pezones. Los veía tan duros que parecías rocas. Ella cada vez gritaba más. Los gemidos de él la volvían loca. Sentía que iban a llegar al orgasmo a la vez. Mientras sentía el pene dentro de ella saliendo y entrando volvió a sentir ese placer tan doloroso que no era capaz de describir hace unos minutos.

EL FINAL

No aguantó más. Su cuerpo se volvió a llenar de electricidad. Sentía espasmos que la movían su piel de forma incontrolada. Él salió de ella con el tiempo justo de llegar a su cara. Empezó a correrse un primer chorro la salpicó y llenó el pecho y cara y que a ella le hizó gemir. El resto fue en su boca. Ella mezcló su orgasmo con el dulce y salado sabor de su semen. Lo notó caliente en su boca. Sintió cómo iban saliendo varios chorros de él. Le pareció delicioso. Se lo tragó todo saboreándolo y relamiendo sus labios. Pero quería más, aprovechó que tenía el pene dentro de su boca  para buscar con la lengua las últimas gotas de semen en él.

Él lo sacó despacito. La volvió a tapar la boca. Ahora también la desató las piernas. Y luego los brazos. Volvió a recuperar la movilidad. Pero estaba exhausta. No tenía fuerzas para moverse. Empezó a sentir miedo porque no sabía si estos orgasmos los podría repetir alguna vez en su vida. Ya los echaba de menos.

Se liberó la boca. Y se quitó la venda de los ojos. La habitación estaba oscura, pero se sintió deslumbrada hasta que sus ojos se acostumbraron. Buscó al extraño. Pero no había nadie. Sólo quedaba su fragancia. Su sabor. Y el deseo incontrolable de que no hubiera sido un sueño.