Un sueño Loco
Hable con ella por videoconferencia y me puso el corazón loco.
Desde luego nunca he sido una persona con problemas de sueño. A mis 33 años siempre he tenido un buen dormir, pero desde hace más o menos, dos meses, la cosa ha cambiado. Ahora no duermo igual de tranquilo (creo que además se cual es el motivo de mis desvelos). Lo que me ha pasado ayer mismo en el que hasta mi mujer me ha dicho si estaba malo, por que no paraba quieto. Más bien me puse malo, por culpa de un sueño, que me despertó sobresaltado a eso de las cinco de la mañana.
Todo transcurría en un edificio, que no he logrado localizar, pero que si que me recordaba a alguno de los que he estado en Madrid, en la que los pasillos son eternos y hay cientos de despachos de empresas pequeñas .Cada uno en una puerta, que cuando la abres, da paso a un par de mesas y un par de armarios, saturando toda la superficie. Son pequeños zulos de trabajo.
Yo subía a la planta 5, mi destino era localizar el despacho 6. El pasillo al salir del ascensor me marcaba, números pares a mi derecha, números impares a mi izquierda. Giré a mi derecha y un inmenso pasillo de color verdoso apareció ante mí. Comencé a caminar. Las puertas parecían alejarse cada vez más. De repente apareció ella. Pelo largo, amplia sonrisa, vestía una blusa negra y una falda gris con unos ribetes burdeos, de una de esas marcas del corte inglés, cargada con no se cuantas carpetas. Nos cruzamos y nos saludamos, íbamos en direcciones contrarias. Yo seguí en busca de la puerta seis. De repente ella otra vez, de cara a mi. No era posible acababa de pasar. Nos volvimos a saludar, pero nos rozamos, por que el pasillo parecía estrecharse. Un perfume de flores inundo mis sentidos. Me giré para verla marchar y continuar mi búsqueda que empezaba a ser eterna.
De repente note una mano en el hombro que me giró. Era ella una vez más. Su boca se acercó a la mía y me dio un beso profundo que mis labios no supieron como responder. Deje caer el maletín. Abrí los ojos por la sorpresa, ella los tenía cerrados mientras me besaba, así que no se muy bien como, cerré los míos y me entregué a algo tan sensual como lo que me estaba pasando. Mis manos se colaron por debajo de su largo pelo, como en una caricia la acerque aún más a mi boca, empujándola la cabeza desde la nunca, mientras la acariciaba la nuca. Ella tenía los brazos rodeando mi cuello. Su olor me gustaba, me excitaba. Salí de sus besos, para escaparme por su cuello, la agarre del pelo y tire de su cabeza hacia atrás, dejando su cuello entero para mis besos. Comencé a besarla, ella levantó los brazos, poniendo sus pechos más altos. Su respiración se aceleraba. Con la mano derecha desabroché saque su blusa de la falda y se la fui desabrochando, hasta que quedo completamente abierta. Sus pechos estaban encerrados en un sujetador negro, de licra, con una transparencia en la parte alta que dejaba ver la aureola de los pezones, como una diana marcando el sitio donde tenía que poner los besos. Acerque las manos a los corchetes, separándola de la pared y la solté el sujetador. Los pechos quedaron sujetos dentro, pero ahora mi mano entraba por debajo para acariciarles. Con rapidez, metí mi boca entre ellos y fui besando cada parte de sus pechos, pasando con la lengua toda su aureola, sin tocar para nada sus pezones.
Separé la mirada de ella un momento, y ví que estábamos en una oficina. Con un puesto de trabajo. No se cada vez esto era mas extraño. La espalda de ella no estaba contra la pared ahora, sino que las piernas estaban tocando con la mesa del despacho. Volví a mirar para ella. Sonreía. Ahora no tenía puesta la blusa ni el sujetador y sus pechos estaban delante de mí de nuevo. La solté la falta, que cayó echa un ovillo al suelo. Llevaba una braga negra y unas medias de esas que quedan a medio muslo, tan eróticas. La eche en la mesa. Me desnude entero. Mi excitación estaba a la vista. Mi pene estaba duro. La coloque los brazos atados por encima de la cabeza con mi cinturón, sin apretárselos, sólo para que supiera que no quería que se moviera. Entonces acerque la silla y me coloque entre sus piernas. Ví entonces que no era una braga normal, si no un tanga mientras la comenzaba a besar encima de las medias. Mis manos se adelantaron a mis besos, y buscaron su entrada, separando su tanga. Su coño se veía lindo, rasurado, como si estuviera esperando mi lengua. La acerque mas al extremo de la mesa, hasta que su culo quedo casi fuera. Puse sus piernas apoyadas en mis hombros y metí mi cara en su coño. Mi nariz rozaba su clítoris mientras, mi lengua se metía en su interior. Estaba húmeda, con un sabor dulce de sexo. Mis manos empujaban de ella para acercarla más a mi boca. Yo subía y bajaba la cabeza, frotando mi cara contra su coño. Estaba empapado con sus jugos, la lengua pasaba frotando todos sus rincones y mi nariz jugaba en su clítoris. Entonces baje mi mano hasta allí y metí dos dedos dentro de ella moviéndolos con rapidez , girándoles dentro , sin parar , mientras mis labios rodeaban su clítoris , y mi lengua la daba golpes suaves. Ella se retorcía en al mesa, con los brazos perdidos encima de su cabeza, el pelo era una maraña que no dejaba ver su cara, y se movía con la respiración acelerada.
De repente se levanto de la mesa y se coloco encima de mí. Con la mano oriento mi pene en su coño y se lo trago entero. Se quedo quieta un momento. Paso el brazo por encima de la cabeza y se separo los pelos de la cara, dándome un beso con los labios rotos, húmedos, sensuales. Baje la silla del todo, para que ella se apoyase en el suelo. Empezó a moverse encima de mi con suaves círculos y después un continuo movimiento adelante y atrás. Se escapaban de nuestros labios gemidos de la locura que estábamos viviendo. Mis manos cogieron sus nalgas y comenzaron a empujarla para juntarla más. Con rapidez, sin parar.
Estábamos sudando. Por mis huevos notaba como salían sus jugos. Baje la mano y suavemente empuje esa humedad a la entrada de su ano. No paraba de moverse. Las tetas frotaban mi cara y yo me esforzaba en pasar la lengua por sus pezones. La cogí en el aire y la volví a tumbar en la mesa, dejado su culo totalmente fuera. Agarré sus piernas y las junte en lo alto con un mano sujetándola por los tobillos, con la otra coloque mi pene en su entrada y comencé a bombear.
El ritmo se fue acelerando, mientras sus pechos se movían arriba y abajo con gran velocidad. Ella gemía siendo mía en la mesa y yo tenia mis huevos golpeando su coño. La cogí de la mano y girándola coloque su culo cara a mi y sus piernas apoyadas en la mesa, como sentada. Me agache un poco y la metí los dedos en su coño, mientras mi lengua mojaba su ojeté dilatado. Los dedos se movían con rapidez dentro de ella, coloque uno de ellos en el ano y se lo metí con fuerza, dio un respingo, lo moví, ella gemía. Entonces mojé la entrada con la saliva y metí el segundo. Ella me miro, pasándose la lengua por los labios. Entonces saque los dedos y coloque mi capullo en la entrada, empezando a empujar, hasta que por fin conseguí que entrase. Después comencé a mover la verga dentro de su culo, con mis dedos afanados en su clítoris, con fuerza, moviendo acompasado, hasta que no pude más y me corrí.
Cuando otra vez, me encontré solo. De nuevo en el pasillo. Que sensación más rara. No podía ser, me estaba volviendo loco.
Unos metros más adelante apareció una puerta con el número seis en plata. Por fin. Llamé. La puerta se abrió y estaba la chica de mis sueños dentro de la oficina. Nose era una locura.
Abriendo del todo la puerta me invitó a entrar, ví el montón de carpetas que ella llevaba en su primer viaje y el olor de flores que tenía impregnado en el cuerpo. Y solo había una mesa y una silla y pensé para mi, esto no es un sueño es la realidad.
Fue entonces cuando el sonido de un reloj, me saco de la realidad que yo quería vivir, donde conocí a la chica del despacho seis, a la realidad desde la que escribo, triste, estas líneas.