Un sueño inconcluso
Relato de una chica que extraje de las páginas de la lujuria; espero les agrade.
Un sueño inconcluso
Una tarde, mi amiga Sabrina y yo nos metimos a un cine a ver una película porno, la que despertó mi sexualidad y, sobre todo, mi curiosidad.
Oye-, le dije a Sabrina, que ya tenía experiencia sexual, -¿tú crees que todos los hombres tengan el miembro como los tipos que vimos en la película?...
¡No!...-, me respondió. -Unos tienen la verga más larga y más gruesa que otros, pero el tamaño no importa, sino la manera como la usen -
Seguimos platicando mientras caminábamos por la calle. Nos despedimos al llegar al Metro, quedando de vernos el viernes pare que me presentara con unos amigos que con mucho gusto me enseñarían muchas cosas ricas. El resto de la semana no pude concentrarme en nada, mis pensamientos eran confusos; estaba ansiosa en espera de que llegara el día acordado para satisfacer mi curiosidad La película había despertado en mí muchas cosas morbosas. A todas las muchachas que conocía las estudiaba, tratando de adivinar si todavía eran vírgenes o ya no. Sobre todo, me interesaba saber si serían capaces de "comerse" una rica verga como las que vi en la película.
A los hombres también los analizaba, tratando de adivinar el tamaño de su virilidad. ¿Cuál podría satisfacerme si yo le daba chance?, pero sin lastimarme. Estaba convencida de que mi cosita, sería incapaz de albergar una monstruosidad como las de los actores. Se me hacía que yo era anormal y que tenía una vagina muy pequeña. Eso me atormentaba, pues deseaba sentir dentro de mi cuerpo las tiesas macanas de todos los hombres que veía pasar. Quería tocarlos, acariciarlos y hacia cálculos tratando de averiguar si me cabrían. También pensé que con el uso, quizá se me ensancharía demasiado la vagina y hasta sería capaz de clavarme ahí un bat de béisbol.
Llegó el día tan anhelado. Fui a la casa de mi amiga que estaba sola y me recibió semidesnuda, con un camisón transparente. Sus pechos no llevaban brasier y eso permitía que sus hermosos senos lucieran en plenitud. Su entrepierna velluda también estaba expuesta a cualquier mirada, lo mismo que sus redondas y firmes nalgotas.
Dentro de una hora empezara la fiesta-, me dijo. -Ha llegado el momento en que te hagas mujer-, agregó y me invitó a pasar a su recámara.
Después me dijo que esperara en su habitación, lo que hice hasta que escuché voces. En la sala estaban dos muchachos que no conocía. Reían y platicaban, diciendo que esa noche disfrutarían mucho. Ellos sabían que yo era señorita, pues mi amiga se los había anticipado Después de las presentaciones, Sabrina me dijo que dejara que ellos tomaran la iniciativa, que lo único que debía yo hacer, era no ponerme remilgosa.
Sabrina se quito la bata, mientras los muchachos se desvestían. A uno de ellos le ayudé a quitarse el pantalón en un arranque de decisión de mi parte, para demostrar que no estaba asustada. La visión de sus cuerpos desnudos y bien proporcionados me excitó. Me di cuenta de que sus falos empezaban a tensarse, levantándose poco a poco, alcanzando enormes proporciones. No quise esperar y me acerqué a uno de ellos y lo abrace apasionadamente, ofreciéndole mis labios.
Nos estábamos besando cuando el otro llegó por detrás y luego de bajarme la minifalda y las pantaletas, acercó su enorme verga a mi trasero. Al sentirla, moví las caderas, como bailando hawaiano, sobando la verga con mis nalgas. De esa manera excité a los dos al mismo tiempo; cerré los ojos y proseguí mis lascivos movimientos. La verga que tenía entre mis nalgas quedó atrapada, de manera que podía apretarla, pero él empezó a retirarse poco a poco.
Entre las piernas tenía el fierro del muchacho que estaba frente a mí. Ambos me estaban dando apenas una prueba del placer que me aguardaba, pues ninguno me la había metido todavía. Simplemente eran escarceos que me tenían loca y a punto de terminar. Los estaba trabajando como sentía que debía hacerlo; desde ese momento podía darme cuenta de que, sin saberlo, yo era buena para el sexo. Los dos me tenían casi en vilo, haciéndome descansar sobre sus paradas vergas, debajo de mis virginales agujeros.
Sabrina gozaba mucho al ver aquel espectáculo.
Con eso basta por ahorita-, dijo interrumpiéndonos. -Ahora vamos a enseñarle a Amalia lo que es una buena cogida, para que cuando llegue el momento de dejar de ser "quinto", sepa lo que le espera y disfrute.
Yo iba a protestar, pues estaba excitadísima y ansiosa de gozar, pero comprendí que ella tenía razón y debía esperar un poco; aunque eso no evitó que se la refrescara mentalmente. Me hice a un lado y Sabrina tomo mi lugar. Uno de los muchachos le mamaba los pechos lujuriosamente; el otro la abrazo por atrás y fue bajando la cara, para recorrer con sus labios la espalda de mi amiga, recreándose al llegar a sus nalgas.
El que se encargaba de sus pechos, fue lamiendo con placer, avanzando con la lengua por su cuerpo. Primero el pecho y luego el estómago, hasta llegar a la flor que temblaba de excitación. Ella gemía al sentir las dos lenguas que accionaban en su cuerpo. Tomó entre sus manos la cabeza del que la mamaba por delante, invitándolo a que la lengua se hundiera en su inundado nido. Se movía aceleradamente y estaba a punto de estallar. No pudiendo soportar más, cayó hacia adelante, empujando al que tenía en la vagina.
Tirados en la alfombra y estando Sabrina sobre el que le mamaba la vagina, el otro acercó su inhiesto chile al trasero, apuntando al mero centro. Estaba por penetrarla cuando ella, con verdadera habilidad, dio la vuelta poniendo su vagina sobre el muchacho que estaba abajo de ella. Sujeto la verga del otro y comenzó a masturbarlo, al mismo tiempo que mamaba la verga del que tenía frente a sus senos. Movía la cabeza de arriba a abajo, metiendo y sacando de su boca la enorme verga, al mismo tiempo que con la mano apretaba la otra, haciendo subir y bajar el cuerpo, provocando en el muchacho gemidos de placer.
El que estaba recibiendo las mamadas de mi amiga, decidió corresponderle y con habilidad, su lengua recorrió la vulva de Sabrina de arriba a abajo, clavándola, moviéndola en círculos para después meterla y sacarla de entre las pompas de ella. Sabrina se zafó de su mamador y cambió de posición, ansiosa de que, de una vez por todas, la ensartaran. Cuando estuvo lista, con la mano guió la cabeza ensalivada por ella misma, para dirigirla hacia su ardiente cueva. En esa postura comenzó a mamarle la verga al que poco antes la masturbaba. El chico gozó mucho con el cambio.
Vi claramente como la babeante tranca se hundía entre los pliegues vaginales de Sabrina, desapareciendo por completo. Mi amiga devoraba con verdadera glotonería hasta el último milímetro del grueso garrote, moviendo con desesperación las caderas. Luego permaneció inmóvil, ensartada por la panocha y por la boca. Tenía los ojos cerrados, disfrutando las sensaciones que aquellos muchachos le provocaban. Su mano se apodero de los testículos del muchacho que se la cogía y los apretó, arrancándole un gemido de placer.
Ella volvió a moverse, avanzando y retrocediendo y dándose espectaculares sentones sobre la macana que tenía hundida en su cuevita, siguiendo el ritmo del muchacho que metía y sacaba la verga de su boca. Este se zafo y les pidió que se acomodaran de tal forma que ella quedara montada sobre el otro muchacho, con el culo al aire. Entonces escupió en su mano y ensalivo el orificio anal de Sabrina. Luego con su mano guió la achatada cabezota de su instrumento y comenzó a empujar.
Vi como el enrojecido glande avanzaba dentro del recto de mi amiga, sin detenerse. El muchacho dio un empellón y se fue hasta el fondo del culo, arrancando un alarido a mi amiga, que ahora estaba penetrada por los dos al mismo tiempo. Sincronizaron sus movimientos, comenzando a entrar y salir de ella. El sándwich era perfecto. Sabrina sólo movía la cabeza de un lado a otro para gemir, demostrando así el placer que estaba experimentando.
¡Así te van a tener a ti también, cabrona!... ¡Te las van a meter por delante y por atrás y cuando te sientas bien ensartada, vas a chillar al sentir como las vergas se pelean por hundirse más entre tu carne!... ¡Aghhh, es riquísimo!... -, y les gritó a sus amigos varias palabras obscenas, pidiendo más.
Yo no pude resistir y me acerqué al que estaba abajo de mi amiga y le ofrecí mi tierna papaya para que la chupara. Me sujetó con ambas manos por las nalgas y comenzó a hacerme el cunnilingus, lamiéndome de una forma tan deliciosa que sentí en mi boca las dos veces que se derramó dentro de Sabrina.
El muchacho soltó mis nalgas y Sabrina me jaló para tirarme al piso. No comprendí lo que pretendía hacer, así que doblé las rodillas y quedé hincada frente a ella. Entonces le pidió a uno de los muchachos que me mamara las tetas, mientras el que estaba debajo de ella me lamía la pucha. Su lengua recorrió mi vagina, sin dejar un solo rincón sin visitar. Acariciaba mi espalda mientras su boca seguía pegada a mis senos, mordiendo los botones. No pude soportar tanto placer y terminé, viniéndome en la boca del que me mamaba la vulva. Realmente había disfrutado aquello y estaba dispuesta a decir algo pero no pude, ya que escuché a los tres gemir al mismo tiempo acompañándome en mi orgasmo.
Esperamos unos segundos y aquel nudo humano se deshizo y todos quedamos tendidos sobre la alfombra. Permanecimos así unos minutos, esperando que alguien tomara la iniciativa. No supe como pero de pronto empecé a acariciar el palo del muchacho que se había cogido a Sabrina por la panocha. Mi mano sujetó con fuerza la lanza que estaba abatida y me puse sobarla. Él comprendió que yo tenía ganas y me beso en la boca, mientras sus manos acariciaban y apretaban mis senos. Mi cuerpo insatisfecho aún, reaccionó con rapidez, haciéndome sentir que mi vagina se humedecía más de lo que ya estaba y él se volteó hacia mí, para succionarme los pechos, al tiempo que me abría las piernas.
Estaba colocado entre mis piernas y con su endurecida verga apuntando a mi quintito, cuando de pronto desperté.
Lo cierto es que soy una mujer felizmente casada, con un hombre que me comprende, me satisface y está dispuesto a ayudarme a hacer realidad mis fantasías, ya les platicaré
Amalia D.
México, D. F.