Un sueño casi hecho realidad

Cuenta la historia de una persona en el calvario diario que es el transito de la ciudad de BsAs (Argentina). Muy interesante.

Un sueño casi hecho realidad

Mientras voy andando en un auto a gran velocidad, diviso por conocimiento previo (ya que solo se observan intervalos de puntos amarillos) las líneas en el pavimento que demarcan los 3 carriles lado y lado que posee la avenida. La llamada "hora pico" se presenta en todo su esplendor en la ciudad de Bs.As. y una gran cantidad enmarañada de vehículos circulan a toda marcha por la amplia calzada. Como una especie de premención ante la inminencia del hecho, observo que un automóvil compacto intenta rebasar a otro "rural" cambiando de carril y sin poner ninguna especie de señal de advertencia. La gran cantidad de coches (y realmente es grande), suma el riesgo de que un accidente se produzca .Pero al parecer esa maniobra, que seria complicada hasta para Marcos Di Palma, es habitual entre los conductores y ninguno se inmuta ni advierte al conductor de tan arriesgado movimiento, solo algunos esbozan un sonido de reprobación, que sordo se escucha a través de los cristales de sus modernos y silenciosos autos. A unos 300 metros de esta situación logro ver, a la pasada, a un auto con su trompa totalmente destrozada sobre la banquina y como a unos 20 metros al otro involucrado en el incidente, ambos separados por un móvil policial y una ambulancia que arbitran de una forma el conflicto.

Acercándome hacia los suburbios el transito disminuye enormemente, pero al llegar a una avenida importante, mi ensimismamiento vuelve a la normalidad con la respuesta al pensamiento de donde habían ido todos esos automóviles.

Una enorme cantidad de autos baila al compás de los bocinazos e insultos, frutos de un semáforo que siempre se pone en rojo cuando nosotros llegamos al cruce.

Las agencias de autos en las esquinas de la prestigiosa avenida, ya dentro del barrio, incitan a las personas a sacar a esos pobres presos a la libertad, con sus opulentos precios y sus carteles luminosos y llamativos.

Observo que los demás conductores por un segundo piensan lo mismo y voltean sus cabezas para observar a semejante belleza que fugaz se escapa. Pero pocos segundos después, el Ford Mustang último modelo desaparece de vista en dirección contraria, cortando el viento con su rojo fuego.

Al adentrarnos en la cuidad, el trafico aumenta, al igual que los bocinazos, los embotellamientos y los peatones. Una señora mayor, quedando, en su cruce, detenida en medio de la concurrida calle, deja amablemente el paso a un colectivero, que le responde su caballerosidad con la diaria y utilizada frase ¡"correte vieja de mierda"!.

Cuadras adelante un carrito de bebes aparece sorpresivamente por el medio de la calle, seguido detrás por su madre y su posible amiga que discuten, al parecer, interesantes temas sobre educación vial, mientras miran atentamente el semáforo, que resalta su luz verde y deciden cruzar al otro lado.

Los chicos apurados por entrar al Colegio, no tienen tiempo para mirar hacia los dos lados de la calle y se lanzan hacia la odisea de una avenida concurrida de transito, que hace una maniobra cansadora y cotidiana para evitarlos y seguir adelante.

Metros adelante dos colegas taxistas discuten sobre quien tenia el paso, mientras gran cantidad de ciclistas, al parecer confunden la ubicación de las bici-sendas y creen que están corriendo el Tour de France, pero con un agregado de 4 coches por metro cuadrado.

Llego a la intersección de las vías del tren, con las barreras bajas, mientras unos astutos, seguramente apurados por llegar primeros al club de golf, atraviesan las barreras bajas, con la sorprendente habilidad de usar solo una mano, ya que la otra esta terriblemente ocupada en la charla de su celular.

Luego de dar vueltas y vueltas y de repetir el paisaje y los ruidos a bocinazos, llego a mi destino. Pago al remisero los 15 pesos de costo del viaje, el cual responde mi "gracias, hasta luego", con un educado aceleramiento de su motor y una rechinada que, con mis pocos conocimientos de mecánica, indica que las correas del ventilador están gastadas y necesitan un recambio. Alzo la vista y descubro a medias, enceguecido por el sol, un inmenso cartel, colgado en una especie de arco del triunfo barato que reza: "ESCUELA DE MANEJO". Hago dos pasos y una neurona se cruza por mi cabeza y me hace reflexionar: ¿estoy seguro de hacerlo? ¿aprender a manejar? ¿luego siempre tendría que soportar todo ese calvario? ¿todos los días seria igual?. Pero una nueva célula nerviosa parece aparecerse en mi cerebro y me hace recordar el comunicado comentado por el Gobierno de la Ciudad, sobre la regularización del transito a través de una medida que establece la circulación de autos con las patentes terminadas en numero par e impar, día por medio respectivamente. Pero esto, ¿funcionara?. Nuestra historia es retroactiva, siempre pasa lo mismo, con circunstancias y tiempo diferente, pero lo mismo al fin.

Desde la corrupción hasta los golpes de estado y los endeudamientos, ¿sucederá lo mismo con esta medida, que años atrás fracaso?. Y pienso, ¿seremos capaces, los argentinos de imitar, alguna vez, lo bueno del exterior?. ¿Podremos aceptar y cumplir estas normas, mientras que un simple auto, dentro de toda la mayoría, cambia de carril en una avenida sin dar señal alguna de su movimiento y nadie advierte ni reprocha nada (posiblemente porque ellos lo hacen también)?

Días después me encuentro manejando mi Audi A6 ultimo modelo. Salgo de estacionamiento. Me detengo en el semáforo, lo mismo hacen los demás, cruzo tranquilo. El trafico no es escaso, es numeroso pero sorprendentemente organizado. La gente respeta los semáforos. Se puede disfrutar del paisaje. Recorro la calle mientras miro las palmeras al pasar, observo el ocaso y veo el viento golpear mi cara, aunque no lo siento tan bien. Paso junto al local de comidas rápidas, la gente se saluda por la calle, esta sonriente, contenta, feliz...Cuando de repente un estridente sonido de una bocina me saca de mi ensimismamiento, producido por la realidad estupenda de la situación. Finalmente me decido, me detengo, apago el video juego de ultima generación y me dirijo a la puerta de mi casa, para subirme al remis que me llevara al calvario tan acostumbrado de todos los días.

Autor: Santiago Peña – 1HCS.T.T -