Un Sucubo rojo como la sangre
Esa noche había sido muy diferente a lo normal, me incorpore de la cama y mire a mi alrededor viendo como muchos de los objetos de aquella estancia se encontraban descolocados o tirados por los suelos. El recorrido de mi mirada acabo a mi lado en esa cama donde asomaba un pierna de tez blanca
Buenas espero os guste este breve relato que hoy os traigo y que seáis capaces de satisfacer una pequeña parte de vuestros mas íntimos placeres con él. Sin mas decir que de contactar conmigo o alguna petición en concreto en mi perfil esta mi contacto, os deseo una bonita y satisfactoria lectura.
Un sucubo rojo como la sangre.
Esa noche había sido muy diferente a lo normal, me incorpore de la cama y mire a mi alrededor viendo como muchos de los objetos de aquella estancia se encontraban descolocados o tirados por los suelos. El recorrido de mi mirada acabo a mi lado en esa cama de sabanas oscuras como la noche, entre los pliegues se apreciaba la blanca y tersa piel de una pierna que sobresalía de ellas, deslice mi mirada por toda su longitud siguiendo la curva de su rodilla, tan bella y perfecta, no tenia manchas, ni cicatrices, era tersa, esbelta y suave, simplemente perfecta. Seguí mi recorrido en busca de la propietaria de dicha pierna, mientras veía como esta acababa en su longitud ocultándose entre las sabanas oscuras.
Deslice levemente mi mano rozando esa blancura y retirando levemente la tela sobre ella, dejándome ver mas de “ella” esa mujer, si, esa de cabellos rojos como la sangre, que se encontraban libres contrastando con su piel y el color de las sabanas, unos rizos perfectos situados casi que milimetricamente por toda la zona dejando mostrar su rostro dormido dando la sensación de ser el ser mas inocente que la faz de la tierra conociera, pero no, no lo era, esa mujer que apenas superaba el cuarto de siglo de edad no era inocente, era al contrario, un vil sucubo que tentaba a todo el que estuviera a su alrededor, una araña que tejía la telaraña capaz de atrapar a todo ser viviente que se atreviera a acercarse a ella. Era... un simple ser que se alimentaba de los momentos mas bajos del ser humano, ya no solo de los hombres como en mi caso, sino que era capaz de embaucar a cualquier mujer solo tendiéndole unas dulces palabras y gestos, que te hipnotizaban, te hacían caer en su trampa.
Mire el rostro con cierto desprecio seguía tranquila en ese mundo que Morfeo creaba para cada persona y ninguno igual. Sabia que lo que había ocurrido me traería problemas, y lo supe desde el principio pero aunque mi cabeza quisiera no acercarse a ella, ignorarla, no verla, no olerla, no tocarla, mi cuerpo hacia lo contrario, la tocaba, la miraba, le prestaba atención, la besaba, memorizaba cada aroma que su piel desprendía y todo ello provocado con solo una mirada de esos ojos... esos verdes, grandes y hermosos ojos que resaltaban en la tes blanca de su piel y las pestañas rojas, esos mismos que se acababan de abrir mirándome directamente sin compasión, sabiendo que tenían el control de la situación.
Se incorporo un instante con movimientos felinos, rozando mi cuerpo desnudo con sus manos hasta alcanzar mi hombro donde quedaron sujetas y apoyo su barbilla, notaba todo su cuerpo, sus pechos redondos y firmes se rozaban con mi brazo, sus piernas tocaban mi mano y su rostro, ¡oh ese sorprenderte rostro! Me miraba atentamente sin apartar la vista de mi sin mostrar gesto alguno.
Movió sus labios carnosos aun pintados con el carmín rojo que igualaba su pelo, en una sutil sonrisa antes de musitar dos palabras cortas y directas como un dardo que daba en la diana. -Ya eres mio.- Solo esas palabras bastaron para hacerme recordar todo desde un principio, el porque de esta situación y también el tipo de trampa que había diseñado solo para mi.
Solo dos días atrás era perfectamente libre, hasta ella apareció con su manager, un reportaje fotográfico era lo que pedían, un vistazo y su cuerpo ya atraía a todos los presentes, acepte sin problemas, craso error, pero era trabajo al fin y al cabo, una mañana de preparativos y toda la escena estaba preparada, en un palacio que ya estaba contratado, en unas estancias pulcras y luminosas y ella ahí tentadora, en tantos modelos de ropa interior que debían ser retratados y que yo mismo retrate, no fueron demasiadas horas, apenas dos, pero lo suficiente para que la cámara me dejase ver todo su cuerpo al mínimo detalle, mostrándome sus facciones mas asombrosas y embaucadoras, lo suficiente para conseguir que al quedarme solo con ella cuando todos ya habían desaparecido, ella con un solo roce por mi espalda me tentase a caer sobre esa cama oscura.
Allí fue cuando absorbió mi alma, me hizo prisionero de ella un maldito sucubo como ya predije, me convertí en un perro a su merced y todo ello gracias a las atenciones que prestaba a todos los que quería capturar.
Se subía sobre mi como un felino pasando sobre mi cuerpo inmóvil en aquel momento, me lamia y besaba toda parte de piel que iba destapando ella misma con sus manos, siempre manteniendo su mirada puesta en la mía, mordía mi piel, lamia mis dedos una y otra vez antes de pasarlos por su pecho dejándome notar todas esas formas perfectas, esos pezones erectos y pequeños, dejando que mi mano bajara por su abdomen descubierto hasta alcanzar su ropa interior de mas alta calidad que dejaban ver la piel que debajo de la ropa se encontraba. Me colocaba mi mano sobre su sexo, para mientras comenzar a atender mi cuerpo, desabrochaba con los dientes mi pantalón, sin apartar su rostro de mi sexo el cual descubría entre lamidas, besos y caricias para luego comenzar a devorar con gula y maestría, dándome placeres que antes no había conocido, esos que me volvían loco y provocaban que mi cuerpo se tendiera sobre la cama en pos de dejarse hacer y disfrutar, tanto era que casa roce que sufría mi cuerpo pequeñas convulsiones lo recorrían de places de arriba a bajo.
Largo rato atendería mi sexo antes de desvestir el resto de ropa que quedaba en ella para colocarse sobre mi y comenzar a descender moviendo sus caderas, ¡nadie había movido sus caderas de tal manera en toda mi vida! Era una danza hipnotizante, todo gesto era sentido y multiplicado por mil en mi cuerpo, todo mi sexo alcanzaba a notar cada estocada y la vista no era peor esos pechos firmes se contoneaban a la vez que todo su ser, a la vez que su rostro me miraba gustoso relamiéndose sus labios, mostrándome gestos de placer que motivarían a cualquiera y ya por ultimo y no peor su voz la cual llegaba a mis oídos cada vez mas fuerte e intensamente musitando cualquier frase que pasase por su mente o simplemente dejándome escuchar los gemidos de placer que no cesaban en salir de ella.
Así seria toda la noche, siempre atendiéndome, no dejándome hacer nada, era ella la que movía las cuerdas de un títere inerte en la cama, no se cuantas veces acabaría en ella, tanto dentro como fuera, las veces que me lamió, beso y cabalgo, o las veces que como un animal en celo le di en todas las posturas existentes y todo ello eran hilos de esa telaraña que en esta mañana que me desperté ya pude apreciar que estaba tejida y yo como un significante insecto había caído y no seria capaz de salir, solo esperándome un final, el ser devorado lenta y dolorosamente por esa araña de cabellera roja.