Un simple viaje en metro

Como un simple viaje en metro puede convertirse en una de las experiencias mas excitantes.

Un Simple Viaje en Metro

Era un día cualquiera, concretamente un viernes cualquiera. Acababa de salir de clase, una aburridísima clase de cálculo y me disponía a volver a casa. Así pues me dirigía hacia la estación de metro que hay enfrente de la facultad, olvidando poco a poco el mal humor que me dejaban las clases y pensando en el fin de semana que venía.

Al llegar al vagón me preparé para hacerme un hueco, más que nada porque a esas horas está siempre a rebentar, y no hay manera de tener algo de espacio, casi ni para ponerse los cascos... Al abrirse las puertas vi que una chica se había puesto a mi lado, bastante guapa que se me había quedado mirando. Me quedé un poco cortado, hasta que se abrió la puerta del vagón y entró. Al instante la seguí, so pena de ser aplastado por la gente que quería entrar.

Una vez dentro y repuesto ya del corte la busqué con la mirada y la ví dirigiéndose al espacio que queda entre vagones; bastante incómodo (no para de moverse) pero en el que no acostumbra a haber nadie (debido a la ya dicha incomodidad). Sin pensármelo dos veces la seguí; al fin y al cabo nunca se sabe y la chica me había gustado y esperaba al menos conseguir su número de teléfono antes de que se bajase en alguna de las siguientes paradas.

Al entrar en ese pequeño espacio la vi recostada contra la puerta que daba al siguiente vagón, mirando directamente hacia mí. La primera vez me había cortado, pero no me iva a pasar una segunda vez:

  • Hola, me llamo Alberto, te he visto antes...

Antes de darme tiempo a seguir el metro se detuvo al llegar a la siguiente parada lanzándola contra mí. La cogí para que no cayese al suelo, antes de notar sus generosos pechos contra mi torso, notando como me ruborizaba. Pero no fue lo único que noté. Antes de poder darme cuenta y sin mediar más palabras que esa torpe y frustrada presentación por mi parte me encontré con que su mano me había agarrado el miembro a través del pantalón. Pensando que era una broma le dije lo primero que me pasaba por la cabeza:

  • Oye, que hay gente al otro lado de la puerta, además hay un cristal y nos pueden ver

Por toda respuesta cerró el pestillo de la puerta por la que había entrado yo mientras con la otra mano acababa de abrirme la bragueta. Y uno no es de hielo, la situación era realmente bastante excitante, el cazador había sido cazado, y para que negarlo empecé a pararme sin poder (o querer) hacer nada al respeto. Mi miembro al ir creciendo se introdujo bajo la manga de su jersey, que lo tapaba a miradas indiscretas, pero que no podía evitar que se viese un bulto extraño a través suyo.

Ella me miró a los ojos mientras empezaba a pajearme. Yo estaba nervioso, en cualquier momento a alguien le podía dar por mirar a través de la puerta. Ella, al notar mi nerviosismo se acercó a mi, poniéndo sus piernas alrededor de una de las mías y frotándose contra ella. Poco a poco retiró la manga que cubría mi miembro, dejándolo al aire, ella seguía mirándome a los ojos mientras se relamía y empezaba a jugar con mi polla como si fuese una niña con juguetes nuevos.

Ella segía a lo suyo, aún no me había dicho nada, me movía la polla poco a poco masajéandola, estirándola, separando la piel de su punta, acariciándola con los dedos, usando las dos manos, una para pajearme y la otra para acariciarla. Parecía que se divertía, me la cogía de formas extrañas, como sin experiencia, descubriendo lo que me gustaba a base de probar. Hasta que empezó a coger ritmo con la mano a la vez que restregaba sus muslos contra mi pierna. Entonces el metro volvió a detenserse, bajando algunas personas y haciendo que yo me corriese contra la pared de esa habitación en terreno de nadie. En ese momento ella soltó mi polla y se lamió los dedos, limpiendo el esperma que había quedado en ellos.

Mi calentón empezó a disminuir a la vez que el miedo a que me pillasen se incrementaba. Miré por el cristal de la puerta y vi que el vagón empezaba a vaciarse, habíamos pasado las paradas principales y ahora tocaban las que se dirigían al extrarradio, así que podía tardar un buen rato en vaciarse del todo.

Después de lo que acababa de pasar no podía dejar pasar la ocasión y para pedirle el número de teléfono, aunque fuera sólo para repetir. Al volverme hacia ella me di cuenta que se había apollado contra la pared, al lado de la mancha de esperma y se estaba quitando las bragas. Una vez fuera pasó el dedo sobre la mancha de semen, se lo llevó de nuevo a la boca y luego empezó a masturbarse. Mi polla no pudo resistir la imagen (que seguro quedará grabada en mi retina) y empezó a elevarse de nuevo. Al verlo ella sonrió y se relamió de nuevo.

Cuando estuvo segura que mi polla había alcanzado su punto máximo se dio la vuelta, ofreciéndome la espalda, y se abrió de piernas lentamente. A mi ya me daba igual que nos viese alguien, una oportunidad así se presenta una vez en la vida, así que me acerqué a ella y apunté con mi miembro hacia su concha, acercándolo poco a poco y sintiendo el calor que salía de ella, volviéndome loco por momentos.

Cuando mi polla llegó a tocar ese agujero que parecía un geiser de lo caliente que estaba empecé a meterla lentamente, poco a poco para no hacerle daño, y para disfrutar mas de la penetración. Una vez dentro empecé a moverme, arrancándole los primeros sonidos que le oía desde que habíamos empezado. El metesaca fue incrementando en ritmo, a la vez que ella se acomodaba mejor y se movía al compás de mis embestidas.

Tras unas cuantas paradas (no se me ocurrió otra forma de medir el tiempo) los dos estábamos empapados en sudor, gemiendo como animales y abandonados al placer. Nos movíamos a un ritmo frenético, con unos gritos ahogados, pues aun teníamos cierto miedo a ser descubiertos. El placer me recorría todo el cuerpo, estaba llegando ya al clímax. Y por los arqueos en su espalda y la intensidad de sus gemidos, ella hacía rato que se estaba viniendo.

  • Me co-corrooo

Al oirlo, ella se sacó mi miembro de su coño pajeándolo un momento entre sus piernas hasta que descargué de nuevo contra la pared del vagón.

Yo no podía más, mi respiración estaba muy acelerada y casi ni sabía ni dónde me encontraba. Al volver a fijar la vista me di cuenta que ella ya no estaba. Y me maldije por mi estupidez, hasta que pegadas a la mancha de esperma vi unas bragas con un número de teléfono que me apresuré a apuntar mientras me subía los pantalones, recogía las bragas y me bajaba del metro. Hacía mucho rato que mi parada había quedado atrás.