Un semental deja destrozada a mi mujer

Relato real de cómo mi esposa y yo volvemos a un local liberal y nos reencontramos con J

Allí estábamos de nuevo. Cinco veces en seis semanas y es que cuando disfrutas siempre vuelves a por más (aquí podéis leer el primer relato , el segundo , el tercero y el cuarto ). Mi mujer R vestía una chaqueta y un vestido largo rojo. Yo llevaba camisa, pantalón y chaqueta azul. Sentados en nuestra mesa con nuestras copas mirábamos alrededor y charlábamos entre nosotros. Quizás penséis que estando en un local liberal hablábamos de sexo, pero no, conversábamos sobre cosas nuestras, nada distinto a lo que diríamos en un bar o una cafetería sobre famila, trabajo o amigos. La única diferencia es que a veces llamábamos la atención del otro sobre esta o aquella persona que estaba en el local. Ya nos he descrito en otra ocasión. Mi esposa es de altura media, delgada, con cabello y ojos castaños, tetas medianas y un culo tremendo. Siempre va completamente depilada. Es muy bonita de cara, culta y muy inteligente, eso fue lo que más me atrajo de ella cuando la conocí. En su trabajo es seria y profesional. Yo en cambio soy bastante normal, algo de sobrepeso, rozo el 1,80, de cabello y ojos castaños y un pene en la media nacional.

Como decía estábamos allí sentados pero una vez más había poco movimiento, supongo que es lo que tienen locales de este tipo en ciudades como la nuestra y sobre todo al poco de abrir, así que decidimos desnudarnos y entrar en el jacuzzi donde ya había tres hombres que se comieron con la mirada la desnudez de mi mujer. Nos situamos juntos en el extremo contrario a la escalera de acceso y desde allí R evaluó a nuestros acompañantes pero no había ninguno que la atrajera. Pasó el tiempo y ella me llamó la atención sobre un hombre que estaba fuera del jacuzzi. Era uno de los tipos que se la habían follado la semana anterior, más concretamente el último, de nuestra edad, delgado, de barba, con el pelo largo y con un pollón que era como un vaso de tubo. Mi esposa había gozado mucho con él.

  • ¿Por qué no sales a buscarlo y lo traes al jacuzzi? - le dije.

Ella dudó por un momento.

  • No, si quiere que venga él – me contestó.

No respondí nada. Conozco a mi esposa y sé que tiene su orgullo. Para ella ir a buscarlo era como ofrecerse a él mostrando su interés cuando debería ser al revés, ser él quien la buscase a ella. Aunque es una mujer fuerte e independiente todavía está atada a ese tipo de convencionalismos, los roles de hombre y mujer, de macho y hembra, que tan poco sentido tienen en un local liberal como en el que estábamos.

Pasaron los minutos y yo me daba cuenta de cómo miraba de reojo a aquel semental que estaba allí, fuera del jacuzzi, únicamente cubierto con una toalla.

  • Me voy al baño – me dijo repentinamente mi esposa incorporándose y dejándome solo en el jacuzzi.

Contemplé su desnudez mientras salía del agua sabiendo perfectamente a dónde iba. Y allí estaba, hablando con aquel hombre, sonriente, a muy poca distancia de él, los dos únicamente cubiertos por toallas. Al volver a mi lado vi que le brillaban los ojos y me dijo que se lo había encontrado y que le había invitado a venir al jacuzzi con nosotros. No hice ningún comentario aunque me alegré de que hubiese salido de su zona de confort y se hubiese atrevido a iniciar ella el acercamiento. Pero no acababa de venir, y ella miraba de vez en cuando en su dirección esperando que se uniese a nosotros. Un par de hombres empezaron a rodearnos mostrando su interés en mi mujer pero ella los ignoró. Cuando vio que se dirigía al jacuzzi me informó de ello ilusionada sin embargo al entrar en el agua no se acercó directamente a nosotros, se quedó como esperando. Eso hizo que R me dijese que mejor nos cambiábamos de sitio y fue en su dirección dejando con un palmo de narices a los dos hombres que estaban cerca de ella. Se colocó a su lado saludándolo y yo la seguí quedando ella en medio de los dos, yo a su derecha y él a su izquierda apoyados contra la pared del jacuzzi.

No tardé mucho en sentir la mano de mi mujer masturbando mi polla bajo el agua. Miré hacia ella. Era evidente que estaba haciendo lo mismo con él y la vi con la respiración agitada así que imaginé que seguramente le estaba tocando el coño bajo el agua. Moví mi mano hacia su muslo para acariciarla y cuando dirigí mis dedos hacia su coño encontré que ya tenía dueño, una mano entraba y salía. Volví a mirarla y allí estaba, sus ojos cerrados disfrutando de tener una polla en cada mano y la mano de un extraño invadiendo su intimidad. Así estuvo un rato hasta que abrió los ojos y con la mirada brillando nos dijo que si íbamos ya al reservado. Los dos la seguimos tras parar para recoger su neceser y nuestras toallas. Subimos al reservado y no había nadie, estábamos los tres solos.

R se puso de rodillas y tanto él como yo quedamos de pie frente a ella. Volvió a coger nuestras pollas y a menearlas para pasar a chupármela al cabo de un rato mientras seguía masturbando la otra que iba ganando en tamaño. Pero mi mujer tenía ganas de chupar aquel pollón así que poco tardó en dejar mi polla para volverse hacia la suya, ponerle un preservativo y empezar a mamársela con verdaderas ganas ignorándome totalmente. Así estuvo un buen rato hasta que se volvió a acordar de mí. Mi erección había bajado así que empezó otra vez a chupármela a pelo mientras seguía meneando aquel pollón de forma continua. En cuanto notó mi pene otra vez duro volvió a su tarea de chupársela a él dejando mi polla sola de nuevo. Esa situación se repitió varias veces: mientras me la chupaba a mí a él se la meneaba pero cuando se la chupaba a él se dedicaba a él por entero metiendo su verga en la boca todo lo que podía aunque esta noche era incapaz de metérsela entera como la última vez. Pero mi mujer pronto encontró una solución, aprovechaba para masturbarle la parte sobrante y alternaba chupadas en el tronco y en el glande con lametones en sus huevos. Ante este tratamiento el tío gemía una y otra vez disfrutando de la habilidad de mi esposa. Finalmente se cansó, la apartó y se quitó el preservativo. Por un momento temí que su intención fuese que se la chupase a pelo, como hacía conmigo, pero empezó a cascársela mientras mi mujer le lamía los huevos y luego le sustituía meneándosela.

Entonces él cogió un preservativo propio y aunque R quiso utilizar uno de los nuestros él le explicó que el suyo era de tamaño extragrande y que le cabía mejor. Mi mujer aceptó y se lo puso con la boca hasta donde pudo y el resto lo desenrolló con la mano mientras él gemía de placer. Una vez colocado el látex puso a mi esposa a cuatro patas y sin más suspense se la metió por el coño desde atrás. Vi cómo mi mujer gemía de satisfacción echada en el suelo mientras empezaba a follársela primero lento y luego más rápido. Me acerqué a ella, le acaricié la cara apartándole el pelo y viendo sus ojos cerrados mientras disfrutaba de aquel pollón en su interior.

  • Fóllala más fuerte – le dije volviéndome hacia él.

Él me miró y obedeció empezando a empalarla aún más rápido y más violentamente. Yo escuchaba como golpeaba su pubis contra el culo de mi mujer y cómo ella gemía cada vez más alto berreando de placer. Ella empezó a encadenar un orgasmo tras otro pero finalmente al cabo de un rato el tío tuvo que bajar el ritmo agotado por el esfuerzo. Mi esposa se volvió hacia mí, sonrió, me besó y me meneó la polla un poco para a continuación volverse hacia él. Su amante pidió a R que se pusiese boca arriba. Ella se giró apoyando su cabeza en mi pecho y mirando en su dirección abrió las piernas. Él se la volvió a clavar en el coño y empezó a follársela de nuevo. Mi mujer me cogió de la mano mientras gemía disfrutando una follada realmente dura. Yo jugaba con sus tetas y sus pezones primero con una mano y luego, cuando me soltó, con las dos e incluso le acaricié el clítoris. Entre tanto aquel tío le levantaba las piernas y las movía a diferentes alturas mientras la seguía follando. Estuvieron un buen rato así, él follándola y ella corriéndose y gritando de placer hasta que se salió de su interior.

Pensé que el tipo se había corrido pero no. Estaba cansado y se sentó apoyándose en la pared. Miré hacia mi esposa que también parecía agotada. La dejé descansar un poco pero estaba demasiado excitado así que cuando R dijo que iba a echarse lubricante le respondí que no, la eché en el suelo y empecé a comerle su coño totalmente depilado. Estaba realmente mojada. Pronto su amante se acercó a nosotros y le metió la polla en la boca y hasta el fondo. Yo chupaba su jugoso coño y de vez en cuando levantaba la vista mirando cómo le follaba la boca a mi mujer y en otras ocasiones cómo era ella quien le lamía los huevos mientras le masturbaba. Él tampoco se estaba quieto y le acariciaba los pechos, los pezones y el pubis. Visto lo animada que estaba me animé a meterle un dedo en el culo que pareció disfrutar por sus gemidos hasta que se corrió en mi boca y me hizo apartarme de ella mientras seguía chupando el pollón de nuestro invitado.

Finalmente mi esposa se sacó la polla de la boca y se incorporó. Hizo que su amante se echase en el suelo y empezó a chuparle otra vez la polla y a lamerle los testículos. Desde donde yo estaba no veía bien si tenía preservativo o no así que, un poco inquieto, me acerqué y pude ver que sí lo llevaba puesto. Ella se montó encima de él y lo cabalgó.

  • Venga, dile lo mucho que te gustó su polla el otro día – animé a mi mujer.

  • Sí, me encantó tu polla el otro día – respondió con la voz entrecortada.

  • Dile que has estado toda la semana soñando con su polla – le volví a decir.

  • Sí, he estado toda la semana soñando con tu polla – contestó cada vez más excitada.

Su amante miraba cómo estaba siendo montado por mi esposa y alucinaba con lo que escuchaba de sus labios.

  • Te gusta mi polla, ¿eh? – se atrevió finalmente a decirle.

  • Me encanta, me encanta tu polla – le respondía cabalgándole cada vez con más fuerza.

  • ¿Qué es lo que más te gusta de mi polla? – le preguntó.

  • Lo gorda que es, me encanta sentir cómo me llena completamente la boca y el coño – repuso mi mujer empalándose una y otra vez en aquel pollón.

Así siguieron un rato, con él preguntando si le gustaba su polla y ella respondiéndole cada vez más excitada y montándole cada vez más rápido. Yo me situé detrás de mi mujer y empecé a lamerle el ano lo que incrementó aún más su excitación pero la postura era muy difícil así que la cogí de los cachetes del culo y empecé un sube y baja empotrándola contra esa polla para que se la clavase bien adentro. Eso parecía enloquecerla y se corrió de esta manera en varias ocasiones.

Decidí apartarme y dejarles solos así que me senté. El espectáculo duró poco más hasta que ella se dejó caer encima de él con los ojos cerrados absolutamente rendida. Al cabo de un rato vi cómo abría los ojos y me miraba. Ya recuperada se levantó y vino hacia mí, cogió mi polla y se la metió en la boca dando inicio a una nueva mamada. Increíblemente su amante no se había corrido así que aprovechó la postura para volver a follarla por detrás. Eso excitó muchísimo a mi mujer que incrementó el ritmo de la felación.

  • Ya tienes lo que querías, ¿eh? Ya tienes lo que tantas veces habías fantaseado, dos pollas para ti sola, una en la boca y otra en el coño – le dije.

Ella me escuchaba y sus gemidos iban en aumento pero no soltaba mi polla de su boca mientras recibía por detrás fuertes embestidas de aquel pollón y repetidos azotes en sus nalgas. Se estaba tragando mi polla hasta el fondo y yo la tenía durísima.

  • Te gusta, ¿eh? – le preguntó su amante.

  • Claro que le gusta, ¿no ves que a esta puta le encanta que la follen? – contesté en su lugar.

Mi respuesta provocó en mi esposa un rugido de placer con la boca llena de mi polla. De nuevo se corrió varias veces en esa postura aunque ni él ni yo llegamos al orgasmo. Finalmente mi mujer se salió, estaba reventada. Allí estaba, echada a mi lado, con los ojos cerrados.

  • ¿No tenías la fantasía de hacerle una cubana y que se corriera en tus tetas? – le susurré al oído.

Mi esposa abrió los ojos, me miró sonriendo y se acercó a él. No sé lo que le dijo pero poco después estaba echado en el suelo mientras ella colocaba su pollón entre las tetas, las apretaba y empezaba a subir y bajar inclinada sobre él. Él gemía de placer.

  • ¿Quieres correrte así? – le preguntó R en voz baja.

  • Sí, claro – le contestó.

Mi mujer sonrió y siguió subiendo y bajando mirándole a los ojos con sus bocas separadas por solamente unos centímetros. Finalmente él se corrió salpicando los pechos con su semen aunque la mayor parte acabó encima de su propio abdomen. R soltó su polla y apoyando su espalda en mí comenzó a limpiarse la corrida mientras yo la acariciaba. Él también se limpió. Aprovechamos para charlar un rato los tres y tomarnos una copa cubiertos con nuestras toallas. Cuando terminamos mi esposa y yo volvimos a subir, esta vez solos. De nuevo no había nadie. La animé a masturbarse para mí así que se echó en el suelo boca arriba y empezó a tocarse bajo mi mirada. Mientras estábamos allí llegó una pareja que empezó a follar. Me di cuenta rápido que el hombre tenía interés en mi mujer porque no paraba de mirarla. No tardó mucho en tocarla, la señal para iniciar un intercambio, pero mi esposa le ignoró. A pesar de su insistencia R ya sólo tenía ganas de estar conmigo así que cambió de postura para alejarse de él y se puso boca abajo para seguir masturbándose. Se corrió muy fuerte.  Después de eso la giré para follarla al estilo misionero pero no me dejó.

  • Estoy muy dolorida. Échate tú en el suelo – me pidió.

La obedecí, se introdujo mi polla y empezó a montarme. Como nosotros seguíamos a lo nuestro la pareja debió cansarse de estar allí y se acabaron marchando. Yo disfruté de la cabalgada que me estaba dando mi mujer hasta que se volvió a correr. Poco después le anuncié mi corrida y R bajó a tragarse todo mi semen como tenía ya por costumbre. Nos echamos uno junto a otro para descansar un rato. Tras eso nos dimos una ducha, nos vestimos y fuimos a despedirnos de su amante. Esta vez mi mujer le dio nuestro email de contacto y abandonamos el local. Ahí fue donde nos dijo que se llamaba J.