Un salido fotógrafo en Ancadeira (1 )
Un extraño reportaje fotográfico por las montañas de Ancadeira hasta Aliaviapenas, donde conoce el mundo zoofilico
Parte Primera : El Viaje
Aquel caluroso día de Julio, no sucedía nada anormal que rompiera mi plácido descanso veraniego, hasta que se me ocurrió encender el “ordenata” y comprobar mis “emilios”, y allí estaba uno que no me esperaba: el jefe que me ordenaba realizar una sesión fotográfica por unas mágicas montañas allá por la zona del Ancadeira, me comunicaba que se ingresaría en mi cuenta la cantidad estipulada para un trabajo de unos 15 días, me daba las coordenadas del trabajo y una cita para cuatro días más tarde en un remoto pueblo de Ancadeira , donde me esperaría alguien para ayudarme a transportar mis bártulos.
Bueno, pensé, este hijo de puta, quiere alejarme de su mujer, a la que por cierto en esa plácida monotonía me estaba tirando, y como la redactora jefa y pedorra número uno estaba de vacaciones, y el Jefe no tenía donde insertarla, pues quería recuperar a su mujer y no tener la sorpresa de encontrase con la “charca de su mujer inundada” lo mejor es enviarme a las quimbambas.
Por un lado agradecía me quitase el “puercoespín” de su mujer de encima y poder relajarme una temporada, y así emprendí un largo viaje hasta Ancadeira, a cuyo lugar llegué allá a las últimas luces del cuarto día tras arrastrar mis huesos por medio mundo.
“La primera en la frente” cuando llegué al punto de encuentro, un cruce de carreteras donde “Cristo perdió el bolígrafo” me encontré con una potente campesina vestida al modo tradicional de los pastores, y con cara de malas pulgas me espetó a cara perro lo siguiente:
- Ya está bien no...? Hace cuatro horas que le espero yo y estos dos burros, para transportar sus bártulos hasta Aliviapenas, o sea que si cree que está de vacaciones, está usted muy equivocado, ósea que andando..-
Dicho y hecho, de un rebañado tomó mis dos maletas y las dos bolsas y tras cargarlo en la caballería, me invitó aun paseo de otras casi cuatro horas hasta la casa en Doña Virginia, en Aliviapenas, donde me alojaría; y así fui barruntando mi desgracia con aquel destierro que me había preparado mi jefe, a la vez que contemplaba aquella fornida moza de amplios volúmenes, y negra como un tormento.
Lo cierto que vista desde atrás era impresionante, unos amplios faldones de paño a la antigua usanza que dejaban adivinar un culo de esos de hipo, subido y coronado por una estrecha cintura y una amplia espalda que soportaba unas abundantes tetas que pendían al libre albedrío, sin sostén que las oprimiese, por la abundante camisa en la cual estaba deseoso de meter mis manos.
Y así emprendimos el camino entre robledales y brezales, siguiendo aquellos dos jamelgos y a la jamona lugareña, a la cual disimuladamente fui haciendo fotos..., aquél camino parecía no tener fin, al igual que las montañas que íbamos ascendiendo, cuando ya creía haber coronado la cima, más allá aparecía otra y otra...; o sea que a las dos horas pedí clemencia a la sultana que tenía por guía, para un breve descanso, pues según ella restaban casi dos horas de andadura.
Me fui a un aparte y allí como pude tras unos escobales a hacer mis necesidades, aunque estos apenas si me tapaban y la moza no parecía inmutarse, por la situación, más bien pareció un tanto interesada en mis andanzas cagatorias, en ello estaba cuando le eché de nuevo un vistazo a mi jefa de expedición, que como no quiere la cosa arremangó los faldones y dejó a la libre contemplación su voluminoso culo y un chochazo recubierto de una mata negra de la cual salió un abundante chorro de pis, aquella contemplación me dejó absorto en aquél espectáculo, sin que me diera cuenta de que mi trabuco se había medio disparado para divertimento de mi compañera de viaje que empezaba a hacer gracias con relación a mi herramienta.
-. Que hermoso, la humedad te hincha el madero eh...?
Y así reemprendimos el viaje, mirándonos a hurtadillas, y yo haciendo cábalas de cómo tirarme aquella moza, ya no tenía prisa por llegar, pues antes quería probar la carne aldeana allí en medio del bosque, en esos pensamientos estaba cuando un retorcijón de tobillo me llevó al suelo y en la caída me hice una herida en una pierna, acudió pronta la galana que sin pérdida de tiempo me descalzó y me dio un vigoroso masaje que aún me puso más a tono , la herida no se podía apreciar muy bien por el pantalón, o sea que poniendo mi pie entre sus tetas, tiró del pantalón hasta dejarme allí en gayumbos, me colocó bien en el suelo, sentado y recostado en un roble y dispuso un rápido botiquín y empezó con las labores de cura.
El sol estaba de tal forma que su sombra impedía ver bien la herida, por lo cual, se acaballó sobre mis piernas dándome la espalda, sentí sus nalgas acomodarse en mi muslo y como los pelos de su concha se enzarzaban con los míos, fue curando mi herida y doblando mi pierna para detener la hemorragia lo que hizo que su esbelto chocho resbalara muslo abajo hasta acoplarse encima de mi polla , que al sentirse libre de pantalones, solo sujeta por la débil tela del calzoncillo , se empitonó de tal forma que hizo de tope, casi doblándose en dos, yo ya estaba sin frenos y marcha adelante, que se dice; sentir aquél chochazo como se magreaba en mi muslo y dejarse caer sobre mi instrumento fue algo superior, la moza seguía como muy quedamente haciéndose una casi imperceptible paja, yo no me atrevía a echarle mano, con lo cual me dejé hacer y cerré los ojos; un cierto revoloteo de ropas y un característico olor de hembra salida , llegó hasta mis pituitarias; abrí los ojos y allí la moza Belinda, que así se llamaba, se subió los faldones hurgó en mi bragueta y sacando el mástil a relucir en un periquete se lo fue introduciendo para su goce y disfrute, ajena a mis sentimientos o consentimiento.
La muy putona, estaba que echaba chorros, fue empitonarse al mástil y como abrir un chorro de líquidillo, que polla abajo buscaba el hueco de mi regaña, ahora no lo pensé dos veces y eché mano a aquel bravío cuerpo de tetazas y nalgas, y pasando de heridas y gazmoñerías, pues la posición no era la correcta para un buen folleteo, puse a la moza a cuatro patas, y cuando ya le iba a dar un buen repaso me salió con éstas:
-. Espera un poco, pues estoy haciendo casi aguas, y hay aquí a quien esto le gusta.
Pancracio ven bonito , - uno de los borricos no se hizo esperar, me hice aun lado y el muy cabrón empezó a sorbetear el canal del chocho y el culo de mi Belinda con tanta profundidad y estilo, que pronto ambos estaban en condiciones más que óptimas- ahora caballerete es su turno.
Y sin perder un minuto me lancé sobre la labriega, agarrándome aquellas nalgas, le iba empitonando a placer, sin que ella mostrara aún signos de que aquello fuera el sumun, éste empezó cuando Pancracio se arrimó a nosotros con el arma letal en posición, Belinda mientras yo la cabalgaba fue haciéndole un pajote al borrico y metiendo a la vez en aquella boquita de picaporte la cabeza del manubrio borregil, el burro relinchaba de placer y lo mío no era para menos, tras casi una semana en dique seco, aquello era como para hacer brotar un manantial en pleno desierto, y así entre ayes de mi señora, y los relinchos de Pancracio me deje caer en plena corrida sobre los lomos de Belinda mientras ésta echaba mano a sus fondos y a mi pija , untando con aquellos lodos la mostrenca del animal que ya en pleno sorbeteo, pugnaba por subirse encima de lo que fuese y encalomar el instrumento en sitio adecuado, cosa que no sucedió para desgracia mía que con ello perdía más que unas buenas fotos.
Aquello prometía ser un buen verano; pero creo que me equivocaba, tras la experiencia amatoria, mi guía me puso en marcha sin permitirme una licencia y quedé con la cara de tonto, pues pareció como si allí nada hubiera pasado absolutamente nada, salvo aquellas hojas de roble que yo me guardé disimuladamente, con las que Belinda, repasó sus bajos, y la negra herramienta de Pancracio que iba poco a poco metiendo su espada en la vaina , eran todo lo que quedaba de la bacanal y algunos fotos que muy disimuladamente había logrado hacer
Segunda Parte: Doña Virgnia...la señora
Llegamos a la casona, inmensa y solitaria, aunque muy confortable y coqueta y con algunos puntos eróticos reflejados en cuadros y fotografías...; creí que pasaría allí un verano de miedo con Belinda, pero esta se despidió de mí, dándome las buenas tardes-noches y comunicándome que nos veríamos dentro de tres días, hasta entonces la casa era para mi solito.
-. A disfrutarla chaval y que te diviertas.
Que hijo puta de jefe, me había separado de su melindrosa mujer, a la cual le gustaba le metiesen por el chocho de todo, aquello parecía en ocasiones más que un chocho, el carro de la compra, yo creo que lo probaba todo con el chocho antes que con la boca; y heme aquí perdido en una jodida aldea, con una pila de trabajo del copón, un dulce en pera, como era la Belinda y ahora de solanas a esperar al vejestorio de la Virginia, que me imagino que será un putón verbenero de ochenta años, al cual el jefe le sirve pimpollos como yo en bandeja.
Mientras esto pensaba, saqué las revistas de super vixens , y comencé una larga y parsimoniosa paja, acompañado de los mugidos de las vacas y con un medio mosqueo de que no estaba solo en aquél caserón indiano del XVIII de los Cossío Atalaya, tal y como representaba el escudo de armas de la casa.
A la mañana siguiente salí para realizar mi trabajo de fotógrafo y recorrer los entornos, por allí no había nada más que vacas, ovejas, algún mastín y muchos gansos alrededor de la casa, ni un alma humana con quien hablar y menos aún que echarle una ojeadita; día tras día fui haciendo fotos y más fotos de los senderos, los árboles, los gansos, ya habían pasado no tres días como me había advertido Belinda sino, cinco y el trabajo aún no había hecho nada más que empezar.
AL cabo de los cinco días estaba hasta el moño, salí con la idea de hacer unas fotos rápidas y si podía escaparme de allí en un par de días, me subí hasta los chozos de Aliviapenas, y allí en medio del gran praderío apoyado en una de las cabañas, me desnudé con la idea de tomar el sol, comerme el bocadillo hacer algunas fotos y a media tarde irme; el sol sin ser un tostadero era algo que incitaba a dormirse en el arrullo de los mugidos y balidos que poblaban el lugar, en eso estaba medio adormenciéndome , con un dulce sueño donde Belinda era un fiel instrumento de mi placer que empezaba a chuparme la polla, o eso creía yo, de un salto desperté y no era Belinda la que rondaba mi capullo sino una oveja y una cabra, una con cara de bobalicona y la otra con sonrisa satírica medio amenzándome con darme un mordisco a la polla, las espanté pero ellas erre que erre, debía gustarles el sabor de mi canuto.
Como me habían puesto de muy padre señor mío, me volví hacer el dormido hasta que ambos animales se acercaron, cuando ya estaban en plena faena, cogí a la oveja, a la cual en un par de revolcones tenía medio preparada para ser follada, en algún sitio tenía que meter mi ardiente polla después de cinco día sin catar hembra, la cabra con unas inmensas tetas se acercó a nosotros, preparé a la oveja como pude, mientras llamaba a la cabra para tocarle las inmensas ubres , haciéndome la ilusión de que estaba con dos buenas hembras, pero cuando tenía a una se me iba la otra, cuando me dí cuenta andaba en bolas tras mis dos presas en pleno monte, al final opté por la oveja,
Trabajo me costó endiñársela , pero lo conseguí en medio de balidos que yo creía de placer , medio me estaba corriendo dentro de la tonta oveja que no sabía lo que se perdía , cuando detrás de mí hoy unas risas.
Una mujer como de unos 50 años, de finas proporciones se reía de mis andanzas por la campera, y de mí cómica situación , iba a sacar el trabuco de la oveja y esconderme donde pudiera, cuando la buena señora me sugirió que siguiera, que no me preocupara, que ella me imitaría en el trato zoofílico, pues a buen seguro que con aquellos balidos alguna más se acercarían... , y más teniendo en cuenta que Ambrosio el pastor las tenía ya medio adiestradas.
Quedé fascinado por la personalidad y desenvolvimiento de aquella señora, la cual se acercó a mí y me ayudó aún más a insertarme en Matilde , pues así llamó a la oveja, que ya se daba por jodida, y muy a gusto, según parecía; la noble señora se iba quitando el blanco vestido ibicenco, bajo el cual nada llevaba, dejando al tibio sol unas tetas pequeñas como peras en almíbar que deseaban ser besadas y chupadas y que me apuntalaron contra la cabaña por encima de Matilde, a la vez que la hembra me metía su lengua hasta el mismo campanil, degustando mis encías, mi lengua y absorbiendo cuanto podía.., luego subió sus tetitas hasta mi boca, que chupé con fruición, hasta que noté que me iba corriendo muy suavemente al tenor de los apretones que aquella mujer me iba dando en los huevos.
Estaba siendo una corrida genial, lenta pero de una intensidad que se jodió cuando la supuesta señora se presento:
-. Jovencito soy Virginia, y veo que tu jefe no se equivocaba en cuanto al producto que nos enviaba a la zona, le vengo observando desde hace 5 días y veo que necesita usted un buen repaso de fondos, y ahora si me permite le sugiero que cambie de montura, coja a aquella cabra: Campesina, se llama, y verá usted lo que es follar a las bravas, y mientras para que no se sienta cortado, creo que a Lucifer le daré hoy una buena ocasión para recordar este día .
Hice lo que me sugirió, coger a Campesina que no fue cosa fácil, aunque una vez que la pillé por la inmensas tetas la cosa ya se apaciguó un poco, follarla cogidas sus tetas por la parte trasera no era fácil, pero hacerlo de otra forma era volver a correr por la pradera en busca de la víctima, ósea que levanté sus cuartos traseros asido a sus pezones y preparé mi longaniza para clavarla en aquel diminuto chocho; Virginia se ha habido ido en busca del tal Lucifer, y ya no tenía su ayuda externa, cuando creí haberlo conseguido una serie de cagarrutas echaban mi pito fuera de aquello que yo había tomado por el chocho de la cabra
AL final dí con el agujero, bien porque Campesina ya estaba siendo medio domada, o porque aquel era el juego que se traía con Ambrosio; estaba en medio de las emboladas, viendo como aquel animal trasegaba mi polla y me miraba cuando no le daba con suficiente fuerza al émbolo, cuando acerté a ver a Virginia con Lucifer, un enorme macho cabrío, negro como el carbón, que se levantaba de cuartos traseros y dejaba ver un principio de extraña polla, Virgnia le hico un par de trisques con la boca, a lo que Lucifer respondió acercándose a la hembra humana que ya estaba a cuatro patas, Virginia abría con ambas manos sus ancas para dar cobijo aquel rojísimo príapo que Lucifer ya presentaba; me dejé correr a toda prisa medio fuera de Campesina, que me miraba medio extrañada...
El embate del macho fue descomunal, en el encontronazo medio la echó por tierra a la mujer , pero aquel terrible sacacorchos que había encontrado su gruta la medio recuperaba de nuevo a su posición inicial, la mujer trastocaba su cara cuando en dolor cuando en placer, arrancando hierba y gritando que quería más, hasta que el mismo diablo entrara por aquel infernal agujero; los embates se hicieron menos intensos y hubo un momento de mansedumbre para ambos contendientes , parecía que todo quedaba ahí cuando un gran embate de Lucifer dió de bruces con Virginia en el suelo, a la par que Lucifer iba sacando su enorme sable que debía haber llegado hasta lo más hondo, incluso retorciéndose para que todo él cupiera en el chocho de la mujer, al ir retirando el macho cabrío su terrible alfange, la mujer llegaba a los más estrepitosos orgasmos agarrando la polla del animal para que aún no se fuera de allí.
Allí quedamos tendidos ambos con un olor de cabrío que debía llegar hasta el fondo del valle.
Continuará
Gervasio de Silos