Un rosal tuvo la culpa
Un accidente acaba con una historia placentera...
Esta historia me pasó hace unos meses, y ni en sueños podía creer que fuera posible.
Mi mujer y yo nos habíamos mudado recientemente, del piso de ciudad que teniamos a una estupenda casa de campo que nos habíamos comprado.
El caso es que una de mis compañeros de trabajo, Silvia, al enterarse, y dado que ellos buscaban algo parecido, me pidió si podía enseñarsela.
- Claro que sí. Le respondí.
Dado que los Viernes en nuestra empresa, terminábamos al mediodía le dije:
Si te parece, el próximo viernes, al salir, comemos algo rápido y vamos.
Muy bien, Quedamos así.
Llegamos a casa tal como habíamos previsto. Le enseñe el interior de la casa, que por cierto le encantó, y me pidió si le podía mostrar el resto de la parcela, que al estar en pendiente, quedaba por detrás de la casa, y que es donde estaba, el jardín y la piscina.
Cuando bajabamos, charlando de esto y aquello, nuestro perro nos oyó, y apareció a toda velocidad y loco de contento como hace habitualmente. Nosotros estamos acostumbrados a sus saltos, y estamos preparados a que, subido en sus cuartos traseros, nos ponga las patas en el pecho demostrando su alegría de vernos. No sé si el perro pensaba que era mi mujer, pero sin darme tiempo a avisarla, y viniendo a toda velocidad, se levantó sobre la pobre Silvia, y dado que esta no lo esperaba, se cayó hacía atrás, con tan mala suerte que cayó de culo sobre uno de los rosales de jardín.
¿Te has hecho daño? le pregunté. Mientras la ayudaba a levantarse.
Bueno, me parece que un poco.
Déjame ver. Le dije dandole la vuelta.
El vestido, estaba bastante roto, e incluso se veían rasgaduras en sus bragas, en las que empezaban a aparecer también algunas manchas de sangre.
Vamos arriba, tenemos que curarte esto.
La dejé en el cuarto de baño de nuestra habitación para que se limpiara, y la proveí de desinfectante para las rozaduras.
Al cabo de un rato, la escuche que me llamaba.
Puedes venir un momento, por favor.
Entré en el baño. Como se había quitado el vestido y las bragas, llevaba solamente un sujetador de encaje negro y transparente, que permitía ver sus hermosas tetas. Mi polla me pegó un latigazo de aviso.
Tendrás que ayudarme, creo que tengo una espina del rosal clavada.
Vamos a ver, le dije.
Se dió la vuelta, apoyándose en el mármol del baño. Las piernas un poco abiertas y el culo en pompa.
Me agache, y con mis manos separé un poco sus nalgas. Su piel era suave como un melocotón. La carne, dura como una roca. La visión era excitante, su ano de un color café con una corona de pelitos suaves y cortos, rodeándolo. Por abajo, su coño, totalmente depilado, que brillaba de humedad.
Bueno Silvia. Creo que ya la veo, justo al lado de este precioso ojete que tienes. Vamos, creo que tumbada de espaldas, te la podré sacar. Necesito que te abras las nalgas tu misma. Yo necesito las manos.
Pasamos a la habitación.
Túmbate en la cama, voy a buscar unas pinzas y empezamos.
Cuando volví, la encontré tumbada en la cama, totalmente desnuda, puesto que se había sacado el sujetador, con las piernas totalmente abiertas y las rodillas encogidas, sujetadas con sus brazos.
¿Te ira bien esa esta posición?.
Vamos a ver le dije.
Me arrodillé en el suelo, junto a la cama, confieso que un poco nervioso ya que Silvia siempre me había gustado, y no podía creer el tenerla allí, en esa posición en mi propia cama.
Allí estaba, justo tocando el ojete, y en medio de la linea imaginaria que va del coño al culo. Lo intenté con las pinzas un par de veces, pero la maldita espina no se dejaba coger.
Verás Silvia, necesito que la piel esté muy tirante para poder cogerla.
Entiendo lo que quieres decir, me dijo. No te preocupes, apoya la mano donde necesites, sé que no te estás aprovechando.
Mi mano izquierda se apoyó en su coño, tirándo de la piel hacía arriba mientras mi mano derecha con las pinzas trataba de arrancar la espinita. La palma de mi mano tocaba toda su concha, presionando levemente su clítoris. Ella suspiró. Mi polla, bajo el calzoncillo, también.
No hay manera Silvia, parece que se hunde. Tendremos que ir a un hospital para que te la saquen, yo así, no me veo capaz.
Ni hablar majo, me dijo. Ha sido por culpa de tu perro el que estemos así, y no me iré de aquí con una espina metida en el culo. Si se hunde, piensa en una manera de evitarlo.
Me pareció que sus ojos brillaban más que antes. Quise pensar que de deseo, y le dije:
Solo veo una manera de evitar que se hunda.
Pues no le des más vueltas y ponte a ello.
De acuerdo, pero luego no te quejes. Vuelvo enseguida.
Cogí del baño un aceite corporal de mi mujer, y me embadurné un dedo.
Silvia, te voy a meter un dedo en el culo, y desde dentro presionaré para afuera para evitar que se hunda. Tu avísame si te molesta. Ahí va Despacio Así.
Ahhhh .
¿Te molesta?
Ahhhh .
Silvia, dime si te molesta el dedo.
No Sigue Ahhh Así .Ahhh..
No me lo podia creer. Le estaba gustando que la dieran por el culo. Le quité la espina en un momento.
Bueno, esto ja está le dije, mientras sacaba despacito el dedo.
No Ahhhh . Creo que debe haber alguna más, revísame bien toda la zona.
Volví a meter el dedo. Sus suspiros eran cada vez más fuertes. Envalentonado, me heché un buen chorro de aceite en el resto de los dedos, y los fui introduciendo. Primero dos, luego tres, y al final, cuatro.
No veo nada.
Pues acércate más .. Ahhhh Umpfff
Acerqué mi cara, el aroma delicioso de su coño, invadió mi nariz y llegó hasta mi polla, que a estas alturas ya estaba como un garrote.
- Sigo sin ver nada. Date la vuelta, a ver si por detrás.
Se levantó ágilmente para ponerse a cuatro patas, apoyada en sus codos y en sus rodillas, su culo se había abierto magistralmente, y su coño brillaba de flujo.
Otro chorro de aceite, ahora directamente dirigido a su ano, y empecé a meterle los dedos. Era increíble cómo se dilataba su ojete. Me atreví a meter toda mi mano dentro de su culo. Mi amiga, ciega de excitación, comenzó a moverse de atrás a adelante.
¿Silvia?
Sííííí ....
No tienes ninguna espina más, lo que te notas es la lógica irritación de la que tenías y de los arañazos, creo que tengo una crema que te ayudará a suavizar toda la zona.
Parece que entendió a que crema me refería, porqué extendiendo sus manos hacia atrás y pegando sus tetas a la cama, se abrió las nalgas de una manera excepcional. Ahora tenía ante mí un culo abierto, chorreando aceite que me invitaba a la penetración.
Me bajé los pantalones, y con un nuevo y abundante chorro de aceite dirigido directamente a mi capullo a punto de reventar, apunté directamente hacia aquel culo perfecto. De un solo pollazo, se la ensarté hasta el fondo. Silvia chillaba de placer. El aceite lo había dejado todo tan suave, que parecía que la estuviera metiendo en mantequilla. Inicié un bombeo frenético. Silvia, como una perra en celo, no dejaba de ondular su cuerpo, exprimiendo mi garrote. A cada embestida, mis huevos chocaban en su chorreante coño.
Noté como ella alcanzaba su orgasmo, y al momento, mi verga empezó a escupir una cantidad de semen que no recordaba en mi vida.
Ni que decir tiene que vinieron a vivir cerca de nosotros, pero esto será otra historia ..
Si les ha gustado, escribanme.