Un Romano en Morpheus

La historia comienza con un legionario más de la legión IX Hispana, en su destino en Britania; quizás este relato de una explicación a lo que pudo pasar, sin pretender ser verdaderamente histórico. Es lo que humildemente imagino yo que paso y tras esta batalla, no se les volvió a ver a ninguno.

Soy Kaeso Valerius Cethegus, un legionario de la legión IX Hispana; la novena, llena de valientes que atravesaron territorio britano en soledad. Estamos a las puertas de Londinium, nos enfrentamos a la poderosa reina de los Icecos; la reina Boudica, soy un legionario bastante temido en combate pero no obstento mando alguno.

Combatimos con los Icecos y otras tribus a diario, incluso a veces varias veces al dia; emboscadas y trampas, estan a la orden del día y ninguna fuerza se decanta vencedora.

Todo iría bien, sino fuera porque a ellos se les unen britanos todos los dias; hace varios meses que pedimos refuerzos a Roma, pero su respuesta hasta ahora ha sido el silencio. Poco a poco las condiciones climáticas empeoran, a veces pasamos hambre o frio; porque atacan las caravanas más atrás, dia tras dia quedan menos romanos por la zona y hay más britanos.

Los hombres se temen un gran ataque, pienso que va a ocurrir; pero no temo nuestra suerte, confío en mis hermanos de armas y mi propio brazo. Roma no dejara a sus hijos, morir aquí por nada.

Pasan los días, hasta que el general recibe una carta; que viene con las nuevas provisiones, por su cara ya se la respuesta.

No abra refuerzos, por lo menos no ahora; eramos 5.000, ahora quedamos unos 2.200. Cuando la caravana se marcha vacía, llevándose la escolta de 100 hombres; con algunos enfermos y heridos de gravedad, Boudica empieza a formar con 1.000 hombres.

Nuestro general nos hace formar también, somos 2 a 1 y tenemos la ventaja; atacarnos así, sería una locura hasta para un barbaro incivilizado.

Para nuestra sorpresa, el ataque no viene solo de frente; por el este aparecen 400 y por el oeste 600, incluso el fuerte recibe un ataque por el sur y no vemos hasta que punto podrán aguantar los centinelas.

— quiero mil hombres al frente, las primeras 10 centurias; las 5 siguientes al este, otras 6 al oeste y por último la última centuria id a proteger el fuente.

Ordena rápidamente el general, así nuestra ventaja fue eliminada rápidamente; el ejército romano esta echo para hacer lo que cualquier ejército no podria hacer y el doble de rápido, sorprendemos a los salvajes de que cada posición queda defendida en apenas unos segundos.

Nuestras tropas en norte, este y oeste empiezan con una ventaja clara; mejor equipo, mejor entrenamiento y una buena estrategia. Pero el problema comienza, cuando nos damos cuenta de que por cada britano que matamos; aparecen otros dos, el goteo de britanos continua.

Del fuerte deja de escucharse ruido de batalla, se abren las puertas y salen más britanos; con las cabezas de algunos buenos romanos, nuestro general cuando le cae una cabeza a sus pies.

— ¡en circulo, no dejeis de pelear; hijos de roma, podemos ganar esta batalla!

En principio aguantamos el tipo, pero estamos en desventaja numérica; vamos retrocediendo aunque no queremos, nos obligan a golpes y piedras.

Hasta que luchamos espalda con espalda, el aguila cae en sus manos; agarro un pilum del suelo, se lo clavo en toda la espalda al indeseable que se la intenta llevar.

— ¡Buen tra!

Es lo último que dice el general, antes de llevarse unas cuantas de flechas. Nuestro círculo defensivo empieza a desarmarse, hemos perdido el aguila; el general, estamos rodeados.

— ¡¡luchad juntos, podemos vencer!!

La gran mayoría me hace caso, a pesar de no ser un mando; luchan con uñas y dientes, aferrándose a la vida hasta el último suspiro. Algunos tratan de rendirse, son asesinados por compañeros o por enemigos por igual; pocos tratan de abrirse Camino y huir, pero todo es inútil. Primero somos unos 200, luego unos 100, más tarde unos 50; bajamos a 20, finalmente 10 y el número sigue bajando sin cesar.

Ignoro cuantos Britanos han caído, muchos más que Romanos; eso esta claro, pero ellos luchan también hasta el final. En un momento dado somos 5, luego 4; por último 3, hieren a mis dos compañeros y recibo un mazazo en el escudo que me manda a volar.

Me siento mojado, voy hundiéndome en un líquido frio; burbujas salen de mi, noto la asfixia por no haber podido respirar antes de entrar en el líquido. Las burbujas suben, mi cuerpo baja; trato de resurgir, pero es inútil...no me quedan fuerzas, mi cuerpo pesa más; que mi voluntad, el agotamiento y la falta de oxígeno.

Empiezo a perder la consciencia, la luz se va alejando; mis ojos se van cerrando, empiezo a sentir nada.

Cuanto más me hundo, menos siento; menos importa Roma, la civilización o los bárbaros.

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