Un remedio para un calentón

Después de las mamadas con Lucas se queda con ganas de más y se va de caza al parque donde encuentra a un joven con su perro y se lo folla pero...

UN REMEDIO PARA UN CALENTÓN

(Relato de transición)

Después del relato de Lucas y de las mamadas que nos dimos, pasé una noche muy alterada. A las cinco de la mañana me tomé un tranquilizante, me bebí una cerveza, me casqué una paja y caí en coma hasta la una de la tarde. Me levanté y me metí en la ducha para despejarme y quitarme el olor a sexo y sudor, pero la pequeña seguía queriendo marcha por lo que la di gusto y me volví a pajear.

Comí algo y me tiré en el sofá a ver tele. Volví a quedarme dormido hasta las siete u ocho de la tarde. Me dolían los huevos y la polla volvía a querer marcha por lo que decidí ir a darme una vuelta por el parque cerca de casa en el que alguna vez había pillado.

Me duché otra vez, me metí la manga de la ducha por el culo para limpiarme por dentro, algo que me agrada hacer, sobre todo cuando expulso el agua como si me meara por el culo. Lo hice varias veces hasta limpiarme bien. Luego me miré en el espejo, tenía un aspecto desaliñado que me gustaba, pelo revuelto, barba de varios días que me daba un aspecto duro, levante los brazos para observar los sobacos peludos, pecho y estomago duros (bien), me tiré del vello que bajaba desde el esternón al ombligo. Observé mi polla emburrada pero cubierta de esa piel suave y oscura que me encantaba acariciar como la de mis huevos del mismo color y cubiertos de vello oscuro (bien, muy bien).

Me vestí con un pantalón militar viejo con varios bolsillos para guardar condones y un pequeño frasco de lubricante, sin calzoncillos, una camiseta usada, me calcé unas deportivas gastadas y me lancé a la caza con ese aspecto sofisticádamente descuidado, perfecto para lo que quería buscar.

Me senté en un banco del parque a esperar la pieza adecuada y encendí un pitillo. Soy un cazador paciente consciente de mi atractivo y sabía que entraría lo que buscaba antes o después.

Pasaron varios hombres de diferentes edades y físicos que no me atrajeron hasta que pasó un joven bacala que me gustó. Muy delgado, camiseta de canalé blanca de tirantes que se le ajustaba al cuerpo como una segunda piel, pantalón chándal gris ancho que los pliegues delanteros delataban un buen rabo y los traseros un pequeño culo respingón, y unas zapas viejas. Un gorro negro de lana ajada le cubría la cabeza hasta las cejas (me lo imaginé rapado (no me equivocaba). Iba acompañado por un perro sin raza color canela de alzada media.

Al pasar me miró y yo a él, siguió su camino, pero al cabo de un rato volvió a pasar y a mirarme. Yo no aparté la mirada de mi presa. Iba a ser mío sin duda. Siguió su paseo. Encendí otro cigarro. Vi que se volvía (ya era mío), llegó a mi altura, se subió al banco y se sentó en el respaldo, me hice el distraído, el perro se quedó paseando a nuestro alrededor - ¿Me invitas a un cigarro?- Le miré (ojos caramelo, barba rala sin afeitar, labios delgados pero apetecibles, nariz pequeña y pómulos ajustados), le ofrecí el paquete para que se sirviera - Prefiero el tuyo - me dijo - ya está encendido y chupado - Le sonreí por su atrevimiento, iba a por todas el chaval. Se lo dí, lamió el filtro con la punta de la lengua con gesto obsceno y se lo llevó a los labios para darle una larga calada. Se acercó a mi y apoyó su pierna a mi brazo. Yo encendí otro pitillo y me dejé acariciar por aquella pierna que despedía calor. Le miré las zapas y pensé en quitárselas para olerlas y lamerle los pies, me excité pensando en el olor.

  • Ven, siéntate aquí - dije señalando el asiento del banco.

De un salto se sentó a mi lado, arrimó su pierna a la mía. Yo me giré hacia él subiendo mi muslo y rodilla a su pierna y le miré.

  • Te veo muy solo - me dijo

  • Pues ya no lo estoy. ¿Cómo te llamas?. Si me lo quieres decir, vamos....

  • Elías. ¿Y tu?

  • Carlos

El calor que me daba su pierna en la mía estaba poniendo morcillona mi polla y, por lo que notaba, la suya también. Según levantaba el brazo para dar una calada, me rozaba el brazo con toda la intención. Las entrepiernas comenzaron a levantarse. Me acarició el muslo y yo a él el paquete que despertaba desperezando su miembro. El mío le imitó. Me lo agarró, acercó su boca a mi oreja y me dijo: - Me acompañas a dar una vuelta con el perro. Conozco un sitio en el parque que te gustará.

  • Vamos

Nos levantamos, le pasé el brazo por los hombros y allí fuimos. Según andábamos me pasó su brazo por la cintura metiendo su mano en mi pantalón, mientras, yo le acariciaba el cuello, el hombro o el brazo. La calentura iba en aumento. Llegamos a un rincón oscuro con árboles y arbustos.

  • Voy a mear - dijo. Se acercó a un árbol, se bajó el pantalón y dejó su pija tiesa, mirando al cielo. Me miró y comenzó a mear. La visión me puso más cachondo aún. De una mata oscura emergía un cipote nada desdeñable liso y de color canela coronado por un capullo oscuro. Saqué mi cipote con las venas a estallar, lo acerqué al suyo y me puse a mear. Los dos chorros parecían fuentes. Nos miramos las pollas, nos miramos los ojos, nos reímos. - Somos unos cerdos- le dije. - Si, un poco- me respondió - Pero podemos ser un poco más guarros no?.

Se recogió la camiseta detrás de la cabeza dejando su cuerpo y sobacos al aire. Hice lo mismo con la mía. Jugamos a esgrima con las pollas. Luego se agachó, me bajó el pantalón y comenzó a lamerme la verga limpiándome las últimas gotas de orina, me bajó el prepucio hasta dejar todo el capullo al aire y lamió el glande como si fuera un helado. Luego se lo metió en la boca. No pude contener un suspiro de placer. Le quité el gorro y le acaricié la cabeza rapada (lo sabía). El suave contacto como de terciopelo me excitó más. Me mamaba y yo le acariciaba la cabeza, las orejas, el cuello, y el se iba metiendo mi polla en su boca con delicadeza hasta llegar al vello púbico. Estaba a punto de reventar cuando se levantó se acercó a mis labios, me morreó y me dijo en la boca: -cómeme el culo.

Se dio la vuelta, se sujetó al árbol y se inclinó para dejar su entrada dispuesta para mi boca. Me agaché, le abrí los cachetes y vi su entrada emboscada, le aparté los pelos para dejar su entrada a mi disposición y comencé a jugar con la punta de mi lengua dándole pequeños toques. Noté que se excitaba y decidí llevarle hasta el final de la excitación. Le lamí, jugué con su culo, le metía la lengua, le mordía las nalgas...y mientras le sobaba los huevos y la polla...y el disfrutaba como un loco...-Fóllame- me dijo -métela...fóllame...

Me incorporé, le abracé y le mordí el cuello. Le dio un escalofrío. Le pellizqué los pezones. Emitió un pequeño y agudo gemido. Todo esto mientras metía mi miembro entre sus nalgas y masajeaba donde más placer le daba.

Cogí el frasco de lubricante me unté la polla y seguí con la labor de untarle su ojal con mi tronco. El chico gemía y temblaba, y yo le mordía y le pellizcaba.

  • Métemela...por dios...fóllame....fóllame...

Me puse un condón, lo mojé con el lubricante y me dispuse a penetrarle. Empujé y no costó que entrara (el chico debía follar a menudo), le gustaba, seguí metiéndola mientras disfrutaba, le apreté el cipote y los cojones, me quitó las manos de su entrepierna y me las llevó al pecho donde comencé a apretar los pezones mientras le follaba con lentitud.

Noté un movimiento entre nuestras piernas y vi que la perra se sentaba delante de su dueño. Yo seguí dando placer al chaval que echaba al cabeza hacia atrás para dejar su cuello a mi disposición. Le follaba, le mordía, le lamía.

  • Más rápido...más fuerte...más...

Comencé a darle caña y el chico ronrroneaba y gemía, con tal pasión que me contagió y le di caña...

Me di cuenta que no sólo yo le daba placer (que si), sino que la perra le lamía el cipote y los huevos con rápidos lenguetazos. El placer que estaba recibiendo Elías por delante y por detrás le llevó a estallar en un orgasmo bestial (y nunca mejor dicho), mientras hacía que yo me corriera en su interior, la perra le limpiaba la lefa que soltaba y, no contenta con la tranca, le lamía también los huevos.

El chico se estremecía de placer con tal pasión que comenzó a temblar. Le abracé y le besé la nuca. - Tranquilo....

El orgasmo le hizo desfallecer pero lo sujeté entre mis brazos. La perra le seguía lamiendo, pero ahora con calma.

Se fue recuperando. - Ha sido una pasada - dijo en un susurro.

  • Ha sido bestial -dije con cierta sorna que no se si captó.

Nos recuperamos y nos vestimos. Le ofrecí un cigarro que aceptó, al darle fuego me miró a los ojos y me acarició las manos. - ¿Vienes a menudo? .

  • De vez en cuando. No mucho, pero si quieres te doy el número del móvil y me llamas. Me gustaría repetir.

  • A mi también. Aquí o donde quieras.

Nos intercambiamos los números, me morreó y se fue con la perra.

Cuando se fueron me puse a mear y vi que en el suelo estaba el gorro de lana. Lo cogí y lo olí. Olía al chaval. Me lo puse y me fui a casa esperando que alguna vez volviéramos a follar. Me había gustado...me había gustado mucho.