Un relato pornográfico moralmente correcto

He decidido escribir un cuento moralmente correcto...

Un relato pornográfico moralmente correcto

Para Justine (cuyo nombre tanto inspira)

Me han enviado numerosos emails, y algún comentario sobre la supuesta inmoralidad de mis relatos así como mi falta de consideración sobre lo que puede molestar a otras personas. Frustrado porque ni siquiera en una página como Todorelatos, puedo expresarme libremente, máxime cuando en todos mis relatos, todos los personajes son individuos adultos o al menos con cierta capacidad de decisión, he decidido escribir un cuento moralmente correcto.

Eran dos chicos, bueno un chico y una chica, que se conocieron, y empezaron a salir, un día el chico le sugirió con gran atrevimiento por su parte que le gustaría follársela. La chica que había tenido un gran trauma moral en su infancia por los abusos pecaminosos que había hecho su abuelo de su cuerpo, decidió que no, que no era el momento adecuado.

El muchacho no quería masturbarse, pues peligrosas lacras podrían caer sobre él, e insistía e insistía. Ella le decía que no, siempre que no, incluso a veces se lo decía con cierto aire despectivo y arrogante que al mozalbete llego a interpretar como una muestra de afecto especial por parte de ella.

El chico empezó a trabajar, para ganarse honradamente la vida, en una yegüada, sus tormentos aumentaron, cada vez que ayudaba al mamporrero no podía dejar de imaginarse montando a su chica, mordiéndole el cuello, babeándole las orejas, levantando el labio y diciéndole cosas obscenas al oído, el resultado es que siempre acaba de trabajar en esas ocasiones bastante empalmado.

El encargado de la yegüada no dejo de notar esta circunstancia, y le propuso yacer con él, resulto que era gay. Él, asustado, renunció al empleo y se busco una ocupación en una hamburguesería donde encontró un ambiente mucho más saludable.

Un día se enteró que su chica, la que de forma dominante y fría le reprimía sus instintos más primarios, se había liado con otro tío. Frustrado, se dedico en alma y cuerpo al trabajo. Allí entre grasas y pepinillos observó como la encargada y la responsable de las patatas fritas se rozaban y se miraban más de lo que habitualmente era obligado en aquel estrecho espacio de trabajo. Intrigado pues no podía concebir tal desvarío, las vigiló y sorprendió en el cuarto de cambiarse metiéndose mano, la responsable estaba con las tetas al aire, le brillaban los pezones por acción de las aceitosas manos de su amante. Ellas asustadas pues la multinacional era de una moralidad estrictamente puritana le ofrecieron formar un trío. Él, horrorizado, denunció la situación ante el superior, las dos lesbianas fueron despedidas, y él respiró tranquilo.

Desde su situación de nuevo encargado del negocio, aparte de envenenar a los infantes con comida basura, podía ver como numerosas jóvenes adolescentes acudían a tontear a su establecimiento. Las incipientes formas que las aún niñas mostraban, remarcadas por sus obscenas formas de vestir le hicieron caer de nuevo en pensamientos perversos.

Acudió a un terapeuta sexual, el cual le mostró sus inseguridades así como la forma de superarlas, la charla le resultó instructiva pero totalmente ineficaz. Por cierto el terapeuta le dejo sin un cuarto, fueron varias sesiones.

Decidido a no ser atormentado por el sexo, cada vez que tenía pensamientos perversos se clavaba las uñas, se daba duchas de agua fría, e incluso daba puñetazos con las paredes, todo con el fin de someter a su libidinosa mente. De resultas de estas consiguió una pulmonía y varios huesos de ambas manos fracturados. Tuvo que ser hospitalizado, sobre todo debido al cuadro respiratorio, pues las manos con escayolarlas fue suficiente.

En el Hospital una enfermera, una bella enfermera, de color negro, de un intenso tono oscuro, que hacía que sus formas bajo el pijama blanco fueran aun más rotundas, se encapricho de él. La mujer aprovechando los momentos en que nuestro personaje caía adormecido por la fiebre, ella le chupaba la polla, los cojones, los muslos, el culo. El solía despertarse pensando que había tenido un sueño lascivo, y se sentía avergonzado cuando las auxiliares, dos chicas en periodo de prácticas, le lavaban sus zonas pudendas, e inevitablemente se entretenían en el semierguido y pegajoso pene, el cual siempre acababa más tieso que un palo.

Salio del hospital, entretanto y pese a las medidas de protección social vigentes, había sido reemplazado en su trabajo, al menos le quedaba el paro, fue un triste consuelo.

La vida pareció enderezarse, había conseguido otro trabajo, no era gran cosa, pero le permitía vivir. Conoció otra chica, ni siquiera intento acostarse con ella. Ella se extraño un poco, pero tampoco le dio mucha importancia, ella quería casarse, y este infeliz era una buena presa.

Al final se casó, la noche de bodas estaba nervioso, entro muy brusco, ella le refrenó, tenia más experiencia, se fue desnudando poco a poco, el sentado, ella delante, exhibiéndose, le iba tirando las prendas, las bragas de la nueva esposa le cayeron en la cara, aspiro su aroma, aquella excitación ¿Sería pecado?

Al final se puso encima de ella, no sabía si buscar placer o pensar en el posible hijo que podría salir de aquella cópula, este hecho fue un hecho feliz, pues logro retrasar bastante su eyaculación. De hecho se corrió ella y él todavía estaba sumido en su dilema. La esposa agradecida y deseando complacer a su pareja, se puso con el culo en pompa, y le sugirió que le penetrase, que le hiciese daño, que nunca le habían dado por el culo. Asombrado de la perfidia de su compañera y de aquellas nalgas hambrientas él se desinfló, su polla quedo como un pellejo, y aún así fue a darse una ducha de gélida agua, como en los viejos tiempos.

La vida ha seguido, copula ritualmente con su esposa, la cual ha salido una pendona desorejada, tiene varios amantes, e incluso sospecha que alguna de sus dos hijas es de otro, pero él aguanta estoicamente, y cuando las ve semidesnudas correr por la casa, piensa en ellas como carne de su carne.

Ha llegado al final de su vida, durante toda ella ha tratado de comportarse de acuerdo a los rígidos principios morales que recibió en su infancia, en especial de aquellos impartidos por aquel profesor tan agradable y que le acariciaba la espalda y las piernas.¿Como se llamaba?¡ Ay! la memoria falla.

Nuestro protagonista ha fallecido, ha pasado a la sala de autopsias, el encargado es necrófilo, mala suerte.