Un regalo y una advertencia

Se acerca la celebración de aniversario de nuestra organización creadora de muñecas sexuales favorita y Tristán Grimm promete a los accionistas una celebración a su altura. Pero él no es el único que tiene planes para tan prometedora noche.

En compañía de dos guardaespaldas cuya complexión bien podría ser igual a la de un gorila, lo que los mostraba más que perfectos para el cargo que ocupaban, y subiendo por el elevador de aquel alto edificio con dirección al último piso, venía Cecilia Lugo, una milf pelirroja de cabello lacio hasta los hombros.

A sus cuarenta años era normal que su cuerpo ya no podía ser como cuando era una veinteañera, por ejemplo, su abdomen era algo regordete, pero por lo menos todavía tenía otros atributos, como un buen par de tetas, caderas anchas, un culo que aunque regordete todavía conservaba su forma de corazón invertido y unas piernas largas que se asomaban por debajo de esa falda de ejecutiva que llevaba puesta. Además, tenía otros encantos, como su cara llena de pecas que le daban una apariencia adorable sobre su piel blanca o sus ojos azules enmarcados detrás de unos lentes de pasta gruesa.

El ascensor al fin se detuvo y abrió sus puertas revelando un pasillo con varias puertas a sus lados, con una más grande al final de este. Las tres personas caminaron por ese pasillo hasta que llegaron a la puerta final y aunque había un comunicador al lado de esta para anunciarse, no lo vieron necesario y entraron de una vez, ingresando a la oficina de un alto ejecutivo como lo delataban los muebles finos, la mini sala, el mini bar, los libreros llenos de recuerdos finos y por sobre todas las cosas, el escritorio con tres monitores al final del despacho en el que estaba sentado un hombre: Tristán Grimm.

Cecilia y los tres guardaespaldas avanzaron hasta plantarse frente al escritorio y alcanzaron a escuchar que Grimm hablaba con alguien, al parecer por una video conferencia.

—Entonces todo listo, damas y caballeros. Los veremos en dos semanas en el punto acordado para nuestra gran celebración. Se los prometo amigos míos: será la fiesta de su vida.

Se escucharon varias frases de despedida en distintos idiomas y la conversación terminó. Grimm se quitó los audífonos de los oídos y levantó la vista para ver a los recién llegados.

—Así que por eso no contestabas tu teléfono —inquirió Cecilia cruzándose de brazos.

Grimm sonrió como un niño que acababa de hacer una travesura y dijo:

—La junta se alargó más de lo que esperaba. Tuve que usar todo mi carisma para invitar a estos peces gordos a nuestra celebración, después de todo, si logro que ellos pongan su fortuna en nuestra operación, me voy a ganar muchos puntos con la mesa directiva.

Aunque la “empresa” creadora de muñecas sexuales vivientes era una organización clandestina, el ego de Grimm y la seguridad en sus operaciones estaba tan por lo alto que él no veía problemas en celebrar el aniversario de esta misma como cualquier otra empresa lo haría y tenía en mente un gran reventón a la altura.

Cecilia frunció los labios. Aunque era la mujer de confianza de Grimm y su segunda al mando, no aprobaba mucho de sus métodos, pero al final del día él era el jefe y tenía que ajustarse.

Evitó tener una discusión más larga con él y tomando una tablet que llevaba consigo, se la pasó a Grimm:

—Bueno, aparte de venir a revisar que seguías vivo, también quería mostrarte esto en persona. Estuve revisando nuestros archivos tal y como pediste y elegí a nuestras mejores dolls para tenerlas tanto como staff como para ofrecerlas como “plato fuerte” durante la fiesta.

—Excelente —dijo Grimm tomando la tablet para empezar a ver la lista que le habían llevado, pasando su dedo por la pantalla y revisando las fotos y nombres de las dolls seleccionadas, hasta que se detuvo en una que le llamó la atención—. ¿Cleo Doll? ¿Metiste a mi gatita para la fiesta?

Cecilia se encogió de hombros y dijo:

—¿Qué te digo Grimm? A los accionistas les encanta tu muñeca tatuada e insistieron en que si podíamos incluirla en el “menú”.

Grimm ladeó la cabeza como evaluando la idea y al final dijo:

—Está bien, ponla. Después de todo estoy echando la casa por la ventana y si mi gatita nos ayuda a ganar algunos puntos, ¡qué diablos!

Le regresó la tablet a Cecilia y dijo:

—Claro que sí Grimm, entonces continuaré con los preparativos.

—Claro Ceci, que todo salga bien —respondió Grimm y regresó a continuar trabajando en su computadora.

La mujer y los guardaespaldas se dieron media vuelta y salieron de la oficina cerrando la puerta detrás de ellos, empezaron a caminar hasta el ascensor y al entrar en él marcaron el botón de la planta baja y una vez que este empezó el descenso, Cecilia suspiró exasperada.

—Ese Tristán, no es más que un niño grande. No sé cómo diablos se hizo de tanto poder dentro de la organización si sus ideas son estúpidas. ¡¿Cómo se le ocurre dar una fiesta con las dolls como atracción principal?! Somos una organización clandestina, no la entrega de los globos de oro, lo único que va a lograr es que el mundo se entere de nuestra existencia, si de por sí ya hay rumores sobre nosotros en los bajos mundos… —suspiró una vez más y dijo— Bueno, pero ya es hora de que le ponga un alto y su fiestecita será el momento ideal para hacerlo. ¿Cómo van los preparativos?

Miró a los guardaespaldas, que estaban coludidos con ella en lo que estuviera tramando.

—Va todo a pedir de boca señora Lugo. Ya preparamos al topo que le dará el soplo a la policía para que hagan una redada durante la fiesta.

—Perfecto —dijo Cecilia sacando un pequeño estuche de maquillaje para empezar a darse un retoque con ayuda del espejo que venía en este—. Si Grimm queda expuesto al público, a la mesa directiva no le quedará de otra más que aceptar que yo tenía razón cuando les advertía que las tonterías de Grimm nos iban a meter en problemas. Será un golpe duro para la organización, pero nos recuperaremos y cuando me den el puesto de Grimm, estoy segura de que llevaré a esta organización a una nueva era de bonanza. Y claro caballeros, ustedes por su ayuda no duden que tendrán una generosa recompensa.

Miró a los guardaespaldas y estos le sonrieron complacidos.

Cecilia siguió arreglando su maquillaje, se quitó los lentes y acercó su mirada al espejo para poder ver mejor si la mancha que tenía cerca de su ojo era una nueva peca o suciedad y entonces pasó: un compartimiento se abrió arriba del espejo del cual salió un pequeño tubo que disparó un polvo verde directo a la cara de la ejecutiva.

Cecilia dejó caer el estuche de maquillaje y empezó a toser sin control, todo comenzó a darle vueltas y se agarró de lo que pudo para evitar caer, pero fue imposible porque en cosa de nada perdió el conocimiento y ya no supo más de sí.


Cecilia empezó a recuperar el sentido. Se sentía acostada en una plancha de metal y por sobre todas las cosas, se dio cuenta de algo: estaba desnuda.

Ese solo descubrimiento bastó para que abriera los ojos de golpe y comprobara que en efecto, estaba desnuda y acostada en una plancha de metal donde además la tenían amarrada con correas de tobillos y muñecas, aunque no era necesario porque podía sentir en su cuello un collar que limitaba los movimientos de ahí para abajo.

Fue esto último lo que le hizo adivinar en dónde estaba, y no necesitó ver las paredes blancas, olfatear el olor a coño cogido o ver a las otras chicas en sillas como de ginecólogo con cascos en sus cabezas.

—No… ¡Esto no puede ser! —gimió.

—Oh, claro que puede ser —dijo una voz a su lado.

Siendo lo único de su cuerpo que podía mover, se giró a ver hacia la dirección de donde había venido la voz.

—¡Tú! —gritó la mujer en frustración al ver a Tristán Grimm sonriéndole con burla.

Ignorando la rabia con la que la mujer le estaba mirando, Grimm continuó:

—Ay Cecilia, ¿de verdad pensabas que tu plan iba a funcionar? ¿Qué ibas a arruinarme y que te ibas a salir con la tuya? Pensé que sabías las reglas del juego: nadie traiciona a Tristán Grimm porque los beneficios de serle leal son mayores y las consecuencias extremadamente caras.

Cecilia se limitó a apretar los dientes. Como la mujer no dijo nada más, Grimm se sintió en la libertad de continuar.

—Los dos guardaespaldas que creíste haber contratado para tu estúpido plan saben bien las reglas del juego, así que me informaron de inmediato de tus intenciones y me ayudaron a sabotear todo tu plan, y claro, tuvieron una maravillosa recompensa por mantener su lealtad a mí. De hecho, no creo que a Roland le moleste compartir con nosotros el juguete que le regalé.

Nada más decir eso, una de las puertas de la habitación se abrió y dos personas entraron. Uno era Roland, uno de los guardaespaldas que había estado con ella en el ascensor, y con una correa de perro en el cuello que estaba unida a una cadena que llevaba el gorila en la mano, venía la otra persona, una chica. Y lo peor de todo, es que Cecilia conocía a esa muchacha de cabellos naranjas que iba desnuda, con un código de barras tatuado sobre el coño depilado, caminando con pasos mecánicos, con un rostro inexpresivo y más importante: con sus dos ojos totalmente blancos y desprovistos de vida.

—No… —gimió Cecilia al reconocer a Saraí, su hija a quien creía a salvo en Londres estudiando la universidad.

—En cuanto me enteré de tus planes me puse manos a la obra —explicó Grimm mirando a la esclavizada pelirroja—. Le ofrecí a Roland a esta bella chica como recompensa por ponerme en alerta y envíe a un equipo a recoger a tu encantadora hija para traerla aquí y romperle la mente para reducirla al nuevo juguete del buen Roland, nada mal, ¿he?

—¡Desgraciado hijo de perra! —gritó Cecilia tratando de mover su cuerpo para saltar sobre Grimm, pero el collar se lo impedía.

Grimm mientras tanto ignoró los gritos de la mujer y continuó.

—Hay una razón por la que le pedí al buen Roland que trajera a su juguete el día de hoy —miró a Cecilia y la sonrisa que se dibujó en los labios del hombre no le auguró nada bueno a la mujer—. En un giro de justicia poética, quiero que veas cómo es tu esclavizada hija la que da los toques finales para destruir tu mente.

El corazón de Cecilia se terminó de ir hasta el suelo. Grimm mientras tanto miró a su confiable guardaespaldas y dijo:

—¿Me haces los honores, Roland?

El guardaespaldas dibujó una gran sonrisa en su rostro y dijo:

—Claro que sí, jefe.

Se giró para quitarle la cadena a su collar de perro a Saraí Doll y decirle al oído.

—Haz lo que te ordenamos, puta.

—Sí amo —respondió la esclavizada muchacha y comenzó a marchar hasta llegar con su madre, quien la miró y aunque sabía de sobra los resultados del proceso de dollyficación, todavía trataba de apelar a algún milagro inesperado:

—Sara, Sarita… soy yo, tu madre… por favor reacciona.

Saraí Doll bajó la mirada hacia la mujer y con frialdad dijo:

—Debo destruir la mente de mi madre y convertirla en una muñeca como yo, porque el amo me lo ordenó.

—No… —gimió Cecilia perdiendo ahora sí toda la esperanza.

Saraí Doll entonces oprimió un botón en el collar de control en el cuello de su madre y este asumió control también de su cabeza, aunque su mente seguía intacta lista para ser hecha pedazos por el proceso de dollyficación.

La doll empezó a operar unos controles para hacer que la mesa cambiara de forma hasta adoptar la apariencia de una silla de ginecólogo, dejando el coño de donde había salido así como el ano de su madre bastante expuestos. Regresó a la mesa y tomó de debajo de esta dos grandes consoladores que metió en ambos agujeros inferiores de su progenitora y una vez se aseguró que estos estaban lo más adentro posible, tomó la aguja de un catéter y la clavó en la base del cuello de Cecilia. Finalmente, puso los electrodos en los pezones de la mujer, el dildo que le alimentaría durante el proceso y que además introduciría los nanobots que modificarían su cuerpo en su boca y finalmente, colocó el casco con los lentes proyectores y las bocinas para los oídos sobre la cabeza de la mujer.

Terminados los preparativos, Saraí Doll caminó hasta una computadora cerca de la mesa, tecleó algunos comandos y antes de presionar la tecla enter, dijo una vez más, en voz alta para que Cecilia pudiera escucharla bajo el casco puesto, el mantra que Roland le había instruido:

—Debo destruir la mente de mi madre y convertirla en una muñeca como yo, porque el amo me lo ordenó.

Y diciendo eso, presionó al fin la tecla que inició el proceso y selló el destino de su madre.

Roland y Grimm se acercaron, con el guardaespaldas llegando con su esclava para decirle:

—Bien hecho  perrita —y después darle una nalgada con su gran manaza.

—Existo para complacer a mi amo —fue toda la reacción de Saraí Doll.

—Un gran espectáculo sin duda mi buen Roland —dijo Grimm complacido.

—Muchas gracias señor —respondió Roland con una sonrisa burlona.

—Ahora, vamos a mi oficina. Hay que preparar el papeleo de dimisión de la señorita Lugo. Estoy seguro de que mientras nos ocupamos de esto a tu muñeca no le importará revisar el resto del proceso de su madre.

—A esta esclava no le importa quedarse a revisar que su madre sea convertida en una esclava como yo —respondió Saraí Doll por su amo.

Los dos hombres rieron y al final Roland dijo:

—Buena perrita.

Y mientras los dos hombres se iban a arreglar sus planes, Cecilia tenía sus propios problemas: sentía como esos dildos en su coño y culo empezaban a vibrar a una velocidad que le excitaba demasiado y no tardarían en arrancarle un orgasmo en cuestión de nada, los electrodos en sus pezones habían empezado con el masaje a estos y ahora estaban todos erectos, recibiendo los mensajes a su sistema nervioso disfrazado de placer. El consolador en su boca ya había empezado a bombear por su garganta esa sustancia gelatinosa que incluía nutrientes y nanobots y lo peor era que sentía como su boca estaba empezando a chuparlo en un intento de jalar más contenido, aunque la verdad era que se le estaba entrenando para hacer felaciones perfectas. Pero la peor parte, era que la música y el video que incluían esos mensajes subliminales que bombardearían su cerebro ya habían empezado y no había forma en que ella pudiera evitar verlo y peor cosa: la droga que le estaban inyectando ya estaba surtiendo efecto y se estaba empezando a sentir desorientada y cansada… ¡Pero no! No podía rendirse, no podía dejar que Grimm se saliera con la suya y menos después de lo que le había hecho a Saraí, tenía que poner toda su fuerza de voluntad en resistir al lavado de cerebro, mantener su mente intacta y así poderse vengar de ese malnacido y después, buscar una forma de recuperar a Saraí.

Sí, tenía que hacerlo por su hija, tenía que luchar con todo lo que tenía por ella, sabía que ese pensamiento le daría la fuerza para luchar contra el proceso de dollyficación…


La fecha del aniversario de la organización había llegado y en una mansión a las afueras de la ciudad hombres y mujeres tanto acaudalados cuidadosamente elegidos así como personal de la organización, se daban cita para participar de la celebración de este evento.

En los jardines de la construcción muchas mesas habían sido juntadas donde los invitados degustaban los más exquisitos manjares, pero el verdadero dulce estaba en las meseras: varias de las dolls que la compañía todavía no vendía, llevando atuendos de lo más eróticos, desde los clásicos como conejita, enfermera o maid, hasta algunos más sofisticados como cosplay de diversas películas o videojuegos, todo para complacer todos los gustos de los invitados.

No obstante, de momento había una regla de “no tocar” hasta que llegara el momento del evento principal.

Y parecía que al fin había llegado ese momento, pues Tristán Grimm, el principal organizador, se subió al escenario que se había montado en el jardín, la música se paró y la iluminación se dirigió principalmente hacia él.

—Muy buenas noches damas y caballeros. Antes que nada, quiero darles las gracias por haber aceptado nuestra invitación a esta pequeña cena de gala para celebrar el aniversario de nuestras actividades que tienen por objetivo proporcionarles el mejor aparato de entretenimiento sexual: una sexy mujer convertida en una muñeca sexual dispuesta a cumplir cualquier orden que se le dé, no importando lo que sea.

Grimm hizo una pausa para dejar que una ronda de aplausos sonara y cuando estos menguaron, continuó:

—Pero bueno señores, estoy seguro de que no vinieron a comer gratis y a escucharme hablar, ¡vinieron a una fiesta! Y este es el momento de comenzar con el evento principal, donde podrán disponer de nuestras mejores dolls para saciar sus más bajos instintos, pero no se confundan amigos míos, nuestras mejores dolls no están ahí sirviendo sus platillos, aunque van a poder usarlas si lo desean, nuestra mejor selección está aquí en el escenario.

El telón detrás de él se levantó y a la vista quedaron una serie de dolls de los más variados tamaños, razas y cuerpos posibles, siendo la que más llamaba la atención una rubia de cabello teñido de violeta con el cuerpo cubierto de tatuajes aparte del inconfundible código de barras arriba de su bien depilado coño y el que muy seguramente tendría atrás revelando su nombre: Cleo Doll. O por lo menos lo sería de no ser porque en medio de esa selección de muñecas, se encontraba una debajo de una manta.

—¿Pero qué es esto? —dijo Grimm al micrófono—. ¿A caso tenemos una doll sorpresa para esta noche? ¡Así es señores! ¡Les tenemos a una invitada sorpresa que estoy seguro de que muchos aquí van a reconocer!

Y diciendo eso, jaló la manta y reveló a la doll que estaba debajo, lo que en efecto sorprendió a los presentes que ya eran miembros de la organización: Cecilia se encontraba debajo de la sábana, con su traje de ejecutiva, pero en posición de firmes y con los ojos totalmente en blanco, revelando que por más que había luchado, al final su hija había tenido éxito en destruir su mente y reducirla a una doll.

—Oh… —dijo Grimm burlón mirando a su ex segunda al mando— Parece que a esta muñequita no le llegó el memo de cómo era la vestimenta de esta fiesta. Putita, ¿por qué no lo arreglas?

—Sí amo —respondió Cecilia y empezó a despojarse de su ropa, primero el saco, luego la blusa y al final la falda, revelando que no llevaba ropa interior, pero sí otros aditamentos.

Así de frente, se podía ver su coño depilado y el infaltable código de barras sobre él, pero además llevaba unas pinzas en sus pezones y un enorme dildo sobresalía de entre su coño.

—Deja que te vean por atrás, putita —ordenó Grimm.

—Sí amo —respondió Cecilia y se giró para darle la espalda a los invitados y estos vieron sorprendidos que no solo llevaba un enorme butplugg metido entre las nalgas, sino que el tatuaje que iba sobre estas era diferente, no decía “Cecilia Doll” como se esperaría, sino…

—“Traidora sin valor” —leyó Grimm el tatuaje—. Esta putita pensó que podía traicionarme y quitarme el puesto que tan duramente me he ganado, y aquí están las consecuencias. Aunque hoy se las traigo como un regalo por el aniversario de nuestra organización, también véanla como una advertencia, no, más bien una promesa: jueguen con las reglas de la organización y Tristán Grimm será su amigo, protector y benefactor, traicionen mi confianza y bueno… les puedo garantizar que en nuestra próxima fiesta ustedes estarán aquí, con la mente destruida, el culo al aire y un enorme dildo atorado en el recto.

Un aire pesado se asentó en el lugar por la clara amenaza de Grimm, el hombre lo notó con una sonrisa en los labios porque esa era la exacta reacción que quería lograr y luego dijo:

—¡Pero vamos señores! ¡Esta es una fiesta! ¡¿Quién quiere ser el primero en jugar con esta muñeca traidora?!

Por un momento nadie habló hasta que…

—¡Yo quiero! —dijo una voz entre el público. Grimm se fijó y vio que era un joven de cabello rubio corto.

—¿Andy? —preguntó Grimm reconociendo a uno de los chicos que le daban mantenimiento a las máquinas de dollyficación—. ¡Ven aquí muchacho!

El joven se levantó de su asiento y fue corriendo hasta el escenario al lado de Grimm.

—Y dime muchacho —preguntó el hombre al chico—. ¿Por qué quieres tirarte a esta perra?

—Bueno señor Grimm —comenzó Andy, aunque un poco nervioso—, si me permite sincerarme, esta zorra ya me tenía harto, siempre exigiendo tiempos de mantenimiento imposibles. Cuántas veces me quedé hasta tarde para cumplir sus tiempos y pues ahora que me da la chance de vengarme, quiero aprovechar.

Contrario a lo que se esperaba, Grimm rio y dijo:

—¡Pues date gusto muchacho!

Y ya teniendo permiso del jefe, Andy corrió  hasta Cecilia, se plantó frente a ella y dijo:

—Muy bien puta, hazme un oral.

El cuerpo de Cecilia recuperó algo de vida, se giró hacia el joven y dijo:

—Esta puta traidora obedece.

Acto seguido se hincó frente a él y empezó a manipular el pantalón de este para liberar su pene que no estaba completamente erecto, ya fuera por estar al aire libre o porque se cohibía por estar a punto de recibir un oral enfrente de tantas personas, pero a Cecilia no le importó: tomó esa verga entre sus manos, la masturbó un poco, le dio un par de besos y en cuestión de nada estaba tan dura, que ahora sí se la metió en la boca.

Andy mientras tanto empezaba a disfrutar de las atenciones sexuales de la ex jefa, cuando otra voz se escuchó entre el público:

—¡Pues si a esas vamos! ¡Yo también quiero follarme a esa puta!

Esta vez Stuart, otro de los chicos de mantenimiento había hablado. Así como su compañero, de seguro también había sufrido de los malos tratos por parte de Cecilia, por lo que subió al escenario y se desabrochó el pantalón para sacar su pene, el cual a diferencia del de su compañero, estaba totalmente erecto sin ningún pudor.

—También chúpamela a mí, perra —ordenó Stuart. Cecilia se sacó la polla de Andy de la boca y dijo:

—Sí, esta perra traidora obedece.

Y diciendo eso, con su mano empezó a masturbar la polla de Andy mientras se metía la de Stuart en la boca.

Mientras Cecilia estaba ocupada complaciendo dos vergas, una tercera voz se escuchó.

—Bueno, la señora no me hizo nada… pero mentiría si no dijera que muchas veces deseé poder follarme ese culo de milf.

Esta vez había hablado Edward, uno de los gorilas de reparto que se encargaba de llevar a las dolls a sus destinos.

El gorilón subió al escenario y sin ninguna clase de pudor se quitó el pantalón en el escenario dejando al descubierto una enorme polla que incluso sorprendió a los dos chicos de mantenimiento.

—A ver chavales —dijo el hombre y levantó a Cecilia para luego llevar su manaza a la entrepierna de la mujer y sacar tanto el dildo como el buttplug que llevaba esta metida en sus respectivos agujeros.

Observó con una gran sonrisa el buttplug; era casi tan grueso como su propia polla, por lo que al girarse a ver cómo estaba el ano de la mujer, lo vio lo suficientemente dilatado para que cupiera su polla sin problemas.

—Cabálgame con tu culo puta —le ordenó a la pelirroja.

—Esta perra traidora obedece —fue la respuesta de Cecilia.

Edward se acostó en el suelo con la polla erecta como un faro, Cecilia empezó a mover su cuerpo para sentarse sobre uno de sus amos, tomó la verga de este con su mano y la apuntó a su culo para después, empezar a metérsela por el recto lentamente hasta que la totalidad de esta entró dentro de ella y con Edward sintiendo el calor de ese culo y como esas dos nalgas le apretaban de forma deliciosa.

Cecilia empezó entonces con su otra orden y empezó a mover su cadera para en efecto empezar a cabalgarle la verga a su amo. Los dos chicos de mantenimiento mientras tanto se miraron entre ellos con una risa avergonzada. Se habían dormido en sus laureles y Edward les había ganado el privilegio de follarse a Cecilia, pero estaban decididos a seguir disfrutando de esa bruja derrotada. Se acomodaron a cada lado de la mujer y entonces Andy dijo:

—¡Síguenos chupando la verga, puta!

—Esta perra traidora obedece —respondió Cecilia para tomar ambas vergas que le habían puesto cerca de la cara y alternarse: chupaba una mientras la otra la masturbaba.

Grimm mientras tanto contempló la escena con una sonrisa y luego volvió a hablar a su público.

—Bueno señores, ¡esta es una fiesta! ¡A disfrutar de los regalos de esta noche!

Y dicho y hecho, los invitados al fin se levantaron de las mesas y empezaron a elegir a las dolls que más les gustaban para follarlas, tanto del grupo de meseras como de las que estaban en el escenario.

Pronto la fiesta se convirtió en una orgía donde las dolls eran folladas prácticamente por cualquier agujero que estuviera disponible, lo que le sacó una sonrisa al hombre de negocios.

Decidió también unirse a la fiesta y se giró para ver si su muñeca favorita seguía disponible, pero pronto se dio cuenta de que él también se había dormido en sus laureles. En el escenario estaba la doctora Yuliana, sin su falda ni sus bragas y con las piernas bien abiertas, haciendo que Cleo Doll le comiera el coño, mientras que por “el otro lado”, Steve, otro de los gorilas de entregas, le estaba rompiendo el culo con su enorme verga a la pobre ladrona.

Más que enojarse, Grimm sonrió resignado. No siempre se podía ganar.


Don Armando, un hombre ya mayor que había visto su cabello rizado pasar del negro al gris, se encontraba limpiando el piso de aquellas instalaciones secretas.

Cualquiera podía pensar que las instalaciones secretas se limpiaban solas, pero no, necesitaban limpieza como cualquier otro edificio del mundo. Sabía lo que hacían ahí y aunque era moral… él sabía que no tenía ningún poder para detenerlos y como la paga era buena, a él le daba lo mismo y tampoco tenía ningún interés en delatarlos. Además, algunos de los beneficios aparte de la paga eran en extremo buenos.

Miró la hora en su reloj y vio que era ya medio día, hora de su break, y él sabía muy bien cómo iba a aprovecharlo.

Se dirigió a un cuarto de servicio pero antes de llegar, la puerta de este se abrió y por él salió una pequeña pelirroja limpiándose la entrepierna con un pañuelo, miró al conserje, le sonrió y como si fuera lo más normal del mundo, dijo:

—¡Don Armando! ¡Buenas tardes!

—Buenas tardes doctora Yuliana.

La pelirroja le dedicó una sonrisa y pasó de ahí para regresar a sus labores. La doctora Yuliana era una buena persona, pero a veces le parecía que estaba algo loquita. Se decía en chismes de pasillo que algo le había hecho el señor Grimm para torcerla… pero esa era otra de las cosas dentro de ese lugar al que Armando prefería hacer oídos sordos.

Entró al cuarto de servicio y ahí, sentada sobre una mesa con las piernas bien abiertas, vio a la ex segunda al mando de Grimm, Cecilia Lugo, o como ya era más comúnmente conocida: la perra traidora.

Tenía las tetas y las manos llenas de semen e incluso, un poco escurría de su coño, señal de que ya otras personas le habían usado antes que él, mientras que tenía los labios llenos de un líquido transparente y algunos pelos púbicos; no había que ser un genio para adivinar que la doctora la había usado para que le comiera el coño.

Tomó un par de toallas de papel y le limpió el semen que le estaba escurriendo de la vagina y suspiró.

No era mucho, ¿pero en cuantos trabajos te dejarían follarte en tus descansos a una perra mal parida como esa? Con ese pensamiento, se desabrochó el pantalón, sacó su polla erecta y procedió a follarse a esa puta traidora como muchos otros a lo largo de las semanas ya lo habían hecho.

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