Un regalo que vibra solito
Nos regalamos un vibrador y lo estrenamos en la misma fiesta de cumpleaños
- “¿Qué le has regalado a tu tío?...se le ve muy contento…yo siempre tengo muchas dudas…no sé que comprarle…como tiene de todo”, le dice mi esposa a mi querida sobrina Kitten mostrando mucho interés por saber que era lo que yo estaba manipulando hace unos instantes.
- “Algo sencillo… se me ocurrió un día que al venir a casa él no encontraba el mando a distancia para abrir la puerta del parking. Pensé: si tuviera un mando universal siempre en el coche estas cosas no le pasarían”, le responde con todo el aplomo posible.
Mi sobrina sabe que mi esposa me ha sorprendido probando el pequeño mando a distancia que me ha obsequiado junto a una camiseta de deporte, que retendía ser la única parte visible de su regalo. Ha salido airosa ante la difícil pregunta. Nunca mi esposa debe sospechar que mi sobrina me ha entregado el control a distancia de un vibrador, que se ha auto regalado, y con el que pretende elevar la temperatura de nuestros ya tórridos juegos.
Tengo muchas ganas de estar en casa a solas para buscar en internet las indicaciones de funcionamiento y las distintas prestaciones que tiene el aparato que se ha comprado. No se si es uno de esos vibradores en forma de esfera aplastada que se introducen en la vagina o esos otros, en forma de bala que se ponen en una especie de bolsillo que levan las braguitas por la parte interior.
En cualquier caso se que son artilugios que vibran, vibran mucho… provocando una íntima estimulación de la mujer, y que regulando el tipo de vibración y su intensidad puedes provocar intensos orgasmos a tu pareja. Es una buena forma para obtener placer cuando esté sola, para preparar el terreno antes de una relación física normal o…sobre todo…para provocar la estimulación y el morbo al activarlo en sitios públicos, quizás en presencia de otras personas cercanas o no…pero ajenas al juego sexual.
Ese es el regalo que mi querida sobrina me ha hecho. Deja en mis manos el control del aparato para que sea yo quien decida cuando y como activarlo. La propuesta tiene mucho morbo, estoy impaciente por probar como funciona y hacer que mi sobrina se corra como una perra, delante de mí, quizás en algún sitio público. Esa posibilidad me tiene muy turbado y me llena de emoción.
Se que a ella estas situaciones le encantan, está descubriendo poco a poco rincones inexplorados de su sexualidad, me tiene como su tutor…su “papi” dice ella. A mi me encanta que deposite su confianza en mi, al tiempo que me lo paso fenomenal con ella. En los últimos meses he llevado a cabo múltiples de mis fantasías, hemos practicado posturas imposibles, nos hemos dado satisfacción en variadas situaciones… y nos faltaba introducir en nuestros juegos los juguetes y los lubricantes.
Ha sido Kitten la que ha dado el paso, ahora tengo en mi mano el mando a distancia que la hará retorcerse de gusto cuando lo ponga en marcha y vaya alternando los distintos programas de vibración de los que dispone el diabólico aparato.
Hoy estamos en casa de mis suegros, buena parte de la familia está reunida después de varios meses de confinamiento y aislamiento entre nosotros. Celebrar el cumpleaños de uno de mis sobrinos y el mío propio, ha sido la excusa para reunirnos para comer todos juntos. Estoy rodeado por mis familiares mas cercanos, me hablan me preguntan me felicitan y yo respondo de forma casi automática, casi sin pensar…mi pensamiento se ha quedado fijado en “mi regalo” que estoy impaciente por probar.
Mi sobrina Kitten está por aquí cerca, jugando con mis hijos pequeños y ayudando a preparar la mesa. Cuando pasa cerca de mi no puedo evitar mirarla con deseo…está tan rica…disfruto tanto con ella…sabe calentarme tanto y me gusta tanto ver que le voy enseñando lo pone en práctica de inmediato bordando las filigranas.
Hoy lleva una faldita corta que le llega a medio muslo. Tiene bastante vuelo y da la impresión que en cualquier momento se le va a levantar y voy a poder ver sus braguitas con sus nalgas medio desnudas. Por arriba leva un top ajustado, sin sujetador debajo, donde se marcan con nitidez sus pezones juveniles. Unas zapatillas tipo converse completan el atuendo…joven… desenfadado…y muy sexy.
Alguien avisa en voz alta que vayamos hacia el comedor que la comida va a empezar. Nos colocamos en la mesa, somos dieciocho personas;, en un extremo los niños en otro los adultos. A mi me toca en la parte media de la mesa. Enfrente ha coincidido que se sienta Kitten. ¡¡¡Uhmmm que bonita y risueña…me la comería a besos!!!.
En cuanto mi suegro da permiso nos ponemos a comer todos con bastantes ganas. Tras los primeros bocados, en el bolsillo noto que el mando ha hecho una pequeña vibración. Con extremado disimulo, meto la mano y lo saco tapado por el faldón del mantel. Tiene una pequeña lucecita roja encendida, alguien lo activado y ha establecido contacto con el dispositivo asociado.
Sobresaltado levanto la mirada para encontrarme con la cara de mi sobrina que juega con sus labios, como si saborease mucho el bocado, aunque yo interpreto que me está invitando a que le de gusto de otra manera. ¡Uy que atrevida se está volviendo!…le encanta provocarme…sacar el animal que llevo dentro… sabe que esto no tiene vuelta atrás y que me vengare dándole una tremenda cogida como a ella le gusta.
Todavía sobrecogido por la sorpresa, manteniendo la mano oculta bajo la mesa, aprieto el botón central y observo como la cara de mi querida sobrina refleja la inesperada vibración, siente que el aparato se ha puesto en marcha dentro de su chochito. En ese momento yo no se con que intensidad, ni tampoco el tipo de vibración, lo que es evidente es que le producen unos efectos difíciles de ocultar, que le hacen culear sobre la silla como si estuviese quemándose las nalgas sobre un asiento muy caliente.
Esto no ha hecho nada más que empezar. Gracias Kitten por ese nuevo regalo.
Es el momento de jugar. Aprieto el botón en su mitad inferior, enseguida veo aparece en su rostro una clara señal de alivio. Ahora sé que haciendo con esto se reduce la intensidad de la vibración hasta casi detenerla. Probemos ahora sobre el otro lado del botón. El efecto es el opuesto, mi sobrina nota como se va incrementando la intensidad de la vibración, tanto que le cuesta mantener la compostura en la mesa y necesita revolverse en la silla para acomodarse mejor.
Su inocente carita lo dice todo sin tener que pronunciar palabra. Estoy seguro que el aparato esta vibrando con el saliente que tiene incrustado en su rajita. Me puedo imaginar la intensidad de la estimulación observando como mi querida nena se esfuerza en disimular las dulces sensaciones que el juguete le provocan.
A mí me encanta jugar con el mando a distancia, aflojando repentinamente para a continuación volver con una vibración que va aumentando progresivamente desde casi el cero hasta que veo que está a punto de gritar de gusto.
El resto de la familia come tranquilamente ajena a lo que estamos haciendo. A mi suegra le llama la atención que su nieta apenas haya probado el primer plato, cuando el resto ya estamos a punto de acabar.
- “Cariño mío, ¿no te gusta el primer plato? Si quieres te preparo algo para ti…”, le dice con todo su cariño, a lo que mi sobrina responde.
- “No, mami no es eso…es que hoy no me encuentro bien… está muy bueno…pero no me apetece… “ dice haciéndole creer con disimulo que es una indisposición mensual sin que el resto de comensales preste mayor atención.
Superada la interrupción, vuelvo a la carga jugando a variar la intensidad el endiablado vibrador. He descubierto que hay un botón adicional en el lateral que creo sirve para cambiar los distintos programas de vibración de los que dispone. A cada pulsación, y en bucle cerrado, va saltando uno tras otro los distintos modos de vibración. No puedo ver como son, lo único que puedo hacer es observar como va cambiando la expresión de su cara.
Algunos le provocan una cierta relajación, la vibración debe ser dulce. Otros la ponen a punto de levantarse de la mesa, y otros la obligan a meter la mano debajo del mantel para tocarse y aliviar un poco la tensión. Algunas veces pone para mi caritas suplicantes para que reduzca la intensidad y en otras parece desafiarme… parece que me quiera decir: “me gusta, me gusta mucho, pero lo tengo bajo control”.
Me encantaría ver como su chochito abierto como una flor y como debe tener las braguitas bien mojadas. No me resisto a no poder disfrutar de tan bonito espectáculo. Con la expresión de mi cara le anuncio que voy a dejar caer el tenedor y que cuando me agache para recogerlo, espero que separe bien las piernas y me deje ver su entrepierna por debajo de la mesa.
Así lo hacemos, se cae el tenedor, me agacho a recogerlo y miro hacia el otro lado de la mesa para ver como esta de despatarrada mi sobrina. Me gusta ver su entrepierna, sus braguitas con corazoncitos completamente mojadas y sobre todo…. su mano… que con el dedo índice me hace la señal de que vaya hacia ella.
Uy, estoy deseando terminar la comida para recoger el fruto de esta estimulación mecánica que tan buen resultado está dando.
Terminamos el primer plato y Kitten se levanta de la mesa para ayudar a recoger los platos, mientras el resto de mujeres están en la cocina para dar los últimos toques al segundo plato. Es el momento que puedo aprovechar para poner mi mano debajo de la faldilla, darle un apretoncito a la nalga y sentir como su sexo humedece sus braguitas.
Es un tocamiento arriesgado pero no me puedo contener. Me siento muy a gusto y bastante embravecido por la adrenalina que ha generado la situación. Mi sobrina me lanza un beso al aire, muy discreto y sutil, para que nadie más lo vea. Es la señal que estaba esperando…tengo que encontrar la manera que esta calentura de ella y mía tenga un buen final.
- “Papi, es el regalo más extraño que me han hecho nunca, me ha encantado, nunca pensé que pudiera ser tan excitante y placentero”, dice mi sobrina llena de emoción a escondidas del resto de la familia y mientras tengo mi mano entre sus piernas.
Su cara lo dice todo, está exultante de alegría y satisfacción. Por fin hemos llevado a cabo una de nuestras fantasías más morbosas, hemos estrenado mi regalo en medio de la fiesta de celebración de mi cumpleaños.
Recuerdo que mis padres quisieron fomentar en mí la pasión por la música o al menos el sentido del ritmo y la melodía. Cuando tenía nueve años me regalaron “un teclado electrónico” que consistía en una consola portátil con cuarenta y seis teclas, entre blancas y negras.
Al ponerlo en marcha podías elegir entre ocho ritmos diferentes que sonaban como fondo y sobre estos podías tocar las teclas a tu elección para componer una canción o seguir una de las partituras de ejemplo que acompañaban a las instrucciones del aparato.
Cambiando la posición de una tecla interruptor se pasaba fácilmente de un ritmo salsero, a otro country, rockero o clásico. Yo no tenía buen oído, pero me gustaba mucho pasar de un ritmo a otro. Lo dejaba sonar como música de fondo mientras jugaba con otras cosas, aunque de vez en cuando volvía a él para seleccionar otro ritmo.
Todo esto lo cuento porque mientras juego con el mando vuelve a mi aquel recuerdo en los que me gustaba cambiar repetidamente la melodía.
Mientras ella termina de recoger los platos de los más peques, es la ocasión perfecta para probar otro ritmo. Con torpeza selecciono el modo combinado y una intensidad alta. Inmediatamente se vuelve hacia mi como diciendo: “pero que haces!!!”. Vuelvo a manipular el aparato hasta dejarlo en una intensidad suave que le permite continuar con la tarea.
Durante el segundo plato nos damos un descanso, aunque no por ello disminuye nuestra excitación.
Llega el tiempo del postre y café para los mayores. Se abre un maravilloso tiempo para la conversación amena y distendida; los más pequeños ya se fueron fuera a jugar en el jardín. Entre todos recogemos la mesa antes de salir al jardín para disfrutar de la sobremesa. En medio de barullo que se organiza entre el salón y la cocina llevando platos y vasos, tengo oportunidad de meter la mano debajo de la falda de mi sobrina para palparle las nalgas.
Ya en el jardín, mi suegra le pregunta a su nieta:
- “Kitten, le has enseñado a tu tío la bicicleta antigua que tenemos en el desván… esa que tanto te gustaba de pequeña… quizás la podáis restaurar entre los dos”.
- “no, nooo…mejor la dejamos así…como está…viejita…pero autentica”, dice mi sobrina.
- “Bueno, me parece bien dejarla como esté…pero me gustaría verla…a mí, esas cosas antiguas me van mucho”, intercedo pensando que puede ser una excelente excusa para ausentarnos los dos juntos durante unos minutos.
Tras a insistir mi suegra, mi sobrina accede a acompañarme hasta el segundo piso donde se encuentra retirada la bicicleta. Los niños juegan alegres alrededor de la piscina y los mayores charlan o medio dormitan recostados en tumbonas. Solo mi sobrina y yo parecemos estar totalmente despiertos, nos encaminamos hacia la casa pensando que tenemos unos minutos para dar rienda suelta a nuestra desatada lujuria.
A medida que mi sobrina va caminando a un par de pasos por delante de mí, le voy dando golpecitos en las nalgas que nadie puede ver. ¡¡Uhmmm que culito tan lindo tiene!! Al llegar al interior de la casa, cerramos la puerta a nuestra espalda y nos dejamos llevar por la pasión. Le abrazo, te agarro los pechos, le pongo la mano por detrás para cogerla del cachete. Ella enrosca una pierna sobre mi muslo y me abraza mientras me come la boca como una hambrienta.
Tras unos instantes de frenético magreo entre ambos, mi sobrina se deshace de mi abrazo para salir corriendo escaleras arriba. Voy tras ella, logro alcanzarla en el tramo de escalera que va desde la primera planta hasta la segunda. Me espera allí para volver a fundirnos en un nuevo abrazo, que ahora parece que es mas seguro pues estamos en un sitio desde el que podremos oír si alguien se acerca.
Las intenciones de mi sobrina son claras: va directa al pantalón, me baja la bragueta y mete la mano en busca de mi polla. Estoy excitado como un burro, la tengo enorme y no creo que sea capaz de sacármela si no me baja los pantalones por completo.
Por mi parte estoy ansioso por ver el efecto que ha producido el juguetito en el chochito de mi sobrina. Quiero ver como se ha acomodado a la vibración, cuando se ha dilatado y cuanto se ha mojado. Conozco a mi sobrina y que su vulva estará bien jugosa.
Tenemos muy poco tiempo, después de unos instantes de tocamientos, nos miramos y nos preguntamos cómo continuar para poder desahogar nuestra tensión. Tras un momento de vacilación, hago que se dé la vuelta, se ponga en cuclillas sobre un par de escalones por encina del rellano dándome la espalda, con el culito en pompa para que quede bien accesible para mí.
Kitten se quita rápidamente la braguita que arrastra al vibrador que tan buen rato le está dando. Mientras, yo me bajo el pantalón, y no me resisto a la tentación de cogerme la polla para darle un par de meneos intensos.
Firmemente apoyada sobre el escalón, me presenta sus nalgas de un modo increíble, con su chochito esperando a que mi polla lo complete. Me agarro fuerte a sus caderas y la voy penetrando desde atrás. Cuesta un poco encontrar la posición correcta pero cuando lo consigo me permite una penetración vigorosa, profunda e intensa. Kitten permanece inmóvil, y soy yo quien balanceo todo mi cuerpo adelanta y atrás con fuerza para que mi polla salga y entre disfrutando de todo el recorrido.
Intercalo golpes secos e intensos que hacer que mi glande golpee con fuerza en la cerviz de su matriz provocando intensos gemidos. A mi sobrina estos empujones más fuertes le encantan y para sentirlos con toda su intensidad y contundencia, se apoya en el escalón para mantener firme la postura e incluso empujar hacia atrás.
En medio del desenfreno veo que mi sobrina se lleva una de las manos a la entrepierna para poder masajearse el clítoris y así conseguir un rápido orgasmo. Gime como una perra en celo y eso a mí me pone a cien por hora.
Yo no dejo de empujar hacia dentro y hacia afuera moviendo mis caderas con un ritmo creciente. Le cojo por la cintura y aprieto con fuerza. Para aumentar la presión, alargo una mano, la pongo sobre su hombro y tiro de ella con fuerza hacia mí.
Kitten no deja de gemir y temo que alguien nos pueda escuchar. Eso no me detiene en mi alocado vaivén, le cojo del pelo y le doy unas ultimas embestidas antes de correrme. Le doy unas palmadas en la nalga como poniendo fin a la cabalgada tan excitante que hemos protagonizado.
Los dos necesitaremos unos minutos para recobrar el aliento y todavía nos quedará tempo para subir al desván.
Deverano.