Un regalo inesperado en Navidad(cap 3: decisiones)

La mayoría de las veces la razón y el corazón se encuentran en un constante conflicto en el cual la primera, siempre nos obliga a actuar acorde al "deber ser", pero... ¡es tan difícil ignorar al corazón!

Era todavía de madrugada cuando Edu me despertó acariciando mi cara; eran más bien leves roces con la yema de sus dedos, como si temiese nuevamente una reacción negativa de mi parte. Me había quedado profundamente dormida, abrazándolo con mi cara reposando en su espalda. Era increíble la sensación de seguridad y confort que me brindaba su presencia, nunca me había sentido así.

-          Buenos días enana – susurró sonriente muy cerca de mí mientras yo me limitaba a mirarlo entre la nebulosa del sueño.- ¿Sabes? Soñaste conmigo toda la noche porque no parabas de decir mi nombre y de tocarme. ¡Y eso que solo fue un beso!

-          ¡¡Idiota, no es cierto!!- protesté sonrojada por la situación.

-          ¡Vale, vale! Pero sabes que me quieres.- decía con una seguridad en sí mismo que no me desagradaba.

-          ¡Vale! Sólo un poco, lo admito.

Hubo un silencio en la habitación; él tumbado aún en la cama e incorporado sobre uno de sus codos, mientras me observaba. Yo, simplemente, seguía tumbada en su cama con mi cabeza sobre la almohada y dejandome acariciar por ese chico que había puesto mi mundo del revés.

-          Oye Nerea ¿Te puedo preguntar algo?- dijo Edu con gesto grave, lo que me hizo incorporarme preocupada.

-          Ya lo has hecho, pero vale dime.

-          ¿Tanto te molestó que te besara? Porque si es así de verdad discúlpame, yo no quería incomodarte, es sólo que tú… Tú me encantas.- dijo mi primo clavando su mirada en las sabanas que nos cubrían.

-          No sigas, por favor.- supliqué tapándome la cara

-          No lo puedo evitar, me duele que seas mi prima y  tener que pasar por esta situación.- dijo él separando las manos de mi cara y agarrándolas con fuerza.- Creo que si tú me dices que lo haga sería capaz de enfrentarme hasta a mi propio padre. ¡Te quiero, enana! Lo siento si te afecta pero te quiero como nunca he querido a una mujer. La manera en que compartimos secretos, en que hablamos, tus chistes… Nunca me había sentido así con nadie y no es justo que por ser primos no pueda tenerte…

Separé las manos de él, en un gesto que sorprendió al chico. Sabía que podía ser interpretado como un nuevo rechazo así que volví a ponerlas al abrigo de su tacto; por nada del mundo quería herirlo, porque había conseguido que me importaran tanto sus sentimientos como los míos propios… Lo había dicho. Siempre supe que ese chico sí que se  atrevería a dar los pasos que yo no podría; ese chico que había volteado mi mundo en cuestión de días, se había abierto a mí confesando sus sentimientos. ¿Lo peor? Yo sentía lo mismo ¿o sería lo mejor?

Pero es que imaginad la cara de la familia. ¡Hola familia! ¿Saben? Por fin conocí a un chico, lo que tantas ganas teníais… ¡Ahh! Por cierto,  ya lo conocéis.  Es mi primo Edu… Vaya caos, no quiero ni pensar en la cara de mi abuela… Mínimo un ataque al corazón. Por dónde lo quisiera ver no tenía sentido. Yo, Nerea, la mujer que todo lo tenía que tener controlado hasta un límite absurdo no podía afrontar una locura de esa magnitud ni aunque fuera lo que más deseaba en ese mundo. Simplemente no era algo razonable, pero… ¿Era el amor razonable? ¿Cómo hacerle entender al corazón que no entiende de las razones por muy lógicas que sean?

-          Nerea, háblame por favor. Necesito saber que piensas.- me dijo Edu mirándome muy serio.

-          A ver grandote, esto no tiene nada que ver con el beso.- dije negando con la cabeza sin atreverme a mirarlo a los ojos.-  No es solo eso, tú eres mi primo y no está bien, por todas las razones que ya sabemos. Puede que tengas razón y sé lo que me dirás; que no es justo, que no nos vemos como primos porque no crecimos como tal, nos conocimos como un hombre y una mujer, sin parentesco, creando una especie de conexión entre ambos… ¡Por supuesto que yo sentí todo eso aquel día!  Pero desde el momento que supe que eras mi primo, tenemos una realidad que nos aplasta.

-          Lo sé – dijo bajando la mirada triste.- Pero la vida ya te dije que es cuestión de impulsos; dime que no sientes nada por mí y juro que no te volveré a molestar.

-          Nene, claro que siento algo por ti. No me meto en la habitación de cualquier chico para compartir cama con él – le dije agarrándole suavemente la barbilla para mirarle a los ojos y haciéndole sonreír.- Quiero que sepas que eres una de las personas más especiales que tengo en mi vida y que me duele profundamente no poder corresponderte como tú quieres. Pero yo no soy como tú; no vivo por impulsos porque en la vida aprendí que las personas deben ser responsables de sus actos… Las circunstancias hicieron que sólo pudiésemos ser grandes amigos. Pero, ¿sabes algo? Me alegra haberte conocido, he aprendido más cosas contigo en unos pocos días que en los últimos años. De eso no me arrepiento ni un solo momento y fue por eso fue que bajé a pasar la noche contigo. Tenía que verte, explicarte y pedirte perdón por mi reacción infantil tras el beso.

Edu resopló como si necesitara un hueco en sus pulmones para asimilar todo lo que le estaba diciendo; yo estaba casi más asustada que él porque, con toda seguridad, era la conversación más larga que había tenido con un chico en los dos últimos años de mi vida.

-          Bueno eso y que querías verme sin camiseta de nuevo.- sonrió con una naturalidad que me sacaba de mis casillas aunque me encantaba.

-          ¡Anda ya, tonto! Mejor me voy a mi cuarto que la abuela madruga y como me vea en tu habitación, creo que te manda a Inglaterra en un ataúd.

-          ¡Genial! O sea que tú invades mi habitación y al que matan es a mí.

-          A ver guapo, así como Christian es mi primo favorito, yo soy la nieta favorita de la abuela. Simple.- le guiñé un ojo mientras me dirigía a la puerta.

-          ¡Nerea! Prométeme algo.- dijo el chico acercándose a mí y haciendo que mi corazón se desbocara.- No me separes de ti, sigamos como hasta ahora. Como antes de ese estúpido beso. De verdad que lo siento.

-          Recuerda, primito. Debes ser responsable de tus actos; ese beso existió y no debes renunciar a él.

-          No, Nerea. Digo que siento que no te gustara. Yo te besaría una y mil veces.

La seguridad de sus palabras me dejó perpleja y, en ese momento de incredulidad, aprovechó para volver a besarme esta vez en la mejilla. ¿Cómo podía ese hombre hacer sentir tan especial con unos gestos tan sencillos? No era el chico que busca impresionar con actitudes soberbias, sino el tipo que no tiene miedo a mostrar lo que es. Alargó su mano y me miró a los ojos con una intensidad que me abrasaba el alma.

-     Amigos y primos, nada más. Prometo no ponerte nunca en un aprieto así sin    avisarte.- sonrió de forma pícara, sabiendo al instante que esa frase tenía trampa.

Estreché su mano sintiendo de nuevo un escalofrío; me empeñaba en negar lo evidente, cuando esos impulsos de los que hablaba Edu me invitaban a besarlo con locura y olvidarme de la moral establecida.

-          ¡Vale primita! Pero eso sí, pongo una condición. Me debes otra visita a tu paraíso… Quiero volver a nadar en ese lago. Esta vez no habrá beso.- bromeó el chico que miraba con disimulo mis piernas.

-          De acuerdo pesado, pero esta vez te lleva bañador que no quiero conocer tu colección completa de boxers.

-          ¡Trato hecho! Pero por mí, puedes volver a llevar a las ovejitas.

-          ¿Ovejitas?- pregunté sin saber muy bien a que se refería.

-          Me encantaron esas braguitas.- sonrió Edu que seguía jugando a la provocación causando estragos en mí.

-          ¡Idiota!- reí tratando de golpearlo en el brazo, pero él me sujetó el brazo.

-          Nada de besos, nada de golpes.- dijo guiñando un ojo.- Y ahora vete de mi cuarto que las señoritas decentes no se meten a hurtadillas en los cuartos de los chicos.

Salí refunfuñando de aquella habitación, más confundida si cabe de cómo entré. Había hecho comprender a mi primo que perseguía un imposible. Pero, del mismo modo, me di cuenta que cada vez deseaba con más fuerza que nunca desapareciera de mi vida.


Los días transcurrían en la casa de campo y la tensión entre ambos había disminuido, aunque a veces mi primo volvía a dejarme en evidencia con sus comentarios de dobles sentidos. De todas formas, me entristecía ver que Edu había decidido guardar una distancia prudencial conmigo; no había malos gestos y sí mucho cariño. ¿Qué pretendía que ocurriera con mi actitud? Si rechazas a un chico, lo normal es que se distancie de ti. Josefa siempre me ha advertido que busco lo imposible si busco amistad entre personas que se desean; no puedes compartir según que tipo de inquietudes con el hombre que desea formar parte de ellas. Ridículamente idealista decía con ese gesto de disconformidad tan característico en ella

La cosa es que me sentía mal al ver que ya no hablábamos como antes; Edu no evitaba quedarse a solas conmigo pero sí que procuraba no alargar en demasía esos momentos. Una sonrisa, una caricia suya y huía como si mi presencia le quemase. Pasó esos días jugando con Christian a futbol y ayudando a mi padre y mi tío en tareas domesticas. Eso sí, cada noche subíamos juntos y nos despedíamos en la puerta de su habitación como si fuera el final de un camino, la frontera de un deseo.

Así llegó la noche de Fin de Año, que sería la última que pasáramos todos juntos en familia en la casa de campo, aunque ellos tardarían aún dos semanas en volver a Leicester. Noté como me temblaban las piernas al quedar frente a los ojos de Edu con el vestido que elegí para la cena especial. Un vestido escotado con la espalda al aire y la falda por debajo de las rodillas; nada del otro mundo, pero las mujeres de la casa se empeñaron en que no había razón para no vestirse con las mejores galas.

-                      Estás muy guapa.- me susurró al sentarse a mi lado en la mesa.

-                      Eso son los ojos con los que me miran.

-                      Me puedes pedir que no haga caso a mi corazón, pero no me pidas que me arranque los ojos.- dijo con una seriedad que me hizo sentirme mal.

Algo había cambiado en él esa noche; estaba a la defensiva como si tuviera el mismo miedo que yo a que esa noche acabara. Como si la noche pondría un muro entre nosotros al viajar a la ciudad. Y esa actitud me dolía, me dolía demasiado no tener al Edu de siempre. La cena trascurrió sin una sola palabra entre nosotros, pero con bromas con el resto de comensales, hasta que llegó el brindis tras comer las uvas.

-                      ¡Brindemos porque en este año nuevo cumplamos todos nuestros deseos!- dijo mi padre con la copa el alto.

-                      ¡Salud!- gritamos todos, incluso el pequeño Christian con un vaso de coca cola, chocando nuestras copas.

Cuando me volteé hacia Edu para brindar con él, me miró con cara seria y no levantó la copa ante mi ofrecimiento.

-                      Por favor, Edu…- le rogué por lo bajo con cara de circunstancias ante la mirada indirecta de algunos de nuestros familiares.

-                      No me obligues a brindar contigo por algo en lo que no creo.- susurró con una mirada vacía de sentimientos.- Este año nuevo no se cumplirán todos mis deseos.

Después sin decir una sola palabra más, pasó el resto de la noche alejado de mí. Charlaba con mi padre, con mis tíos y con cualquiera que lo mantuviera ocupado lejos de mí. Yo me senté en el sofá junto a la chimenea esperando a que la gente se comenzara a marchar; sabía que si me subía a mi habitación, notarían que algo extraño pasaba. Creo que perdí la noción del tiempo con la mirada perdida en el fuego, cuando Edu se sentó a mi lado con dos copas de champagne.

-                      Lo siento, Nerea… De corazón, soy un estúpido.- dijo ofreciendo una de las copas ante mi sorpresa. Esa sonrisa volvía a su rostro y mi corazón se sintió aliviado.- Salud, porque cumplamos nuestros deseos y, sobre todo, seamos muy felices.

Se tumbó en el sofá y se quedó dormido con su cabeza entre mis piernas. Creo que fue en ese instante cuando me di cuenta que, a pesar de mi cabezonería, yo amaba a ese hombre.

Nos fuimos quedando solos cuando las pocas personas que quedaban, se marcharon a su habitación. Podía intuir que quedarme a solas con Edu en aquel sofá podría despertar habladurías, pero al menos mi padre se fue a dormir mucho antes. No quería que acabara ese momento nunca. Nuestro pequeño momento de intimidad.

-                      Nerea, ¿os vais a quedar aquí?-dijo mi tía Julie, la madre de Eduardo, acercándose a mí.

-                      Sí, tita. El primo se durmió; lo dejaré descansar un rato y cuando me cansé lo largaré a la cama.

Mi tía Julie sonrió con un gesto muy parecido al de su hijo; empezaba a comprender de donde venía el magnetismo que tenía mi primito. Cuando ya estaba punto de subir las escaleras, se detuvo y me miró con cariño.

-                      Mi niña, a veces la vida se empeña en complicarnos. No es más inteligente quien evita las complicaciones sino el que sabe salir de ellas. Buenas noches.- me dijo lanzándome un beso.

Cuando estuve a solas, pero acariciando la cara de mi primo, no pude evitar que unas lágrimas cayeran por mis mejillas. ¿De verdad era eso lo que quería? ¿Dejar que Eduardo se alejara de mi vida para siempre?


Al contrario de lo que yo podía pensar, aquella noche de fin de año significó un antes y un después en nuestra relación. Edu era más atento que nunca conmigo, pero a la vez respetaba ese imaginario límite entre primos que yo ya no estaba tan segura de querer guardar. La gran afinidad que había nacido entre Christian y Edu hacía que, mi deseado primo, nos acompañara a cada una de nuestras visitas al parque. Se limitaba a invitarme a un helado o a bromear conmigo sobre los extraños libros que leía.

Yo me conformaba con tenerlo cerca y disfrutar de nuevo de esa estrecha relación que tuvimos al principio; digamos que las preocupaciones por los malos entendidos desaparecieron con el cambio de actitud de mi primo. Las bromas y las charlas eternas en el parque eran asiduas. Solo habría que esperar a que llegara el día en el que regresara a Leicester y pasar un mal trago, pero de eso ya me ocuparía.

Todo iba genial en ese mundo ideal que había creado sin implicarme más de lo debido hasta que apareció mi primo Juan. ¿Qué quien es mi primo Juan? Pues digamos que es el típico primo odioso que se empeña en complicar la vida de la familia, siempre metido en algún lío del que mis tíos tenían que sacarlo. De pequeños habíamos estado muy unidos pero sus continuas salidas nocturnas y su trato vejatorio a algunas de sus parejas me hicieron alejarme poco a poco de él.

Yo nunca había sido muy amiga de las salidas nocturnas, excepto a casa de algunos de mis amigos donde organizábamos interminables barbacoas, por eso entendía que mi primo Edu saliera con Juan para disfrutar de la noche. El problema fue la conversación que escuché entre mi tía Julie y mi madre, sobre Edu. Yo aparecí en la cocina para coger mi taza de café y marchar a mi habitación, como solía hacer.

-                      Nerea, ¿a qué hora volvisteis de la barbacoa?- preguntó mi madre.- ¿Se quedó Edu allí cuando te marchaste?

¿Volvimos? ¡Edu no había estado conmigo en toda la noche! ¡No me podía creer que me hubiera usado para engañar a mis tíos haciéndoles creer que estaba conmigo en aquella fiesta con mis amigos.

-                      No lo sé, estábamos juntos pero con gente diferente. ¿Qué ha pasado?- pregunté, tratando de averiguar.

-                      Juan vino a recogerlo anoche sobre las ocho de la tarde y aún no ha aparecido. ¡Son las once de la mañana!- dijo mí tía Julie, molesta por una actitud que no era normal en su hijo.

-                      Tita, no te preocupes. El primo estaba bien; en la fiesta no había tanto alcohol como para que pasara algo. Seguramente, como Juan vive solo se habrá quedado a dormir en su casa;  estarán aún durmiendo, solo eso…- dije inventando una excusa para ayudar al idiota de mi primo.- Ahora he quedado con Juan, si están juntos le diré que te llame.

-                      Hazlo, no es normal en él no avisar si va a dormir fuera.

Entré en mi habitación echando pestes sobre mi primo Juan y el lío en el que había metido a Edu. Pero, ¿por qué disculpaba a Edu? ¡Ya era mayorcito para dejarse llevar por ese estúpido! Me apresuré a colocarme unos jeans una camiseta amplia y mi cazadora vaquera para salir a la fría mañana de Enero. Comencé a pensar camino de la casa de mi primo Juan tratando de preparar la charla que tendría que darle, porque nunca hubiera esperado eso de él. Como sintiendo el enfado que llevaba, sonó mi teléfono.  Era Josefa. Definitivamente era como una vidente; a veces me preguntaba como lo hacía para llamarme en los momentos más indicados.

-                      Buenos días, cabezota. Ayer te fuiste muy temprano de la fiesta.- me riñó Josefa que siempre pretendía que me relacionara mucho más en la búsqueda de la pareja perfecta.

-                      ¡Bah, no es nada! Sólo que tenía frío y ya sabes que soy experta en coger resfriados.

-                      Vale, o sea que por supuesto no tiene nada que ver con que tu primo Edu no estuviera en la barbacoa…- ironizó mi amiga que me conocía como una hermana mayor.

Quedé callada al otro lado de la línea porque sabía que era absurdo tratar de mentirle; conocía el tono de mi voz y esa estúpida manía de mirar al suelo cuando no decía la verdad entre tartamudeos.

-                      La verdad que no te entiendo, Nerea.- espetó mi amiga.- Fuiste tú quien le pediste espacio y que te tratara como a su prima; eres tú quien se ha empeñado en no dejarse llevar por lo que sientes. ¡Vamos! ¿Has visto los ojos con los que te mira?

-                      ¡Eso da igual! Todo está como debe de estar, somos amigos y familiares; nos cuidamos, nos preocupamos por el otro y… ¡le voy a arrancar los ojos cuando lo encuentre…!

-                      ¡Hey espera! ¿Me he perdido algo?

-                      Voy camino de casa de mi primo Juan. Por lo visto, Edu tuvo la feliz idea de decirme a mi tía que estaría en la barbacoa conmigo. Y, ¿adivina quien ha estado de fiesta  toda la noche y no ha dado señales de vida aún?- expliqué a Josefa muy enfadada.- ¡Voy a sacarlo de la casa de Juan a golpes!

-                      ¡No, no, Nerea! ¡Ni se te ocurra ir a casa de Juan a buscarlo!- me ordenó bruscamente.- No es una buena idea…

-                      Josefa, ya te he dicho que ante todo es mi primo y su madre tiene un enfado monumental. Así que por una vez, permíteme que no te haga caso y…

-                      ¿Por una vez? ¡Si nunca me haces caso, cabezota!- rio a carcajadas mi amiga.

-                      Vale, luego hablamos…- colgué el teléfono ante la puerta del piso; no quería que Josefa me convenciera de algo que pensaba que era lo correcto.

El piso de mi primo estaba en una segunda planta de un edificio; yo había estado un par de veces allí hace bastante tiempo, pero poco había cambiado. Seguiría siendo el destartalado piso de un mal estudiante que pasaba su tiempo libre entre fiesta y fiesta; no puedo decir que Juan fuera mal chico, simplemente que vivía su bola. Trabajaba para él y disfrutaba para todos. Una extraña filosofía de vida que poco tenía que ver conmigo.

Llamé al timbre con un ritmo acorde con mi estado de animo: continuo y martilleante. Juan abrió la puerta en con un pantalón deportivo y sin camiseta; su pelo largo despeinado y la forma de frotarse los ojos denotaban que no hacía mucho que se había despertado.

-                      ¿Nerea? ¿Qué haces aquí?- dijo sorprendido por la inesperada visita, dada la poca relación que teníamos.

-                      ¿Dónde está Edu?- dije pasando por su lado al interior  de casa.

-                      Pasa, pasa…- ironizó con una sarcástica sonrisa.- Perdona por las pintas pero me han desterrado al sofá, ¡en mi propia casa! Edu ha ocupado mi habitación.

Como sospechaba la casa estaba hecha una pocilga; vasos medio llenos encima de la mesa, con botellas de licor abiertas, una baraja de cartas, cajas con restos de pizza e incluso un billete enrollado en forma de canuto que podía significar el consumo de cocaína. Una sensación de desasosiego me invadió. ¿De verdad Edu era tan diferente a como lo había conocido?

-                      La tía Julie tiene un enfado impresionante; te has llevado de fiesta a Edu y lleva no ha parecido aún. ¡Tenías que ser tú! Juan, siempre tienes que estropearlo todo.

-          ¡Hey, primita no te pases! Yo no pongo un cuchillo en el cuello de nadie. Edu se lo pasó de puta madre. Quizás esté aburrido de estúpidos paseos por el parque viendo jugar a Christian…

-          ¿E…Eso te ha dicho?- tartamudee impresionado porque contara nuestras cosas a semejante personaje.

-          Tú siempre has sido la niña buena de la familia, ¿verdad? “Juan es el chico problemático” “Juan no tiene futuro”- imitaba mi primo las opiniones que la familia tenía formadas sobre él.- Y ahora resulta que otro primo quiere darse una fiesta y la culpa es de Juanito. ¡Pues no!

-          Dudo mucho que Edu quisiera darse una de tus fiestas.- le acusé agarrando el billete enrollado, efectivamente con restos de cocaína.

-          ¿Ah no?- dijo muy ofendido Juan.

Se acercó a la mesa y buscó entre el desorden de basura y restos para encontrar tu teléfono móvil; se afanó en buscar unas fotografías y lo puso en mi mano. Mi corazón casi se detiene… Edu abrazado a una chica brindaba a la cámara con un vaso de chupito en la mano. Su cara desencajada y su amplia sonrisa denotaban que, como Daniel decía, nadie le había puesto un cuchillo en el cuello.

-          Un momento…- dijo Juan al ver mi cara de decepción.- ¿Te gusta Edu? ¿Es eso?

-          ¡No seas idiota Juan! Siempre tienes que malinterpretar todo- dije poniendo el teléfono móvil en su mano para buscar a mi primo Edu en las otras habitaciones.

La primera, era una pequeña habitación con el ordenador personal y con más desorden aún que el salón. Cerré la puerta y me dirigí a la otra habitación; la puerta estaba entreabierta y la abrí de golpe… Allí estaba Edu durmiendo bocabajo, con tan solo los boxer puesto y la almohada tapándole la cabeza. Me disponía a acercarme a él, cuando escuché un ruido en la puerta de al lado, donde estaba el baño.

-          ¡Vaya, tu primito me llenó entera! ¡Y dos veces!- decía un voz femenina, presumiblemente dirigiéndose a mi primo Juan.

Salí de la habitación hacia el pasillo donde me encontré de morros con una chica recién salida de la ducha, tan solo envuelta en una pequeñísima toalla.  Unas inmensas tetas casi seguro operadas y unas piernas tan largas que parecían no tener fin. No hay duda de que era la chica de la foto y se quedó perpleja al verme allí.

-          ¡Uy, perdón! No sabía que había alguien. Soy Alicia…- dijo la chica alargando la mano y haciendo verdaderos esfuerzo por no quedar desnuda delante de mí.

No contesté. De hecho, no recuerdo muy bien si balbuceé algo antes de dejar a la chica allí plantada y dirigirme hacia la puerta de salida. Juan trató de sujetarme pero el violento gesto de mi brazo le hizo desistir.

-          Nerea, espera…

-          ¡Tienes razón en casi todo lo que has dicho! Puede que Edu se lo pase mejor aquí que con nuestros estúpidos paseos ¡Cuando se despierte después del gran esfuerzo hecho anoche le dices que haga el favor de llamar a su madre!

Me marché de allí sin dudar en dar un fuerte portazo para tratar de joder el sueño de ese cabrón. Sabía que yo era responsable por haberlo rechazado, pero no me esperaba que se acostara con la primera tía que se cruzara en su camino. Además, ¿una de las zorras amigas de mi primo Juan? ¡Por favor! Lloré desconsoladamente por la traición de confianza, porque lo más me había dolido era que hubiera ridiculizado nuestros momentos en el parque y… ¿Qué más le habría contado?

Así que tomé mi decisión, terminaría con toda aquello, no estaba dispuesta a sufrir de nuevo como me ocurrió con Alessandro y sus miles de engaños, pondría tierra de por medio mientras llegase el día de su vuelta a Inglaterra. De manera que empaqué y tras inventar una excusa me puse en marcha a la casa de campo, ese lugar que nuevamente me vería con el corazón destrozado y me serviría de refugio.

CONTINUARÁ


Siento mucho la demora en subir este relato, pero entre las fiestas navideñas y el ordenador malo, se retrasó un poco la historia.

¡Gracias!