Un regalo inesperado en Navidad (cap. 6: La ducha)

Penúltimo capítulo de esta saga, en la cual Nerea y Edu comienzan a tomar decisiones que tendrán consecuencias de por vida con sus familias.

Entre bromas y risas llegamos a la casa, Edu definitivamente era demasiado torpe para esto del excursionismo de montaña, se cayó un par de veces y caminaba como si lo hiciera sobre huevos, tendría que haberlo grabado para tener material para reírme en momentos de cabreos. Definitivamente Josefa me había dado un empujoncito a la dirección correcta, supongo que harta de verme sufrir con esta situación y con mi pasado que no era nada bonito, decidió contarle la verdad sobre mi huida a Edu cuando éste la fue a buscar.

  • Edu, anda a ducharte mientras preparo algo para cenar – dije.

  • Se me ocurre una mejor idea pequeña ¿Qué te parece si ahorramos agua y nos bañamos juntos? Podría enjabonarte un poco la espalda mientras te hago un masaje como te prometí – diciéndome esto último al oído produciéndome un escalofrío.

  • ¡Vaya! ¿No ha sido suficiente?

  • ¿De ti? Nunca.

Subimos las escaleras mientras nos desvestíamos, parando algunos momentos cuando urgía un nuevo beso, al llevar él entro ajustando la temperatura del agua mientras me invitaba a unirme tendiéndome la mano. El contraste del agua con nuestros cuerpos muy juntos, besándonos acariciándonos era inigualable, no dejaba de acariciar su trasero ni un solo minuto, era adicta a ese trasero.

  • Nerea date la vuelta nena, que nos hemos venido a duchar, qué manía la tuya de quererme violar – dijo haciéndose el ofendido.

  • Sí claro, pobre Edu, me vas a hacer llorar jajajajajajajaja

Tomó un poco de gel y se lo esparció en ambas manos, comenzó por mis hombros lentamente en pequeños círculos para luego seguir a mi columna vertebral, recorriéndola de arriba abajo con sus pulgares haciendo la presión justa para volverme loca de placer.

-  Ummmmm, no pares por favor.

  • Chissssssssssst.

Continuó con un masaje tradicional para poco a poco bajar como si estuviese tocando piano, hasta llegar a la parte baja de mi espalda que más que un masaje era una caricia que me causaba escalofríos; era mi punto débil y no sé cómo diablos lo encontró. Él sólo se limitaba a oírme gemir y continuar acariciándome. Aún desde atrás subió sus manos a mis pechos en los cuales se entretuvo un buen rato; con el jabón las caricias eran aun más placenteras.  Edu lamía mi oreja, la mordía, me susurraba cuanto me deseaba, ya no podía aguantar más así que traté de voltearme pero no pude, era más fuerte que yo.

  • Es mi turno – le dije.

  • Chissssssssssssst que esta vez mando yo y no he terminado contigo, primita – dijo mientras comenzaba a bajar su mano aún enjabonada.

Recorrió mi rajita con un leve toque jugando a desesperarme; le encantaba ese juego. Esperó unos instantes y, cuando ya no podía más, jugó con mi clítoris dándole suaves caricias en movimiento circular arrancándome un gemido tan fuerte que me dio un poco de vergüenza, con el pulgar continuó frotándome mientras introducía dos dedos en mi interior aumentando cada vez más el ritmo para, cuando ya no podía más, detenerse en seco.

  • No primita, así no te correrás… No esta vez.

Me enjuagó por completo y se arrodilló ante mí. Si sus manos eran la gloria, no podían compararse con su boca. La situación me superaba, ver a Edu de rodillas comiéndome de esa manera no podía igualarse con nada; me penetraba con su lengua varias veces y luego subía y daba toquecitos en mi clítoris. La rapidez con la que luego jugaba en todo mi coñito mientras me sonreía pícaramente pidiéndome que me corriera en su boca me encantaba. Mi cuerpo se tensó, ya estaba allí y él lo sabía; aumentó un poco más la velocidad y me corrí como nunca antes lo había hecho.

Las piernas me temblaban, Edu tuvo que agarrarme para que no me cayera y entre besos y caricias me levantó, pegándome al frío mármol, para entrar de una sola estocada. Mis piernas, entrecruzadas en su espalda, lo acompasaban con el vaivén de sus caderas a un ritmo moderado mientras nos comíamos la boca; nuestros gemidos creo que se escuchaban hasta en el lago y creo que casi ocasiono un accidente cuando dejé de besarlo para jugar con su oreja, lamerla, morderla… Cómo respuesta aumentó el ritmo de la penetración al máximo pero sin llegar al extremo de hacernos daño.

  • Más…. Más Edu… más rápido aaaaaaaaaaaggh que bueno.

Y lo hizo vaya que lo hizo, sacó fuerzas no sé de donde que sus embestidas fueron aún más profundas y más fuertes llevándonos a la corrida casi simultánea. Me bajó a los pocos segundos mientras intentábamos recuperarnos, esta vez yo lo enjaboné a él, aunque estuvimos tentados con seguir estábamos exhaustos así que luego de darnos otra enjabonada y lavarnos el cabello salimos de la ducha a vestirnos para preparar la cena.

  • ¿Qué te apetece comer Edu?

  • Sorpréndeme cariño – dijo echándose en el sofá.

  • Nada de eso grandulón – dije lanzándole un cojín, te levantas de ahí que me vas a ayudar.

  • Vaaale jajaja

  • Prepararemos pasta ¿Vale? Rápido y sencillo de cocinar ¿Te gusta la salsa pesto?

  • Me encaaaaaaaaaaantaaa – dijo Edu - tengo un amigo Italiano que cuando pasa por Leicester se queda unos días en casa y la prepara ¡¡Uff, es la gloria!!

  • Bueno ya verás que la mía es mejor jajajaja.

Comenzamos a preparar la cena, realmente hacer pesto no tenía ninguna gracia, poner en la licuadora queso pecorino, albahaca fresca, aceite de oliva, ajo y piñones. Mientras Edu ponía a calentar el agua de la pasta.

  • ¿Sabes? Me podría pasar el resto de mi vida así, contigo, cuando no eres gruñona y cabezota eres perfecta, eres mi Diosa.

  • Idiooota – dije sonrojándome - eso me hace quién soy además tiene su puntillo ¿o no?

  • No siempre – dijo soltando la carcajada, contagiándome a mí también.

Pusimos la mesa y comimos con gusto, abrimos una botella de vino, a petición de mi borracho favorito, mientras conversábamos de diversos temas. Pero todo se fue a pique cuando me preguntó quién me había enseñado a preparar esa salsa, estaba exquisita.

  • Si no te importa prefiero no hablar de eso, no me trae bonitos recuerdos – dije bajando la mirada.

  • ¡¡Ehh, ehh!! No tienes nada de qué avergonzarte o por qué sentirte mal. El pasado es eso, pasado y no debes entristecerte por nada; en la vida todas las personas llegan por una razón, para enseñarnos algo… Unas vienen y se van, otras se quedan; pero lo importante es que sepamos llevar la situación y no dejarse abatir por nada ni nadie.

  • Fue… fue mi ex, era Italiano y bueno cocinaba de maravillas; a mí me gusta mucho cocinar así que, bueno, aprendí muchas recetas con él.

  • ¿Lo ves?- dijo sonriéndome.- Aprendiste algo sin importar qué haya pasado y fíjate si no hubieses tenido ese mal trago en tu vida ahora no estaríamos juntos.

Lo había vuelto a hacer… Tocamos un tema tan delicado como Alessandro y, aun así , me ayudó a comprender la situación de otra manera; si bien esa etapa estaba más que superaba aún quedaban cicatrices. Para cambiar un poco el ambiente, le comenté que tenía pensado en la mañana partir a casa de Josefa; teníamos que contarle todo y pedirle sus consejos sobre cómo abordaríamos el tema con la familia, lo que vendría sería duro para ambos.

  • Voy a lavar esto, si quieres espérame en tu cuarto la cama de allí es más grande.

  • Nada de eso pequeña, vamos que te ayudo.

Lavé los trastos mientras reñía a Edu, y es que no me dejaba concentrarme al frotar su considerable bulto sobre mi trasero.  Cuando finalmente terminé, subimos a dormir, a preparar su habitación ya que estaba desierta. Una vez en aquella cama con mi cabeza en su pecho y rodeada por sus brazos, mi cabeza aún seguía dando vueltas.

  • Edu…

  • Uhhgg – gruñó casi dormido.

  • ¿Y si nos explota todo en la cara mañana? ¿Qué haremos? ¿Crees que puedan aceptarlo?

  • No lo sé, pequeña… Ya veremos – dijo besando mi cabeza, pero recuerda esto: juntos siempre.

  • Siempre.

CONTINUARÁ