Un regalo especial de cumpleaños para mi vecinito

Una fiesta de cumpleaños sorpresa resulto en un gran regalo para la hombria de uno de mis vecinos

Después de quitarme el babydoll Luisito se había quedado sin habla. Mis senos rebosantes como dos grandes copas llenas del más delicioso y exquisito vino, tenían a mi vecino Luisito completamente maravillado.

–Oye…  Luisito, ¿no vas a venir a probar tu regalo de cumpleaños? –Le dije mientras delicadamente pasaba el borde de mis dedos por mi prominente pecho–. Lo hacía lentamente y el parecía estar por completo en trance hipnótico.

–Yo no sé qué decir… eh… es mi primera vez… y tengo mucho miedo. –Se tomó el pene tratando de contener su erección sin éxito alguno–.

–No te preocupes cielo, voy a ser muy gentil y a tratarte con mucho cariño, ven para la camita mi amor yo te voy a cuidar.

–Está bien.

Él se acercó muy lentamente a mí gateando por la cama como un bebé mientras miraba mis pechos que de tanto ansiar sus labios, la piel de ellos casi gritaba su nombre. Cuando por fin termino su largo viaje hacia mi cuerpo pude notar que su pene ya mostraba el deseo de ser dominado por mí. Las primeras gotas de su pre eyaculación brotaban mientras él se quedó inmóvil justo antes de unir su cálido y joven cuerpo con el mío.

–Ya eres mayor de edad mi amor, ya va siendo hora de que te hagas hombrecito. Alas chicas de tu edad les gustan los chicos con experiencia–. Tomé su mano y la lleve a mi boca, introduje sus dedos más largos y los introduje llenándolos sensualmente con mi saliva; llegamos a tal punto que le daba un fogoso sexo oral a sus dedos.

–Eso se siente muy bien señora July. Su rostro totalmente rojo denotaba el grado de excitación en el que se encontraba.

–Es tiempo de que tú disfrutes mi vida–. Tome los dedos que había lamido y los puse alrededor de su jovial miembro. La saliva hacia un ruido muy peculiar mientras yo llevaba su mano de arriba abajo haciéndole soltar gemidos casi imperceptibles a mis oídos.

– ¡Eso me gusta mucho!

–Esto te va a encantar aún más–. Lo tome del pene y me puse en cuclillas encima de él.

– ¿Qué es lo que va a hacer señora July? –pregunto angustiado.

–Solo llámame July mi cielo.

Me deje caer encima, con mi peso sobre su pene. Entro profundamente hasta desaparecer en mi vagina. ¡Ayyy! –Gimió intensamente mientras me tomaba con firmeza de las caderas–. Parece que ya eres un machito mi amor –dije–. Yo comencé a montarlo lentamente para que no eyaculara tan rápidamente. Mis grandes senos estaban por completo al descubierto y brincaban al ritmo de mis sentones. Aplaudían con la piel encima de mis costillas y cada vez que mi vagina se comía su pene hacían un ruido estruendoso como un aplauso muy fuerte.

–No voy a aguantar mucho July, tengo muchas ganas de venirme.

–Tu aguanta mi amor, ya verás que si puedes.

–No, no puedo hacerlo.

–Pues entonces lléname chiquito, ya veremos que tal lo haces la siguiente ronda.

– ¡Me vengo ya!

El me tomo de la cintura y me sujeto fuerte para que ya no me moviera. Yo seguí su ritmo y me quede sentada y pude sentir en mi interior su cálida eyaculación entrando furiosamente abriéndose camino hacia mi útero, como si sus pequeños renacuajos trataran de embarazarme desesperadamente. Gemía y gemía mientras los chorros descendían en fuerza y cantidad hasta que se convirtieron en carentes gotas solitarias en la punta de su rozado y sensible glande. Yo me baje de encima de él sacando por completo su polla de mi interior. El soltó nuevamente un gemidito contrayendo los pequeños dedos de sus pies. Me incline sobre él y pude observar la gran cantidad que se había escapado de su semen y había caído en su pelvis. Su polla y vello púbico estaban totalmente empapados y yo decidí ayudarlo con eso. Sensualmente saque mi lengua y aproximándome a su pene limpie como una barredora cada gota del blanco y espeso líquido desparramado por doquier. Cada vez que lo rosaba con mi lengua el apretaba sus pequeños puños y gemía como una niña.

– ¿Te gusta esto verdad? –. Eres todo un masoquista mi amor, te gusta que te dominen. Lo bueno es que ahora sabes eso de ti.

–Eso no es cierto, no me gusta que me manden ni me dominen, no dejo ni que mi madre lo haga.

–Pues entonces se un hombre y demuéstralo Luisito, te seguiré llamando así hasta que vea que te comportas como alguien que sepa lo que quiere y no un niño asustado

– ¿Cómo puedo demostrarlo?

–Pues tómame como un verdadero hombre lo haría.

El chico se irguió de manera repentina y me empujo con fuerza a la cama. Su pene ya estaba erecto de nuevo y listo para la acción. Los remanentes de su corrida anterior aún estaban en su vello púbico pero parecía no incomodarle. Se tomó el pene para masturbarlo un poco y se abalanzo encima de mi cuerpo sudoroso.

–Vamos a ver si esta vez duras un poco más chiquito–. Luisito me tomo del cuello con una mano y con la otra quiso dirigir su pene en mi vagina. Fallaba cada vez que lo intentaba y a mí me gano la risa.

–No te burles July, no es gracioso–. Lo siento me ganó un poco lo cómico que eres –dije–. Me tomó con más fuerza del cuello y por fin pudo encontrar el paraíso para su polla. Se mordió el labio inferior mientras me otorgaba furiosas embestidas una tras otra, cada vez con más fuerza y determinación.

–Ahora si ya no me va a llamar de nuevo Luisito, no sabe cómo me encabrona eso–. Yo no podía hablar bien por la fuerza con la que el apretaba mi garganta. Me gustaba ser tratada rudo, pero eso ya se estaba pasando de la raya. Yo con la cara roja lo tome del cuello igualmente y lo apreté con intensidad. El no desistía con su fuerza y seguía penetrándome con furia. De hecho me tomo con ambas manos y yo las retire de golpe con un fuerte movimiento de brazos. ¡Estas apretándome demasiado fuerte hijo de tu pinche madre! –dije exaltada–. Él quiso tomarme de nuevo y yo le sujete con fuerza la mano. Le di una cachetada y cayó en el colchón.

–Te faltan muchos huevos y 12 centímetros extra de polla para que me puedas tratar así cabroncito.

–Pues usted me dijo que la tomara como hombre y eso hice.

–Un hombre no tiene que ser rudo para tomar a una mujer

–Así lo hacen todos.

– ¿Acaso eres un puto cavernícola entonces?

–No…

–Bueno, entonces aprende a tener un balance, se lo suficientemente rudo sin ser agresivo y lo suficientemente tierno sin ser meloso.

Él lo intento de nuevo y esta vez tuvo un mejor control. Me puso en cuatro y comenzó a darme de perro. Se movía rápido y podía sentir su sudorosa pelvis golpear mi gran trasero húmedo de tanto amar. El sorprendentemente no había eyaculado y ya llevábamos cinco minutos haciéndolo. El sudor había llegado a mi frente y caía por mis ojos haciéndome cerrarlos por la picazón. Mi cabello estaba muy húmedo y de un jalón hacia atrás lo arroje todo hacia el rostro de mi vecino que con sumo placer abrazaba mi cuerpo  sujetándose de mi pecho mientras sus caderas me penetraban por si solas. El sudor de nuestros cálidos cuerpos se juntaba y se hacían uno como nosotros mismos. El comenzó a gemir intensamente y me beso en la parte de la nuca diciendo con voz apenas audible –me vengo–. Vente adentro chiquito –respondí desesperadamente–. El me regalo intensos chorros de su cálido elixir hasta llenar de nuevo mi útero con su semilla. Cayó rendido en la cama y yo me recosté descansando un poco de aquella rica montada. –Ya no puedo más July–. No mi amor, yo aún tengo mucha calentura. Continuara…

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