Un regalo de Navidad que no se esperaba
Preparo una Navidad distinta para cumplir las fantasías de mi novio. ¡Mamá Noel ha dejado unos regalos debajo del árbol!
Se acerca la Navidad, y es una época que siempre me ha encantado. El frío, la nieve -cuando la hay-, el olor a árbol de Navidad que adquiere el comedor, las velas y el terciopelo de papá Noel me evocan felicidad y tranquilidad. Además, desde el año pasado también me transmite erotismo y ganas de sexo. -¿¡Pero porqué?! -Te estarás preguntando. Y es que el año pasado le di una sorpresa a mi novio que nunca se nos olvidará a ninguno de los dos.
Como pareja siempre hemos tenido claro que no nos gusta nada hacernos regalos consumistas. Es decir, siempre intentamos regalarnos cosas que necesitamos de verdad, y si no hay nada que puedas precisar en ese momento nos regalamos experiencias como viajes, cultura o como el año pasado, experiencias sexuales.
Empecé a preparar el regalo con un mes de antelación, quería que saliera perfecto y necesitaba tiempo para organizarlo todo.
Una semana antes de navidad le dejé un sobre debajo del árbol con la frase escrita en él "Ábreme" y un beso con pintalabios rojo debajo. Además, el sobre estaba decorado con estilo muy navideño. Era una carta de mamá Noel.
"Estimado Hugo,
Ahora que ya eres mayor, estás preparado para conocer mi existencia. Soy mamá Noel.
A diferencia de papá Noel, con el que hablabas cuando eras pequeño, solo pueden contactar conmigo las personas adultas para pedirme deseos y fantasías sexuales.
Espero con anhelo que me escribas una carta al polo norte con tus antojos, haré todo lo que esté en mi mano para satisfacerte.
Feliz Navidad"
Un día después de que Hugo encontrara la carta ya había dejado debajo del árbol la suya, dirigida a mamá Noel. De entre todas las fantasías que escribió elegí una.
Así que empecé a trabajar para que esa nochebuena fuera totalmente inolvidable. Al ocaso fuimos a casa de mis padres, bebimos un poco de cava y cantamos villancicos, pero ese año nos fuimos pronto, poco después de cenar. Necesitábamos la noche para nosotros con todas las sorpresas que tenía preparadas.
Fuimos paseando hasta nuestra casa. Antes de irme ya lo había dejado todo listo, así que nada más entrar Hugo encontró algunos regalos debajo del árbol, numerados. Su cara era de completa sorpresa y emoción. Empezó con el primero:
-Uau, ¿Qué es esto? -Preguntó.
-Parece una guirnalda para decorar el árbol
-Guay, y qué hago, ¿Lo pongo en el árbol?
Le sonreí y puse música erótica que ya había dejado preparada. Dije:
-No, tengo una idea mejor.
Giré el sillón del salón para que quedara encarado al árbol. Estaba a unos 2 metros y medio de distancia, así que quedaba bastante espacio entre el sillón y los regalos. Con la música a volumen bajo le senté en el sillón, y con la tira decorativa me puse detrás de él. Bajé suavemente mis manos por su cuello, sus hombros y sus brazos, mientras los movía para que quedaran por detrás del sillón. Ahí fue dónde se las até.
-Vaya, ahora tendré que abrir los demás regalos yo. Dije picarona.
Fui hacia el regalo con el número 2 y lo abrí, con cara de curiosidad, aunque sabía perfectamente lo que había.
-¡Uy, no sé que es esto! -Dije yo
Mi novio sonrió. Los dos sabíamos qué era. Era mi succionador de clítoris, el satisfiyer. Previamente lo había cargado y empaquetado como regalo. Pero era más divertido si simulábamos que era algo nuevo.
-Ni idea, diría que ahí hay un botón. -Dijo él señalando con la cabeza y sin parar de sonreír.
Apreté el botón y di un respingo, como si me sobresaltara por el ruido de la vibración.
-Vaya, que aparato más curioso, ¿Para qué servirá? -Comenté. -¿No tienes calor? -Añadí mientras me quitaba el jersey y los zapatos. -Espera que te ayudo. -Dije.
Quería quitarle ahora su calzado, y para tener las manos libres me puse el vibrador entre las piernas, para sujetarlo mientras le ayudaba.
-¡Uy! -Exclamé mientras lo hacía. Y es que me puse el satisfiyer bien cerca de mi entrepierna, de modo que su vibración había empezado a despertar mi sexo por encima de la ropa.
Tardé bastante en quitarle los zapatos, mientras suspiraba y añadía algún sonido para ir provocándolo.
Bueno, pues voy a abrir el tercero, dije. Y volví a colocarme el satisfiyer entre mis piernas con cara de gusto. Dentro había unas faldas rojas y un gorro de papá Noel.
-¡Oh, que bonito regalo! -Le dije como si el regalo lo hubiera puesto él ahí. - Voy a probármelo - Dije.
Así que dejé un momento el satisfiyer a un lado y empecé a sacarme los pantalones siguiendo el ritmo de la música. Me puse las faldas, me llegaban por encima de las rodillas y eran bastante sueltas, de las que si das un giro rápido se levantan y se te ven las bragas.
-Están un poco mojadas, mejor me las quito - Indiqué, sin esperar respuesta.
Poco a poco fui bajando mis bragas, mojadas de verdad, por debajo de las faldas nuevas.
-¿Me las sujetas? - Se las tiré. Él estaba dejándose llevar, sin decir nada con la boca, pero sí con la mirada, estaba deseoso y alucinado con lo que estaba sucendiendo.
Entonces puse una manta delante del árbol y me senté con las dos piernas a un lado, de manera que no se me veía nada todavía. Hugo seguía sentado en el sillón a dos metros y medio de mí, pero desde aquí ya se podía ver su miembro abultado debajo de sus tejanos.
Con mi mano empecé a acariciarme las piernas de abajo hacia arriba y poco a poco fui acercándolas hasta mi vulva, mientras que iba abriendo las piernas sutilmente. Cuando con mis dedos llegué a mi vello empecé a acariciar mis labios mayores y abrí más las piernas, dejándole ver lo que escondía debajo de mis faldas. Hugo estaba boquiabierto, mientras veía mis caricias su respiración se aceleraba cada vez más.
Mi vagina ya brillaba, había salido bastante flujo, y con mis dedos lo empecé a esparcir por mis labios mayores y menores con la mano derecha. Metí mi otra mano por mi escote, tocándome suavemente los pechos. Estuve así unos minutos, cambiando de mano para llevar un poco de flujo a mis pezones, sacándome los pechos por encima de la camisa escotada.
De repente paré y con una mano me cogí la rodilla, abriendo más mis piernas para que Hugo tuviera una buena perspectiva de lo que iba a hacer, y con la otra mano me metí un dedo dentro, gimiendo sonoramente. Me penetré unas cuantas veces con mi dedo corazón, sacándolo cada vez más empapado. Hugo también gemía.
Empecé a acercarme el dedo mojado a mi clítoris. Había alargado bastante el momento, y la primera vez que lo rocé gemí fuerte, y tuve que volver a abrir mis piernas que se cerraban ligeramente por el placer.
Fue entonces cuando decidí coger el succionador de clítoris y encenderlo de nuevo. Esta vez no fingí que no sabía lo que era, me lo acerqué a mi vulva y me acaricié con él todas las partes de mi sexo. Poco a poco, sin ninguna prisa, lo pasé por todos los rincones de mis genitales hasta llegar al clítoris. Mis gemidos eran cada vez más seguidos y más fuertes. Subí el modo vibración del aparato, que cada vez emitía un ruido más elevado. Mis músculos empezaban a tener espasmos. Tenía que ir apartando el succionador de mi piel cada pocos segundos para no terminar el espectáculo antes de tiempo.
Me encanta hacer eso, así que empecé a dar golpecitos del succionador contra mis partes, y a restregarlo fuerte contra mi clítoris. No podía más, tenía mucho calor. Me estrujaba fuerte los pechos con una mano y con la otra dominaba aquel instrumento mágico. Subí el modo de vibración, el placer estaba a punto de estallar, así que lo miré. Miré a Hugo que estaba absolutamente concentrado, su cara era de placer absoluto, aunque él no estuviera participando se notaba que lo estaba pasando genial. Busqué sus ojos antes de echar la cabeza atrás y explotar en un orgasmo mientras levantaba mi trasero del suelo como reacción a tanto placer.
Necesité unos minutos antes de incorporarme. Estaba ardiendo de calor, con la camiseta aún puesta, aunque con las tetas fuera, y totalmente despeinada.
-Ha sido el mejor regalo de Navidad de mi vida - Dijo Hugo desde el sillón, donde permanecía atado y excitado.
La fantasía que había elegido de su carta era "que mi novia se masturbe delante de mí". Al levantarme vi el gran volumen que escondía Hugo debajo de la cremallera de los pantalones. Por supuesto también había planificado un final apoteósico para él. Había un cuarto regalo, así que sin decir nada fui a abrirlo. Era pequeño, y me acerqué a abrirlo delante de Hugo.
Era una goma para el pelo de color dorado.
Solamente con verla la polla de Hugo me hizo una señal por debajo de los pantalones.
Me arrodillé delante de él y me hice una coleta con ella. Mirándole a los ojos y sonriendo le abrí los dos botones y la cremallera poco a poco. Él se levantó ligeramente para que pudiera bajarle los pantalones.
Coloqué mis manos en su cadera y acerqué mi boca a sus calzoncillos para darle unos besos por encima de la ropa interior. Me encanta hacerle esto, me pone muy cachonda aunque acabe de tener un orgasmo.
Abracé su torso con mis brazos y estuve un buen rato con mi cara en sus slips de algodón, bastante manchados ya de mis babas y su líquido preseminal.
Aparté la parte de arriba de la tela para dejar que asomara la cabeza de su pene, y empecé a besarla y lamerla suavemente. Sus suspiros se intensificaron, lo cuál me volvía loca y con ganas de notar su glande en mi boca.
Ahora sí, le bajé los calzones hasta los tobillos dónde se encontraron con sus pantalones. Le acaricié las piernas, los muslos y los huevos con mis manos y mi lengua. La música sensual seguía sonando, esta vez con una canción un poco más cañera. Lamí su pene desde la base hasta la punta, y una vez allí empecé a succionarle el glande hasta la corona, y poco a poco fui bajando. Mi boca empezaba a inundarse con una mezcla de saliva y líquido que emanaba de su polla con el placer. Con mis labios lo esparcía para que se mojara todo el pene, de arriba a abajo.
De tanto en tanto apartaba mi boca dejando paso a mis dos manos, que le masajeaban mientras le miraba o le besaba los testículos. Estaba en la gloria, tanto él como yo.
Hugo empezó a mover ligeramente la cadera, por lo que yo sabía que le estaba encantando. Así que comencé follar su pene más ferozmente con mi boca. Me la metía tan adentro como podía, hasta llegar a la base del pene, dónde paraba unos instantes que él agradecía con un buen gemido.
Con mis manos cogí sus rodillas y las abrí, y con la otra le metía mano por debajo de la camiseta. Cuándo ya noté que Hugo no podía alargar más ese gozo, le agarré de la cadera con las dos manos y le follé con mi boca suavemente, como a él le gusta, hasta el fondo. Solo necesitó tres penetraciones para que sus gritos de placer sonaran fuertes. Abrí la boca para notar su semen caliente, me encantaba notarlo caliente en el momento del orgasmo, me ponía a mil.
Mientras estaba recuperándose, desaté a Hugo y volví a sentarme delante de él, apoyando mi cabeza sobre sus muslos y mirándole a los ojos.
Ahí, mirándole en esa posición tan sensual, sudada y con sabor a sexo en mi boca pensé que definitivamente le había encantado el regalo.