Un Regalo de Más
Estefanía no esperaba más regalos durante su cumpleaños; mucho menos que ese último fuera a ser tan trascendental en su vida personal.
"Tefi", le llamaban aún, para abreviar "Estefanía". Nunca hizo mucho por evitar que la trataran sin diminutivos; quizás su baja estatura y modo de ser estaban sesgados hacia eso.
Sin embargo, ella, como todas las chicas de su edad, tuvo más de una oportunidad de hablar sobre sexo en el colegio y en sus primeros semestres de universidad; temerosa de lo que pudiera pasar con su futuro si perdía el control con un chico, siempre se limitó a tocarse en la cama, antes de dormir, un par de veces a la semana, y a veces menos.
Ya había hablado de eso con sus amigas; a ellas les parecía extraño, tonto, y gracioso, pero ella persistía en hacer las cosas así porque sabía que ellas, por ser todas mayores, simplemente tenían problemas de perspectiva...
Aún así, no nos digamos mentiras: la abstinencia deliberada era un poco difícil de sostener cuando oía las historias de aquellas; la curiosidad seguía ahí, guardada, y a decir verdad, creciendo con la edad y los acercamientos tímidos. Pero siempre evitó consumar cualquier cosa que fuera más que dejar que su novio la besara, y le acariciara la espalda y luego sus pequeños pero, quizás por eso, sensibles senos. Lo dejaba tocarla; lo dejaba quitarle la blusa y el cuestionablemente útil brasier; lo dejaba besarle y lamerle los pechos... Y cuando sentía que no podía más, en lugar de seguir, lo detenía. Frustrada ella por detenerse y frustrado él por no poder ir más allá, las cosas se tensaban hasta que la relación terminaba. Entonces ella, no falta de belleza y gracia, pronto tenía un nuevo novio y el ciclo se repetía. Pasó suficientes veces como para que los chismes empezaran a florecer; estaban tanto quienes la veían como una rara, como quienes creían que aquellos habían logrado más que eso; la fama de cachonda la rodeaba siempre, pero nunca de frente, y la cifra de chicos con los que ella se había dado una oportunidad era demasiado alta como para poder eludirla con alguna clase de seguridad moral personal; no era la zorra que se decía, pero tampoco era una chica normal.
Sumergida en fantasías, habladurías, y los sueños resultantes de sumar las emociones que eso le causaba, se hizo al fin un propósito a medio fechar, cuando su cuerpo empezó a decirle que ya no tenía que evitarlo; que no era delito lo que quería hacer, que su edad era más que suficiente: "El próximo año...".
Y llegó el día de su cumpleaños. Su verdadera referencia para medir el tiempo, no tanto el año nuevo. Hubo una pequeña fiesta, y una lluvia de regalos y sobres; todo en orden, todo bonito, tranquilo, y nadie la molestó. En teoría, cada invitado había dejado un regalo; pero ya en su habitación, al caer la noche, tras destapar ropa, gadgets, curiosidades, sobres y objetos varios, se dio cuenta de que había una caja más; una caja de unos 45 cm de largo y 25 de ancho y alto; la tarjeta decía: "Un regalo especial de parte de tus amigas.", y bajo la frase, las adornadas firmas de las cinco chicas de su grupo; las de las clases, las de las pijamadas, las de las charlas sobre su vida personal.
Algo en su mente y su vientre le dijo lo que encontraría dentro. Rompió el papel distanciándose de sus propios sentimientos y descubriendo un confre sobrio y sencillo. Tragó saliva. Respiró profundo... a medias; estiró las manos otra vez hacia el cofre.... temblaba; ya "sabía" lo que había dentro... no podía ser otra cosa. ¿Por qué temía entonces? Miró a la puerta de su habitación. Se levantó con las piernas de gelatina y se aseguró de que había puesto bien el seguro... luego, sin pensar, cerró las cortinas. ¿Por qué, si sólo iba a abrir una caja?
Se dio la vuelta viendo la caja desde lejos, tan temblorosa como antes, con el cuerpo débil y enérgico a la vez, y tal vez un poco rígido por la ansiedad. ¿Deseo? ¿Miedo? Quizás ambas cosas. De cualquier forma el escalofrío era casi enfermizo, y las partes ceñidas de la ropa empezaban a molestarle. así que con la facilidad de toda una vida haciéndolo en casi cualquier orden, se quitó los zapatos, el pantalón, y el brasier; se dejó puestos la blusa rosa de tirantes, los pantys de azul cielo con bordes blancos, y las medias rosa hasta abajo de la rodilla. Pensó en quitarse las moñas que le hacían dos colas en el cabello, pero prefirió no hacerlo, por gusto y practicidad. Respiraba pesadamente, los pezones estaban tan tensionados que no pudo evitar pasarse la mano un poco para aliviarse, y el calor entre las piernas se convertía en humedad a cada instante.
Caminó hasta la caja decidida a abrirla; se plantó junto a la cama con las piernas a medio separar, y se inclinó sin doblarlas; tocó apresuradamente la caja y trató de abrirla... pero no pudo; había cierres; los buscó ansiosamente y los abrió uno por uno: tres al frente, uno a cada lado; ahora sí podría... y en un segundo eterno, volvió a tragar saliva con sorpresa al ver en el interior de la misma no uno, sino cinco dildos de diferentes formas y tamaños perfectamente empacados en relieves como las piezas del arma de un francotirador.
Entre ellos, una nota más, de ellas: "Ya están limpios y listos para usar, Tefi. Para que le pierdas el miedo a los reales. ;)"
Con el corazón palpitando con fuerza, y la facilidad mental que provee el estado de alerta, fue como si viera cifras en la talla de los juguetes: 10 cm, 15 cm, 20 cm, 25 cm, y 30 cm. Cada uno con un grosor acorde.
¿Cuántas veces había fantaseado con uno, sin atreverse a ir a comprarlo? La puerta estaba con seguro, y las cortinas cerradas...
Sacó el de 15 cm, lo sostuvo con ambas manos como si fuera lo más frágil del mundo, detalló las formas y sintió plenamente el sentimiento de que al fin tenía uno así entre las manos, y, como si el objeto la controlara, sin querer ella resistirse ni a éste ni a su imaginación, lo lamió una sola vez de abajo a arriba manteniendo la boca abierta, y al llegar a la punta se lo introdujo más rápido que despacio hasta la garganta y manteniéndolo ahí unos segundos con los ojos cerrados y la mente nublada de excitación. Y cuando ya no pudo aguantar más, lo alejó un poco del fondo para poder respirar, y empezó a chuparlo con tanto empeño y placer como había visto desde siempre en la pornografía. Más abajo, sus piernas se habían cerrado, y se frotaban mutuamente para permitirle masturbarse apenas con movimientros del interior de los muslos. Con las manos ocupadas, a la vez o al menos alternativamente, por un momento lamentó no tener un hombre tras ella que le ayudara metiéndole las manos bajo la blusa y acariciándole los senos...
Bueno, sólo son juguetes, ¿no? No es necesario usar sólo uno a pesar de lo que representan...
Extendió una mano y sacó el de 10 cm. Y torpemente, pues ahora tenía la mano ocupada pero tampoco quería soltar lo que ya sostenía, se bajó el interior hasta las rodillas, recordó que su himen se había roto muchos años antes poco después de descubrir la masturbación, y sin vacilar, aunque sí sin pensar demasiado en lo que hacía por temor a disuadirse, lo introdujo en su vagina sin esfuerzo alguno. "Es como un tampón", pensó, "podría ir a la universidad con él metido..." y el mero pensamiento de hacer semejante cosa no hizo más que prenderla todavía más.
Chupó y empujó hasta casi perder la cabeza; la separación en sus piernas separaba también un poco sus nalgas, y la sed del momento le hizo pensar que quería tocarse un poco ese tercer orificio que tan pocas veces exploraba. Sostuvo el dildo pequeño sólo con los músculos de su vientre, y extendió la mano humedecida hasta la caja... ocupados los más pequeños, no quedaba más remedio que coger el de 20 cm... igual, no era como si pensara metérselo... sería sólo para por encima.
Sabiendo el tipo de superficie que necesitaba para usar la ventosa, caminó hasta el baño y lo fijó a la baldoza a altura un poco más baja que la "natural". Con la humedad que llevaba en la mano, y otra que recogió sin poder evitar dejar ir un gemido después de frotarse ambos orificios con sus propios fluídos, se aseguró de que la textura de "aquello" fuera lo suficientemente lisa, y se vió la vuelta para empezar a frotarse. Ya había hecho algo así antes, con chicos de verdad: bailando un género latino de escasa complejidad pero que en su momento se convirtió en parte de la nueva generación de música para bailar... pero ella y el chico estaban vestidos... ahora ella estaba casi desnuda y con un juguete que aparentaba lo mismo...
Volvió a chupar, volvió a empujar el juguete pequeño, y empezó a frotarse el ano con el dildo en una suerte de baile obsceno pero infinitamente placentero. Mirando el que tenía frente a su cara, y sintiéndo el que tenía en la vagina, pensó mordiéndose el labio apasionadamente: "...me encantan... las vergas...", y persistió disfrutando cada instante.
"¿Y quién lo sabrá? ¿y quién lo criticará? Si tengo ganas y puedo hacerlo..." pensó Tefi, dejándose llevar. "...puedo porque quiero y no daño a nadie... quiero porque puedo... hahhh..."
Simplemente no podía ni quería resistirlo, ni resistirse.
Puso los juguetes de las manos a un lado, y caminó, corriendo casi, y sin pensar, quitándose la blusa y dejando caer los pantys al piso, hasta la caja en la habitación. Sacó los dos juguetes que faltaban, y con una risilla calenturienta empezó a lamerlos a ambos como si fueran helados mientras volvía al baño con la mente poseída por la libido y contoneando la cadera con movimientos que ella, en otros momentos, habría considerado "propios de una zorra sin autorrespeto"...
Pero era así como se sentía en ese momento.
Justo debajo del de 20 cm, fijó también a la pared el de 25. y justo frente a ella, tres en línea los de 10 y 15 con el de 30 en medio, inabarcable e irresistible; estaba en el rincón más estrecho del baño, donde antes de incrustaba un mueble vertical; se había colocado ahí desde el principio como si desde antes hubiera planeado eso... la distancia entre ambas paredes era la justa para su torso, y la profundidad del cubículo le permitía de todos modos abrir los brazos para alcanzar los dos más lejanos.
Con las hermosas piernas a medio flexionar, las manos y los juguetes de atrás empapados con el líquido de su propio cuerpo, se agachó hasta dejar el torso casi horizontal, y empezó a meterse el de 25 cm en la vagina... sabía que era un exceso, pero era un exceso que deseaba... y riéndose de sí misma hace unos segundos, traicionándose libidinosamente, con cuidado pero decisión se metió también el de 20 por el ano... era como si algo en su mente y su alma se rompiera con cada centímetro que esos dos penes falsos avanzaban dentro de ella, pero al hacerlo sólo quedaba placer, así que seguía, sin evitar sonreir y babear por la postura... "me siento como una perra y seguro me veo igual..." pensó al acabar de introducirlos, hasta que empezó a moverse y el placer le hizo disfrutar el pensamiento más de lo que le había preocupado segundos antes.
Embriagada, abrió los ojos sin dejar de moverse, y vio frente a sí los tres juguetes restantes, fijos a la pared un poco más arriba de lo normal, pero no demasiado. El del 10 y el de 15 a los lados, cada uno ahora sostenido por una mano que los agitaba como si masturbara a dos hombres más; y el del medio, un exceso inabarcable que no cabía en su boca siquiera pero se veía tan provocativo que era el postre de textura perfecta que lamía y "chupaba" ávidamente sintiéndose por él una zorra cachonda dispuesta a todo...
Años de baile finalmente daban sus frutos, permitiéndose moverse en ese gangbang de una sola persona sin dejar de estimularse, empujando dentro de ella los de atrás, y lamiendo y chupando los de adelante con una mirada que traía tras de sí un pensamiento cada vez más intenso...
Cada vez más fuerte, rápido y firme, cada vez más lubricado por los fluidos y la saliva, sin evitar gemir, sin evitar estrecharse como si quisiera que la carga imaginaria de cada dildo llenara, llegó al orgasmo jugando a la vez con sus cinco juguetes, mientras su mente se llenaba con una sola reflexión: "Me encantan... hah... me encantan... tengo que conseguir un hombre o más de uno... no pierdo nada porque ya tengo fama de zorra... agh... ¡sólo tengo que insinuármeles y permitirles seguir, y en poco tiempo me estarán rellenando como a una puta!... ¡¡¡¡AAAAHHHHH!!!!".
Tras un rato sin sacárselos, sólo disfrutando la resolución, se incorporó finalmente, satisfecha como nunca antes, y caminó despacio hasta la cama. Puso la caja a un lado de la habitación, descaradamente abierta en medio del resto de los regalos, y se llevó la mano a la boca por última vez no sin antes pasarla por entre sus piernas. Aumentó la temperatura del aire acondicionado para no resfriarse, y durmió desnuda sin cubrirse con la sábana, haciéndose sentir vulnerable y "fácil".
Al otro día se vistió como siempre excepto por el brasier, que ya no pensaba usar porque siempre lo odió, y ya en la universidad le terminó a su novio de ese momento tras dejarlo besarla, acariciarla, y chuparle los senos y luego interrumpiéndolo... "Sólo eres una calentona a la que le gusta que la manoseen", dijo él; y ella, en lugar de sentirse más como las otras veces, le dijo: "...Quizás...".
Dos semanas después en el baño de la facultad, Tefi, sin chaqueta ni blusa, metía las manos en los pantalones de dos hombres a los que acababa de conocer, buscando ansiosamente, y encontrando, dos porciones de carne cálida y firme que se moría de ganas de probar hasta saciarse.