Un regalo de cumpleaños inolvidable II
Una chica dominante me convierte en su mascota
Después de haber disfrutado de la excitante e innovadora tarde, mi chica me mandó hacer la cena mientas ella descansaba en el sofá y disfrutaba viendo la televisión, más conocida como la caja tonta para mucha gente.
Pensaba que quizás, lo que quedaba de noche más el día que nos quedaba en ese hermoso paraje, me tendría haciendo prácticamente lo que quisiese sin rechistar. Desde cocinar hasta darle largos masajes, pasando por asentir a cada una de sus peticiones y callar por el resto del viaje.
Me esforcé por preparar su cena favorita, unos sencillos pero exquisitos raviolis con carbonara de jamón. A veces lo más delicioso no tiene por qué ser algo muy elaborado, todo depende de la pasión que se le ponga en la elaboración. Además de esto, preparé un bizcocho de yogur esponjoso, el cual siempre entra fantásticamente, con un ligero toque de limón.
Serví los raviolis en dos platos, los decoré de manera que se apreciase un corazón hecho con la salsa y procedí a llevarlos a la mesa donde previamente había encendido un par de velas aromáticas.
- ¡Cuánta comida! No seré capaz de comer tanto.
Dijo ella sin yo entender muy bien a qué se refería. Debido a estas palabras quedé un poco sorprendido en un primer momento, no obstante poco tardé en darme cuenta sobré qué iba el asunto. A partir de ese momento, comenzaba su venganza por todo lo acontecido en las horas previas.
- Los sirvientes no pueden comer junto con su dueña. Siéntate en el suelo mientras como y no hagas ruido. Quizás cuando termine te dé algunas sobras.
Ni siquiera me miró mientras decía eso, simplemente se limitó a tomar los cubiertos y comenzar a cenar. Por su cara sabía que le estaba gustando. A pesar de no ser un gran cocinero, llevaba tiempo practicando este plato para poder sorprenderla en una ocasión como esta.
Estaba sentado viendo como disfrutaba con cada bocado. Estaba tan colado por ella que hasta verla comer me parecía algo hermoso. Hubo un momento que dejó de comer para mirarme fijamente. Tenía una mirada que me intimidó como nunca antes. No sé si era porque de verdad estaba enfadada y me lo iba a hacer pagar, o si realmente estaba disfrutando con este nuevo rol.
- La copa de vino no se va a rellenar sola. Y un siervo como tú no debería sentarse de esa manera, aprende a estar de rodillas mientras no tengas que servirme.
Las palabras no salían de mi boca, nervios, excitación y miedo afloraban en mi interior. Eran sensaciones nuevas, mi cuerpo temblaba de emoción pero trataba de controlarme para que ella no lo notase. Serví el vino de manera delicada, sin que salpicase ni una sola gota, para a continuación dejar la botella en la mesa y volver al suelo sin siquiera mirarla a los ojos. Si lo hubiese hecho quizá me hubiese abofeteado por ser una muestra de mala educación. Quién sabe, por lo pronto no se enfadó por no haberlo hecho.
Esta vez sí, me puse de rodillas, con los empeines estirados lo cual era un poco incómodo debido a los zapatos que llevaba puestos, pero no quería empezar a moverme para cambiar de postura tan pronto.
Pasaron unos minutos y ya estaba por terminarse el plato de raviolis, así que quise ofrecerme para cortar el bizcocho y servírselo en un plato junto con un poco de chocolate.
- ¿Quieres que te corte el bizcocho?- Pregunté ingenuamente.
Un instante después de pronunciar esas palabras estaba recibiendo un manotazo en mi mejilla derecha. Por suerte no era de usar anillos ni ningún otro tipo de joyas o complementos, aún así fue un tortazo bastante fuerte que me puso la mejilla colorada y resonó por toda la habitación.
- Lo primero, no vuelvas a osar volver a mirarme directamente a la cara sin mi permiso.
Mientras decía esas palabras me agarró por uno de los pelillos de mi nariz y tiró hacia abajo arrancándomelo y haciéndome soltar una pequeña lágrima de dolor que cayó por mi mejilla aún dolorida por el bofetón.
- Y lo segundo, tampoco hables si puedes evitar hacerlo. Ahora prepárame el postre, y más te vale que esté delicioso.
Elegantemente se limpió los restos de ravioli de sus comisuras con una servilleta, mientras que yo, cabizbajo, cortaba el bizcocho para ofrecérselo junto con una cobertura de chocolate fundido que previamente había dejado preparada.
Rápidamente aprendí a cumplir con mi tarea y volver al lugar que me correspondía, de rodillas en el suelo con la cabeza agachada. Mantuve la postura hasta que dio por terminada su cena, cogió el plato de raviolis que aún seguía en la mesa y lo dejó en el suelo frente a mí.
- Aquí tienes tu cena. Como no podía ser de otro modo, a ti te tocan las sobras.
No había sido del todo mala puesto que aunque no era suficiente para saciar todo mi apetito, había comida suficiente para no desfallecer de hambre hasta la mañana siguiente. No quise abalanzarme a comer inmediatamente, así que esperé unos segundos antes de intentar alcanzar con mis manos la comida cuando otro manotazo alcanzó esta vez mi mejilla izquierda.
- Nunca se debe tocar la comida con las manos. Veo que nadie te ha educado correctamente. Pero no te preocupes que nunca es tarde para aprender buenos modales, y pienso encargarme personalmente de ti.
No me quedó más remedio que usar la boca para poder comerme la cena, por suerte no era un alimento especialmente complicado y no tuve demasiados problemas en limpiar todo el plato dejándolo como los chorros del oro.
Antes de darme tiempo a pensar en el rumbo en que estaba tomando esta situación, requirió de mis servicios pidiendo un masaje de pies mientras permanecía sentada en el sofá disponiéndose a ver una película de esas que tanto odiaba basada en épocas pasadas.
Sobraban las indicaciones, sabía perfectamente qué debía hacer. Aproveché los escasos metros que separaban la mesa del sofá para estirar un poco las piernas y me arrodillé ante ella. Tomé sus pies y deshice los nudos que tenían los cordones de sus zapatos para así poder quitárselos. Comencé masajeando sus pies con los calcetines puestos de modo que entrasen en calor. Tras unos minutos se los quité y comencé a masajear de manera general y suave a dos manos, una para cada pie.
Perdí la noción del tiempo y masajeé sus pies de todas las maneras que supe y logré pensar, con los dedos, los nudillos, por sus plantas, los empeines, entre sus dedos, masajeando sus tobillos con mis pulgares, con suavidad y con intensidad, hasta jugando con las uñas. Y puesto que ya no sabía qué más hacer, fue cuando intenté preguntarle a ver si deseaba hacerle un masaje por otra zona del cuerpo. Y digo intenté puesto que en el momento en que hice amago de pronunciar la primera palabra, me metió el pie en la boca casi ahogándome al no esperarme aquella reacción.
- Creí haberte dejado bastante claro que solo debes hablar cuando sea estrictamente necesario.
Su mirada fulminante recorrió todo mi cuerpo provocándome un escalofrío que me erizó la piel. No quedó más remedio que seguir manos a la obra hasta que finalizó la película y decidió que ya era hora de dormir. Y fue en ese momento cuando se percató de la mochila que contenía los juguetes que usé en mi juego de la tarde y algún otro más.
Fue uno de esos momentos donde un calor abrasante me subió de los pies a la cabeza puesto que además de los objetos que utilicé esa tarde, había alguna que otra cosilla que por un motivo u otro, dejé de lado, pero que ahora iba a salir a la luz. Y efectivamente no tardó mucho en cumplirse mi temor. Sacó un plug anal de esa mochila el cual llevaba pegado una colita.
Esta cola pensé que podría ser útil durante la parte en que la pedí que simulase ser un zorro, pero al final me pareció demasiada atrevida por no hablar de que nunca antes habíamos experimentado con introducirnos nada por ahí atrás.
Su mirada echaba fuego, y sabía a ciencia cierta el por qué de esa mirada tan feroz. Nunca le entusiasmó la idea de jugar por atrás, y el hecho de saber que había pensado en introducir ese juguete el día de su cumpleaños no es que le hiciese especial gracia al parecer.
No tenía excusa que justificase la existencia de esa cola, y encima aunque la tuviese, tampoco se me permitiría hablar.
- ¿De verdad tenías intención de usar esto conmigo?
Su tono era serio y tajante y mi miedo debido a que pudiese entrar en cólera era cada vez mayor.
- Este fin de semana tenías muchas ganar de jugar por lo que veo. Además venías muy bien preparado, y sería toda una pena desperdiciar estas herramientas. Por tanto, ¡juguemos!
Se dirigió a la cocina y volvió de ella con un trapo blanco en la mano derecha, y el plug de tamaño medio y cola blanca y gris de zorro.
- ¡Enhorabuena! Tu sueño se hará realidad, a partir de ahora dejarás de ser mi sirviente para ser mi perrito fiel. Y como es imprescindible para todo buen perro su bozal y su colita, aquí están tus complementos.
Enredó el trapo de manera que pudiese introducírmelo en la boca y le hizo un nudo. De primeras era una sensación horrible e incómoda en la cual incluso la tela me produjo alguna pequeña arcada. No tardé mucho en humedecer el trapo con mis babas las cuales empezaron a caer contra el suelo.
No obstante esa no era la peor parte y yo era consciente de ello. Me mandó apoyarme sobre mis manos de forma que quedase a cuatro patas, no sin antes ordenar que me quitase toda la ropa y la dejase bien doblada en el sofá. Puesto que quería que fuese lo más suave posible, elevé un poco mi cintura para que se abriese todo lo posible mi pequeño y, hasta el momento, virgen ano.
Pero no os preocupéis porque ella se aseguró de hacerme sufrir. Si existía algún modo de hacerlo lo más lento y doloroso posible, ella lo consiguió. Comenzó por presionar el plug contra mi ano para después hacer pequeños círculos mientras mantenía la presión. Poco a poco fue introduciéndose mientras yo en alguna ocasión apreté con fuerza el trapo que sostenía entre mis dientes.
Todo iba bien y poco a poco, pero ella justo al final introdujo la parte más ancha de golpe soltando yo un ligero e inaudible “au”. No contenta con ello, decidió jugar un poco con la cola y comenzó a sacarla para volverla a introducir. Yo mientras trataba de no hacer ningún movimiento ni mostrar ninguna muesca de dolor que la animase a seguir.
Una vez que se cansó de jugar con mi cola, me dejó en paz para encerrarse en el baño y prepararse para dormir. Cuando terminó se dirigió felizmente a la cama.
- Los perros no tienen cabida en la cama. Confórmate con el suelo, y como en algún momento me despierte y te vea sin tu colita, prepárate para ser educado seriamente.
Me tumbé al lado de la cama, en uno de los costados de manera que pudiera dormir lo más cerca de ella. No mentiré, no pasé muy buena noche, entre que el suelo era rígido como una piedra, estaba frío, no tenía ropa, y encima no estaba acostumbrado al plug, no pude parar de moverme en toda la noche buscando una cómoda posición. Justo cuando conseguí encontrar una posición que me permitiese descansar, sentí una presión enorme sobre mi abdomen. Ya era de día y al parecer a la señora no se le ocurrió mejor manera de comenzarlo más que pisándome y usándome de trampolín para bajar de la cama.
- Espero tener mi desayuno listo para dentro de 15 minutos.
Con gran dolor en mi tripa preparé lo mejor que pude un delicioso y variado desayuno compuesto por tostadas, zumo y café. Lo dejé en la terraza de modo que pudiese contemplar el paisaje en todo su esplendor mientras disfrutaba de semejante manjar.
Se tomó su tiempo. Respirar aire puro y sentirte conectado a la naturaleza es de lo mejor de este mundo. Aunque yo me quedé dentro de la casa ya que no me apetecía que nadie pudiera verme desnudo y arrodillado junto con mi cola. Una vez que ya hubo conectado lo suficiente con la naturaleza entró.
- ¡Se me ha ocurrido un fantástico y maravilloso juego!
Sabía que debía temer esas palabras puesto que su mente era demasiado perversa. Y no me faltó razón. Abrió la bolsa donde guardaba los juguetes, y para mi desgracia, lo que la noche anterior no vio debido a que tan solo tuvo ojos para ver la cola, hoy sí que se percato de la existencia de unas segundas esposas y un consolador negro tizón de unos 20 centímetros de largo y no muy ancho.
Ese consolador era finito, con estrías y una base en el final para poder sujetarlo y agarrarlo mejor. Su cara de sorpresa era indescriptible, aunque en verdad dudo que le sorprendiese más de lo que lo hizo la cola de anoche.
- Ya que tienes muchos juguetitos por aquí, cogeré unos cuantos papelitos y en cada uno escribiré un juguete o método de tortura. Ya sean, pinzas, esposas, un par de tiras de cera de depilación y ya que me he encontrado con esta preciosidad (en alusión al pene de goma), pues también habrá una para esto.
Siempre fantaseé con estar bajo su control y sentir una mano dominante sobre mí, pero ahora mismo estaba a total merced suya y a punto de ser sometido como nunca jamás se me pasó por la cabeza.
Colocó un total de trece papelitos, los cuales incluían seis pinzas de ropa, tres tiras de cera, dos esposas, y el consolador. Además un papelito extra que detenía el juego, algo así como la carta de salvación para mí.
Me encontraba de rodillas frente a la mesa, mientras que ella estaba sentada en una silla justo al otro lado de la mesa. Me miró con una sonrisa pícara y endiablada y me dio paso a seleccionar el primer papel. Tembloroso de mí levanté la mano derecha y con mi dedo índice seleccione el papel más pequeño que había sobre la mesa con la esperanza que ahí no pudiese estar escrita la palabra consolador.
¡Pinza! A pesar de ser de lo más suave, la aplicación de la fuerza sobre una zona sensible puede ser muy dolorosa. Como mínimo me haría experimentar lo que horas antes le tocó soportar a ella. No me equivocaba al sospechar eso ya que sin dudarlo ni un instante, cogió una de las pinzas, se acercó a mí, y sin ninguna piedad me pellizcó un pezón para después colocar la pinza. No pude evitar retorcerme ligeramente de dolor, pero ella ni se inmutó y me ordenó escoger el siguiente papel.
Lo siguiente en salir fueron unas esposas. Aquí no hubo mucho sufrimiento, simplemente me ató los pies, y puesto que estaba de rodillas, prácticamente era como si no hubiese pasado nada. A continuación salió una tira de cera, lo cual ya era más doloroso ya que he de decir que tengo bastante pelo en las piernas. Me hizo tumbar boca arriba en el suelo, cogió una de las tiras de la caja que tenía y, quitando el papel que sobraba, la pegó contra mi muslo.
- ¿Listo amor?
Esa sonrisa irónica y malévola era temible y a la vez excitante. Mientras me quedé mirando sus labios y cómo se relamía por hacerme sufrir, llegó el tirón. No pude hacer otra cosa más que dar una vuelta sobre mí mismo y morder el trapo empapado que aún sostenía en mi boca.
Las siguientes tres rondas fueron casi una repetición de lo acontecido hasta ahora. Dos pinzas y una tira de cera. Como no podía ser de otra manera el pezón que disfrutaba de su libertad fue sometido a una presión incesante por parte de una de las pinzas, mientras que la otra acabó puesta en mi labio inferior. Había momentos que se me hacía verdaderamente insoportable, mientras que en otros, cuando me paraba a observar su cara de malicia y perversión, tan solo sentía excitación.
La segunda tira de cera fue para uno de mis gemelos. No sé por qué, si por ser una parte más pequeña, o porque no la colocó del todo bien, pero no consiguió quitarla de un solo tirón, lo cual hizo que me doliese bastante. Por no hablar del escozor que tenía después de la depilación. El muslo y el gemelo me ardían.
Pero todo puede ir a peor, y a la séptima fue la vencida, y fue ahí cuando me hice pequeño al ver que, el papel escogido, era el juguete largo y negro. Parecía como si ya tuviese todo perfectamente planificado puesto que no vaciló ni un momento, se levantó y agarrándome del pelo me llevó hasta el sofá. Fui gateando como buenamente pude ya que tenía los pies esposados. Subí al sofá y me quedé tumbado boca arriba. Acto seguido tomó el segundo juego de esposas, me amarró la mano derecha, hizo que doblase las piernas de modo que mis rodillas estuviesen contra mi pecho, y pasando la mano derecha por encima de las esposas que tenía colocadas en los pies, y la mano izquierda por debajo, quedé atado de pies y manos hecho una bola y con la movilidad completamente bloqueada.
- Ya que se me ha presentado la oportunidad, hoy descubriré que se siente al penetrar a otra persona. Y además te miraré a la cara mientras lo hago para ver tu reacción sin perderme un solo detalle.
Como no tenía un arnés para colocarse el consolador, tuvo que tirar de imaginación, y haciendo un agujero a uno de mis bóxer, lo dispuso de tal modo que fuese una solución eficaz para su propósito. Esto junto con unos pantalones vaqueros ajustados con bragueta, por la que se sobresalía el aparato, hizo de soporte para que ella pudiese penetrarme moviendo su cintura.
Tan sólo vestía eso, unos vaqueros ajustadísimos por los que sobresalía un miembro negro, mientras que sus pechos estaban al aire, con los pezones tiesos apuntando hacia mí, y con su melena libre. Sin duda una escena impactante y de ensueño que jamás olvidaré.
Apoyó sus manos a la altura de mis rodillas, de modo que me las flexionó todo lo que permitía mi inflexible y rígido cuerpo, con la intención de poder ver el orificio por el que quería penetrarme. Para ello, primero, tiró sin piedad de la cola que aún conservaba puesta y a continuación guió el pene de goma con una mano mientras con la otra seguía flexionándome las piernas. Sentí una ligera presión en mi ano lo cual me puso la piel de gallina. Estaba a punto de ser invadido por un aparato de unos 20 centímetros, y tenía la impresión de que mi novia no iba a ser especialmente cuidadosa al hacerlo.
Por suerte la parte inicial iba a ser más sencilla ya que me había pasado toda la noche con el plug, no obstante, creo que no se iba a conformar con solo enterrar la puntita. Efectivamente la punta entró sin muchos problemas a causa del dildo, pero a los 4 o 5 centímetros la cosa ya empezó a atascarse. Intenté abrir mi culo todo lo que pude además de relajarme pero llegó un punto dónde ya no avanzaba más. Y si no se podía ir hacia adelante, mi querida novia pensó que lo mejor era ir hacia atrás para entrar con más fuerza. Y dicho y hecho, la segunda sacudida fue más rápida y profunda, y pareció gustarle la idea puesto que a partir de ese momento comenzó un vaivén hacia adelante y hacia atrás cada vez más y más profundo.
El ano no tardó en empezar a escocerme como si me lo estuviesen quemando, ni siquiera su torso desnudo ni su cara de emoción hacían ya que olvidase el dolor que estaba padeciendo. Cerré los ojos en un intento por trasladar mi mente a otro sitio y olvidar las acometidas que estaba recibiendo en mi parte trasera. Ni siquiera podía pedir un segundo de piedad ya que seguía amordazado, aunque tampoco lo hubiese hecho de haber podido puesto que si me detenía ahí ya no sería capaz de continuar. Era un viaje de dolor y excitación el cual ya no podía ser detenido. Había que llegar hasta la parada final y a pesar de que me pasaría las dos próximas semanas sin poder sentarme correctamente, lo estaba disfrutando. El estar siendo dominado completamente, sin tener derecho a réplica me estaba causando una excitación como nunca antes, y no quería que ese momento se acabase.
Abrí los ojos y vi como ya introducía unos 12 centímetros del aparato sin problema. Esto pareció dejarla satisfecha puesto que ya no se centraba en profundizar más, ahora estaba centrada en perfeccionar el movimiento de su cintura de tal manera que pudiese acelerar el ritmo y darme caña. No le costó mucho pillar el ritmo, y una vez fue cogiendo experiencia y confianza comenzó la aceleración.
Me estaba reventando con unos movimientos de cadera y un ritmo que ni yo mismo sería capaz de mantener. El sofá temblaba de manera que no sabía si lo soportaría o acabaríamos en el suelo. Mi novia jadeaba de manera salvaje, estaba totalmente desinhibida y yo ante semejante situación estaba completamente empalmado. Evitarlo era imposible, y negar el hecho de que estaba disfrutando lo era aún más. Ella se percató de mi empalme y ya que yo estaba esposado, decidió echarme una mano. Aprovechando el movimiento de su cintura, sujetó mi pene con una mano para moverla acorde al resto de su cuerpo.
Esto ya era demasiado para mí de modo que no pude aguantar demasiado a semejantes sacudidas y en cuestión de un minuto comencé a convulsionar descargando toda mi leche sobre mi propio pecho. Por suerte no me llegó a salpicar en la cara aunque poco faltó para ello. Casi al instante dejé de sentir el bombeo sobre mi culo para encontrarme con mi novia masturbándose frenéticamente su clítoris. Había apartado el pantalón que vestía para auto facilitarse la tarea y tampoco tardó mucho en hacer que su cuerpo llegase al clímax dando riendo suelta a una secuencia de convulsiones. Su cara de puro placer fue el broche de oro a unas horas que cambiaron la visión sobre el sexo para mí.
Después haber quedado ambos satisfechos me soltó para que pudiese ducharme y así dar un paseo y disfrutar del paraje una última vez antes de dar por finalizado un fin de semana irrepetible y que quedaría grabado a fuego en nuestras mentes.
Aunque ahí no quedó la cosa, antes de desatarme me dijo unas palabras finales.
- Te voy a soltar perrito, pero no dudes que algún día continuaré el adiestramiento que he comenzado hoy.