Un regalo de cumpleaños
Que harias si supieras que tu regalo de cumpleaños fuera una chica atada en tu cama.
Un regalo de cumpleaños
Que harias si supieras que tu regalo de cumpleaños fuera una chica atada en tu cama.
Pedro estaba leyendo el diario en su sala de estar esperando que comenzara el partido de la selección. Está un poco preocupado porque su esposa se ha olvidado que es su cumpleaños, y no es para tanto, son solo 5 años de casados.
En eso siente que Verónica, su esposa, le grita desde la habitación, para que vaya para allá, en unos cinco minutos. Asi que espera un ratito mientras termina de leer el comentario del partido, se levanta y va a ver que quiere la pesada de su mujercita, justo a 5 minutos del comienzo del partido.
Cuando abre la puerta recibe uno de los mejores regalos de su vida.
Verónica está completamente desnuda, sus manos esposadas encima de su cabeza, sujetas en esa posición mediante una cadena que está fija a una viga en el cielorraso. Tiene la boca completamente abierta, llena con una enorme bola roja de goma, y un cartelito colgado del cuello, con un FELIZ CUMPLEAÑOS escrito sobre el. Una nota indica que puede disponer de ella a su gusto, y que las llaves de las esposas están sobre la cómoda, fuera del alcance de Verónica.
Pedro le saca el cartel, que le oculta los pechos, y luego retrocede unos pasos para admirarla. Verónica es una mujer normal, pero atractiva. Una larga cabellera, que en estos momentos le corre por la espalda. Una cara realmente bonita, aunque ahora un poco distorsionada por la posición de la boca, muy abierta. Unas tetas un poco pequeñas quizas, pero a cambio llenas y con grandes pezones rozados que a Pedro le encantan chupar durante largos minutos. Una cintura no muy estrecha, y unos muslos algo regordetes, pero de buenas formas. Verónica siempre tuvo poco vello púbico, y muy finito, asique alcanza a ver la vulva bajo los mismos.
No alcanza a comprender como a Verónica se le pudo ocurrir este tipo de regalo, quizás se enteró de que andaba con ganas de probar algo de esto por los comentarios que le hizo a un amigo, del cual la esposa de éste es amiga de Verónica. Pero a Pedro sólo le importa la sensación en su entrepierna, como la pija se le pone dura como roca. Se acerca a Verónica por detrás, y desde allí le acaricia los pechos, masajeándole largo rato los pezones, lee hace cosqullas en el cuello, en el vientre. Le acaricia el lado interno de los muslos, porque sabe que a verónica esa caricia la vuelve loca. Le besa el cuello y después, muy despacito, con la yema de los dedos, le toca el clítoris y siente como Verónica se estremece de placer, y gime suavemente detrás de la mordaza. Le acaricia las nalgas, los muslos, las pantorrillas. Se le ocurre un plan para alargar el placer, y con un cinturón de tela de una bata de salida de baño, le ata los tobillos, cuidando dejar un tramo libre de unos 30 cm. Se pone enfrente de ella, y mientras le chupa los pezones, mete un dedo en la vagina, y la encuentra toda mojada. Le ordena separar bien las piernas, y Verónica obedece lo más que puede, es que la atadura entre sus tobillos le permite separarlos solo unos 30 cm. Pedro la penetra, despacito, con dulzura, repetidamente hasta que Verónica, tiene un orgasmo. Pedro la abraza mientras siente los temblores, los espasmos de Verónica, siente los gemidos de placer de ella ahogados por la mordaza, la saliva que no puede tragar y se derrama sobre el hombro de el, los pechos de ella. Después le toca a el tener el orgasmo, y la abraza fuertemente mientras le surra al oido cuanto la ama. Le dice que lo espere un ratito y se va al estar
Alcanza a ver apenas unos pocos minutos del primer tiempo, y luego, en el entretiempo, vuelve a Verónica, que está con los pechos cubiertos de la saliva que le corre por entre el labio inferior y la bola de goma, por la barbilla y el cuello, esperándolo. La acaricia en el vientre, le ordena abrir las piernas y la toca, le acaricia los pezones, la lleva casi al orgasmo, para dejarla, y luego otra vez tocarle los labios mayores, suavemente, acariciarle apenas el clitoris, hacerle cosquillas en los muslos, los brazos y el cuello, para volverla loca por la frustración del orgasmo que no llega.
Mientras tanto Pedro se repone, y cuando escucha que va a comenzar el segundo tiempo, comienza a ejecutar su plan. Le susurra al oido que lo espere un rato, le venda los ojos y se va al estar a mirar el partido. Pero deja abierta la puerta del dormitorio, para poder verla.
Alcanza a ver unos 15 minutos del segundo tiempo, pero después, frustrada de estar sola, Verónica comienza a llamarlo. Pero la mordaza, que la hace babearse toda, le impide hablar, y solo un murmullo ahogado, e ininteligible, sale de sus labios. Trata unos minutos, comienza a gritar, pero sólo consigue escupir saliva y mojarse toda la cara, y el pelo, que se le pega en las mejillas y la frente.
Después frenética, comienza a tratar de soltarse, y se esfuerza sobre las esposas, y la cadena. Se agita violentamente, y desorientada por la venda en los ojos, comienza a girar. Su esposo mira apenas los goles, porque está extasiado mirando las ondulaciones en el cuerpo de Verónica, como se sacuden sus tetas, como vibran sus muslos, como se agitan sus nalgas, permitiendo a veces adivinar apenas su ano. Trata de patear, pero sólo consigue tensar la tela del cinturón, tensar los músclos de las piernas, estilizándolas. Su cuerpo brilla por el sudor, que le baja por la frente, recorre su cara, baja por sus pechos y vientre, hasta el ombligo, donde reposa un momento, para luego continuar, bajar hasta el clítoris, meterse entre sus labios mayores, para deslizarse a sus muslos, o gotear al suelo. Pedro está duro como una roca, se acaricia, pero espera para prolongar el placer.
Verónica se calma, quizás porque las esposas le lastiman las muñecas, o porque agotada, jadea sobre la mordaza y se atraganta con su saliva.
Pedro sigue mirando el partido, y admirando a su esposa, que entregada, espera pacientemente, desnuda, con los brazos y piernas aprisionados por las ataduras, moviendose apenas para disminuir las molestias sobre los brazos, que las cadenas le obligan a mantener por sobre su cabeza. Pero al rato se cansa, y fastidiada por el abandono de Pedro, comienza nuevamente a tratar de soltarse, tironeando de las ataduras que la mantienen cautiva, a disposición de su marido. Pero solo consigue exitar aún más a Pedro, con las ondulaciones y los movimientos de su cuerpo. Después de largos minutos, con rabia, comienza a gemir detrás de su mordaza, sonidos en los que Pedro adivina insultos hacia su persona, amenazas. Verónica se pone más y más violenta, sus movimientos se hacen más espasmódicos, sus pequeñas tetas rebotan violentamente arriba y abajo, grita con furia hasta perder el aliento, para luego recomenzar. Su rostro está rojo por el esfuerzo, su cuerpo cubierto de sudor, su cabello empapado por la baba y la transpiración se le pega en el torso, los pechos.
Pedro entonces se acerca, hasta posicionarse detrás de ella, y le avisa que la va a penetrar. Su declaración enoja aún más a Verónica, que se ingenia para, aún con la mordaza en la boca, que Pedro entienda que lo está insultando. Trata de patearlo, pero por el cinturón, consigue solo un movimiento torpe, abrir apenas las piernas, sin causar daño, pero exponiendo su vulva a su marido. Éste aprovecha su vulnerabilidad, y la acaricia aquí y allá, tocandole un pecho, un muslo, una nalga. Verónica grita y grita hasta ponerse morada, su cuerpo empapado por la transpiración y la saliva, agotado por el esfuerzo.
Entonces Pedro aprovecha una oportunidad, y le mete la mano en la concha, explorando su vagina con el dedo índice, masajeandole el clítoris con la palma de la mano. Ella se calla , cambia los gritos de rabia por gemidos de placer, aprieta los muslos sobre la mano de Pedro para impedirle sacarla, y aumentar el placer. En cuanto advierte que Pedro la quiere penetrar, abre las piernas hasta donde sus ataduras se lo permiten, ofreciéndosele. Hacen el amor violentamente, de pie. Pedro termina primero, Verónica después. Pero cuando, después que Pedro la soltó, hacen el amor en la cama, una, dos, tres veces, el orgasmo es simultaneo.
Fin
Autor: Master Zero
Escribanme y diganme que les parecio zero_h20@hotmail.com
Busco chicas que quieran ser mis sumisas o esclavas.