Un regalo de aniversario

Aquel día era nuestro aniversario, en realidad no sé exactamente que celebramos, pero es un día especial para nosotros. Yo había hecho mis planes: una copita de champaña y un buen polvo para empezar, salir a cenar a un buen restaurante, intercambio de regalos, baile y de vuelta a su casa, usar mis habilidades para que me deje quedar, y otro revolcón como fin de fiesta. ¡Una noche completa!.

Me dirigía hacia la casa de Marta con una botella de champaña en la mano. Aunque no vivimos juntos, Marta es mi pareja. No me deja que me traslade a su casa, ni ella quiere venirse a la mía; y aunque últimamente con mayor frecuencia consigo quedarme a pasar la noche en su casa, no consigo convencerla: "¡No quiero perder mi independencia!", me dice cada vez que saco el tema.

Aquel día era nuestro aniversario, en realidad no sé exactamente que celebramos, pero es un día especial para nosotros. Yo había hecho mis planes: una copita de champaña y un buen polvo para empezar, salir a cenar a un buen restaurante, intercambio de regalos, baile y de vuelta a su casa, usar mis habilidades para que me deje quedar, y otro revolcón como fin de fiesta. ¡Una noche completa!.

Estaba en el ascensor pensando en mi plan y notando un cierto movimiento en mi entrepierna. Llegué a la puerta del piso, llamé al timbre, se abrió la puerta y allí estaba ella, como siempre magnífica, sensual y exuberante. Llevaba puesta una sencilla túnica casi transparente, bajo la cual se adivinaban sus pechos duros y erguidos libres de sujetadores y unas minúsculas braguitas que apenas le cubrían el sexo. Sin dejar la botella, le bese en los labios con un tenue "¡felicidades!" y la abracé fuertemente mordisqueando el cuello y los lóbulos de las orejas, frotando mi sexo por su pubis.

¡Que lanzado vas, cariño!. La tienes más que morcillona, pero tendrás que esperar.

Una sombra me hizo levantar la vista y me encontré con la mirada de Carla.

¡Vaya, chica!, Que fogoso es Ricardo. Ya me habías explicado algunas cosas, pero no me esperaba tanto.

Carla es la amiga íntima de Marta y yo ya sabía que se explicaban con pelos y señales su vida sexual. Pelirroja, con unos labios gruesos y carnosos y unas tetas y un culo de ensueño, había sido más de una vez protagonista de mis sueños más pornográficos.

Pasa y abre la botella que tomaremos los tres una copa.- Dijo Marta, tomándome del brazo y llevándome hacia el interior de la casa.

Evidentemente aquello no entraba en mis planes y se me notaba de lejos que me había puesto de mal humor. Nos sentamos en el sofá, yo en medio de las dos. Abrí la botella de champaña y serví tres copas. Carla levantó la suya diciendo:

Por vosotros, la pareja más cachonda que conozco.

Brindamos y Marta dejó su copa sobre la mesa de centro y acercó su boca a la mía. La tenía llena y en con el beso me dio a beber de su boca. Olvidando a Carla, nuestras lenguas se entrecruzaron mientras el champaña mojaba nuestros cuerpos. El beso se prolongó mientras acariciaba los senos turgentes y apetitosos de Marta. Mi sexo volvía a despertar, cuando sentí una mano sobre él que venía por detrás, un aliento cálido en mi cuello y una sensual voz que musitaba:

  • ¿Me lo prestas, Marta?.

  • Todo por una amiga.- Respondió mi pareja separándose de mí.

Yo estaba atónito, pero empecé a comprender. Las dos amigas se habían puesto de acuerdo para compartirme. Una manera original de celebrar el aniversario. Alguna vez había comentado con Marta el morbo que me producía pensar en montar un trío, pero no nos habíamos puesto de acuerdo en el sexo del partener adicional. Yo quería otra mujer y ella "¡un tío con una buena polla y capaz de aguantar lo que hiciera falta!" (palabras textuales). Pero una vez más, Marta había tomado la iniciativa. Cuando acabé con mis pensamientos y volví al mundo real, Carla ya estaba entre mis piernas, abriéndome la bragueta y metiéndose mi verga en la boca.

¡Cómo chupaba!, si aquellos labios carnosos y sensuales prometían, la realidad colmaba con creces las expectativas. Con tres o cuatro pasadas me puso a tono y seguidamente con la lengua se dedicó a lamerme el capullo mientras me daba un suave masaje en los huevos. Marta se unió a su amiga compartiendo mi sexo con sus bocas hasta no dejar un milímetro desde el ano hasta la punta de la verga que no estuviera chorreando de saliva. Se alternaron en sus labores para desnudarse y luego me desnudaron a mí. Yo no hacía nada, simplemente me dejaba llevar por aquel mar de placer; al fin y al cabo eran mayoría. Me estiraron en la alfombra y Carla se empaló en mi polla erecta, mientras Marta colocaba su coño sobre mi boca encarada a su amiga y se fundían en un profundo beso sáfico. Con mi verga sentía las contracciones de la vagina de Carla. Mi lengua se trabajaba el sexo de Marta, que chorreaba, mientras mis dedos estimulaban su clítoris. En un momento quedaron como paralizadas, sentí una fuerte presión en mi polla clavada hasta el fondo de aquel coño y presentí que ambas iban a llegar al orgasmo. Marta alargó su mano hasta alcanzar el clítoris de Carla y yo me centré con mis labios y mi lengua en el de Marta. Un gemido al unísono lleno el ambiente. Tras unos instantes, como de común acuerdo, ambas se levantaron. Carla a cuatro patas me miró diciendo:

  • "¡Párteme en dos el culo!"

No me hice de rogar, ensalive bien aquel ano palpitante que me esperaba ansioso, coloqué la punta de mi verga lubricada aún y apreté lentamente, muy lentamente, sintiendo como mi glande traspasaba milímetro a milímetro su esfínter. Era una maestra del sexo anal, se relajó totalmente durante la penetración y una vez dentro contrajo la musculatura envolviendo mi polla como con un guante.

Marta se había colocado debajo de nosotros y le estaba comiendo el coño a Carla, que bajó su cabeza hasta alcanzar el de Marta en un magnífico 69, (empezaba a sospechar que eran algo más que amiga íntimas) y lamiéndome la polla y los huevos. No pude resistir mucho rato, eyaculé en el culo de Carla junto en el momento en que Marta se metía mis huevos en su boca en un orgasmo fenomenal. Me retiré y ellas siguieron con su 69 lésbico. Del culo de Carla rezumaba el abundante semen que había depositado en mi corrida, resbalando por sus muslos y su sexo llenando el pelo, la cara y la boca de mi amada Marta. Esa imagen, digna de un espectáculo de porno duro, me excitó extraordinariamente y comencé a acariciarme la polla y los huevos todavía húmedos hasta conseguir una nueva erección.

Ahora estaba libre y podía actuar según mi voluntad, así que me lancé a follarme a Marta. Al fin y al cabo era mi pareja. Separé la boca de Carla del coño de Marta e invadí aquella vagina absolutamente encharca de flujo y de saliva. Carla me beso profundamente. Su boca sabía al sexo de Marta. Exquisito sabor que me recordaba momentos de placer sin fin y en eso la escuche decir:

  • "Te esperaba, amor".

Esto me que excitó todavía más. Sabores, olores, sensaciones táctiles, todos los sentidos estaban de acuerdo para llevarme al paraíso. En un mete y saca enloquecido, sentí como Marta alcanzaba un nuevo orgasmo, seguido de otro de Carla, que se agarró a mis pezones y me mordió el labio inferior. Me levanté y me senté en el borde de sofá. Tome a Marta por las caderas y la empalé en mi verga enhiesta dándome la espalda. Le acariciaba los pechos, mientras ella subía y bajaba por mi polla suspirando y echándose hacia atrás con los ojos cerrados. Carla arrodillada delante de nosotros, me lamía los huevos y el clítoris a mi pareja recogiendo todos los líquidos que escapaban de la vagina de su amiga y masturbándose con sus propias manos. MI polla a veces se salía y sonaba como una botella cuando se descorcha; momento que aprovechaba Carla para chapármela antes de volverla a meterla con sus propias en el sexo de mi amada. Estuvimos así un rato, hasta que Marta alcanzó otro orgasmo y yo tuve que parar y respirar hondo para no correrme. Carla de separó discretamente de nosotros y nos dejó acabar en privado.

Quedamos abrazados unos instantes con mi polla fuera del sexo de Marta, mis manos sobre sus tetas y su pelo que olía a semen rozándome la cara. Tumbé a Marta en el sofá y le metí de un solo golpe la polla hasta el fondo de aquel sexo absolutamente cotidiano y familiar para mí hasta el último de sus rincones; pero en el que me sentía como en ningún sitio. Marta dobló sus piernas sobre mi espalda apretándome contra ella. Así, casi sin movernos, mi boca tomó sus pezones y mi lengua jugueteó con ellos, mientras mascullaba entre dientes:

  • "Te adoro, Marta. Te adoro."

A cada estímulo que recibía, Marta me respondía contrayendo los músculos de su vagina sobre mi pene, haciéndome vivir el paraíso de su sexo. Por nuestra voluntad, hubiéramos permanecido así horas y horas; pero todo tiene un límite. Inicié un suave y leve movimiento apenas circular con la cadera, al que ella respondió con uno de vaivén que poco a poco fue imponiéndose y haciéndose más largo. Al final retiraba mi verga hasta casi sacarla y allí estimulaba la entrada de la vagina y el clítoris, Marta gemía y gritaba:

  • "Métemela toda, te quiero dentro bien dentro."

Yo respondía con un golpe seco, clavándosela hasta que mis cojones topaban con su trasero e iniciando seguidamente una retirada lenta y pausada. Poco a poco el ritmo fue aumentando hasta alcanzar casi el paroxismo. Marta alcanzó un nuevo orgasmo clavándome las uñas en la espalda con un

  • "¡Aaaaaah! ¡amooooor¡"

No pude contenerme más y me corrí con una última y profunda embolada, besando a Marta en la cara y la boca, que todavía tenía restos de mi semen recogido en el culo de Carla.

Quedamos extenuados, uno junto al otro. Cuando abrí los ojos me encontré con el rostro de Carla que nos miraba sonriente con una mano todavía dentro de su coño.

No hay ni que decir que llamé por teléfono anulando la reserva de la cena y que aquella noche me quedé a dormir con Marta; pero sólo a dormir...