Un reencuentro poco inocente
La esperada visita de un amigo que siempre fue algo más.
Después de más de un año sin vernos David pasaba por mi ciudad y se quedaría un par de días en mi casa, donde vivimos mi pareja y yo.
Nos conocimos de fiesta, una noche veraniega por Málaga, donde yo estaba visitando a una amiga.
El calor del lugar, mi propio calor y el alcohol me hicieron más descarada que de costumbre y le dejé claro que quería acostarme con él al rato de conocernos.
Fue un polvo riquísimo, conectamos y mantuvimos el contacto hablando de vez en cuando.
Desde entonces había sido el centro de algunas de mis fantasías y masturbaciones, por eso el hecho de q viniera a mi casa se convirtió en una fantasía más y lo saboreé varias veces antes de que el momento llegara. Y llegó.
Sobre las 22:00 de un jueves lo tuve frente a mí: sus ojos brillantes, llenos de expresión, que me hacen sentir totalmente desnuda. Labios tan apetecibles que que me habría abalanzado sobre él saltándome los saludos iniciales, mucho más tiernos.Y ese pelo revuelto, con la largura perfecta que me habría permitido en nuestro primer encuentro agarrarme a él con fuerza mientras estaba dentro de mí.
Esas imágenes bombardeaban mi cabeza mientras trataba de ser inocentemente amable y hospitalaria.
Me contuve mientras se duchaba, ahí donde me lo había imaginado tantas veces con mis dedos recorriendo el clítoris, labios y pechos, para darme tantos orgasmos con su nombre.
Estuve tentada a entrar y dejar que la imagen de su cuerpo desnudo bajo el agua me trajera escenas nuestras entre sudor y miradas cómplices, desnudos y disfrutando a lo grande.
Cuando hubo acabado nos fuimos los dos a cenar; mi pareja trabajaba al día siguiente y no quiso venir.
Fuimos de cerveza en cerveza, recordando con detalle la forma en que nos conocimos y cómo llegamos a acostarnos. Por supuesto el hecho de hablarlo subió varios grados la temperatura, pero seguimos hablando y contándonos nuestras experiencias desde entonces.
De vez en cuando, y cada vez con mayor frecuencia, mis ojos se fijaban en sus labios; mi boca entreabierta y una ceja levantada, expresión que normalmente da paso a que pruebe lo q tengo delante.
Pero seguimos charlando, apenas sin tocarnos, por miedo quizá a desatar una tensión sexual contenida durante tiempo y que en el último rato crecía por momentos.
Las cervezas seguían sumándose y hablamos sin tapujos durante un buen rato sobre las experiencias sexuales de cada uno. La dirección que había tomado la conversación fue claramente intencionada, al menos por mi parte, ya que tenerle tan cerca hacía que mi cuerpo se llenara de sexo, y eso era lo q trataba de obtener.
En uno de mis momentos absorta en su boca le conté cómo,meses antes, un chico me besó de un modo único y original, tan natural y descarado como pedirme permiso para hacerlo. Ese mismo método fue el que usé con él en ese momento y directamente le pregunté:
¿Puedo besarte?
Al decir que sí no hubo freno.
Rompimos la barrera que nos habíamos puesto y tuve su lengua jugando con la mía, justo como quería.
Mis manos entre su pelo y su polla, abultadamente visible bajo los pantalones, palpitando entre mis piernas.
Estuvimos un rato sin separarnos, tenía más ganas de sentirle de las que creía y no pensaba disimular más.
Mi ciudad es pequeña, se podría decir que la mayoría nos conocemos, pero el miedo a que me vieran con él estaba totalmente desplazado por el placer que me provocaba.
Fuimos cambiando de bar, rozándonos entre la multitud, comiéndonos como a contrarreloj. Y así, rodeados de gente, en un par de movimientos me quité el sujetador y lo metí al bolso.
Por si él no lo hubiera visto, le cogí las manos y se las puse en mis pechos, obligándole a estrujarlos.
Al momento me cogió la mano deslizándola bajo sus pantalones para que fuera consciente de su erección.
Quise restregarme y me puse de espaldas a él con el culito en pompa sin despegarme de su paquete. Su mano izquierda en mi teta, que ya asomaba entera por fuera de la camiseta. Con la mano derecha masajeaba mi clítoris cada vez más y más hinchado.
Seguro que protagonizamos una escena porno para los que estaban en el bar pero en ese momento nos pareció que nadie se daba cuenta.
Decidimos ir a casa, pero si queríamos estar solos debíamos esperar a que mi chico se fuera a trabajar, y para eso aún faltaban dos horas.
Por el camino cualquier rincón era perfecto para magrearnos y tras una columna en plena calle quise recordar el sabor de su polla.
Me arrodillé y la saqué, impaciente por llevármela a la boca. La lamí entera, desde la punta hasta los huevos y me recreé un poco en ellos. Volví a lamerla, recorriéndola con la respiración apresurada y la entrepierna húmeda y caliente.Me la metí entera y comencé a moverme, suave y lento primero, lubricándola, más fuerte y rápido al poco , pero paré. Quería tenerle dentro otra vez y seguimos el camino a casa, aunque no por mucho tiempo.
Unos minutos después entramos en un parque bastante aislado y nos tumbamos atropelladamente bajo un pino, semiocultos.
Me quité el pantalón tan rápido como pude, me puse a horcajadas sobre él y aparté el tanga pidiéndole que me la metiera enseguida.
Me hizo rabiar al principio, resistiéndose a clavármela, sintiéndose poderoso ya que a mí el clítoris me iba a explotar y estaba descontrolada.
Pronto le tuve dentro follándome. Yo restregándome como una perrita en celo, que, presa de su instinto más animal, no es dueña de sus actos.
Mis tetas descubiertas moviéndose libremente , gente hablando y pasando a escasos metros, nosotros jadeantes. Me movía al ritmo que me marcaba el clítoris, cada vez más duro,más deprisa, más fuerte.
La explosión no se hizo esperar mucho y sentí cómo me llenaba de leche, al tiempo que nuestros ojos se volvían a encontrar.
Exhaustos nos vestimos y continuamos hasta llegar a mi casa, donde aún dormía mi chico , quien temí que percibiera de lejos el olor a sexo en cada centímetro de mi piel, pero no fue así.
La experiencia como anfitriona fue buenísima, estaré encantada de recibirte otra vez siempre que quieras.