Un Recuerdo Olvidado

Espero que os guste, este relato lo escribí hará 3 años y quisiera recuperar la inspiración con vuestros comentarios.

-Buenos días, venía por el anuncio del coche. Hablé ayer con el dueño. - le dije al señor que se encontraba detrás del que creo que era el coche.

-¿Noa?- preguntó dudoso.

-Si, el nombre es unisex- respondí riéndome porque siempre era la misma cara, con la misma pregunta.

-Ah, perdona. ¿Quedamos en 7.500€ por él, no?

-Me parece correcto. -observaba aquella antigualla de coche, pero que pronto volvería a correr por las calles.

-Le echaré de menos...

-Estará bien, en un par de meses lo tendrá de vuelta, y como nuevo.

-Esperaré entonces.- la mirada melancólica de aquel señor de unos 55 años, demostraba el afecto que sentía por la antigualla que pronto dejaría de serlo.

-Sin nada mas que decir, sr. Roberts  me lo llevo al taller para empezar hoy mismo.

-De acuerdo muchacha, pasaré por allí en unas semanas para ver como va la cosa. -dijo dándome la mano y mostrándome una sonrisa sincera.

-Entonces, hasta pronto!

Me despedí de mi cliente y con la alegría que otorgaba tener una nueva joya en bruto en el remolque, volví al taller donde los chicos trabajaban duro reparando y remodelando otros siete coches.

Salí de mi Chevrolet negro y me puse la gorra, significado de que estaba preparada para empezar a trabajar de nuevo.

El día pasó rápido entre las bromas del taller, las canciones cantadas a todo pulmón y el trabajo que nunca faltaba. Volvía a casa cuando el hambre de medio día sin comer llegó a mi de golpe. Una hamburguesa...Que hambre, Dios!

Con una sonrisa improvisada me dirigí a una de las hamburgueserias del barrio donde viví y sigo viviendo desde pequeña.

-Dígame que le pongo.

Menuda belleza de mujer, ¿hacia cuanto que no venia yo por aquí? Es nueva...

-Pues una hamburguesa doble, dos platos de patatas de estas de aquí y una botella grande de agua, por favor.

-Vaya, tiene hambre, eh! -dijo riendo mientras apuntaba.

-Ah!- y me reí ante mi idea y atrevimiento.- y tu numero si es posible.-concluí con una sonrisa de esas en las que te esfuerzas porque se vean tus dientes y tus claras intenciones.

-¿Nada más? Otra hamburguesa por ejemplo.-dijo sonriendo coquetamente.

-No, creo que con esto ya es suficiente. -respondí guiñándole un ojo.

Asintió y desapareció por una de aquellas puertas movedizas, eso sí, contoneando sus caderas marcadas por el delantal típico de camarera.

La noche promete, sin duda.

Un año y medio después...

Llevó dos meses con una sensación de desorientación que me impide concebir la vida como me cuentan aquellas personas que supongo conocía en un pasado no tan lejano.

Según lo que me contó el médico el día que desperté, tuve un accidente en el trabajo, rompiéndome dos costillas y por poco la cabeza cuando  aquel coche cayó encima mía.  Después de un mes y medio en coma por el golpe en la parte izquierda de la cabeza, desperté con la misma sensación de desorientación que me invade ahora, además de un vacío muy profundo en el pecho, como si me faltara algo, no sé. Con el tiempo se me ha pasado y sólo queda el recuerdo de la fuerza de ese sentimiento, pero de vez en cuando lo siento aun vivo dentro de mi y con ganas de salir.

Un año y medio atrás...

Quede saciada después de comer, ya estaban por cerrar la hamburgueseria por lo que deduje que era tiempo de volver a casa y descansar un poco.

Me acerqué a la barra y despidiéndome del muchacho que la atendía me encaminé a la salida.

-Oye! Espera!

Estaba a punto de cerrarse la puerta a mis espaldas cuando aquella voz que me llamaba hizo que me girara.

-Dime. - le respondí cuando la tuve que sujetar para que no se cerrara ante la carrera que se había metido para pararme, aterrizando en mi pecho.

-Eh... Te dejas el ticket...-susurro nerviosa mirando desde abajo por los 10cm que le llevaba.

  • Oh. Disculpa.- dije confusa, fijándome que en color rojo se podía ver un número de teléfono.-Oh...

Nos quedamos mirando directamente los ojos de la otra. Me filtre por los rincones de ese verde claro, no muy común, deslizando mi vista por su bonita nariz y sus arregladas  pestañas.

Año y medio después...

-Buenos días chicos.

-Buenas jefa.- contestaron mis compañeros de trabajo. Aquellos por los que mi corazón me decía que sentía un gran aprecio.

Curiosamente no recordaba ni quien era, ni cuantos años tenía ni nada, pero sabía leer, escribir, sumar, restar, e incluso arreglar coches! Me sorprendí cuando unos dos días después de darme el alta, cuando el que se supone era mi mejor amigo, David, me llevó al taller, e intentando hacer memoria me vi cogiendo las herramientas y arreglando un motor de un coche que tenía el capo abierto.

-Impresionante- dijo sorprendido al igual que yo.

Ese día recuerdo que sentí aquella presión en el pecho y sin saber porque entré a mi despacho (cosa que supe porque me lo dijo David) y me senté en el sofá como recordando algo que no conseguía recordar.

Año y media antes...

Los besos iban a venían desde que habíamos aparcado el coche en frente de su casa. Con pasos torpes entre risas y caricias consiguió abrir la puerta. Nada más entrar mi instinto mas primario hizo que la empujara contra la primera pared que encontré y no dejara de besar su cuello, para no dejar de escuchar los pequeños gemidos y suspiros que salían de su boca.

-Ven.-dijo como pudo, con la voz más sensual que había escuchado.

Obediente la seguí por un pasillo de color azul, con diferentes puertas a los lados. Abrió la tercera puerta de la izquierda y me volvió a coger del cuello para que continuáramos con nuestros besos.

-¿Puedo...?- dije mirando su camiseta de trabajo, pidiéndole permiso para arrebatársela de una vez por todas.

Sin nada que decir cogio mis manos y las introdujo por debajo de esa tela. Aquel movimiento por su parte hizo que terminara de perder la cordura, y con fuerza la cogi de la cintura levantándola, conduciendo mis manos a gran velocidad por las curvas de sus piernas y hacer que se abrazara a mi, todo ello sin dejar de besarla.

Sus manos se apretaron a mi cuello y sus labios lo recorrieron provocando más calor del que ya sentía. De reojo busqué la cama y con delicadeza la deje en ella mientras me colocaba encima suya. Nuestros labios no se separaban y mis manos no sabían a cual de todos esos maravilloso sitios de su anatomía dirigirse.

-Por favor...-susurro cuando sin querer mi pierna rozó su vagina por encima del pantalón.

Decidida le quite la camiseta y pidiéndole con la mirada que me ayudara, también desapareció su sujetador.

Mis ojos como balas fueron a su pecho, y maravillada lo roce con mis manos, consiguiendo un suspiro por su parte. Mis dedos comenzaron a jugar con sus pezones y mi pierna seguía ejerciendo cierta presión sobre ella. No sabia como pedirle a mi mente que guardara todas y cada una de las imágenes y sonidos que desprendía aquella diosa.

-Por favor!- gritó desesperada abriendo los ojos de golpe, martillándome con una profunda mirada de pasión y necesidad.

Como si estuviera en el ejercito asentí y obedecí; me deslice por su cuerpo, le desabroche el cierre del pantalón, y acariciando sus piernas se lo terminé de quitar. Volví a subir por ellas, memorizándolas a cada paso. Finalmente llegue hasta la cima y con delicadeza baje aquella ropa interior de encaje blanco.

Sople con malicia sobre aquella perla y con mis dedos abrí sus labios.

Mi lengua no dejaba ningún rincón por explorar, y mis oídos no dejaban de escuchar cada gemido que le provocaba.

Después de unos minutos en los que uno de mis dedos había decidido aventurarse por aquella preciosa cueva, su cuerpo se arqueo y sus piernas se cerraron con firmeza.

Años y medio después...

El día había sido agotador, se notaba que los chicos habían cuidado del negocio en mi ausencia. Los propietarios de los coches no paraban de llegar, llevándose los ya modernizados o reparados, o pidiendo consulta para ver si podíamos remodelar sus bebés.

Agradecí no haber olvido del todo que debía de hacer, aunque iba a ciegas por un camino que supuestamente ya conocía. Afortunadamente  mis manos no lo habían olvidado todo.

Ya era la hora de cerrar y solo quedábamos David y yo en el local.

-¿Quieres que te lleve a casa?- me preguntó revolviendo mi oscuro pelo. Era mucho más alto que yo, contando con mi 1'70 y su 1'90.

-No, creo que voy a ir en la moto. Pero aún así gracias por ofrecerte.

Después de una sonrisa y un hasta mañana, me quede sola bajando el portón del taller.

El estómago me crujió sin avisar, sacándome una risa. Iría a explorar. Quizás encontraría un buen sitio donde comer.

Me monté en la moto y dejando que me llevara lo que fuera que me estuviera llevando llegué a una hamburgueseria no muy lejana de la casa donde vivía.

-Tiene buena pinta.

Quitándome la chaqueta y quedándome en una camiseta de manga corta, entré en el local. Las familias se repartían por las distintas mesas, disfrutando de sus comidas.

Aquel sentimiento que hacía días que no sentía volvió a mi, asustándome, jamás lo había sentido tan fuerte como ahora.

Me senté sin más en una mesa pegada al gran ventanal, y como una buena clienta esperé a que me atendieran.

Luego de unos minutos esperando una voz me sacó del trance en el que me encontraba mirando por el ventanal.

-Dígame ¿qué desea?- esa voz...

Me giré y aquel hueco que sentía se lleno de golpe, explotó, se hizo más grande... No sé qué pasó exactamente pero me paralicé.