Un rapto por amor (2)

Esta es la continuacion de: Un rapto por amor - parte 1, esta vez escrito por mi. Se trata de la dominacion de una mujer en un lapso de tiempo pre establecido por ambos. Al final de ese tiempo, ella decide.

Fue la hora mas larga de mi vida. En penumbras, amarrada y prisionera de ese loco, mis nervios se destrozaban con la espera. ¿Que tendrá preparado este loco para mi?. Mis manos jalaban de las ataduras como tratando de zafarme, pero no podía. Mi sangre hervía y me ponía mas y mas histérica a medida que el tiempo avanzaba.

-¡¡Eres un cabrón, José!!- murmuré entre dientes

La segunda media hora, que me pareció un siglo, ya no jalaba tanto. Resignada en parte a mi confinamiento me debatía entre mi deseo de escapar de allí y mi curiosidad. Si, algo dentro mío se preguntaba qué tenía ese hombre que me había secuestrado para mi. Por un momento mi mente se perdió. Un divague de ideas surcaba mi cabeza respecto a José. Inmediatamente las descartaba de plano. No puede ser... José no es así, es un hombre calmado y normal ¿Cómo puede estar haciéndome esto? me preguntaba. ¿Acaso soy un objeto para él?.

En ese momento la puerta de la habitación se abrió. El resplandor de la luz desde fuera me impedía ver hacia la puerta, pero estaba segura que era José quien entraba. Podía olerlo. Su perfume no era desagradable, pero por ahora su sola presencia me alteraba los nervios. La puerta se cerró y suavemente subió la luz de la habitación. Poco a poco sus facciones se fueron dibujando y su rostro, sonriéndome agradablemente atrapó mi mirada. Suavemente, con delicadeza apoyó la bandeja que traía en sus manos sobre el mueble al costado de la gran cama.

-Si vamos a pasarla bien, mejor arreglemos el cuarto ¿cierto cielo?- dijo él con una sonrisa

Sobre la bandeja habían tres floreros y cada uno estaba rebosante de las mas bellas rosas que jamás hubiera visto. Caminando con seguridad y soltura llevó los floreros a diferentes puntos de la habitación. Era un detalle interesante, pero por dentro mío me preguntaba ¿no pensará que me ganará con unas simples rosas?. La mirada de él no parecía importarle lo que yo pensaba, solo se limitaba a sonreírme y a mirarme con ojos alegres.

-¿Cuando piensas soltarme, cabrón?- le pregunté juntando algo de valor

El no me respondió, me sonrió y con dos suaves dedos acarició mi barbilla y deslizándolos sobre mis labios me dio a entender que por ahora no lo preveía y que debía guardar algo de silencio. Sus dedos acariciaban mi rostro y por algún extraño motivo, entre su mirada y su actitud logró que guardara silencio. Algo comenzaba a moverse en mi pecho, no podía decir con exactitud qué era, pero sentí algo raro, algo que en mi vida había sentido.

-Tranquila cielo... no te apresures.- murmuró con voz calma a mi lado

-Tomate tu tiempo... siente lo que tu corazón te diga... tendrás mucho tiempo para escucharlo.- agregó

Aun estaba nerviosa, pero su tono de voz, grave, pausado, seguro de si mismo, me estaba sedando de alguna forma. No puedo decir con exactitud cuando fue que me sentí mas calmada, pero poco a poco mi cuerpo se iba relajando y solo yacía allí mirando sus ojos mientras me hablaba.

Por un momento me acarició el cabello y su mano se enredó en mi pelo. Si hubiera tenido las manos libres lo hubiera detenido, pero no podía hacer nada al respecto, y luego de un rato de estar allí tuve que admitir que se sentía bien. De repente, tan repentinamente como había entrado, se levantó y se fue, dejándome sola en la habitación.

Mi mente estaba algo aturdida. Mirando alrededor mío me veía en esa habitación desconocida, atrapada por alguien a quien evidentemente no conocía del todo y sintiendo cosas nuevas en mi. Fue como un shock a mi cordura. Siempre había sido una mujer estructurada, mi mundo había girado detrás de las cosas convencionales y los condicionamientos de la sociedad. Muy dentro mío no podía entender lo que me estaba pasando. La ira del primer momento ya había cedido, y tuve que admitir que la curiosidad por José me estaba comiendo por dentro. El muy desgraciado me había dejado sola, estaba jugando con mi mente. Por dentro mío sonreí por primera vez. No podrás conmigo, desgraciado... me decía a mi misma.

La espera fue larga nuevamente. No se si en realidad lo fué, o fue mi ansiedad que me traicionó. No había un solo reloj en toda la habitación. Tampoco tenía ventanas que me permitieran tener una referencia del exterior. Sinceramente tenía que admitir que el cuarto era bastante agradable. El aroma de las rosas comenzaba a sentirse y me llevaba recuerdos agradables a mi mente.

Nuevamente José entró en la habitación sentándose a mi lado en la cama. Sus manos volvían a acariciarme suavemente. Mis hombros, mis brazos, mi cuello. A cada contacto de su piel yo sentía estremecerme en una sensación difícil de explicar. No era miedo, no era odio, sin embargo algo me recorría por la espalda y me ponía tensa y eléctrica como un gato a punto de saltar. Lo miraba a los ojos y solo esperaba en qué momento sus manos manosearían mis pechos. Lo esperaba, todos los hombres en mi vida siempre habían tenido predilección por mis senos y no demoraban mucho en tentarse y masajearlos. Con mi mirada en los ojos de José esperaba ese momento y sabía que sería igual a todos, solo pensaría en el sexo. Sin embargo, mi espera fue infructuosa. Por un momento pensé que no le atraía, que no me consideraba atractiva, y la sangre me hirvió por dentro.

-¡Vamos... viólame ya y termina con esto!- le increpó ella en la cara

Las manos de él se detuvieron de inmediato y sentí que había impactado en él. Le miré a los ojos manteniendo todo lo que podía la vista en esa mirada fuerte y decidida que tenía. Esperaba lo peor. Sabía que en cualquier momento él me arrancaría la ropa y me violaría. Podía hacerlo, y yo no podría hacer nada al respecto. La sangre se me helaba y mi pecho respiraba agitado. La adrenalina me había subido a mil. Era el momento de la verdad.

-Sabes cielo...- comenzó diciendo con voz calma

-No deseo violarte. Al menos.. no tomaré tu cuerpo por la fuerza.- agregó sonriendo mientras acariciaba mis hombros.

-Pronto, muy pronto... te puedo asegurar que pronto pensarás diferente.- volvió a decir sonriendo

Lo siguiente que vi fue un pañuelo de seda que salía de su bolsillo. Con tranquilidad lo dobló hasta formar una venda lo suficientemente espesa como para no ver a través de ella. Sus dedos se deslizaban por la suave tela y no podía apartar mis ojos de sus manos. Eran tan firmes y masculinas que me atraían de algún modo. Quizás el hecho de sentir que esas manos fuertes y poderosas me tenían en su poder me sublevaba por dentro.

-Vamos a jugar un rato.- me dijo sonriéndome y acercándome la venda a los ojos

-Haz lo que quieras... ¿acaso puedo hacer otra cosa?- dije con un dejo de ironía

Era increíble la capacidad que él tenía para superar mis agresiones. Por mas que me esforzaba no lograba cambiar la expresión de su rostro. Poco a poco iba notando en el brillo de sus ojos como le gustaba esa situación. Pero había algo en esa mirada que me estaba rompiendo mis esquemas mentales. Era como una mirada enamorada, como se mira a alguien a quien quieres con toda tu alma, y poco a poco ese sentimiento se metía en mi. Esa mirada fue lo último que vi por un tiempo, y como si fuera parte de la estrategia para romper mi voluntad, se mantuvo en mi retina y en mi memoria por un largo rato. En total oscuridad y silencio, amarrada y en manos de José, mi mundo giraba en mi cabeza.

Por varios segundos nada se movió, nada se escuchó. Yo yacía allí, nerviosa, tensa, presa de mis propios pensamientos y sensaciones que me estaban provocando miles de pensamientos e ideas que me volvían poco a poco un poco loca. Solo podía escuchar mi propia respiración. Sentía como se me inflaba el pecho y podía asegurar que mis pechos subían y bajaban con ansiedad delante de los ojos de José. Eso me turbaba un poco y me hacia sentir incómoda, vulnerable.

Después de lo que pareció una eternidad sentí algo en mi rostro. Era suave, frío pero no helado. Se deslizaba por mis mejillas y me daba sensaciones de caricias, sin realmente serlas. Por fin, cuando se acercó a mi boca y rozó mis labios pude olerlo. Era una rosa. Suave, delicada, deliciosamente perfumada y me acariciaba el rostro con dulzura. Mis músculos comenzaron a aflojarse y sin poder evitarlo comencé a disfrutar del extraño juego que José manejaba. Mis labios se entreabrieron y pude sentir en ellos la caricia deliciosa de los pétalos sobre mí.

Todo era silencio, solo estaba yo y mis sensaciones allí en ese lugar desconocido. Aun no se como ni cuando, pero pronto el juego comenzó a gustarme. Mas y mas ansiaba las caricias en mi rostro y pronto mi cabeza comenzó a moverse, casi involuntariamente, acompañando los movimientos de la rosa.

La rosa se deslizaba por mis pómulos, los acariciaba en círculos y los contorneaba como pintándolos. Luego de eso la rosa acarició mi barbilla, luego mi cuello. Mi respiración se hacía cada vez mas intensa y mas profunda. Estaba segura a esta altura que el cabrón de José estaba disfrutando viéndome, pero no podía evitarlo. Mi cabeza se retiraba hacia atrás, exponiendo mas mi cuello a su caricia.

Mi rostro debe haber dado mil señales de placer. El continuaba, incansable, imperturbable, volviéndome loca. Una sensación extraña me invadió cuando la rosa avanzó sobre el escote de mi vestido. De repente me di cuenta que José estaría mirando mi cuello, mi pecho, toda mi reacción. Las dulces caricias se deshacían en miles de hormigueos inquietantes mientras él me acariciaba el pecho. Sus movimientos era firmes, definidos, pero se tomaba especial cuidado en no tocar aun las partes mas sensibles de mi cuerpo. Por un momento lo desee. Sentía la rosa acariciar mi plexo y deslizarse entre mis senos, yendo y viniendo suavemente, como pintando mi cuerpo. Los rodeaba, los acariciaba una y otra vez volviéndome loca.

Pude sentir como mis pezones se endurecían poco a poco. No podía creerlo. Allí, amarrada, con un cabrón que me había secuestrado, el placer me estaba dominando. Sin embargo, José tenía mas trucos guardados para mi. De repente la siguiente caricia me estremeció. La rosa se deslizaba suavemente por mi rodilla. Lentamente subía por mi muslo. Recorría cada centímetro de mi piel y una sensación extraña recorría mi cuerpo. Con la venda en mis ojos mis ojos giraban nerviosos. Era algo nuevo para mi, demasiado intenso para resistirlo, demasiado caliente como para tranquilizar mi mente.

-Por favor....- susurré

Mis palabras parecieron caer al vacío. José continuaba. La rosa se deslizaba entre mis piernas e intenté cerrarlas. No podía permitir que el muy bastardo me ganara. Y lo estaba haciendo. Muy pronto la rosa acariciaba el borde de mi falda. La sensación me ganaba por dentro. Algo dentro mío deseaba que alzara la falda de una vez y llegara al centro de mis calores. Mis piernas se habían cerrado y mis rodillas, tan juntas como podía impedían que continuara subiendo. Pero un ligero espacio debajo de mi falda y entre mis dos muslos dejó lugar para que José metiera allí su rosa.

Con mis manos me tomé de las cuerdas que me sujetaban. Mi boca se entreabrió un poco y un suave suspiro escapó de mis labios. Cuando me di cuenta no supe como remediarlo. Instintivamente mis dientes mordieron suavemente mis labios y me tensé tratando de contener mis sensaciones.

-Abre las piernas...- escuché en mi oído

Mi primera reacción fue apretarlas mas aun. Luego de eso sentí sus manos en mis muslos. Calientes, fuertes, suaves. Acariciaba mis rodillas y deslizaba su dedo por el muslo por el mismo lugar donde había recorrido la rosa. La orden resonaba en mi cabeza. En una lucha interna me debatía entre mi mente y mis deseos. Muy pronto me encontré preguntándome a mi misma si no lo deseaba, si eso no era lo que siempre había anhelado. Casi sin darme cuenta mis rodillas se aflojaron y un espacio de un dedo apareció entre ambas.

Lo siguiente que sentí fue como la rosa se deslizaba arriba y abajo de esa pequeña abertura y mis músculos me abandonaron una vez mas. Poco a poco la rosa fue ganando espacio y subió mas y mas dentro de mi vestido. Nunca nadie me había tocado tan suave en mis muslos. Jamás hubiera pensado que fueran tan sensibles.

Cuando la rosa se retiró de entre mis piernas sentí su ausencia y por un momento me di cuenta de lo mucho que me estaba gustando el juego. No iba a decir nada, solo callé y esperé el próximo movimiento de Jose. El silencio, la ansiedad, la oscuridad total me dominaban. Sin saber cómo ni de dónde vino, un frio metálico apenas rozó mi hombro derecho. Luego un "clic". Después el otro hombro, y otro clic. Algo estaba sucediendo y no sabía bien qué era. Al sentir la rosa deslizarse por mis senos nuevamente, pero esta vez estaba descubriendo mi pecho. ¡¡Me había cortado el bretel del vestido!!

-¡¡Cabrón... !! ¡¡Ese vestido me costó dinero!!- le maldije

Por un lado lamentaba que hubiera malogrado mi vestido negro. Por otro lado sabía que era lo que siempre había deseado, y en cuando la tela comenzó a correrse hacia abajo mis suspiros regresaron. Poco a poco iba sintiendo el aire en contacto con mi piel y sabía que él me tenía donde deseaba. El sostén negro de encaje era algo transparente y mi pezón erguido sobresalía notoriamente dentro de él. Sabía la vista que le estaba dando a José y eso, sin saber cómo, me excitaba. Esperaba en cualquier momento las manos gruesas y calientes de José sobre mi pecho y mi respiración era agitada. ¡¡Vamos cabrón!! ¡¡Apriétame mis pechos!! pensaba por dentro. Pero no. No fue así. Nuevamente pude sentir el pimpollo de rosa, esta vez rodeando mi pecho, subiendo lentamente, acercándose a mi pezón con lenta y deliciosa tranquilidad. Como sabiéndolo, y sin poder evitarlo, mi pezón se erguía cada vez mas, y mas duro.

-¿Te está gustando el jueguito?- me preguntó José sabiendo perfectamente la respuesta

No pude ni desee contestar. Lo que me estaba haciendo aquel cabrón me ponía caliente como nunca había estado en mucho tiempo. Sentía cada poro de mi piel como una antena, esperando el contacto con las caricias de José, deseando... por primera vez, que me tomara y me hiciera suya.

En ese momento José meció mi cabello con suavidad. Lentamente se acercó a la venda sobre mis ojos y me la quitó. Mis ojos estaban algo húmedos y con un poco de tiempo se acomodaron a la luz. Levanté la vista y lo vi allí, tan decidido, con la rosa entre sus dedos. Luego de quitarme la venda y pasar el extremo del pañuelo sobre mi piel tomó la rosa por el cabo y la colocó entre sus dientes. Inclinado sobre mi se acercaba a mis labios. Yo estaba totalmente excitada y si bien podría haberle quitado el rostro girándolo de costado, me quedé paralizada ante esa mirada. Cuando apoyó sus labios sobre los míos sentí que mi pulso se aceleraba como una locomotora. Luego tomó el cabo de la rosa con su mano y dejándola a un costado de mi rostro me miró.

-Te ves hermosa.- me dijo

Con su mano derecha tomó las tijeras que había dejado en la mesa de noche y me las enseño. Algo frío corría por mi cuerpo y me hacia temblar como una hoja. Sin embargo su presencia no me inspiraba miedo. Mis ojos siguieron todos los movimientos de las tijeras en su mano mientras se acercaba a mi pecho. Mi respiración era agitada y si bien imaginaba lo que haría, no hacía nada por detenerlo.

-No.. por favor.. mi sostén.- solo llegué a murmurar al sentir el frió metal acercarse por mi plexo hacia el medio del sostén.

-No te preocupes cielo... te regalaré muchos mas para que juguemos todos los días.- respondió el

Era mi sostén de Victoria Secrets, el mejor que tenía, y el muy cabrón lo iba a destrozar. Sin embargo no dije mas. Solo mis ojos siguieron la mandíbula abierta de las hojas de al tijera deslizarse y abrazar la pequeña tela en el medio. Con mis nervios crispados vi como lentamente la cerraba y en un corte preciso y sin dudas mi sostén se separaba en el medio. Con la punta de sus tijeras suavemente recorriendo mi cuerpo vi como lo abría a ambos lados dejando a la vista mis pechos. Mi rostro me hervía de vergüenza, en parte por estar expuesta ante José, pero mas que nada porque mis pezones seguían duros y erguidos como estatuas.

-Eres magnifica.- murmuró el mirándome a los ojos

Su vista se mantenía en mis ojos. No me podía explicar porqué no me violaba allí mismo, pero la forma que estaba actuando me ponía mas y mas caliente a cada momento. Sus manos, luego de soltar las tijeras acariciaban mi cintura con una presión suave y encantadora.

-Has elegido un hermoso vestido, te sienta delicioso.- dijo calmamente mirándome desde lejos al ponerse de pie.

Con la punta de sus dedos acariciaba mis pantorrillas. Amarradas casi juntas no podía moverlas mucho. Con ternura y suavidad me quitó los zapatos arrojándolos con suavidad al suelo y masajeando mis pies. Sus dedos jugaban con las suaves ataduras a la altura de mis tobillos y mirándome a los ojos comenzó a aflojar el amarre. Pude sentir con placer que mis piernas volvían a estar sueltas. Las manos de el no dejaban de acariciarme y muy pronto me acariciaba las rodillas.

Nuevamente se sentó a mi lado y esta vez inclinó su cabeza sobre mis pechos. En cuanto sentí la punta de su lengua recorrer la aureola alrededor de mi pezón creí que perdía el control de mi misma. Era algo delicioso. Se sentía rico. Tuve que hacer un esfuerzo para no demostrar lo caliente que estaba, pero mi espalda se arqueó levemente y mi respiración se aceleró un poco. José me estaba perdiendo, no podía ya conmigo misma. El deseo me abrasaba por dentro y era ya seguro que él lo había notado. Mis manos atrapadas en los amarres en ambos lados del cabezal de la cama se abrían y cerraban inútilmente.

Su mirada era serena y me sonrió justo antes de levantarse y ocuparse de mi otro pecho. Aun antes que me tocara mi pecho temblaba de placer anticipado, y cuando su lengua bajó un gemido muy quedo se escapó de mi garganta. Algo mas prevenida trataba de controlarme sintiendo sus labios envolviéndome, acariciándome suave y muy rico mientras la punta de la lengua tocaba la parte mas alta de mi pezón atrapado en su boca.

Cuando tomó nuevamente las tijeras supe que mi vestido estaba perdido, pero muy dentro mío desee que lo destrozara, que lo hiciera pedazos. Las hojas de la tijera cerrándose una y otra vez sobre mi vestido me excitaban. Solo el sonido de mi respiración y de la tela al rasgarse se podía escuchar en el silencio total del lugar. Poco a poco sentí como el aire fresco comenzaba a bañar mi cuerpo a medida que él abría mas y mas la brecha sobre mi. Ya sobre mi abdomen mi mente estaba totalmente alterada. El estaba cortando mi falda y solo mis delicadas bragas negras me separaban de él ahora.

Con la delicadeza de quien abre un exquisito bombón José echó a ambos lados las telas del vestido dejando mi cuerpo desnudo ante sus ojos. Una inequívoca expresión de placer recorrió su rostro y supe que él también estaba excitado conmigo. Su sonrisa fue mas pronunciada esta vez y sus ojos brillaban y bailaban con un destello particular.

-¡Nada mal... nada mal!- bromeó mientras mi rostro se ponía colorado nuevamente

Acariciando con sus manos mi vientre jugaba alrededor de mi ombligo pasando una y otra vez por encima de mis ovarios estimulando mas y mas mi libido. Mirándome bajó su mano acercándose mas y mas a mi pubis. La sensación era tremenda. Con mis piernas sueltas podría haber intentado patearlo o quitármelo de encima, pero mi cuerpo ya no me respondía, solo esperaba y deseaba lo inevitable.

Lentamente los dedos se deslizaron desde el ombligo bajando hasta mi pubis, pero antes de llegar desviaron por mis piernas acariciando mis muslos con suavidad. Mi sangre hervía, me sentía totalmente excitada y deseaba sus manos entre mis piernas. Tomando la rosa en su mano José volvió a acariciar mi vientre y mis muslos. Creí que me estallaba la cabeza de placer. No podía creerlo. Poco a poco mis temblorosas rodillas se abrieron para darle acceso a donde mas deseaba las caricias. Con una sonrisa pícara en los ojos José deslizó su rosa a lo largo de mis muslos una y otra vez, cada vez mas dentro mío. Llegaba a escasos centímetros de mi sexo y se detenía para bajar nuevamente. Por un momento lo maldije. El muy cabrón me estaba manejando como deseaba. En ese momento sentí como el pimpollo de rosa se deslizaba sobre mi sexo y con suaves golpes José lo sacudía contra mi.

-Ohh... - se escapó un gemido de entre mis labios

José no me respondió. Solo se estiró y volvió a tomar las tijeras nuevamente. Su mirada era brillosa y pícara en ese momento. Yo temblaba por completo, nada en mi cuerpo parecía tener paz. El en cambio estaba allí, apuesto, elegante, decidido, con la tijera acercándose a mi ropa interior.

-¿Victoria Secret?- preguntó bromeando

Mi cabeza asintió sin dejar de mirarlo. Sabía que a él no le importaría destrozarlas y muy dentro mío sabía que lo haría. En cuanto acercó sus tijeras a mis muslos sentí que volaba. Mis piernas no se quedaban quietas. Entonces él las alejó y me miró seriamente

-Te estabas comportando bien... no me hagas volver a amarrarte.- me dijo con voz calma pero firme

-Por favor.. no las rompas...- supliqué tratando de salvarlas

-¿Deseas que te las quite?- me preguntó con total intencionalidad

Yo dudé unos segundos. No deseaba demostrarle a José lo excitada que estaba. No deseaba que continuara lo que hacía, pero mi cuerpo me traicionaba. En unos segundos asentí con la cabeza.

-No te escuché.. ¿que es lo que deseas?- me preguntó sonriendo

-¡Quítamelas.. Quítame las bragas!- le grité

-Será todo un placer.- me respondió

No podía creer que le acababa de pedir a José que me quitara la ultima prenda que me separaba de estar desnuda frente a él. Lo vi inclinarse frente a mi y colocar sus dos rodillas a ambos lados de las mías. Sus pantalones oscuros rozaban mis piernas y sus manos acariciaban mis muslos. Suavemente, lentamente deslizó sus dedos debajo de los elásticos de los costados y comenzó a descender llevando con ellos mis bragas. Me sentía expuesta ante los ojos de él. Sus manos acariciando mis muslos al descender me hacían vibrar y pronto mis labios se apretaron otra vez. Inclinándose sobre mis pechos José abrió su boca y volvió a engullir mis pezones. Mis gemidos volvieron a aparecer levemente y mis ojos se entrecerraron sintiendo el placer que me envolvía.

Con la lengua de José deslizándose sobre mis pezones y sus manos acariciando mi cintura desde mis costados hasta mis muslos sin detenerse, me sentí hervir por dentro. La inquieta lengua de José jugaba con mi pezón erecto empujándolo suavemente hacia un lado, luego hacia el otro, lamiéndole la punta mientras que sus labios se deslizaban desde la aureola hasta la punta arrastrándose suavemente y haciéndome sentir un cúmulo se sensaciones que me estaban volviendo loca.

José cambió una y otra vez de pecho, alternando entre mi pezón izquierdo y derecho. Yo ya no sabía cual de los dos estaba mas sensible y el solo soplido del aliento de la boca de José al acercarse me hacía arquear la espalda en sensaciones anticipadas. Mis ojos miraban al blanco techo sin poder concentrarse en nada que evitara esa sensación. De vez en cuando bajaba la vista con curiosidad y miraba mis pezones duros como piedras entre los labios de José, pero eso me ponía mas excitada y me obligaba a quitar la vista de inmediato. Ya mis jadeo era acentuado cuando José comenzó a besar mi plexo bajando sensual y lentamente, beso tras beso rumbo a mi ombligo. Con sus besos cubrió mi agitado abdomen, y mientras su boca me cubría de besos, sus firmes manos acariciaban mis rodillas. Suavemente y sin que yo casi me diera cuenta fue abriendo mis piernas y acercándose con los besos a mi vello. De solo pensar lo que estaba haciéndome sentía mojarse mi sexo como un grifo descompuesto.

Con mis piernas abiertas un poco mas que el largo de su mano José comenzó a besar mis muslos. Comenzando desde la rodilla alternaba suaves besos en una y otra pierna subiendo poco a poco cada vez mas cerca de mi sexo. Casi sin pensarlo mis piernas se abrieron mas aún hasta casi el largo de su brazo entre mis rodillas. Con mis partes mas sensibles expuestas José se tomó mas tiempo aun en llenarme de sensaciones deliciosas mis muslos. Cada beso era una descarga de riquísimos estímulos que me hacían perder mas mi control. Muy pronto sus besos estaban tan cerca de mi sexo que el solo aliento sobre mi piel me estremecía. En ese momento José subió su rostro para mirarme y me sonrió pícaramente sabiéndome totalmente entregada.

-¿Alguna vez te han comido esa preciosura?- me preguntó mirando mi sexo

Mi rostro volvió a ponerse colorado y elegí no responderle. Solo me aseguré con mis manos a la cuerda que me mantenía amarrada. Imaginaba esa lengua que tanto placer me había dado sobre mis pezones hundiéndose en mi sexo y los escalofríos de placer anticipado me recorrían de solo pensarlo.

-De todas formas no interesa.... nadie te lo habrá hecho como estoy por hacerlo yo ahora.- agregó sonriendo

Lo vi descender entre mis piernas y sentí sus dedos jugar entre mis enrulados vellos. No había aun tocado mi sexo y mis piernas se estremecían. En cuanto sentí el cálido aliento de su boca entre mis piernas una instintiva reacción me llevó a cerrar mis rodillas aprisionando su rostro entre ellas.

-Creo que tendré que asegurarme de poder hacer bien esto.- dijo él poniéndose de pie

Sorprendida por su reacción lo vi ponerse de pie y comenzar a quitarse el cinturón de su pantalón. Por un momento me asusté y temí lo peor. Sin embargo los ojos tranquilos y sonrientes de José me dieron a entender que no pretendía lastimarme. De uno de los armarios de la habitación sacó luego otro cinto y dos sogas mas. Parecía saber bien lo que hacía y con esas cosas en sus manos se acercó a mi lado. Con mis ojos bien abiertos yo seguí todos los movimientos con nerviosismo.

-¿Que vas a hacerme?- le pregunté tímidamente

-Nada que no te guste.- me respondió con ironía y sonriendo

-Recoge tus pies y levanta tus rodillas.- me ordenó de inmediato

Con sus manos estaba acariciando mis muslos y de alguna forma el placer y las sensaciones de deseo continuaban en mi. Dominada por mi deseo y la curiosidad de saber que estaba por hacerme obedecí tímidamente. Mis pies se replegaron pegados al colchón hasta la altura de mis nalgas. Con mis dos rodillas en alto sentía las caricias de José en mis muslos deliciosamente. Con gran rapidez José rodeó mi muslo derecho y mi pantorrilla derecha con el mismo cinto. Rápidamente lo cerró y lo ajustó fuertemente hasta que pude sentir mi talón hundiéndose en mi nalga derecha.

-Uff.. no tan fuerte...- llegué a murmurar

Pocos segundos después sucedía lo mismo con mi pierna izquierda y el otro cinto. Para cuando pude reaccionar mis dos piernas estaban fuertemente sujetas contra mis muslos y José estaba amarrando dos sogas entre los cintos y la cama por el lado externo de mis piernas. Con suaves movimientos iba tensando la soga a medida que mis rodillas se separaban mas y mas una de la otra. Me sentía como un ternero cuando es amarrado por los vaqueros, solo que esta vez estaba indecentemente expuesta para José.

-¡Ya..! ¡No mas por favor.. ! ¡No jales mas!- suplicaba yo tratando de cerrar mis piernas y recuperar algo de decencia en mi posición

Fueron inútiles todos los esfuerzos que hice. Abierta en 90 grados y sin poder mover las piernas o hacer nada para evitarlo estaba allí expuesta para José. Sabía bien que él me estaba por comer el sexo y ahora no podría hacer nada por evitarlo. Las manos de José acariciando mis muslos y mi pubis me comenzaban a excitar nuevamente. El muy cabrón era muy hábil con sus manos y pese a que mis piernas intentaban cerrarse por reflejo, solo podía yacer allí y gemir muy quedamente. Con mis piernas mas abiertas que antes los besos de José acertaban a lugares mucho mas sensibles y ricos que antes haciéndome delirar de placer. Cuanto mas se acercaban los besos a mi pubis mas intensas eran las sensaciones y mas tenía que controlarme para no gemir.

-No.. por favor.. no lo .. hagas.. de.. de.. ten...t e...- supliqué al sentir su aliento sobre mi sexo

Supe de inmediato que la suplica fue inútil. Una cálida e inquieta lengua se deslizaba desde abajo hacia arriba por sobre mis labios vaginales haciéndome sentir una delicia indescriptible. Nuevamente la lengua acarició una y otra vez mi sexo, poco a poco lubricando mis labios y abriéndolo, solo para dejar escapar de dentro de ellos mis intensas humedades producto de la excitación.

-Ohhhhgg... Cabróoon...- gemí maldiciéndolo

Las manos de José acariciaban mis muslos y subían por mi vientre. En una sensación de indefensión total sentía como los dedos de mi violador acariciaban los globos de mis pechos y los rodeaban amasándolos suavemente. Suavemente jugaba masajeándolos, acercándose a mi pezón, acariciándolo, mientras entre mis piernas la lengua se hundía poco a poco entre mis labios y conseguía zonas mas sensibles y calientes para estimular.

Sin detenerse, la lengua de José se abría paso entre mis labios recorriendo mi vulva con deliciosa dulzura. Mi espalda se arqueaba ya con las sensaciones y mis puños crispados sobre la soga de amarre no parecían tener descanso. Sabia bien que iba en un camino sin retorno, pero por mas que me esforzaba en cerrar mis piernas era inútil. No podía quitarme a José de mi sexo.

Muy pronto la lengua encontró mi apertura vaginal y como un misil se hundió dentro de ella. Un suspiro mas fuerte y evidente rompió el silencio de la habitación. Con suavidad entraba y salía de mi sexo volviéndome loca de placer. Mi boca estaba entreabierta y mis ojos algo húmedos del esfuerzo y del placer. No podía evitarlo, José era un condenado habilidoso con su lengua y me deshacía en miles de sensaciones que me estallaban como un volcán entre mis piernas.

-Ohh.. José.. - suspiré

Pero cuando José encontró mi clítoris inflamado y creciente la revolución fue total. Aprisionado entre los labios de la boca de José recibía las suaves caricias de su lengua. Luego José comenzó a subir y bajar sus labios sobre mi clítoris. En esos momentos sentía que todo el mundo daba vueltas a mi alrededor y con el único movimiento de pelvis que me estaba permitido por las ataduras comencé a hamacarme.

Un flash intenso y brillante iluminó mi rostro en esos momentos, luego de eso una sensación de una intensidad tal que me hizo convulsionar todo mi cuerpo al mismo tiempo. Dos segundos después otra mas fuerte aun y por fin una de intensidad tan grande que creí que rompería los amarres. Estaba en un orgasmo, mi cuerpo vibraba una y otra ves sintiendo el intenso placer que parecía no acabar nunca. José mientras tanto continuaba sin descanso sus incursiones vaginales y sus sorbidas de clítoris.

Casi cinco minutos mas tarde José se detuvo. Mi cuerpo aun temblaba, sensible, acalorado, devastado por ese orgasmo tan intenso. José miró mis ojos y las lágrimas de placer que había derramado y sonrió satisfecho.

-Dos horas- dijo José mirándose al reloj

-Recién hace dos horas que comenzamos... aún te quedan 22 mas para demostrarte mi amor.- aclaró

-Y ya verás que serán muy intensas!- agregó

Luego de escuchar esa frase sentí que las fuerzas me abandonaron y mi rostro cayó a un costado. Desde arriba José se sonreía y comenzaba a preparar la segunda parte

Continuará