Un rapidín, con un jovencito
Acababa de terminar una relación de pareja cuando mi hijo organizó una fiesta de su escuela en la casa. Ahí conocí a un jovencito con el que, de manera impensada, tuve un rapidín delicioso, que nunca lo olvidaré.
Un rapidín, con un jovencito
Resumen: acababa de terminar una relación de pareja cuando mi hijo organizó una fiesta de su escuela en la casa. Ahí conocí a un jovencito con el que, de manera impensada, tuve un “rapidín” delicioso, que nunca lo olvidaré.
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Esa había sido la última pelea con mi…, pareja; me había vuelto a golpear, y yo ya no estaba dispuesta a soportarlo. Él, aunque trabajaba, no aportaba un centavo para la casa, ni para el sostenimiento de su hijo, mi hijo, nuestro hijo, de apenas 3 meses.
Mi otro hijo, Eduardo, era un muchachito formal, responsable, que ya estaba terminando la secundaria. Nomás nos miraba pelear, pero no intervenía. Era un muchacho tranquilo, serio, deportista; le gusta mucho el básquet ball.
Cuando finalmente me separé de ese hombre, a los pocos días me dijo Eduardo que si podía organizar una fiesta en la casa, pues mientras estaba Raúl, mi ex…, nunca pudo hacer una fiesta y tenía muchas ganas.
Le dije que sí, y ese viernes comenzaron a llegar varios chicos que yo no conocía, quizás compañeros de él.
Comenzaron a circular las botellas, el baile, las parejitas y ¡la fumada!: ¡de inmediato reconocí el olor de la mariguana!, lo había fumado yo misma cuando estuve en la secundaria: ¡siempre me ponía muy cachonda el fumar la mariguana, su olor, sus efectos…!. ¡Así fue como concebí a mi primer hijo, a Eduardo, el que había organizado la fiesta; lo concebí bajo el efecto de un cigarro de mariguana.
Me había tomado una copa, yo que nunca bebo casi nada, y me sentía muy alegre. Estaba platicando con mi hijo, que estaba con su novilla, una chica de su edad, ex compañera de la primaria, aunque los dos ya estaban terminando la secundaria. Se estaban abrazando y besando. Yo no les decía nada, nomás los miraba y me reía de sus ocurrencias, lo mismo que de las de otros muchachos.
Estábamos ahí, cuando se acercó uno de los chicos que estaba “fumando” y nos invitó. Todos le dijimos que no, y él se fue para el jardín, solitario, a seguirle fumando.
Lo vi alejarse. Pregunté quien era:
= es un chavo del salón…
% es de los “grandes”, los “repetidores”,
= los que reprobaron el año pasado…
y…, cuando pude, busqué un pretexto y me fui de esa “bola”, en donde estaba mi hijo. Di un rodeo y llegué al jardín, en penumbras. El chico, compañero de mi hijo, me invitó a que fumara, y ahora sí se la acepté, pues me gusta la sensación que te deja, aunque tenía ya algunos años de no “fumar”.
Comencé a fumarle y a recordar esos tiempos de secundaria, a mis “novillos” de entonces, de la edad de esos chicos. ¡Los fajes tan ricos que me aventaba con ellos!.
Estaba yo en eso, recordando mis tiempos de secundaria, cuando ese chico me preguntó:
= ¿tú también estás en la escuela…?
- No…, yo ya terminé…,
= ¿en serio…?, no te ves “ruca”, pareces una chava de las del salón.
¿Cómo te llamas…?.
- Marel…
= Ahhh…, ¿y entonces, si no eres del salón, a ti quién te invitó…?
- Eduardo…, soy…, su hermana mayor…,
y de inmediato añadí,
- estoy recién divorciada y…, vine para distraerme yo un rato…
= ¿te gusta atizarle…?
- sí…, pero hacia mucho que ya no…, fumaba…
= a mí también me gusta mucho…, pero luego me pongo cachondo…, ¿tú no…?
Sentí que me flaqueaban las piernas ante esa pregunta, pero le dije que sí:
- sí…, también me pongo cachonda…
Ese día andaba con un vestido rosa, de una sola pieza, ligero, amplio, con elástico por debajo de mis senos – de maternidad – con cierre por la parte trasera, desde la cintura hasta la nuca, largo hasta la rodilla; traía unas zapatillas rosas, de tacón alto y andaba sin brasier, solamente con unas pantaletas rosas, semi-transparentes, con encaje en el frente.
= Tu “brother” es a toda madre…, bien derecho…, pero no le gusta esta onda…,
me dijo, pasándome su brazo por encima de mis hombros, jalándome hacia su lado; estábamos recargados en la pared del jardín.
= ¿Estuviste mucho tiempo casada…?,
- no…, poco…, no llegamos ni al año…
= ¿y tienes familia…?,
- sí…, un bebecito…, de apenas 3 meses…, que está durmiendo allá arriba…,
en mi recámara…
= ¿y tu marido no le llegaba a los “toques”…?.
- No…, éramos muy diferentes…
= ¿Te hacia rico el amor…?.
- ¡Me lo hacía…!.
= ¿No quieres que te haga el amor…?
- ¿Ya lo has hecho antes…?
= No…, pero me he echado bastantes fajes con chavas…, bien gruesos…, ¡”con tocho”…!.
- Enséñame cómo besas…
Y el chico de inmediato se colocó enfrente de mí, me abrazó y me plantó en beso muy cachondo en la boca. Pero no solo eso…, de inmediato se puso a tocarme mis senos, por encima de mi blusita y brasier. ¡Era un jovencito compañero de mi hijo!.
- ¡Párale, párale, párale…, la cosa es calmada…, tú vas muy de prisa…!.
= Es que, nunca he cogido y pues…, tú ya eres señora…, y no tienes señor…,
entonces…, pensé que a lo mejor podrías enseñarme…, ¡deja que te lo meta…!,
ahorita que andamos cachondos los dos…
- pero…, ¿traes un condón?
= eeehhh…, nnno…, no traigo…, pero no le hace…, no pasa nada…
- ¿cómo que no…?. ¿y si me dejas panzona…?, ¿si se me hace otra panza de nuevo?
= pues…, ¿qué andas un tus días de fertilidad?
- no pero…, que tal si sí…
= entonces…, me dejas que te lo meta un rato y luego, antes de venirme,
me zafo y te los echo en la boca…
- ¿me lo juras…?. ¡No te vayas a venir adentro de mí!.
¿ya has acabado en la boca de alguien?.
= ¡Sí…, todas las chavas de la secu la reciben en la boca!, ¡hasta Juanita, la chava de tu brother…,
él siempre termina en su boca…, para no embarazarla…!.
¡No me digas que nunca te has tragado los mecos…!.
- ¡Sí…!
= ¿De muchos o sólo de tu ex?
- de algunos…
= ¿y has cogido con muchos?
- no…, nada más con algunos…
= ¿sientes bonito que te la metan?
- sí…, es muy bonita esa sensación… ¡Me gusta mucho que me la metan…!.
= Pues ahí está…, “dame chance”…, así, yo me estreno y tú la gozas…,
me decía emocionado ese chico, sin dejar de tocarme mis senos, por encima de mi vestido y de mi brasier.
= ¡Las tienes grandotas…!.
- ¡Y todas llenas de leche…, pues estoy alimentando al bebé!,
le complementé.
= ¿me dejas probar de tu leche…?.
- sí…, pero primero ponme caliente…, vamos a echarnos un “faje”, “grueso”,
como se los echas a tus compañeras…
Y me le acerqué hasta donde estaba sentado, en el piso. Me levanté mi vestido, me le coloqué a horcajadas sobre de su cintura, me le senté sobre de su pene e inmediatamente se lo sentí que lo tenía muy parado. ¡Lo sentía entre mis muslos, sobre de mis pantaletas, por encima de mi rajadita caliente!.
Le pasé mis manos detrás de su nuca y lo jalé prontamente hacia mí, jalando su cara hacia mi cara y comencé a besarlo con mucha pasión. ¡Supongo que lo sorprendí con la pasión que le demostraba!, ¡creo que jamás se lo imaginó!.
Cuando suspendí ese beso, ¡tremendamente apasionado!, de inmediato procedí a sacarle la playera que llevaba por encima de su cabeza. El chico solamente levantó sus dos brazos y dejó que se la sacara.
Volví a besarlo en toda su cara, a llenarlo de saliva con mi lengua, a buscarle de nuevo sus labios y a succionarle su lengua y saliva, hasta que volví a separarme de su cara y sus besos y entonces le pregunté:
- ¿me la quieres meter…?. ¿De a deveras…?. ¿Y me vas a cuidar…?. ¿no te vas
a venir allá adentro de mí…?. ¿Me lo juras…?.
¡A todo me dijo que sí ese muchacho, que me miraba con los ojos desorbitados!, ¡como que no podía creer en lo que le estaba pasando!.
- ¡Aflójate el pantalón…, bájatelo…, sácate tu “pistola”!.
Me levanté nuevamente y de manera inmediata, ese muchacho comenzó a bajarse sus pantalones, sus calzones y vi aparecer su pene parado, ¡enorme, hacia el cielo!.
Clavó sus ojos en mí, como queriendo decirme que qué cosa pasaba, y entonces, bajando mis manos, me levanté mi vestido, hasta por arriba de mi cintura y procedí a bajarme y quitarme mis pantaletas, que dejé caer sobre el suelo.
Di un par de pasos por encima de donde se encontraba sentado, recargado contra de la pared y me le volví a sentar a horcajadas, tomando su pene con mi mano y colocándolo directamente sobre mi rajadita, que ya estaba tremendamente mojada, llena completamente de mis secreciones eróticas y con muchísimas ganas de sentir que la penetraban, ¡que me penetraban!.
Coloqué el glande de su pene en la entrada de mi vagina y, me deslicé con suavidad hacia abajo, asegurándome de que se fuera introduciendo con seguridad, hasta que sentí que se hallaba en el camino correcto
- ¡Aaaahhh…!,
exclamé, sin poder contener mi lujuria, y entonces sí, luego de eso, me dejé caer sobre de él:
= ¡Maaareeelaaa…, estás muy sabrosaaa…!,
gritaba ese chico, estrenando su virilidad…
Me separé unos centímetros de su cara y pude observarle su felicidad, ¡y la mía!, ¡seguramente la mía debía de ser su reflejo!. ¡Me sentía realizada…, me sentía muy mujer…, me sentía muy feliz!.
Le di un gran beso en su boca, primero muy corto, luego otro más lento y luego fue uno de aquellos apasionados y llenos de fuego.
Comencé a galoparlo, dejándome caer con mucha fuerza y velocidad, empujando mis caderas de atrás – adelante y de adelante hacia atrás, pegándome la cara del chico a mis senos, con fuerza, como queriendo que también se me introdujera por ese lugar, aunque no lo hice por mucho tiempo, pues ese juvenil muchachito a los pocos minutos se puso a gritarme:
= ¡Me vengo Marela…, me vengo…!.
Yo debí retirarme en esos momentos, pues el muchacho estaba impedido de hacerlo, dado que yo estaba por encima de él, sin embargo, era tan delicioso el momento, que seguí cabalgando, con más fuerza y velocidad, todavía.
= ¡Me vengo Marela…, me voy a venir…, me viene todita…!.
Y sentí que me inundaba con su semen, espeso y ardiente, toda mi rajadita…
Yo también me vacié, lo llené de mis secreciones, y no pude retirarme de él, me quedé como estaba, sentada sobre su cintura, con mi cara clavada en su hombro, disfrutando mis orgasmos, que tanta falta me hacían…
Retiré lentamente mi cara de su hombro y me separé un poco de él; le miré su carita: ¡tenía sus ojos entrecerrados!, ¡seguía disfrutando su eyaculación!, ¡la primera que realizaba en el interior de una vagina!, ¡de mi vagina!. ¡Qué bárbaro!, ¡Lo había dejado que eyaculara adentro de mí!, ¡que me inseminara completamente!, pero no me importó en ese instante, es más, creo que ni lo reflexioné en el momento, lo único que se me ocurrió, fue besarlo de nuevo en la boca, con mucha tranquilidad y satisfacción.