Un ramito de violetas - Lydia
Puede parecer una locura, pero el hecho de encontrar a alguien especial al otro lado de la red, es más que una relación en la distancia... estoy convencida de ello, pues al final, en mi caso, se convirtió en algo pasional, íntimo, ardiente y loco...
Nunca nadie antes me había dicho cosas como aquellas, pronunciadas con tanta sensibilidad, con toda la dulzura y todo el amor; palabras que me enardecían, que me hacían estar obnubilada flotando como en un sueño. No fue difícil enamorarse de aquel hombre desde casi el primer instante ese hombre que cada noche se asomaba a mi ordenador, a través del Messenger, haciéndome sentir especial y feliz en cada cita, en cada encuentro
Sus hermosas frases hacia mí, eran todo un regalo y la energía que mi cuerpo necesitaba como ese último mensaje que me envió:
"Querida Lydia:
Ya son varios los meses desde que tengo el placer de conocerte y quiso la suerte que nos encontráramos por casualidad, cuando buscaba información en el Google sobre mi pareja, que se llama Lydia, como tú. Desde entonces te has convertido en algo más que la mujer de mis sueños, eres la musa inspiradora con la que vivo las fantasías más ardientes y apasionadas.
Nuestra especial unión epistolar es para mí una fuente de felicidad continua y nuestros chats eróticos, siempre cargados de morbo y de excitación, me llevan a vivir los mejores momentos de mi vida. Hacer el amor contigo en ese, nuestro rincón secreto, me han regalado los orgasmos más intensos y las sesiones de sexo más brutales de las últimas semanas en las que hemos pasado de una buena amistad a una apasionada relación amorosa virtual en toda regla.
Muchas veces llego a casa aún excitado por tus palabras lujuriosas y no puedo evitar continuar con nuestro juego haciendo el amor con mi mujer salvajemente reviviendo las mismas situaciones que minutos antes hemos protagonizado tú y yo en nuestras solitarias oficinas frente a los monitores de nuestros ordenadores de trabajo que jamás pensé que serían un medio que me proporcionarían tanto placer erótico. Así consigo alcanzar las más altas cimas del placer físico y emocional, con el cuerpo de mi chica que por unos deliciosos y maravillosos momentos imagino que es el tuyo, ese que tantas veces he deseado poseer con mi verga, recorrer con mi lengua, acariciar con mis manos, abrazar con mis brazos y piernas, besar con mi boca...
Lydia, eres la suma sacerdotisa del placer y yo tu más entregado y abnegado adorador.
Gracias por darme tu amor, tu pasión y tu amistad sin pedirme nada más a cambio que mi pasión, mi amistad, mi amor y todo mi tiempo que son para ti...
Me gustaría poder acariciar con mis manos tu cuello, acercar tu boca a la mía y fundirme en un beso infinito, apasionado y dulce por toda la eternidad.
Eternamente tuyo,
Dorian."
Esos textos y tantos otros con los que me deleitaba cada día, me condujeron irremediablemente a enamorarme de ese desconocido y a desearle a más no poder, con todas mis ganas... No sé lo que pasó por mi cabeza, pero caí en sus brazos, irremediablemente, como si la necesidad del hombre encantador, atento, sensible y adorable que nunca tuve, llamara a mi puerta en ese momento. Tenía ante mí ese príncipe azul de mis sueños, convertido en realidad. Cada una de sus cartas era más y más deliciosa y no había noche que no me asomara a leer sus párrafos, pues era cada noche cuando sus versos, sus delicados mensajes me encendían, me colmaban, me enamoraban
Pronto conseguimos crear una muy íntima amistad virtual y en poco tiempo se creó un vínculo tan grande entre los dos que era difícil de abandonar. Aquello que empezó como un juego acabó siendo nuestro paraíso particular.
Durante mucho tiempo fuimos cómplices de nuestros más silenciados secretos, confesores mutuos de nuestras intimidades más escondidas, confidentes de nuestros sueños y anhelos, hasta llegar a formar un lazo que fue creciendo en el tiempo hasta convertirse en una droga de la que ninguno podíamos ni queríamos escapar.
Con cada cosa parecíamos encontrarnos más unidos, en nuestros gustos, en nuestros sueños, en nuestras ideas Nos entendíamos a la perfección. Me sentía tan a gusto a su lado, tan atendida y tan entendida nunca con mi pareja había sentido nada parecido y tampoco nunca me había dicho frases tan sensibles y delicadas como aquellas. El amor que me faltaba en casa, aquel que se apagaba por días, lo encontraba cada noche encendido de la mano de mi nuevo príncipe.
Las palabras se fueron cargando de emoción y de pasión, convirtiendo nuestra nueva aventura, en una unión sensual, carnal al más alto nivel a pesar de no vernos, de no tocarnos... Volví a ver las estrellas, consiguiendo excitarme con cada palabra, con cada descripción y cada verso que me llegaba del otro lado. Mi nuevo amor a través de la red, ese que me embriagaba con cada una de sus expresiones, consiguió llevarme a los más dulces orgasmos, aquellos que nunca tuve tan intensos en un contacto físico con mi chico. Volví a sentirme admirada, deseada y complacida Las palabras no eran palabras, se convirtieron en deseo continuo y excitación que se alargaba durante todo el día. En poco tiempo habíamos pasado de amigos cómplices a amantes cibernéticos, llenos de energía y de pasión. En cada sesión hacíamos el amor, sí, por loco que parezca, nos tocábamos, nos sentíamos como si estuviéramos pegados, como si realmente nuestras manos estuvieran unidas. Su boca rozando mi piel, mi cintura presa de sus dedos, su lengua recorriendo mis muslos, devorando mi sexo y al mismo tiempo mi boca sedienta, alcanzando la suya llena del elixir más exquisito, percibiendo su calor y su forma de amar, la que nunca antes nadie, absolutamente nadie, había conseguido darme en vivo.
Fue aquella tarde, lluviosa y fría, donde también nos dejamos llevar por la pasión, guarnecidos en cada una de nuestras respectivas oficinas, el lugar desde el que nos conectábamos al final de cada día. Esperamos a que todo el mundo se fuera y así poder entregarnos a la pasión a solas él y yo nadie más en el mundo importunándonos.
Las frases fueron entrando en acción, creyendo que las órdenes que nos dábamos eran vivencias propias en cada uno de nuestros cachondos cuerpos. Abrí mi blusa y a través de ella introduje mi mano, siguiendo las instrucciones de mi amante al otro lado. Pellizcaba mis pezones y los rozaba con mis uñas aparentando que eran sus dientes los que me mordían. Mi otra mano se colaba bajo mi falda alcanzando la cara interna de mis muslos que se estremecían sintiendo que esas ardorosas caricias eran perpetradas por él. Y allí mismo alcanzaba con su imaginario dedo mi más íntimo lugar y acariciaba mi rajita arriba y abajo, tal como él me iba sugiriendo lascivamente El calor aumentaba por momentos y mi respiración se agitaba a medida que mi príncipe me besaba, me acariciaba, me mordía en cada centímetro de mi piel. No había distancias, no había fronteras, no había nada que nos pudiera separar y estábamos abrazados en nuestro cielo exclusivo.
Al tiempo, mis palabras sugerían que imaginara que la mano que se adentraba bajo su camisa y subía lentamente por su torso era la mía, la que pellizcaba sus pezones mientras le murmuraba en el oído lo mucho que le deseaba, todo lo que le quería que mis besos alcanzaban su cuello, su barbilla y su adorable boca, que me mordía al mismo tiempo, sintiendo incluso que su lengua entraba en contacto con la mía, abrazándose juntas en nuestras bocas, sin cesar Mis manos parecían meterse en su bragueta y él seguía mis sugerencias, sintiendo que mis dedos llegaban hasta su bóxer y bajo él se metían para acariciar su miembro, rozarlo suavemente primero y agitadamente después. Mi boca imaginaba poder alcanzarlo y besarlo, mientras él se tocaba con sus dedos. Yo veía que mis labios se apretaban a esa deliciosa verga y la acariciaban acompañados de mi lengua, mamándola con energía y con todo entusiasmo. Él lo agradecía entrecortadamente, contestando a mis proposiciones más ardientes y le imaginaba suspirando, confirmando en sus silencios el placer que le llegaba desde mi lado.
La fogosidad se fue haciendo salvaje y brutal entre los dos, sin importarnos nada más que nuestras frases cargadas de exaltación y viviendo nuestro mundo en toda su intensidad.
Nos masturbábamos sintiendo que cada mensaje era la personificación de nuestras propias manos convertidas en el otro, dándonos un mutuo placer entre frases y tocamientos sintiendo que nuestros sexos ardían mutuamente y se estremecían de placer. Estábamos follando, sí, como auténticos amantes encontrándose en su lugar secreto y llevando a la realidad nuestras más alocadas y soñadas fantasías. Nuestras frases eran el empuje, nuestras manos seguían sus órdenes y nuestros pensamientos se dejaban llevar sin control hasta alcanzar el orgasmo, que acompañado de la morbosidad de hacerlo en un lugar prohibido, donde pudiéramos ser descubiertos, multiplicaba la intensidad y la excitación que nos acompañaba, gimiendo con furia, jadeando con energía corriéndonos en el mayor de los arrebatos
Nos costó, como otras muchas veces, cortar esa sesión ardiente que tanto placer nos prodigaba y nuestros cuerpos y mentes se rebelaban por querer seguir tocándonos, besándonos, sintiéndonos unidos interminablemente.
Ni la lluvia ni el frío de la noche conseguían apaciguar mi calor. Al llegar a casa encontré a mi novio tumbado en el sofá y aun con mi sexo tibio y mis pezones erectos tras aquella sesión increíble de sexo virtual con mi amante, continué viviendo la experiencia que él me había entregado, pero esa vez soñando a través de mi pareja como si fuera ese otro hombre quien me diera de beber las mieles del placer.
En un instante me encontraba desnuda sobre él, sintiendo que esa penetración no era la suya, sino la de mi excitante pareja virtual, ese hombre desconocido que me había vuelto a ilusionar, que me había entregado la pasión en cada una de sus letras. Alcanzamos el orgasmo, sin que mi chico supiera que no era su miembro el que me inundaba, sus manos las que me atrapaban, ni sus suspiros los que me hacían estremecer cuando de pronto de su garganta surgió una frase entrecortada:
Princesa adorada
Ese era mi nombre de guerra en nuestros encuentros en el chat, y yo pronuncié el suyo, temerosa:
¿Dorian ?
Mi chico abrió los ojos como platos y yo me quedé alucinada cuando pronunció mi nombre:
¡Lydia!
Los dos quedamos silenciados, sin saber qué decir, mirándonos sorprendidos, entendiendo que todos nuestros encuentros secretos habían sido entre los dos sin saberlo que aquellos amantes escondidos estaban más cerca que nunca.
En ese mismo momento, como una especie de premonición o más bien como una contundente certificación de todo lo que acababa de suceder, comenzaba a sonar en la radio, la preciosa canción de Cecilia "Un ramito de violetas" y la sugerente voz de la genial cantautora nos decía sugestivamente:
A veces sueña y se imagina
Cómo será aquel que tanto la estima
Sería un hombre más fiel de pelo cano
Sonrisa abierta y ternura en las manos
No sabe quien sufre en silencio
Quien puede ser su amor secreto
Y vive así de día en día
Con la ilusión de ser querida
Quién la escribía versos dime quién era
Quién la mandaba flores por primavera
Quién cada nueve de noviembre
Cómo siempre sin tarjeta
La mandaba un ramito de violetas
Lydia