Un puto muy legal (2)

Sigue la carrera de este prometedor aspirante a soplapollas.

UN PUTO MUY LEGAL (2)

por: Majsingle82

Yo lo admito, como lo admití ante Chrissie: mi trabajo no es el que más me podría autorrealizar y todas esas payasadas que lees en Vogue, pero me lo paso como una puta y me pagan mejor de lo que podría imaginar. Tony alababa mis progresos: gracias a mis conocimientos lingüísticos (y no hablo del griego ni del francés) mi lista de clientes se amplió a varios políticos europeos de paso por Madrid, africanos en busca de negocio e incluso algún que otro árabe, turistas acaudalados, mmmmh, me merezco la medalla al mérito ciudadano del Ministerio de Asuntos Exteriores. Chrissie temía que mi trabajo me pudiera perjudicar en el futuro. Starfucker, just like my daddy is, selling his baby. Pero como sigue la canción, mi oficio corre por las venas de mi familia y al fin y al cabo ser abogado es sólo una prostitución legal y financiada por el estado al servicio del dinero más poderoso. Como yo hacía ahora, siendo un puto de lujo. Por si fuera poco, el estado apoyaba mi trabajo al financiar la Iglesia y así promover la insatisfacción sexual del pueblo español.

Chrissie me miraba extrañada tras hacer la comida:

-Ahora que han terminado las clases, ¿volverás a León?

-No. ¿Volverías tú a Valencia?

-Como camarera ahora tengo más trabajo que nunca.

-Pues yo también tengo mi trabajo.

-¿Cuándo lo dejarás?- Chrissie negaba con la cabeza-. Sabes que algún día te acabará manchando.

-Ya me manchan. ¿Has oído hablar de los blow-jobs?

-Me refiero a la mierda. Vas a necesitar algún día un buen abogado.

-Llamaré al hijo de puta de mi padre.

Mi padre. Mi primer objeto de deseo y mi primera decepción. Alto, de envergadura (en-verga-dura) tan amplia como la mía, canoso, barbudo. Atractivo. Como para echarle un buen polvo. Si no fuera porque es un cerdo homófobo que me sacó a patadas de la Universidad Católica de Ávila y me echó a Madrid. Bueno, me ha salido bastante rentable en realidad el que me pillara chupándosela al chofer. ¿Esconde un deseo homosexual oculto? Esperaremos a que viaje a Madrid para saberlo.

Llamada de Tony. Un buen perfil. Carles. De origen barcelonés, pero desde 5 años reside en Madrid. 45 años. Profesión: funcionario. La única pega es que me ha alquilado para dos días, y eso (aparte de costarle un pastón) me da mal rollo. ¿Cómo podré aguantar al mismo tío tanto tiempo? ¿Y si es un tarado mental? El rollo positivo es que los catalanes me ponen a mil por hora, con ese acento tan duro, esas vocales abiertas, esos cuerpos mediterráneos morenos, masculinos, velludos… Acepté.

Hora: 16:00 h. Me había depilado y preparado para todo lo posible, incluso Chrissie me había prestado el spray antivioladores. Me había vestido como Carles me había pedido. Era muy extraño, yo sabía que los barceloneses son una gente muy rara porque viven en una gran ciudad pero son felices y montan en bicicleta, pero este tío escapaba a los límites de mi comprensión. ¡Me había pedido que vistiera normal! Bueno, había escogido unos vaqueros caídos que le sentaban especialmente bien a mi culo duro, y que dejaban asomar mis boxers negros ajustados a mi plano vientre lampiño, tan sólo una estrecha franja desde el ombligo hasta mi pubis angelical. Además de un jersey recién comprado en Glam, je suis tres chic.

Tony me indicó que Carles me estaría esperando sobre las cuatro en Vázquez de Mella. Realmente estaba preocupado. Puedes ser muy profesional y follarte apasionadamente a cualquier impotente si sólo tienes que aguantarle 4 horas, pero era la primera vez que hacía un servicio tan largo. Este trabajo no siempre era tan apasionante como pudiera parecer en un principio (sobre todo después del principio que tuve), a pesar de que Tony me había intentado tranquilizar. Según él, lo bueno de los españoles es que a diferencia de los otros clientes europeos, sólo pensábamos en follar y no tendría que darle charleto al kiski en cuestión.

Vázquez de Mella. Escenario de mis correrías adolescentes de finde. Pero ahora era tan sólo un lugar donde quedaba con mis clientes para ir al Ricks o al Long y luego follármelos. Según Tony, Carles llegaría con unos pantalones negros y un polo igualmente negro. Menos mal que no estamos en verano.

Llegué un poco antes de las cuatro; me gusta otear el territorio con ventaja, sorprender a los transeuntes antes de que los dedos de la moral pública amenacen con decapitarme. Desde una esquina puedes espiar la siempre escondida insania de tus vecinos. Desde ninguna esquina puedes comprender lo que piensan las personas. Para mi sorpresa, Carles me estaba esperando. Por supuesto que no le conocía, pero sólo un tío vestido de negro como un murciélago que te mira con esa sonrisa de "baby, yo sé quién eres y a ti te gustaría conocerme, je-je-je" podría ser uno de mis apestosos clientes. No, no era el prototipo de hombre mediterráneo ansioso de sexo que estaba esperando. Más bien era el caso del paciente que aguarda en la consulta del urólogo para que le dé viagra. El pelo era aceitoso, su boca viscosa y tuve que ocultar mis náuseas. Su cara no era arrugada, sino reseca como la de una salamandra hedionda y humedecía sus labios sin ninguna gracia babeando cual caracol. ¿45 años? Mi bisabuelo conserva mejor aspecto.

Oculté el desagrado, soy un puto feliz. Me aproximé al hombre nauseabundo cuando una mano fuerte, decidida, me detuvo. Me giré.

-¿Quién eres?

Ante mí tenía a uno de los hombres más guapos que hubiera conocido. Su cabello estaba cuidadosamente peinado a raya, pero un aire indómito hacía que el pelo no se revelara como la pradera de gomina viscosa de la que tanto hacen gala los pijos, sino que aún conservaba un aire audaz, como su fiera mirada, desgarradora hasta el tuétano mas reconfortante. Sus ojos eran marrón oscuro y ligeramente almendrados, de los cuales nacían unas sexys patas de gallo cuando sonreía como ahora. El rostro era duro, pero al sonreír dejaba espacio para un remanso de belleza masculina, morena, la carne era morena y apretada, lo poco que se podía ver a través del polo rojo y los pantalones negros hacía que me mojara como en mucho tiempo no me mojaba. Unas canitas salpicaban su pelo negro de nieve, pero esto sólo le dotaba de una gracia mayor.

-Perdóname- casi dice perdónama-, pero tú debes ser David, ¿no? Yo soy Carles, es que no me he podido cambiar de ropa, menos mal que he adivinado que eras tú.

Yo no podía decir nada, pensar nada, salvo devorar aquellos fuertes muslos embutidos en un pantalón negro de corte chinos.

-¿Eh? Sí, soy David, creí que…- le señalo el contrariado ejemplar de mediocridad.

-¡No, yo soy el auténtico Carles!- se ríe travieso (un tío de 45 años que aún se carcajea como un chaval, esto sí que me pone). El acento catalán es inconfundible en su voz aguda, pero de macho maduro, y me excita. ¿Cómo gemirá el típico "Ah, ah, ah" en la cama?

-¡Pues no sabes cuánto me alegras!- río yo también. Él mira al viejales babeante.

-¿Pensaste qué?

Asiento, él ríe aún más en respuesta. Se dobla de la risa y yo admiro como puedo un culo durísimo y muy redondo que muero por azotar y abrir. Un buen hombre comprensivo es lo que necesita un chico rápido como yo.

-Creo que es ahora cuando te acompaño hasta mi coche- me tomó del brazo camino del parking de Vázquez de Mella. Ay, qué delicia, sus brazos eran duros y su pecho compacto. No podía sino frotarme contra él como perra en celo aunque él lo notara, lo cual me daba igual porque notaba en su mirada que también él me desnudaba con la mirada. No era para menos. Dos hombres guapos, morenos, contraste del mar de Barcelona con las llanuras de Madrid, mi juventud contra su madurez, hombría contra hombría. Apenas llegamos al parking él me miró extrañado después de cháchara fútil mas deliciosa. Hacía tiempo que no me reía tanto por tantas tonterías. Su ceño inquiría:

-Eres el chaval más simpático que he encontrado en Madrid. Casi pareces barcelonés.

-Serás tú el que se ha vuelto madrileño- oculté mi amor por la perla del mediterráneo.

¡Vaya pedazo de buga! Un esplendente chryssler voyager SE.

-Ahora mismo, te abro, David- comentó galán mientras abría el maletero.

-Por mí ábreme todo.

-Para eso tendrías que tener algo que jamás hubieran abierto- replicó desabrido Mr Hyde.

Yo que he sido el más chulo de Madrid me sorprendí sumiso y desarmado ante él.

-Era broma, chaval- me da una palmada en el hombro. Joder, parezco un puto crío, que no un crío puto en compañía de este tío. Ojalá no se pase el finde vacilándome porque yo soy un muchacho inocente en el fondo, muy en el fondo.

-¿Y ahora?- no había abierto la boca desde su chanza.

-Ahora nos vamos tú y yo a un pueblecito de la sierra, a refugiarnos en su chimenea, a pasear desnudos, y a… relajarnos, coño, que parece que no se te puede gastar una broma.

-Sí, sí, por supuesto… ya te la devolveré.

-Éso espero. La vida demasiado en serio es un coñazo- entonces sí sonreí.

Puso en marcha el coche y para mi sorpresa sonó en la radio:

"I don't like my country,

isn't fun my city,

I wanna live in Tromaville"

-¿Te gustan las Killer Barbies?

-Me encanta el rock. Cuando era más joven le daba a los Kinks, Led Zeppelín, Frank Zappa, luego Black Sabbath, Los Ramones… ¿Y tú?

-Yo soy del grunge: Nirvana, Soundgarden, Radiohead, Smashing Pumpkins, Dover

-¿Dover?

-Joder, todos los viejos rockeros sois iguales

-¿A quién llamas viejo?- me toca el sexo suavemente mientras salimos de Madrid. Su mano me acaricia desde la base del pantalón hasta la punta de mi sexo que poco a poco va perdiendo su característica flaccidez hasta que queda duro, enhiesto tras el pantalón. Sus ojos marrones me miran pícaros mientras suspiro de placer en vahídos que exhalo entre temblores hasta que por fin despierto y aprieto los muslos del conductor, muslos fuertes, vigorosos que despiertan en él su sonrisa. Asciendo mi caricia a través de su cara interna cuando me reprende:

-Espera, no quiero que nos matemos. Deja que te toque. ¿Así que te van las hermanas Llanos?

-Las hermanas Llanos, no- suspiro porque me soba los huevos con ternura-, que soy gay, pero su música sí.

-Sólo falta que también sean de tu agrado los Linkin Park.

-No, gracias, paso de Backstreet Boys con guitarras.

Él ríe.

-Eso está mejor- abandona mi cuerpo-. Desnúdate. Reclina el asiento y desnúdate, suavemente, deja que el aire acaricie tu cuerpo y te limpie.

-¿Eso es una indirecta referida a mi higiene personal?

-Desnúdate. Baja un poco la ventanilla.

-¿Y los demás conductores?

-Desnúdate. Deja que el Sol vea esos cueros tuyos. Yo también quiero verte.

Tenía mis reparos, tenía miedo, no sabía quién era él, ni siquiera si era otra broma suya, pero tenía muy claro que como lo volviera a intentar lo iba a pagar muy caro, por muy cliente que fuera. También tenía pudor; yo era puto, pero sabía muy bien lo que me podría acarrear ser sorprendido en esa actitud por nuestros cuerpos (enfermos) del estado. Que para algo soy preabogado. Y aborrezco el histrionismo del exhibicionista.

-Ten calma, David. Deja que el aire se lo lleve todo. Deja que el Sol te acaricie. Quiero verte- repuso calmado. Adelante, pensé. Es casi como "Lucía y el sexo". Deja que el barro se lo lleve todo. Deja que el Sol te seque y se lleve los malos augurios.

Presto, me quité el jersey azul. Bajé un poco la ventanilla y Carles subió la temperatura del climatizador. El aire frío de noviembre erizaba mis pezones rosados pero pronto me sentí en calma. No tenía frío. Carles me miraba ansioso a través del cristal, sus ojos de topacio nerviosos. Recliné el asiento hacia atrás y casi me tumbé. Lentamente desabroché mis zapatos y los abandoné atrás, con mis calcetines. Mis pies blancos, inmaculados irrumpieron frescos al apoyarlos voluptuosamente sobre la guantera y los relajé. Carles los repasó con la punta de sus dedos.

-Espera a que termine- le dije misteriosamente tranquilo, como si el tiempo y el espacio se hubieran detenido en torno nuestro. Obedeció.

Desabroché el cinturón y lo sostuve entre mis manos, al final lo apretaba contra mis pezones ya duros y me procuraba placer íntimo cerrando los ojos. Humedecía mis labios de delirio y arrojé el cinturón con rabia, por el placer recuperado después de tanta actividad mecánica. Me di cuenta de que Carles giraba su cuello y de que su entrepierna se había alterado ante el enorme sexo que allí había despertado. Me giré hacia él, mis músculos definidos, mi vientre plano seducía a mis vaqueros para que me abandonaran. Con un gesto lento los bajé hasta mis pies y masajeé mis muslos cremosos. Dejé también los vaqueros y me abandoné al placer del viento frío que erizaba mi vello y finalmente me despojé de los boxer negros, dejándole ver mi perfil perfecto, el pubis oscuro, el sexo protegido, sólo las pelotas emergiendo levemente detrás de los muslos flexionados, mis manos contra las rodillas. Ahora sí me acariciaba con las puntas de los dedos, desorbitado, como para asegurarse de que el calor de mi cuerpo era real.

-Gírate- ordenó.

Sometí mi cuerpo y a su voluntad y abrí mi torso, mi pelvis hacia él, mi sexo reposa encima del muslo izquierdo. Después de torcerse hacia un desvío me miró a mí y a mis ojos. Ya no oía la música.

-En verdad eres bello.

-Y tú hermoso.

Me miró intrigado. A mí me salió espontáneo, como agua de torrente, porque cuando lo vi la primera vez lo pensé. Qué hermoso es este hombre, qué hermoso es

-¿Te libero de esa presión?- le pregunto.

-No, quedaría muy ridículo vestido y con mi polla saliendo de los pantalones, como cualquier película porno vulgar.

-No quedaría desnuda

-Ya te encargarías tú de cubrirla con tu boca, ¿no David? Tranquilo, ya me verás. ¿Te parezco hermoso?

-Mucho, más de lo que pudiera describir.

Y así era, yo desnudo me sentía mucho más vestido que él. Yo tenía a mi lado el viento y el Sol, tocando cada poro de mi piel. Él sólo tenía mis miradas para cubrirse.

-¿A qué te dedicas?- pregunté para romper el hielo.

-Soy funcionario del Estado.

-¿Qué tipo de funcionario?

-Oh, nada divertido- sonrió-, estoy relacionado con el banco de España y con ese tipo de negocios. ¿Y tú? Porque no me creo que sólo te dediques a esto.

-¿Por qué crees que me debería dedicar a algo más que a "ésto"? ¿Qué te parece que es mi trabajo?

-Bueno, no te ofendas, nen. Pero me pareció desde que te vi que tenías algo especial que los otros chicos no tenían. En cuanto a tu trabajo, mejor me callo lo que me parece.

En algo tenía razón. Llevaba tanto tiempo acostándome con tíos que había perdido el norte de mi vida. De querer ser abogado laboralista había pasado a ser un puto.

-Ojalá tengas razón y no lo digas sólo para confundirme. ¿Qué viste en mí de especial?

-Eso me lo deberías contar tú. ¿Qué estudias?

-La gramática parda- le respondí desde mi observatorio desnudo.

-Creí que como todos estos chicos, tú también estudiabas

-Y según Tony, yo creía que ésta era tu primera vez con un puto.

-Ah, sí- sonrió-, pero es lo que dicen, dime, ¿qué estudias?

-Derecho.

-Mmmh, la profesión del futuro, mejor no me meteré contigo. ¿Quién es Tony?

-Mi chulo, ¿no te atendió él?

-No, fue una chica rubia, muy joven, se llamaba

-Carla.

-Exacto, gracias.

-¿Por qué gracias?

-Por ser suspicaz. Ya veo que vas a ser buen abogado, si algún día necesito tus servicios te llamaré, pero por ahora, requiero otros. Y otra cosa, jamás vuelvas a referirte a ti mismo como un puto, ¿de acuerdo? Odio esa palabra.

Antes de llegar a la casa, Carles me pidió que me vistiera:

-Para que mi nen no coja frío en su culito.

Lento y receloso me vestí delante de él. Ya no me observaba, pero percibía otras miradas invisibles en su ventear, en su escucha, quizás su sabor era amarillo u rojo. La casa era cercana a Lozoya, una de esas deliciosas fincas que hallas en el ascenso a Navafría. La sierra de Madrid no está poblada por gente cultivada, y es preferible vestirse a ser apedreado. Llegamos a su finca, se llamaba "El bosque" y te la puedes encontrar antes del parque natural. Entramos y Carles apagó el coche. Silenciosamente seguía a mi guía conducirme hasta su humilde morada, una finca lujosa que haría las delicias de todos los jóvenes forzados a vivir con sus padres. Yo sólo tenía ojos para aquel cuarentón de muslos fuertes y culo prieto. Cerró la puerta de su hogar.

-No habrá sirvientes. Espero que no te importe- comentó el gentil.

-Para nada, de hecho odio a los sirvientes metijones, salvo cuando hay que follárselos- sonreí.

-¿Te gusta follar, eh, muchacho?- inquirió sardónico.

-Para eso me has traído aquí.

-Para eso y más. ¡Desnúdate otra vez!

Yo le miré sorprendido, mas él sonrió:

-Vamos a ver de que estás hecho niño. Yo soy el cliente y te quiero ver en bolas- callé, conocía el significado de sus palabras.

-De acuerdo, señor; el gran cliente-picha es el rey y sus órdenes son deseos para mí.

Me desnudé de nuevo, mas esta vez decidí que no iba a elaborar mi desnudo. Arrojé el jersey a un mueble de la entrada, tiré a un lado los pantalones y me desprendí de los boxer, verbigracia.

-¿Más cómodo?

-Menos mal que tienes calefacción.

Sabía que a Carles le gustaba lo que contemplaba con tanta fijación, ¿a quién no le molaría un joven veinteañero en la flor de vida, de carne cremosa y de sexo rosado contorneándose en torno suyo? Era un poco más alto que Carles, pero nuestros ojos quedaban casi a la misma altura. Sus ojos marrones, sedientos bebían de mis lagunas verdes y me decían que me quería bajo sus piernas, su sexo contra mi culo, su sexo contra mi boca, su saliva participando de las humedades que albergo en mi boca de fresa, por qué no, último tabú secreto entre tú y yo, besos protagonizados por nuestros labios.

-Tócame.

-¿Qué?

-Puedes tocarme si quieres. Pero si comienzas, no puedes parar.

-Mmmh.

-No podrás parar.

Se acerca y comienza a sujetar mi rostro cuando le paro de lleno con mi índice advertidor:

-Pero antes el señor deberá desnudarse también.

Carles sonrió.

-Vale.

Me pongo cachondo sólo con su aceptación y espero el espectáculo. Las pocas arrugas que ya posee el rostro de Carles se embellecen con su sonrisa de hombre maduro y experimentado, pero ahora con un matiz pícaro que me cachondea. Levanta el polo rojo de la discordia poco a poco, primero uno de los lados dejándome ver su flanco izquierdo, de vello moreno, de carne masculina y dorada, ahora su flanco derecho y un delicado ombligo como una guinda de topacio. Juguetea con el polo un poco más y riendo lo saca más allá de sus hombros. Su pecho, fuerte y amplio, pero no de muñeca de gimnasio sino de hombre, pezones de vivo color para recordarme su origen mediterráneo, los últimos bermellones abandonan sus cabellos negros tan poblados de canas como el ébano de vetas y observo, admiro, gozo el ser masculino.

-¿Qué tal por ahora, nen?

-Siga señor, que se va a ganar una recompensa.

Se quita los zapatos dejando ver unos pies de pescador, más blancos que el resto de su piel pero delicadamente tallados, con la línea del vello que nace de las piernas propia de los hombres auténticamente velludos. Me mira con suficiencia y comienza a desprenderse de los pantalones estúpidos, ¡fuera todo! Estoy harto de ver esas ropas y quiero verte desnudo. Desabrocha el pantalón y los baja sinuoso sentándose en una silla adyacente. Me muerdo los labios, ¡no lleva ropa interior! Y está de puta madre, sus muslos y pantorrillas son de ese vello negro que me apasiona, su pubis es oscuro, no puedo verle, maldita silla, su vientre sensual, masculino, se da la vuelta y veo el culo más bello del mundo, fuerte, musculoso y alto, el culo de un Apolo maduro, se da la vuelta, su pubis es un intrincado bosque de maleza alabastrina, con calientes laderas que despiertan la erección de mi sexo, se levanta, saludando arremangándose la cabeza, descubriendo el capullo rojo y húmedo, ansioso de conocer la polla morena que va contra mí, esa pedazo de polla barcelonesa, bien erguida, de cabeza enorme y roja, como la punta de una lanza, es enorme, gruesa y bien torneada para la caza de muchachos ansiosos por ser empalados, los cojones cuelgan como frutos repletos de miel, qué ganas tengo de beber de ellos. No hablamos, para qué, no hay tiempo que perder, acudo hasta él, casi me humillo hasta sus rodillas varoniles, me recoge, me recoge y me besa.

La primera vez que Carles me besó no lo recuerdo como el mejor beso de mi vida, porque cada vez que me besó parecía insuperable, ni tampoco como un beso excitante y perverso, sino como la llegada de algo anhelado desde hace mucho tiempo, incluso desde antes que le conociera. Era simplemente, pasión y yo quería comérmelo. Sus manos contra mi cuello y mis tersas nalgas, las mías en su nuca y abarcando su tripita sexy, daba igual , nos besamos como dos locos, me arrebataban sus morros, su aliento, el sabor de su boca, de su lengua moviéndose dentro de mí, de mi lengua arrebatando la no-virginidad de su cavidad bucal, nuestra saliva moviéndose al compás de nuestros labios, pequeños besos en mi cuello, mordiscos inocentes en sus labios, disfrute del lóbulo de la oreja, de los mordiscos y de los chupetones. Nuestras pollas se encontraron a punto, mojadas, las cabezas enfrentadas, la suya un poco más grande que la mía, quizás no es la más grande, pero sí la más bonita, se la cojo, te la cogí, Carles mío de mi pollón, y la masturbé porque daba gusto sentir tu precum en mi mano, tu polla candente, tu cipote moreno, me agaché y allí mismo me la introduje como pude en la boca, era grande, lo hice a la fuerza, quizás te molestó pero pegaste un brinco cuando mi intimidad fue violada y tu picha hizo tope en mi garganta, dolorosa, pero no importaba, chupe tu enorme polla hasta la extenuación, te la saqué y lamí esos huevos, mientras los lamía le sacaba brillo a tu polla que bien lo merecía, tú suspirabas de gozo yo apretaba contra mí tus nalgas para que tu polla me follara la boca más hondo, me encanta tu sabor, salado y picante, tu olor, ese sudor, mi saliva junto a tu precum, yo sintiendo en mi boca como se hincha esa cabeza roja tuya, araño tus nalgas, me la meto hasta donde puedo, me levantaste:

-Vamos al salón, mi nen, allí estaremos más cómodos.

Vamos, y por el camino nos vamos magreando, nos pegamos cariñosos tirones de la polla para masturbarnos, aunque nuestras manos también aprisionan nalgas, velludas y morenas las tuyas, lampiñas y cremosas las mías, tú ya metes un dedo por mi ojete, cuando me tiras al sofá y te lanzas luego a por mí, nos besamos y nos masturbamos, polla contra polla, boca contra boca, metes tu polla entre mis muslos y me follas así, mientras yo hago lo mismo contigo, te cojo de esas nalgas duras y te acerco a mí hasta que nuestras pieles se funden, tu lengua penetrándome hasta la médula, cuando te incorporas y dejas caer de rodillas tu enorme polla hasta mí, te sientas a horcajadas encima de mi cuello, dominándome, devoro tu polla en un instante cuando me agarras de los cabellos y la sepultas dentro de mí, si la dejo paso a tus huevos, los chupo, juego con ellos mientras la chupo pausado masajeándola con mi lengua, así, lentamente, introduciendo todo cuanto puedo de ella en mí, dejándola descansar y luego sacando todo su jugo con mis carrillos, porque es tan dulce tu polla, qué bien sabes, tú gimes.

-Muy bien, David, muy bien, mi nen

Mejor sabes tú, pienso mientras lamo los cojones que te cuelgan y que se pliegan arrugados al pasar mi lengua por ellos, así los abandono por detrás y mientras beso tu pubis velludo y aromatizado dejo caer mis dedos como por casualidad en tu culo y comienzo a palpar ese ojete de mis deseos, estás húmedo y peludo por aquí, amor, tú me adivinas:

-Ya veo por donde vas, nen- ríes-, pues toma de esto.

Aún sujetando mi cabeza te incorporas para que chupe tu culo, lo paseas de delante atrás y de detrás adelante, la punta de mi lengua saluda tu entrada, abres y cierras momentáneamente tu esfínter para dejarme catar por unos segundos la miel de tu culo, la aprisionas y saboreo tu ano, te levantas y ahora te sientas mirando a mis pies en mi boca, manejo tu culo a mi voluntad, separo esas nalgas velludas y ahora tengo a mi disposición el objeto de mis deseos: tu ojete, que beso delectuoso y lameteo a gusto, te follo con mi lengua:

-Así, nen, dame más, mi niño, así

El lamento placentero de esta lengua suplicante me cachondea más, ensalivo uno de mis dedos y te lo meto fácilmente, llego a tocar tu próstata carnosa, dispuesto a sacarte todos los jugos como sea. Voy a follarte, cliente mío. Te meto otro dedo y además de los masajes en tu culo voy dilatando tu esfínter, tu ojo es moreno y fuerte pero te da gusto el que trabaje con él. Arrebatas mis manos y me miras salaz a los ojos:

-Vamos a hacer que este bello nen disfrute con su trabajo.

Tu mirada de sátiro me paraliza y acto seguido te agachas hasta comerte mi polla, las masculinas quijadas se zambullen en mi pubis y la chupas, ¡joder, cómo la chupas! Tu boca es una puta aspiradora, parece que me la vas a arrancar, pero me encanta, te la metes toda en la boca y chupas mi polla hasta que casi estallo. Mientras, me abriste de piernas y jugabas con mis cojones, traccionándolos, masajeándolos, hasta que uno de tus dedos adivinó el camino que lleva a mi culo y allí lo sumergiste, yo gemí de placer

-Oh, papito, qué rico me lo haces

La frase de oro que a todos los maduros les pone como a una moto a ti te hizo estallar; me metiste varios dedos, todos los que podías, escupías en tu mano para lubricarme, hasta que tuve 3 dedos tuyos en mi culo al mismo tiempo que tu boca hacía estragos en mi polla tiesa.

-Joder, Carles, que me corro…- te sacaste mi polla de tu boca:

-Ése es el objetivo, nen- me sonreíste rijoso y con una babilla de mi precum resbalando por la comisura de los labios que recogiste con tu lengua-, qué bien sabes, niño.

-De niño, nada- se me escapó.

-Ahora comprendo porque todo estaba tan bueno aquí abajo… era un hombre lo que me estaba comiendo, y no un niño- me miraste enigmático-. En ese caso, pasaré a mayores.

Dicho y hecho tu culo prieto anduvo hasta un mueble de donde sacaste el lubricante.

-¿Quieres jugar a ser un hombre, David?- me abrí de piernas ante él.

-Hazme lo que te dé la gana, Carles. Tú eres el jefe y estoy deseando que me la metas hasta la garganta, hasta que me salga tu leche por las orejas.

-Te voy a follar como nadie lo ha hecho. Acuéstate boca arriba en el suelo y ábrete de piernas, patitas al hombro- dijiste desafiante.

Sí, señor, con la de veces que he deseado encontrarme con un tío así y voy a dejar pasar esta oportunidad. Me miraste divertido:

-Casi pareces una mujercita.

-En ese caso más te vale ser hombre y follarme como tal. Vamos, Carlitos, fóllame.

Para qué iba a decir más, te abalanzaste echando un chorro de lubricante en la punta de tu precioso rabo y empujaste como un toro hasta arrebatarme mi culo, lo hiciste tuyo, me dolió al inicio, yo que creía que me dilataba perfectamente fui reparado allá donde fui violado. Sentía tu polla introducirse dentro de mí mientras chillaba y chillaba, no podía más de tanto dolor, pero luego el fuego que hacía mi ano arder se convirtió sólo en placer, puto placer, me sentía como una puta, la más puta de las putas, empalada para gloria oficial de mi macho, Don Carles. Tu polla me taladraba cual brava Black&Decker reconvertida en presto martillo neumático, yo resistía los embates de tan ardiente verga, te echaste encima de mí y en ese momento me comiste los labios, me chupaste el cuello rompiste mi tronco en dos para subirme al cielo con un mordisco a la yugular. Yo exhalaba por mi culo aquellos humores que sólo los hombres follados por hombres pueden impregnar y te pedía:

-Más, más, Carles, fóllame más

Me la sacabas y me la volvías a meter de una precisa estocada. Ya no sentía dolor ni nada parecido porque incluso tu gruesa cabeza entraba limpia.

-Uff, qué tío más calentito estás hecho, nen… Quédate tumbadito boca arriba- como pude, extasiado te obedecía y reposé mis piernas en el suelo-. Éso es, nen, éso es

Entonces ocurrió lo mejor del día. Tú, que me habías follado rompiéndome el culo como nadie me lo había roto hasta la fecha prendiste mi polla y te sentaste en ella sin apenas cambiar tu rostro.

-Fóllame nen, ahora. Dame placer anal- tu culo estaba tan caliente y me aprisionaba como si tuvieras manos allí dentro. Tu ojete era tierno pero fuerte y me excitaba sentir los pelos de tus nalgas contra mis muslos.

-Uff, lo que tú digas

Carles, te comenzaste a mover como un zorro viejo, macho experimentado en recibir vergazos, arriba y abajo, tu gran polla se abatía con cada movimiento de tus caderas, yo me incorporé y me agarré a tus pezones, tiré de ellos, quizás me pasé pero es que ¡eran tan grandes! Me quedé prendido de ellos y de tu pecho, aquello te puso más cachondo y te la meneabas al mismo tiempo que te la metía, tu polla chorreaba presemen que me dabas a probar, mmmh, ¡qué rico! Ya no podía más, eres demasiado para mí, barcelonés putón y me corrí inundándote de semen, te llené todo el ojete, entonces tú abriste los ojos como platos, sentirías mi semen corriendo dentro de ti, y suspirando David me lanzaste unos gruesos lefazos a mi pecho y a mi cara que me apresuré a beber sediento cual leche condensada, y tal era, pues aunque a veces desconcertante, has acabado siendo el hombre más dulce.

-Siento…-gime, gime, follador-… que haya sido todo tan rápido…- suspirabas mientras te sacabas mi polla y (oh, increíble) empezaste a recoger mi leche y bebértela.

-No importa…- qué bien me ha dejado, dos sesiones más con éste y adiós al spa-… si todo estaba muy rico- me abalanzo como un poseso sobre su polla para limpiarla con la lengua. Ñam, ñam.

-Me encantas, David.

-Eres la hostia, Carles.

Tú y yo nos besamos. Durante largo rato no se oyó nada en la sala salvo el beso. No nos movíamos, extáticos, del suelo. Después, pequeños besos, tiernos, sobre el cuello, en las orejas, y de nuevo otro gran beso, en que nos revolvíamos como dos niños que han hallado un tesoro: el otro. Poco a poco, comenzamos a salir del sueño. Tú me pediste:

-¿Te importaría dejar la maleta sin deshacer? Quiero verte desnudo todo el rato- huy, qué bien, pensé. Como esto sea recíproco va a haber huelga de pollas caídas.

-Yo haré lo que me pidas

-Quisiera que tú estuvieras a gusto. Si quieres, yo

-¿Tú?

-También puedo estar desnudo.

-En ese caso no sé si podré aceptar el dinero- sonreíste, quizás ya me habías seducido.

-Sólo quiero que estemos a gusto.

-Si tú también te desnudas… bueno, sí, qué leches, yo te devoro a ti

-Y yo te como- me besaste muchas veces; perdí la cuenta.

-Joder, Carles, así da gusto trabajar.

-Ya te digo, nen- entonces no comprendí del todo esta frase.

¿Qué les puedo contar de ese fin de semana? Cuando la fortuna sonríe al puto éste olvida pronto su edad de ocaso y su fenecimiento. Algo así me pasó con Carles, pocas veces había estado con un hombre tan bello, pero nunca, oigan, nunca con un hombre como él. Puedes follar como mucho unas cuantas horas al día. Pero el resto no vas a mirar a las musarañas o hablando con voces que sólo tú oyes. Tú y yo hablábamos de los griegos y entonces, desnudos, escenificábamos, tu pecho contra el mío, sentíamos ambos miembros erectarse en la refriega. No hay un poro mío que tus labios no sienta.

-¿Vas a volver a Barcelona?

-Sólo si trabajas también allí. ¿Parlas català?

-Pues no, sólo un poco de leonés.

-¿Leonés?

-El dialecto de mi tierra.

-¿No eras madrileño?

-Los madrileños somos un poco de todos los lados.

Y entonces tú me besabas y chupabas mi pecho. Yo correspondía mordiendo tu cuello moreno, besando tu pecho curtido, cuidando que no se me escapara ni uno solo de los vellos, deleitándome en tus pezones. De pronto éramos un 69 y sentía tu boca succionándome, tu polla invadiendo mi boca, me esfuerzo porque no puedo con ella, me llena la boca y me invade el cuerpo. También damos cuentas de los culos, yo lamo el tuyo, húmedo, incitante y tú devoras el mío, metiéndome varios dedos. Allí, en la cama, frente a un espejo, te tumbo de lado y eres el primero en ser penetrado, levanto uno de tus muslos y empujo mi cabeza contra tu culo, poco a poco mi cipote entra en tu agujero moreno, estás muy caliente allí dentro. Te abro más de piernas y observo tu rostro en el espejo, suspiras de placer y te relames del gusto mientras sobo tu maciza polla. Pronto descabalgo, quiero que me folles y me tumbas boca abajo, me metes poco a poco tu polla para enrabietarme, ¡métemela de una vez! Al fin me la metes hasta la empuñadura y comienzas un ritmo lento mas demoledor, que me hace gozar como nunca, eres un maestro en esto de follar. Te sostienes sobre tus brazos, como si hicieras flexiones y admiro esos fuertes músculos que me sostienen, miro a mi lado, al espejo y contemplo ese bamboleo de tus nalgas introduciéndome toda tu verga, tus pelotas quedan fuera y chocan contra las mías, yo también me muevo y estrangulo tu polla cuando sale con mi esfínter. Más tarde me tumbo boca arriba y te tiendes sobre mí, ambos con las piernas abiertas, nos besamos, tan cerca que quema tu aliento y nos jalamos mutuamente las vergas hasta que nos corremos, manchamos todo, pero nos refocilamos en las manchas de rica leche. No decimos nada. Sólo hay besos.

Más tarde, en una de las galerías, nos abrazamos con el mismo forro nórdico para aventurarnos al exterior.

-Nos estamos abrazando con la misma manta, mi nen- me dijiste mordiendo mis labios-, eso significa que nos vamos a pelear.

-No te entiendo- me reflejé en tu boca.

-Decían los antiguos que no se podían secar dos amantes con la misma toalla, ni abrazar con la misma manta.

-Ya, pero nosotros no somos amantes, sólo un guarrillo y su cliente- te respondí, frío, pretendía hacer un chiste mas frunciste el ceño.

-Quizás tengas razón- dijiste algo más en catalán, no recuerdo el qué y te marchaste dejándome con el nórdico mientras admirábamos los árboles. ¿Por qué? Deseé tu efigie desnuda caminando por el frío, tus nalgas tersas rojas contra el aire ártico. Te seguí y alcancé justo cuando tu sexo se había empequeñecido.

-¿Qué te pasa?- inquirí, aunque ya presentía la respuesta.

-Nada, mi nen, nada- evitaste mi mirada.

Me aburría y me espantaba el tener que consolarte, lo admito. Tiré el nórdico, estábamos en casa.

-Cuando la gente dice que no le pasa nada, miente.

-No puede pasar nada donde sólo hay nada. Mira cómo se me ha quedado la polla, parece un garbancito- toqué tu sexo helado. Lo abrigué con las manos, como a un pájaro herido. Lo besé hasta que recuperó su calor-. Eso es, mi nen, abraza a mi pájaro, a mi polla. Abrázame a mí.

Te abracé, Estabas muy frío. Recogí el nórdico y te calenté.

-Antes estaba bromeando, Carles. Sí, como dos amantes- te besé y calenté tu cuerpo con el mío-. Tienes razón, catalán.

-Olvídate de eso- me obligaste a recostarme en un alfombra contigo- y fóllame ahora más que nunca.

Tu cuerpo masculino se abrió en dos siguiendo a tus piernas. Apoyé mis hombros en ellas y lentamente introduje mi miembro en seco. Te dolió un poco, pero sonreíste cuando me detuve quieto dentro de ti, mi polla llenándote por completo. Sentía contra mi pecho tu torso velludo, tan fuerte, tan de macho, tus pezones contra los míos, te doblé un poco para besarnos mientras te la metía, te follaba, te hacía el amor. Nuestros huevos se encontraban cuando mi polla hacía tope en tu culo, los pubis juntos, tus manos apretando mis nalgas contra tu pelvis, mis manos acariciando tus muslos, besándonos, tu culo, caliente como nunca, con sus vellos que me hacen cosquillas. Aspiré el olor de tus canas y cuando te miré a los ojos te llené el culo de mi leche, me corrí, tu esfínter estrangulaba mi cabeza al salir, repleto te dejé de mi semen. Te besé tierno, por aquéllo que me habías dado y porque me apetecía, a qué coños vienen tantas razones.

-Quiero que me folles, Carles- me tendí de espaldas a él y pasé mis dedos por mi ojete-. Sé un buen chico y destroza el coño de este hombre.

-Será un placer. Pero antes, te vendaré los ojos- respondiste malévolo.

Acepté. Un pañuelo negro selló mi visión y eso es todo cuanto pude ver. Me encontraba sentado

-¿Dónde estás, Carles?

Una risa a mi espalda fue la única respuesta. De repente, noté cómo abrías mi boca y después tu culo, un poco irritado, pero del cual goteaba un líquido familiar, lo probé tal y como tú querías… mmmh… era mi semen. Ahora saco la lengua y pruebo, consuelo a lengüetazos tu agujerito, cuando de pronto lo abandonas y mi boca se abre violenta para cobijar tu polla. Me coges de la nuca y (presumo que tú estás de pie) me follas por la boca, saliva y precum caen por mi barbilla. Te sales. Me tiras al suelo, opones mis manos a mi espalda y me besas. Noto dos labios, una lengua que chupan mis pezones, algo húmedo recorre mi torso (¿tu lengua o tu polla?), llegas a mi sexo ahora flácido que es acogido por una cavidad húmeda y candente, tu boca, te detienes, elevas mis piernas y me metes un dedo mojado por el culo, paras, me dejas con la miel en los labios, y una lengua mojada se pasea por mis muslos, noto que me coges de las rodillas, llegas a los pies y me zozobras, vuelves a mis alturas, tomas mis manos y las conduces hasta tu pecho. Descubro otro Carles: hay una pradera de vello suave y sedoso, que va desde casi tu…garganta, sí, nace un poco más abajo de la garganta, me guías, me deshago de tu abrazo y te exploro yo. Tu espalda es fuerte mas lisa, bajo un poco más allá de tus pezones (que los he asido lo demuestran tus quejidos), la pradera sigue siendo fuerte, pero más blandita, me apetece reposar allí mi cabeza, mmmh, que bien se está aquí, con mis mejillas llego a una pequeña depresión peluda, esto de debe ser tu ombligo, giro el rostro y lo lamo, ahora sí voy sobre seguro, prosiguen mis manos y hallo dos salientes óseos: tus caderas. Las peino con la punta de los dedos, tu pubis es peludo mas suave, los alborotados vellos rizados son besados al mismo tiempo que me doy cuenta del poderoso olor de tus pelotas mojadas, lo aspiro como el más deseado de los perfumes, mis manos describen los círculos de tus caderas hasta arribar a tus nalgas, las toman de abajo, de los lados y finalmente las separo… un poco arriba… un poco abajo

-¡Te encontré!- exclamo al horadar su agujero masculino y tú ríes.

Mi cabeza por fin se decide a buscar a tu polla, a despecho del dolor de mi garganta al engullirla toda de una tacada. Mis manos bajan más y no encuentran nada. Asustadas, reculan y son tus muslos lo que toco. Te la chupo así, te saboreo, salado y amargo cuando:

-Voy a inundarte ese culo de leche.

Me inmovilizas, yo me dejo hacer porque me da tanto morbo someterme a ti. Cuando menos me lo espero levantas mis piernas y las sujetas contra tu propio cuerpo. Mis manos son sujetadas por las tuyas, me he olvidado de tus fuertes brazos, también mmmh, sí, tus axilas también son olorosas, pero me excitan, me encienden, me has abierto de piernas y me estás sujetando por las muñecas, ¿para qué? De pronto tu polla se introduce como una estaca dentro de mí, me la metes toda de una vez, me duele mucho. Siento que tu cuerpo cae sobre mí y aplasta mis piernas. Me la has metido bien hondo, los noto por tus huevos golpeando mis nalgas levantadas. Bien me follas, te desplomas sobre mí y aceleras el ritmo, eres bestial, me estás follando, me besas, me jodes, me enculas como nadie y mientras tu lengua entra en mi boca y se entiende con la mía noto como un torrente de lava espesa hincha mi culo. Te dispones a salir, pero lo impido anudando mis piernas en torno a tu tronco. No hasta que mi culo haya absorbido toda tu lefa. Me siento lleno, y no sólo de tu polla.

-Te quiero- musitas.

-¿Qué?

-Nada.

-Mentira.

-Otra más, qué importa.

-Yo también- respondo meloso.

-¿Sí?- contestas animado como un niño y me desatas el pañuelo. Observo tus ojos henchidos de felicidad.

-Sí- respondo pletórico.

-Entonces habrá que celebrarlo, mi nen.

Nos levantamos eufóricos y cogemos dos botellas de champagne de la nevera. Corremos hasta el jacuzzi, húmedos y con los rabos colgando. Nos metemos dentro, un poco de paz.

Después nos duchamos. Yo te lavaba y tú me enjabonabas. Una vez que te hube enjuagado te besé los pies, ¿recuerdas, Carles? Entonces recibí la meada en mi cara. Jamás me habían meado, me parecía una cerdada, pero cuando tú lo hiciste me pusiste muy cachondo. Recogía tu pis con mi pecho, mi abdomen, incluso con mi cara, aunque jamás llegó a la boca, después supe que aquello no te hubiera gustado. Me limpiaste con agua:

-Lo siento, pero no sé por qué, cuando te he visto allí arrodillado, me has puesto a mil y he sentido que tenía que hacerlo.

-No te preocupes, si me ha gustado.

Nos besamos. Entonces fue cuando tú también te mojaste: te meé encima apuntando con mi polla a tu cara. Te reías y te besé, incluso antes de limpiarnos. Nos la chupamos, de tan cachondos que estábamos.

Así pasaron los dos días, señores, más otros detalles que ignoraré por poco eróticos, aunque muy placenteros igualmente… El domingo los dos estábamos tristes; me acompañaste hasta tu garaje. Allí me esperaba una de las últimas sorpresas:

-¿Ves este coche?- me señaló un Golf nuevo-. Es para ti, por los servicios prestados.

-No puedo aceptarlo- mi padre me enseñó a no aceptar los regalos la primera vez.

-Es para ti. Yo no lo voy a usar, y me sobran coches que luego me arrepiento de haberlos comprado. Anda, cógelo.

-Venga, vale- cogí las llaves; mi padre no había dicho nada de la segunda oportunidad.

-También te quiero pedir otra cosa- Carles parecía triste-. Quiero que dejes la prostitución.

-Claro, ¿y de qué vivo?

-No va a ser bueno para tu carrera. Además, yo… quiero que te vengas a vivir conmigo, nen.

-Me estás vacilando. No me conoces de nada.

-Me es suficiente lo que sé.

-¿Y qué hago con mi vida, sabes que comparto piso con una amiga?

-Ella puede buscar otros pisos. Yo no te pido que abandones a tus amigos, pero sí que sólo folles conmigo.

-Déjame que me lo piense.

-Deja que te dé mi número.

-Sabes que eso no puede ser.

-Sé que lo quieres.

Cuando abandoné la sierra de Madrid aquella noche en mi flamante Golf, en mi corazón ardía un número y en mi mente una promesa que aún no había recitado, pero cuyo contenido conocía demasiado bien. Nunca valí para ser un puto profesional. Sólo para puto. Escogí uno de mis discos y lo puse en el coche. Justo en ese momento:

Starfucker, just like my daddy is,

Selling his baby, yeah.

So gonna strike a deal with him,

Make him feel like a Congressman.

Sí, Tori.

(Continuará)

Majsingle 82

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