Un pueblo, una fiesta

Yo no podía pegarme más a la pared de la piscina, mi miedo a ser descubierta desnuda en la piscina era más de lo que mi ego podría soportar.

Las Fiestas

Nunca me las perdía. Estuviera donde estuviera, siempre volvía esos días al pueblo. Aunque pequeñas, sus fiestas eran únicas, así como los recuerdos que se amontonaban en ratos divertidos. El reencuentro con las amigas de la infancia veraniega, antiguos escarceos de novietes efervescían mi sangre cuando el momento llegaba. Esta vez había convencido a Alma, mi compañera de piso, estudios y confidencias para que saboreara las alocadas noches de fiestas. Tras una primera noche de saltos y gritos hasta el chocolate de la mañana, mi cabeza se empecinaba en mantener un "tump tump" en su interior que hacía terrible mi existencia. Nada. Un clavo con otro clavo se saca. Me reconfortó saber que el estado de Alma no era muy lejano al mío. Según me dijo "¿siempre se bebe así en este pueblo?".

  • ¡Claro!. Si estabas hipnotizada por los ojos de Raúl, que no dejaste de mirarle en toda la noche y ni te dabas cuenta de lo que bebías. Si hubieras tenido oportunidad seguro que te lo habrías beneficiado.

  • No empieces, respondió Alma, que tú y tus bailes con Oscar mas que rozaros chirriabais y seguro que la ropa que anoche llevabas está desgastada.

Las dos nos pusimos a reír agarrándonos la cabeza para amortiguar el dolor.

Eran las 4 de la mañana. Oscar y yo nos habíamos juntado al principio de la noche y no nos habíamos separado. El alcohol y el hachís empezaba a filtrarse en mis neuronas. Oscar había sido uno de mis amores de adolescente, algún beso le había arrancado, pero no nos había dado tiempo a más. Caprichoso reencuentro. Un buen chico y de aspecto guapote. No estaría nada mal para acabar la noche. Mis insinuaciones, escarceos, roces daban confianza a Oscar para que se fuera acercando poco a poco. No podía una dama como yo asaltar directamente a un chico y privarle de esos momentos de seducción que tanto les gusta comentar después. El acoplamiento era ya evidente, pero delante de tanta gente no se podía generar, así que a cada intento de ganar mis labios era respondido con "Oscar que no podemos" seguido de un suspiro. Era gracioso como ese suspiro lo encendía más, como si pensara "hay si estuviésemos en otro sitio lo que te haría" o "haz algo para resolver esto y te lo sabré agradecer". Otra copa más y había que pensar rápido ya. Estaba en un estado preinfarto, como un gato en mal sitio. Agobiado por la falta de soluciones me cogió de la mano y me susurró

  • Vamos a dar un paseo. Y no se te ocurra sacar un chiste de la situación.

En silencio atravesamos gran parte del pueblo. Oscar se paró de repente, terminó el botellín de cerveza y depositándolo en el suelo frente a un muro se dispuso a aliviar su dilatada vejiga. Llegando a una casa rodeada con un gran seto formado de anchos cupreses dijo:

  • Aquí es.

  • ¿Aquí? No pretenderás que salte yo esa verja. Ni harta de biomanán subo por ahí.

  • ¡Qué carajo queréis las chicas! ¿Qué os lo den todo hecho? Ven, hay por aquí detrás un sitio mejor para saltar y por el cual nadie podrá vernos.

Ayudándome a subir por la verja saltamos al otro lado y nos encontramos ante la entrada de una casa que me era reconocida.

  • Pero ¿no es esta la casa de tus tíos?

  • Si pero ellos no están ahora y yo no tengo las llaves. Las tienen mis padres y no voy a ir a pedírselas a estas horas. Sígueme.

Rodeando la casa llegamos a una amplia zona ajardinada, la ausencia de farolas a esta parte, la sumergía en la sombría aún más, resultando difícil andar y orientarse. La noche de agosto era verdaderamente calurosa y la luna tras dejar su estela sobre el agua de una piscina nos indicaba el rincón más cómodo para situarnos. Abrazados en el césped, comenzamos a darnos tímidos besos en los labios mientras intercambiábamos cortas preguntas el uno del otro, las caricias dejaron de ser roces y los besos tan superfluos. La aceleración del deseo ponía en marcha nuestros cuerpos. Su mano abierta recorría mi espalda y los costados. Apretábamos nuestros pechos, el uno contra el otro, su boca en mi cuello, su oreja entre mis dientes. Le ayudé a quitarse la camiseta y después él a mí la mía. Seguíamos abrazados y nuestras lenguas repasaban nuestros paladares. Enredando en mi sujetador intentaba con disimulo desabrochar los corchetes, le quité las manos y abrí el cierre. Con un ligero movimiento de los hombros el sujetador cayó en mis manos y Oscar se quedó fijo en su mirada. Cada ojo se dirigía a uno de los pechos, como no hubiera visto nunca alguno. Eso me excitó. La idea de ser observada aumentó por cien mi libido y por mi espalda me recorrió un escalofrío que al llegar a la cabeza me dio una idea.

  • Oscar, ¿te gustaría bañarte conmigo?

  • ¿Desnudos?

  • ¿Has traído bañador? Pues entonces...

La idea parece que le gustó, pues se levantó y comenzó a quitarse los pantalones. Yo aproveché y fui hasta la esquina opuesta de la piscina desnudándome en cuanto llegué. Vestida por la oscuridad y a tientas me acerqué a la piscina. Él se había introducido ya y oía como apartaba el agua buscándome. ¡¡¡Madre mía!!! Cómo me ponía imaginar la situación. Me fui metiendo al agua poco a poco sintiendo su frescor, mejorando mi estado, mojé mi pubis y mis pechos se endurecieron de repente. Mis tetas se contrajeron a la vez que mis pezones se afilaban rodeados de una areola de pequeños granitos. Me los cogí abarcándolos con mis manos y los apreté sucesivas veces. Por suerte yo entré por el lado que no cubría, mientras Oscar seguía nadando hacia mí. Andando iba notando como el agua subía por mi cuerpo, otro velo negro que tapaba mi cuerpo y lo engullía como una balsa de liquido oscuro.

. Con el agua casi al cuello llamé a Oscar que no tardó en llegar. Él era más alto y se fue acercando poco a poco. Iba a sentir su cuerpo acercarse al mío. Sin tocarnos nos besamos y con la boca pegada juntamos nuestros cuerpos. Sentí su miembro rozar mi tripa y como una señal noté como mi matriz se encogía, cómo mi vagina se calentaba de repente y ni siquiera el agua podía apagar ese ardor que empezaba a calentarme. Él debió de notar mis pezones, subía y bajaba su pecho rozando con el mío, me estaba calentando, el muy... me estaba poniendo cachonda. Cogiéndome de las nalgas me apretó hacia él y percibí su pene en toda su totalidad, como si hiciera un molde en mi tripa, desde arriba hasta abajo, una polla grande, larga, tiesa, erguida casi hasta curvarse. La froté con mi cuerpo y por el principio de acción y reacción él se llevó uno de mis pechos a la boca lamiéndolo y chupándolo como si quisiera quitarle la leche a un futuro hijo. Mi pecho entraba y salía de su boca proporcionándome un placer inmenso, tan grande que sin saberlo estaba flotando en el agua, sostenida por una mano en la espalda. ¡¡¡Dios!!! Su boca bajaba por mis costilla, mi vientre, la lengua rodeaba el ombligo secándolo del agua de la piscina. Su otra mano recorría mis piernas, el interior de mis muslos, se iba acercando y se iba a hacer dueño de mi deseo. Mi vagina se extendía y me notaba húmeda, estaba mojando la piscina sintiendo su mano, su boca... mientras flotaba.

Cuando abría los ojos, miles de estrellas me observaban desnuda en mi líquido lecho y un destello iluminó la bóveda al sentir sus dedos acariciar la entrada de mí misma. Sus dedos jugaban a encontrar mi clítoris y yo no necesitaba agua para flotar. Mi respiración delataba mi placer, mis pequeños gemidos me acusaban de mi excitación y provocaba que Oscar se aplicara con mayor precisión en todos los resortes eróticos de mi cuerpo. ¡¡¡Aaaahhhh!!! Le hubiera abrazado con mis piernas, apretado hasta romper todos sus huesos y engullirlo sexualmente en mi matriz. Era el comandante de mis ganas, un dedo abrió mis carnes y se unió a mi interior. Todo mi "dentro" lo mojó, lo calentó, lo arrulló, mientras se deslizaba arriba y abajo repasando las paredes de mi sexo, ese dedo llegaba a mi cabeza acariciando el interior de mi cráneo, la excitación era completa, el placer sublime, iba a reventar de un momento a otro cuando el nexo que nos unía salió de repente, todas las manos se apartaron de mi cuerpo y como si se hubiera acabado el hechizo me hundí en el agua. Sorprendida y perpleja preguntándome que pasaba buscaba una explicación que me sacara de mi aturdido estado.

  • Chsssss. Escucha. Me dijo mientras con la mano me tapaba la boca.

Poniendo mi oído al aire escuché pisadas y risas que provenían del lateral de la casa y se dirigían justo hacia... la piscina. ¡Madre mía! ¡Por Dios! ¡Que no me pase a mí esto!

Acurrucados en la esquina más oscura de la piscina confiábamos ciegamente que algo pasara, que solo fuera un mal momento. Sin embargo las risas se estaban quitando la ropa y parecían dispuestas a darse un chapuzón nocturno. Yo no podía pegarme más a la pared de la piscina, mi miedo a ser descubierta desnuda en la piscina era más de lo que mi ego podría soportar, por años señalada en el pueblo y en cada fiesta aguantar las mismas bromas. No. Por favor no dejes que pase imploraba al destino.

Tras un rato en el que el agua saltaba alrededor de las risas y gritos de aquellos que habían usurpado nuestra piscina, se fue haciendo la calma. Intentaba ver donde se encontraban y que hacían. Era imposible, no podía ver nada que no estuviera a un metro de mi nariz y las orejas percibían sonidos muy bajos que apenas eran perceptibles. Aguzando el oído logré clasificar en gemidos y jadeos reprimidos que iban subiendo el tono lo cual volvió a excitarme de nuevo. Oscar me tenía abrazada y escuchar como otra pareja comenzaba a hacer el amor llenó de lujuria mi cuerpo, así que alcancé el miembro de Oscar con una mano irguiéndose éste al momento, tanto que tuve que emplear la otra mano y apretarlo con fuerza para que no se rasgara la piel. Recorría entero su falo suavemente, sus manos se apoyaban en las mías y marcaban un ritmo que aumentaba su frecuencia al unísono con la otra pareja. Una empatía con ellos nos hacía adquirir el mismo ritmo. Oscar clavaba sus dientes en mi cuello esforzándose en no gemir ni gritar. Cogí todo el aire que pude y me dirigí hacia su polla. La besé, acaricié el glande con mi lengua y la introduje en mi boca. Noté la gran bola sonrosada en mi paladar y con mis labios ascendía y descendía por ella. Sus testículos flotaban y eran suaves al tacto, mi cabeza comenzó a latir por falta de aire, así succionaba con mayor fruición intentando sacar algo de aire de aquel miembro que parecía querer salirse de su funda epidérmica. No tuve que seguir, cogiéndome por la cabeza me sacó del agua y besándome con pasión me alzó e introdujo toda su erección dentro de mí. Centímetro a centímetro fue clavándome su hinchada daga y mi sexo la engullía con atroz apetito, ardía tanto por dentro que mi vagina no paraba de gotear pero no me calmaba, las contracciones de mi interior obligaban a Oscar a empujar con más fuerza, a metérmela más internamente, a moverla dentro para que calme cada centímetro de mi vagina, mientras pegaba mi pubis al suyo mantenía su cabeza entre mis senos para ahogar sus gemidos, el chapoteo era ya conjunto pero la otra pareja no se daba cuenta de nuestra presencia y yo me olvidé de ellos. Como posesa cabalgaba sobre él notando cómo con lentitud comenzaba a llegar el orgasmo, cómo se iba propagando desde el centro de mi deseo por la columna hasta la cabeza, desde el epicentro de mi lujuria hasta las uñas por todos los nervios, desde el origen de mi ansiedad hasta mi nuca, quieta como un animal acechado, asumía los últimos envites y con el cuerpo encrespado recibí el cálido esperma que a pequeños borbotones era lanzado. Inmóviles ahora esperábamos el final de nuestros huéspedes forzosos, tenían una guerra por sacar más placer el uno del otro convirtiendo la calma de la noche en un catálogo de gemidos, cortos chillidos y jadeos que terminaron en un ahogado gemido por parte de ambos. Tras una pequeña pausa la pareja salió del agua, se oyeron risas de nuevo y besos. Se vistieron marchándose al poco rato. Yo respiré aliviada, nos alzamos los dos y nos quedamos un rato abrazándonos y calmándonos. Seguimos los pasos de la pareja anterior y volvimos al tumulto de la fiesta. En el bar de turno fui al servicio tocándome esperar y cuando se abrió la puerta apareció Alma. Esta al verme pareció sorprendida. La pregunta fue inevitable

  • Oye Alma. ¿Porqué tienes el pelo mojado?

Selenet