Un problema familiar

Una visita familiar hace descubrir a un sobrino y su tío que el amor puede llegar de las formas más raras y extrañas, transformándose en un verdadero delirio y éxtasis para los sentidos llegando màs allà de lo conveniente.

UN PROBLEMA FAMILIAR

Una visita familiar hace descubrir a un sobrino y su tío que el amor puede llegar de las formas más raras y extrañas, transformándose en un verdadero delirio y éxtasis para los sentidos llegando màs allà de lo conveniente.

Gabriel recibió una carta de su hermano al cual no había visto desde hace muchos años. Por lo menos unos 20. Sabía que estuvo casado y enviudado y que tenía un hijo de unos 16 años llamado Paul al cual no conocía. Venía en plan de negocios y como coincidía con las vacaciones de su hijo lo traía consigo. La verdad que la idea de esta visita repentina no le hacía mucha gracia, ya que su tranquilidad y rutina se verían alteradas, y pensando como es la juventud hoy día, menos le gustaba. Pero bueno, era su hermano mayor, y su deber recibirlo. Gabriel tiene 36 años, Pedro, su hermano es mayor por seis años. Es soltero, no se a casado y piensa que a esta altura de mi vida menos. Además, debo confesarlo soy un poco liberal en materia de eso y no creo que una esposa normal podría soportarme. El departamento donde vivo es de mi propiedad, no soy millonario pero tengo algunas rentas además de mi trabajo que me permiten vivir sin sobresaltos y poder cubrir aquellos gustos que hacen más llevadera la vida. Faltaban apenas tres días, así que dispuse algunas cosas, preparé el dormitorio de visitas y adecué algunas cosas para que pudieran estar con mayor comodidad.

El viernes se dirigió al aeropuerto para recoger a su hermano. Como el flujo vehicular era muy lento, llegó justo a la hora, así que no tuvo que esperar mucho. –"¡Gabriel! – me gritó una voz. Se dio vuelta y vio hermano. Casi no lo podía reconocer. ¡Tanto tiempo había pasado! Venía con un jovencito muy hermoso, delgado bien proporcionado. Vestía de una manera que se notaba cierta ambigüedad. Sin poder evitarlo se quedaron mirando fijamente a los ojos. Era como si estuviera presintiendo algo. –"El es Paul. Tu sobrino" – le dijo. Lo miró y lo abrazó fuertemente. Se fueron al departamento de Gabriel y durante el camino su hermano le contaba un poco acerca de su vida. Por el retrovisor observaba a Paul. Realmente era una belleza de chico. Se notaba que era muy sensible. Algo distinto tenía comparado con los demás. Sus gestos muy delicados, sus facciones tan finas. A veces lo sorprendía mirándolo por el espejo, entonces le sonreía de una manera que no sabía como interpretar, pero que lo inquietaba un poco, algún desasosiego le producía este muchachito.

Cuando llegaron, les mostró el departamento y la habitación que compartirían. Era cerca de las cuatro de la tarde. Su hermano dijo que tenía una cita a las cinco. así que tomó una ducha rápida, se cambió de ropa y salió más que apresurado. Gabriel se quedó con Paul. La verdad es que no sabía de qué hablarle. Le preguntó si se quería dar un baño para refrescarse y cambiarse de ropa. El dijo que bueno. Escogió algunas prendas y se fue a la regadera dejando la puerta del baño semiabierta, así que con un poco de cuidado podía observarlo. Se comenzó a quitar la ropa. A pesar de lo liberal que era algo le decía que no debía hacer lo que estaba haciendo, pero era superior a él y siguió de voyerista. Quedó en ropa interior, usaba una especie de zunga que perfectamente podía ser también para mujer. Era muy pequeño en la parte de adelante y como un hilo dental en la parte anterior. Era de color negro y, en honor a la verdad, se veía muy bien con ella. Su piel era levemente bronceada lo que le daba un aspecto muy particular. Absolutamente nada de vellos a excepción del pubis. Aparentemente su piel se notaba muy tersa y suave.. Ligeramente estrecho de cintura, con un par de piernas muy bien torneadas que nadie diría que eran de un hombre. Tenía dos pequeñas tetitas como de una púber que recién comenzaba a desarrollarse. Un trasero perfecto, muy bien formado. Su miembro que estaba en reposo era pequeñísimo, erecto no podía medir mas de unos 8 centímetros. En resumidas cuentas era una perfecta ladyboy occidental. Creo que está de más decir que en ese momento ya la pija de Gabriel pija estaba erecta ante esa vista maravillosa. No podía entender cómo ese muchachito se me estaba metiendo en la cabeza tan rápidamente. El deseo comenzaba a aflorar en mi ser, era algo muy fuerte que me atraía cada momento más. Lo imaginaba entre mis brazos, sintiendo su piel, la calidez de su boca, la suavidad de su trasero. Trataba de alejar esos pensamientos pero eran superior a él.

Se alejó de la puerta muy a su pesar, no quería que lo fuera a descubrir espiándolo. Tomó asiento y encendió un cigarrillo. Alrededor de una media hora salió del baño. Quedó estupefacto. Traía un short azul de lycra y una camiseta grande y suelta que le quedaba como una mini. Este chico sabía muy bien jugar con la ambigüedad y eso lo enloquecía más aún. Tenía el pelo, que lo usaba casi hasta el hombro, totalmente húmedo, eso le prodigaba una sensualidad extra. Al parecer no se había secado del todo bien ya que la camiseta estaba húmeda en algunas partes, especialmente en su pecho y dejaban traslucir levemente sus pezones. Ya estaba comenzando a sentirse incómodo. Refrenaba sus impulsos para no arrojarse sobre el chico y cogerlo salvajemente. Tampoco se atrevía a insinuarse, aunque se moría de ganas, pero tenía temor a equivocarse. Tomó asiento frente a él, sus muslos eran una delicia, y con la toalla comenzó a secarse más el cabello, verlo actuar y moverse era ver a una mujer de verdad. Su molestia era no saber si realmente era así, o si estaba actuando para provocarlo. Se inclinaba por lo último, pero realmente no se atrevía a hacer nada.

Conversaron un rato sobre cosas sin importancia, cruzaba y descruzaba las piernas como toda una damita. Le dijo que estaba algo cansado y quería dormir un poco. Gabriel le respondió que se considerara en su casa. Al momento se levantó, tenía un caminar exquisito, y movía ese traserito como toda una diosa. Entró a su habitación dejando la puerta abierta, así que desde donde estaba sentado podía verlo perfectamente. Se tumbó sobre la cama boca abajo, la camiseta le quedó bastante recogida así que podía admirar su trasero muy bien. Viéndolo así perfectamente podía ser una jovencita. Se quedó dormido y él mirándolo embelesado. A ratos se acomodaba, cambiaba de posición y lo enervaba más. Tanto fue así que no pudo evitar masturbarse mirándolo. Tuvo que ir al baño para asearse y cambiarse de pantalón y ropa interior ya que habían quedado completamente mojados con su semen.

Su hermano llegó a eso de las nueve. Cenaron. Paul se había cambiado de ropa, llevaba un jeans ajustado y una camisa azul. Vestido así debía ser la delicia de las chicas, ya que era realmente hermoso. Durante la cena su hermano le dijo que su visita sería muy corta, ya que los negocios se habían complicado y debía viajar al sur del país. Que se irían al día siguiente, y que lo sentía mucho por Paul, ya que de esta manera sus vacaciones se le terminaban de arruinar. Además que no tendría mucho tiempo para dedicarle. La noticia le pareció ingrata, no tanto por su hermano, sino por Paul. Más que rápido les ofreció si aceptaban, que Paul se quedara sus vacaciones con él así podría aprovechar de conocer mejor la ciudad y además contaba con el tiempo más que suficiente para poder atenderlo. Su hermano miró a Paul como preguntándole. Paul dijo que si no era molestia para Gabriel le gustaría quedarse sus vacaciones. Gabriel respiró aliviado. Esta situación le caía directa del cielo. Tenía un mes para ver cómo iban las cosas con este muchachito que tan pronto ya lo tenía de los cabellos.

Al día siguiente llevó a su hermano al aeropuerto quien una vez más me manifestó su agradecimiento por preocuparme de Paul. De vuelta a la casa le preguntó si deseaba comer algo o ir a alguna parte en especial, pero él dijo que por ahora prefería ir a la casa. Bueno, le dijo, pero mañana comenzaremos a vivir la buena vida y sonrieron a la par. Era una tarde sumamente calurosa. Así que al llegar le preguntó si le agradaría ir a la piscina del condominio. Se sorprendió gratamente al aceptar la invitación. Dijo que se pondría su bañador, siempre y cuando Gabriel también lo hiciera, porque no le gustaba ir solo. El le dijo que no había ningún problema y se fue cada uno a su habitación para cambiarse. Gabriel en su juventud había sido deportista así que eso le dio un buen físico y aunque hace tiempo ya no practica deportes trataba de cuidarse un poco y algunos rasgos aún perduran, lo que le daba, según algunas damas, un físico nada de despreciable para su edad, y además un plus que a muchas féminas les agrada terriblemente velludo, especialmente en el pecho.

Escogió un bañador de tamaño mediano, pero que le queda muy justo y hacía notar muy bien su verga que en estado erecto mide 20 x 5 centímetros. Tomó una toalla y esperó que Paul saliera. Al rato apareció con un taje de baño minúsculo que adelante apenas tapaba su sexo y por detrás, era su temor que fuera un hilo dental, tapaba todo su trasero. respiró aliviado, ya que se imaginaba en caso contrario de las habladurías de los vecinos. El traje de baño le quedaba perfecto, su cuerpo delicado resaltaba con el negro del bañador. Salieron y se fueron a la piscina. Allí tomaron sol, se bañaron, conversaron y se nos rieron mucho comenzando a tomar más confianza. Como a eso de las seis se retiraron.. Paul le dijo que era de piel muy delicada y que al parecer se había excedido con el sol, le preguntó si tenía alguna crema que lo refrescara un poco. Buscó en el baño hasta que encontró una que podía servirle y se la pasó. La recibió se sentó y comenzó a aplicársela primero en las piernas, lo hacía con un encanto tremendamente femenino. Después siguió con su pecho, y jugueteaba un poco con sus pezones, al parecer esa pequeña función tenía un carácter algo subliminal, pero todavía se negaba a tomar alguna iniciativa y que no se crea era por falta de ganas. Le pidió si le podía untar en la espalda, ya que obviamente el no podía hacerlo. Aceptó encantado. Se fueron a su dormitorio y el se recostó boca abajo apoyando su cabeza en sus brazos. estaba espléndido, el deseo lo consumía por completo, sentía un ardor intenso en su sexo, tan cerca de él, casi podía sentir su calor, ese cuerpo joven, esa piel que era para ser acariciada y besada. Untó su mano con la crema y comenzó a aplicársela en la espalda, era un verdadero sueño tocar su piel, sus manos grandes casi lo cubrían por completo y extasiado las hacía deslizar por la suavidad de su piel. Con mucha ternura iba cumpliendo su labor mientras Paul se dejaba llevar por el placer de ese contacto y que no se preocupaba de disimular. Una vez que terminó con su espalda decidió correr el riesgo y siguió con sus piernas, tan suaves y bien formadas recorriéndolas lentamente en toda su extensión una y otra vez. Paul ante esto nada dijo, sólo se quedó quieto. Estuvo más de media hora frotándole el cuerpo no quería terminar. El se quedaba tranquilo y parecía no molestarle, porque nada decía, solo a veces exhalaba un leve suspiro y volvía a quedar adormilado. Cuando ya vio que no tenía más excusas para continuar, no supo de dónde sacó el valor, pero decidió arriesgarse un poco para catear mejor el terreno que estaba pisando. –"Por aquí ya terminé" – le dijo. –"Date vuelta para hacer el tratamiento completo" – Paul quedó callado un momento y me dijo: -"Tío, si la crema ya me la apliqué por delante" –Esa respuesta lo dejó helado, no se la esperaba. Dudó por un instante, pensaba rápidamente y replicó: -"Lo sé. Pero no lo apliqué yo. Y para que el tratamiento sea eficaz debe ser así. Pero si no quieres, entonces hemos terminado. Y estiró el brazo pasándole la crema"- El detuvo su mano con la suya, muy suavemente, ese contacto casi lo funde y sonriendo le dijo: -"Bueno no podemos correr el riesgo de que falle el tratamiento" – y a continuación se dio vuelta. Todavía no sabía bien qué pensar, pero este niñito se la estaba haciendo muy buena. Sabía perfectamente cómo tenerlo, ahí, siempre ahí, pero deseando intensamente poder traspasar los límites y allí era donde residía su temor e inseguridad.

Colocó los brazos a los lados de su cuerpo, cerró los ojos esperando la segunda parte del "tratamiento". Volvió a colocar crema en sus manos y comenzó primero por el cuello, ese largo y delicado que tenía, luego siguió bajando por su pecho y se detuvo más de la cuenta en sus pezones, que a su contacto, comenzaron a endurecerse, observaba su bello rostro y no podía disimular lo que estaba pasando en su interior, pero nada decía y nada más hacía. Siguió por su vientre, llegando hasta el borde de su bañador. Su vientre era plano y firme. Debía luchar contra su mano para que no se deslizara por debajo del mismo. No se le notaba absolutamente nada, el triángulo de su bañador era parejo como el de una mujer. Luego continuó con sus piernas, suavemente se las apartó un poco y comenzó por su entrepiernas, sentía la tibieza de su piel. Paul dio un pequeño brinco, pero nada más. La suavidad de sus muslos era encantadora, deseaba sentirla con su lengua, besarlo entero, completo, tomarse un día para dejar ni un milímetro de su piel sin besar. Desafortunadamente el tiempo pasaba implacable y en algún momento tenía que terminar, lo demoró lo más posible, luego dándole una palmadita en el muslo le dije que había concluido. Se incorporó y sonriendo pícaramente le dijo: -"Estás equivocado, querido tío. Aún no hemos terminado". Nuevamente lo sorprendió. Trataba de adivinar a qué podía estarse refiriendo, pero nada se le ocurría y no quería dar el paso equivocado. –"Me podrías decir qué es lo que falta"? – le dijo. Y contestó: -"Faltas tú. Recuéstate para que te pase la crema. No creas que por ser tan velludo no debas cuidarla"- Volvió a sorprenderlo. –"Creo que tienes toda la razón" le dijo. El se incorporó y Gabriel tomó su lugar, colocándose boca abajo. A los pocos segundos comenzó a sentir sus manitos sobre la espalda. Eran una verdadera delicia. Lo hacía con un cuidado y una suavidad exquisita. Sentía como poco a poco me iba relajando. –"Tienes un buen físico, Tío" – le dijo –"Se nota que te cuidas mucho. eso está muy bien" –"Gracias, Paul" – le dijo, pero me gustaría pedirte un favor. No me llames tío, prefiero que lo hagas por mi nombre.¿Te parece?"- Y por respuesta me dijo. –"Como quieras tío" – y se rieron ambos de muy buena gana.

Paul se tomó su tiempo para untarle la espalda. Luego siguió con las piernas. Le pidió que las separara un poco y ubicó su mano en medio de ellas, rozando un poco su trasero, allí en esa parte de la subdivisión se tomó su tiempo, Gabriel estaba en la gloria y sólo deseaba que el tiempo se detuviera. Esa lasitud y tranquilidad con las caricias de Paul sobre su cuerpo era delicioso. Le pidió que se diera vuelta para terminar el tratamiento, tenía mi recelo ya que mi miembro hacía rato que estaba durísimo y con el bañador que andaba trayendo se haría más evidente mi situación. Pero donde manda el deseo no manda la razón, se dio vuelta de todas maneras. El bulto era evidente y difícil de pasar inadvertido. Era como una protuberancia una pequeña torre que sobresalía de su cuerpo. Paul disimuló muy bien, sin darse por enterado. Comenzó a aplicar la crema en el pecho y muy delicadamente por las tetillas. notó su dureza porque sonrió levemente. Así siguió descendiendo por el vientre. En ese lugar sólo un ciego no se habría dado cuenta del estado en que estaba su sexo. Al seguir con las piernas su mano pasó a llevar ligeramente su sexo. No pudo evitar un gesto de placer y sus músculos se contrajeron, quería de nuevo esa misma sensación, era una necesidad imperiosa. Paul no se dio por enterado. Pero eso mismo sucedió por lo menos unas tres veces más. Ese muchacho maldito estaba jugando con él. Jamás en toda su vida, una hembra había logrado ponerlo así, teniéndolo al borde de la locura y el deseo, llegaba este muchachito y en un segundo miren cómo lo tenía. –"Bueno Gabriel, el tratamiento ha terminado" – le dijo. Se levante y se dirigió a la sala. Encendió un cigarro pensando en todo lo que estaba sucediendo y en todo lo que le gustaría que pasara. Paul pasó frente a él caminando de una manera muy provocativa y se dirigió hacia el balcón. Allí se apoyó en las barras de seguridad, entretenido mirando lo que sucedía en la piscina. Su cuerpo doblado hacía que su cola quedara más expuesta a su vista. Se veía muy prometedora, imaginaba los deliciosos placeres que albergaban su interior. De pronto cambiaba un poco de posición y sus glúteos se veían más tentadores que nunca. Gabriel lo miraba embelesado. Algo se había avanzado en nuestra relación, pero ignoraba si sería posible consumarla en forma total como era su deseo. Se levantó de su asiento y se dirigió hacia donde estaba Paul. Suavemente se acercó por detrás, quería ver su reacción. Se inclinó un poco sobre él apoyando sus manos en las barra de seguridad, de tal manera que él quedaba prisionero entra las barras y él. Su sexo endurecido lo apoyó suavemente sobre su cola para que lo sintiera. Paul se estremeció, tiritó por unos momentos. Al parecer había logrado desestabilizarlo un poco. Luego se quedó tranquilo como si nada pasara, más aún hacía pequeños movimientos casi imperceptibles alterando su miembro más de la cuenta. El deseo de bajarle el bañador y penetrarlo allí mismo sin importarle nada rondaba su mente. Se acercó y presionó más. –"¿Estás aburrido?" le preguntó casi hablándole al oído. Le dijo que no, pero que tenía un poco de hambre, la piscina le había abierto el apetito. Gabriel seguía apegado a su cuerpo que le inflamaba más el ánimo. El en ningún momento tuvo una actitud de rechazo por su proximidad. Apegó más aún su cola a su sexo y dijo: -"Al parecer tú también tienes hambre" – dijo. Eso último lo podía interpretar de varias maneras, así que mejor se hizo el desentendido.

Fueron a la cocina y entre los dos prepararon algunos bocadillos con gaseosas, y se sentaron a la mesa tal como estában. Cuando más lo miraba mas le atraía este chiquillo, quien de vez en cuando le dirigía unas miradas que de verdad lo derretían. Gabriel no se habría cansado nunca de ver su rostro que era muy hermoso, la ambigüedad le daba un sabor especial, ese de traspasar lo permitido, de ir un poco más allá. De buscar el placer por el placer no importando de donde pudiera venir. Una vez que terminaron, recogieron la mesa, lavaron la vajilla y la guardaron. Paul dijo que deseaba darse un regaderazo para cambiarse de ropa, así que fue para el baño, obviamente dejando ahora la puerta abierta de par en par. Gabriel se sentó en un lugar donde pudiera presenciar cómodamente el espectáculo de su baño. Estaba de espaldas a él, se bajó el bañador y quedó totalmente desnudo, su trasero lo llamaba a gritos. Cualquiera que lo hubiese visto de esa manera habría jurado que estaba frente a una hembra de verdad con solo mirar lo armonioso de sus formas, la suavidad de sus curvas, y ese cabello que le llegaba casi hasta los hombros. Se introdujo a la regadera y cerró la puerta de vidrio. podía ver como el agua se deslizaba abrazando todo ese bello cuerpo, como se iba enjabonando y aseando sus parte más íntimas que deseaba tanto hacerlas suyas. Después comenzó con su cabello, con su rostro hacia atrás bajo el chorro de agua. Sus movimientos estaban plagados de gracia, una mujer no lo hubiese hecho mejor. Salió de la regadera y por un instante lo perdió de vista. Sentió que lo llamaba, acudió rápidamente, en el baño no había toalla. Le dijo que no se preocupara que él le llevaría una. Sacó una del armario, Paul le había dado frío y estaba tiritando con los brazos cruzados sobre su pecho. Parecía una niñita desvalida. Se ubicó por detrás de él y lo cubrió con la toalla estrechándolo, su cuerpo húmedo y tiritando hacía que todo su ser se invadiera por la ternura y el deseo de protegerlo. El se quedó quieto, acurrucado entre sus brazos entregado totalmente. Así que poco a poco comenzó a secarlo con la toalla mientras el se quedaba quieto. Le secó las espalda y el pecho, allí lo tenía frente a él en toda su desnudez. Lo arropó nuevamente con la toalla lo tomó por los hombros y lo llevó a su cama, lo acostó, seguía tiritando, abrió el otro lado de la cama y se introdujo en ella. Paul estaba de lado y Gabriel quedaba detrás suyo, lo abrazó, el se apegó a su cuerpo, lo único que los separaba era el bañador. Así, sin decir nada, se quedaron pegados hasta que el sueño los venció. Gabriel no quiso desaprovechar la ocasión y decidió quedarse con él. Era algo maravilloso sentir su cuerpo al lado del suyo, se veía tan pequeño y frágil, y así con esa embriaguez que le producía su contacto el sueño también lo fue venciendo.

Cuando despertó sintió que algo acariciaba sus brazos y manos. Estaba en la misma posición a como se habían dormido, pero Paul entre sus brazos jugaba con los vellos de los mismos, así acurrucadito, tranquilito. Quizás de cuanto rato estaba despierto. Cuando vio que se despertó se dio vuelta quedando frente a él y le dijo tiernamente mirándome a los ojos: -"Buenos días señor. ¿Cómo durmió?" Yo le contesté: -"Mejor que nunca" y le hizo una caricia en el rostro. Miró la hora, el reloj marcaba mas de las once de la mañana. Se asustó por todo lo que habían dormido. Ni siquiera se había bañado. Le dijo que iría a darse un duchazo y después desayunarían. Dijo que bueno. Se fui rápido a la ducha, se quitó el bañador, su miembro tenía una inmensa erección matutina. Cerró la puerta de vidrio dejando la del baño abierta al igual como hacía Paul, por si deseaba mirar como él. El agua que se escurría por su cuerpo parecía que lo volvía a la vida. Mientras sucedía esto pensaba en todo lo que le estaba sucediendo con Paul. Hasta el momento parecía que las intenciones de ambos eran muy evidentes, pero que por alguna circunstancia se reprimían y se limitában a acrecentar su sensualidad, lo cual le parecía una exquisitez de primera, trabajar los sentidos, avivar los deseos y tenía la plena seguridad que ese momento culminante llegaría de pronto y sin darse cuenta sus cuerpos estarían unidos entregados al otro. Mientras estaba en todas estas divagaciones sintió que la puerta de la ducha se estába corriendo, abrió lo ojos y era Paul quien estaba entrando. Lo quedo mirando sorprendido, él me mira y dice: -"¿Puedo? – Gabriel se hace un poco hacia atrás para hacerle espacio y se introduce. Toma la esponja, al hacerlo se le acerca y su miembro se apoya en su vientre, él como si nada toma también el jabón pero poniendo especial cuidado que su miembro siga apoyado ahí mismo en su vientre. Frota el jabón en la esponja, cierra la llave del agua y comienza a pasar la esponja por sus vello, se ve extasiado como la espuma del jabón se queda entre sus vellos, sigue por todo su torso, la ducha es pequeña por lo tanto en cada movimiento que hace alguna parte de sus cuerpos se rozan. Luego sigue por la cintura y llega hasta el sexo que está durísimo, enjabona todo su pubis, toma el tronco de su miembro, este da una fuerte contracción por el estímulo recibido, lo hace hacia arriba y comienza a enjabonar sus bolas, haciéndolo de una manera muy delicada. Separó un poco las piernas para facilitarle el trabajo, luego hace que se de vuelta y sigue con la espalda, llega a mi trasero, coloca la esponja y la pasa suavemente por entre mis glúteos. La sensación es maravillosa, mejor que una geisha, más dedicación y amor. Sigue con los muslos una vez que ha terminado vuelve al miembro hace el prepucio hacia atrás y lava el glande con una suavidad única. Ni una mujer podría hacer un trabajo tan delicado de una manera tan exquisita. Cuando estimó que su tarea había terminado le dice que ahora puedo enjuagarse, pero entonces es Gabriel quien toma la esponja y comienzo a hacer lo mismo con él.

Salieron de la ducha, y se secaron. Desayunaron, totalmente desnudos, como si fuera lo más natural del mundo. Gabriel le dijo que tenía que salir , hacer algunos trámites y que volvería como a eso de las tres de la tarde. Era una mentira, lo que pasaba era que tenía una idea que le había comenzado a rondar por la mente y no quería que Paul se enterara. Deseaba ver hasta dónde eran capaces de llegar con este jueguito apasionante. Le dio algo de dinero para que saliera y comiera o se comprase algo. En todo caso para mayor comodidad se dieron toda la tarde libre, se reunirían en el departamento a las nueve y allí verían qué hacer.

Se dirigió inmediatamente al centro comercial y entró a una tienda femenina, compró tres vestidos, uno blanco mini de esos elasticados que se apegan al cuerpo, uno de color gris largo muy delgado casi transparente y una mini de jeans con un polerón ad hoc. Zapatillas de tenis, calcetas y tres tangas de diseños diversos pero muy pequeñas, una negra, otra roja y una rosada. Zapatos que vinieran con los dos vestidos. Además una muda de cama muy coqueta color negro, un calzoncito muy pequeño trasparente que dejaba todo a la vista con dos tirantitos que se unían y desaparecían entre los glúteos y una especie de chaquetita cortita hasta media cintura del mismo material. Feliz con sus compras elegantemente envueltas volvió a la casa una hora antes de lo acordado. Guardó en el armario de su dormitorio todas las compras excepto el vestido gris delgado, la tanga negra y los zapatos que le combinaban. Los sacó de su envoltura y despleguó cuidadosamente sobre la cama a fin que no cupiera la más mínima duda. Colocó una botella de champagne en la nevera, y preparó algunos bocadillos para acompañar. Apagó las luces y dejó solo las indirectas, esto daba un toque de mucha intimidad. Una música muy suave y sensual. Se sentó a esperar. Paul llegó a eso de las ocho y media. Le preguntó como había pasado su tarde, le dijo que bien, y que se había metido a un cine. Miró la sala y dijo –"¿Estamos celebrando algo? –le contestó: -"Tal vez". Dijo que iría un momento a su habitación. Le dijo que bueno. Gabriel estaba expectante. Sentía curiosidad por saber la reacción de Paul. Pasaron cinco...diez...quince...veinte minutos y Paul no aparecía. Ya estaba comenzando a ponerse nervioso. Quizás se había apresurado demasiado, a lo mejor había malinterpretado la situación, quizás todo se iría al diablo. En fin, podía suceder cualquier cosa. Decidió esperar unos diez minutos más y si no aparecía entraría a ver lo que sucedía. Estaba en esas cavilaciones cuando de pronto una voz muy sugerente lo sacó de su abstracción: -"¿Así me querías ver? Dio vuelta la cabeza y era Paul. Estaba espectacular. De pie en medio de la sala en una pose entre provocativa y desafiante. El vestido gris le quedaba precioso, apegado a su piel acentuando su cintura y las luz del dormitorio que daba a sus espaldas hacía ver dibujado el contorno de su cuerpo, su tanga negra se traslucía estilizándola aún más. Se dio media vuelta y pudo apreciarla por detrás. Su trasero primoroso dejaba ver su contorno por sobre la tela, y los tirantes de la tanga rodeando su cintura para unirse como si fueran uno solo en medio de sus glúteos. Se había arreglado el cabello, lo tenía un poco ondulado lo que daba más vivacidad a su rostro. No tenía ningún tipo de maquillaje y tampoco lo necesitaba. Si lo hubiese llevado habría sido mucho más que una diosa. se levantó, le dijo lo hermosa que estaba. La tomó de las manos y la acerqué hacia él. Ella, y de ahora en adelante así la nombraremos, dócilmente se acercó y apoyó su cabeza en su pecho. Le pasó una mano por la nuca, la retiró un poco y mirándola a los ojos le dijo: -"La verdad no sé qué nos está pasando, ni siquiera sé si es bueno o no. Pero una cosa te puedo decir con toda seguridad: todo lo que hemos hecho me hace inmensamente feliz. Desde el momento en que te vi me cautivaste y cada vez más me siento atraído por ti. Este es el momento que tienes para dar pie atrás en lo que estoy seguro sucederá si no nos detenemos. Estamos jugando con fuego y podemos salir quemados, pero si de mí depende, no me importa en lo más mínimo. Te deseo como nunca antes lo hice con alguna persona". Paul miró fijamente a los ojos, tenía un hermoso brillo producto de la emoción por las palabras de su tío. No dijo nada, sólo entreabrió un poco los labios y acercó su boca a la de él. Los labios se unieron. Al sentir el contacto ambos se estremecieron una corriente los unía misteriosamente, sus cuerpos estaban completamente sintonizados, se sentían como uno solo, eran uno solo. Ese beso marcaba el principio de todo lo que vendría, el vendaval se desataba y nada ni nadie lo podría evitar. Paul entregaba su alma entera en ese beso, era lo mismo que si dijera aquí me tienes, soy totalmente tuya. Gabriel por su parte en ese beso decía también soy tuyo, y pase lo que pase, digan lo que digan nada me apartará de tu lado. Te ofrezco mi vida, mi corazón y mi alma. Paul con los ojos semicerrados estaba totalmente abandonada en los brazos de Gabriel. Sus lenguas se buscaban con ansias desesperadas, como una lucha de serpientes totalmente enredadas. Comenzaron a bailar al compás de la música cuerpo contra cuerpo. De a poco sus manos se buscaban, descubriendo sus cuerpos de a poco. Gabriel comenzó a besar el cuello de Paul, su tersura lo embriagaba y Paul al sentir los labios de Paul y la suavidad de su lengua en el cuello se aferraba más a él, casi desesperadamente. –"Soy tuya mi amor. Sólo tuya" le decía. –"Mi nena, mi dulce nena. Eres la más hermosa de todas.

La más mujer, las más apasionada" Gabriel comenzó a recorrer con sus manos el frágil cuerpo de Paul hasta llegar a su glúteos. Paul emitió un pequeño gemido. Gabriel se refocilaba con ese trasero que deseaba tanto. -¡Me encanta tu colita!" – le decía, -"Lo quiero para mí, sólo para mí" Paul con voz arrobadora le decía: -"Sí papito sí. Es toda tuya. de nadie más mi amor. Haz lo que quieras con ella papito, te pertenece por completo". Gabriel comenzó a arremangar de a poco el vestido de Paul hasta dejar al descubierto su trasero. Allí encontró la gloria acariciando esa cola joven y deseosa de sexo. Su piel suave como el algodón invitaba a acariciarla y besarla. Paul comenzó a quitar la camisa de Gabriel, metió una mano por debajo de la misma y acariciaba su piel el roce de los vellos la volvía loquita de pasión, la abrió más y acariciaba el pecho de Gabriel pasando su rostro por el mismo. Gabriel subió el vestido de Paul y se lo quitó por arriba, Quedó sólo con su tanga. estaba preciosa así a media luz.. Paul le terminó de quitar la camisa y luego aflojo el cinturón. Gabriel se quitó el pantalón, los cuales se deslizaron por sus piernas hasta llegar al suelo. Allí mismo se quitó los zapatos y quedó solamente con el boxer. Se tomaron dulcemente de la mano y se dirigieron al dormitorio principal. Gabriel recostó a Paul boca arriba, bajó la intensidad de las luces tomó un pañuelo y le tapó la vista. –"No temas mi amor" – le dijo. –"No te haré daño, sólo te pido que te dejes llevar, para que esta noche sea inolvidable para ambos. Te amo como no te puedes imaginar" . Luego se puso de rodillas sobre la cama y con la yema del dedo recorría parte del cuerpo de Paul. ella se estremecía de placer, a veces lo cambiaba por pequeños besos o caricias con la lengua en pares del cuerpo que Paul no podía adivinar y al sentir el contacto se estremecía entera. Luego cogió una pluma y la pasaba por sobre el cuerpo de su amada, Paul estaba a mil. Se podía decir que la sesión se estaba convirtiendo en una verdadera fiesta para los sentidos. Ambos sin decir nada estaban tácitamente de acuerdo en aplazar al máximo ese maravilloso momento de la penetración en que ambos se convertirían en un solo ser.

Así Gabriel fue acariciando el cuerpo de Paul con distintas texturas, algodón, hielo, canicas fría, líquidos, cremas, en fin de todo. Paul estaba en otro mundo con la vista vendada. De pronto Gabriel dejaba de acariciarlo y colocaba su boca al lado de un oído de Paul y comenzaba a susurrarle palabras de amor que lo excitaba aún más: -"Amor", - le decía. –"Eres la hembrita más maravillosa que haya visto. Imagina que ya te estoy poseyendo, que te estoy haciendo mía y tu te entregas dulcemente a ser penetrada por mi falo. Tu ano se encuentra relajado para recibirme, ahora será mujer, sabrás por fin lo que se siente pertenecer a un hombre. Sé que te duele la penetración, pero no te preocupes mi cielo, no te haré daño, te amo demasiado para hacerlo. te trato con suavidad, con ternura, para que nunca olvides este maravilloso momento, para que permanezca siempre en tu corazón. Siente como mi cabeza roza tu ano. Te estremeces como toda una hembra. Sé que el deseo embarga todo tu cuerpo, que cubre cada una de tus células que claman por mi penetración. Te tengo de espaldas, he tomado tus hermosas piernas y las he puesto sobre mis hombros, así más mía no podrás ser, estás a mi merced y sé que confías en mí. Escogí esta posición porque así te puedo penetrar más profundamente, para que sientas en plenitud ese miembro que esta hambriento de ti, que desea que tus músculos húmedo y tibios lo rodeen, lo abracen y lo presionen para sentirte mejor.

Ves mi amor, ya va entrando, suavecito, te quejas, pero es más de placer que dolor. Estás bellísima, me encanta ver tu rostro casi desfigurado por todo lo que estás sintiendo. Sigo entrando en ti, quisiera que mi cuerpo entero estuviera dentro de ti, que me lleves siempre en tu interior porque eres mi hembra, mi mujer. te elegí a ti y a nadie más. ¿Ves mi amor? Te dije que no te haría daño. Estoy completo dentro de ti, quisiera quedarme así por toda la vida. Ahora mi amor mueve tus caderas, asi, mi cielo así. Mmmmmmmm, eres exquisita, qué bien te mueves, contrae los músculos de tu esfínter cielito, apriétalo lo más que puedas. Yo te enseñaré a ser más hembra de lo que ya eres. Me tienes en cielo. No imaginas todo el placer que me proporcionas, ¿Sientes cómo mi miembro se contrae? ¿Sientes sus espasmos? Ya estás por lograr lo que todas mujer quiere de un hombre, que mi semen inunde tus entrañas para que te llenes de mí. Ahí va mi amor, todo para ti. Siente ese chorro de lava que quema tu interior y como mi semen va inundando todo tu cuerpo. Eres mía y me has hecho tuyo..." –Diciendo todo esto, Paul ya no daba más. es increíble el poder de las palabras y la sugestión. Paul comenzó a estremecerse fuertemente, su cuerpo entero vibraba. Exhaló un fuerte aullido y tuvo un orgasmo sin masturbarse ni que lo masturben. Fuel algo muy profundo y poco usual para él. Pero exquisitamente placentero.

Paul se llevó las manos al rostro, el placer había sido tan intenso que parecía que la cabeza le iba a estallar. Su respiración todavía era agitada. Nunca había acabado de esa manera. Eso aumentaba infinitamente la atracción que sentía por su tío, por la experiencia y madurez que él tenía. Si alguien podía extraerle su parte de mujer era justamente Gabriel. Parte de su bajo vientre y su sexo habían quedado cubiertos por el semen, Gabriel sintió un deseo inexplicable, se inclinó sobre Paul y con su lengua comenzó a limpiar el semen mientras lo saboreaba como si se tratara del más exquisito manjar. Una vez que hubo terminado buscó la boca de Paul, y en un beso apasionado le hizo saborear su propia leche. Ambos eran muy parecidos. Deseaban disfrutar de los placeres de la sensualidad al máximo, sin límites. No querían una simple penetración animal y salvaje. Primero querían embriagarse de placer y hacer trabajar los cinco sentidos. En eso se estaban perfilando como verdaderos maestros. Estuvieron un rato aletargados, fuera del tiempo y el espacio. Se acariciaban, se tocaban, cerraban los ojos para sentir mejor el roce de sus pieles. Estaban extasiados porque sabían que podían hacerse lo que se les diera la gana, que el otro nada le negaría, que se pertenecían por completo.

De pronto, Paul se incorpora, y se dirige hacia el sexo de su tío, quien estaba en boxer. Su bulto no se podía disimular. Paul lo tomó con la mano, y lo acariciaba por fuera. Miraba coquetamente a Gabriel y le decía: -"Anda, dime. ¿De quién es esta cosita tan rica?- Gabriel arrobado contestaba: -"Tuya, mi amor. Sólo tuya", entonces Paul, feliz ante la respuesta refregaba alegremente su rostro sobre el sexo de su tío. Al sentir la dureza de ese sexo palpitante, Paul se excitaba intensamente, más aún cuando no veía el miembro sino que lo imaginaba. Y sintiendo su dureza en su rostro pensaba en su tamaño, en su forma, su color su textura. Y así refregando su rostro contra el miembro hizo que Gabriel no diera más y estallara en un aullido de placer que empapó totalmente el boxer. Luego Paul se lo quitó y llevó a la boca el boxer, quitándole todo el semen que había en él, para luego seguir en el sexo aun duro de Gabriel, aprovechando hasta la última gota que pudiera encontrar de la leche de Gabriel, y luego fundirse en un beso infinito.

Gabriel tomó de la mano a Paul y se dirigieron a la ducha. Allí bajo el agua que los refrescaba continuaban acariciándose. Gabriel comenzó a sentir una nueva erección. Estaba feliz, nunca había tenido los sentidos tan intensos como le sucedía con Paul. Su juventud, su frescor lo embriagaba por completo y lo elevaba a universos desconocidos. Deseaba que esos momentos tan maravillosos no terminaran jamás, que la noche fuera infinita, y que tuviera la imaginación suficiente para inventar mil nuevas formas de amar. Paul, que estaba frente suyo comenzó a descender lentamente, quedando de rodillas frente a el, y comenzó a beber ansiosamente del agua que se escurría por el miembro de Gabriel. Eso inflamó fuertemente su pasión y una idea se le cruzó por la mente. Cerró la llave del agua. Paul lo miro curiosamente, preguntándole con la mirada el por qué había hecho eso. La apartó un poco y le dijo mirándola a los ojos: -"Prepárate mi amor. Ahora te ducharé yo"- Paul adivinó inmediatamente los deseo de su tío. Eso, como todo lo que habían estado haciendo era algo nuevo para ella. Ya que jamás había estado con hombre alguno, y en realidad tampoco se había imaginado en situaciones parecidas, pero esa atmósfera, la atracción que había sentido por su tío desde el primer momento le hacía aceptar y desear todo lo que quisiera hacer. Se apartó un poco y le dijo: -"Ya mi amor, cuando tú quieras". De inmediato, Gabriel tomó su miembro con la mano y un fuerte chorro amarillento comenzó a salir para estrellarse en contra de la bella cara de Paul, quien con los ojos cerrados soportaba esa lluvia tibia que la empapaba por entero, mientras una de sus manos jugaba con sus pezones y con la otra se acariciaba su diminuto sexo.

El paroxismo en que se encontraban ambos era tan intenso como difícil de poder describir. En un momento Paul abrió la boca, no necesitó decir nada, Gabriel ya la había comprendido. Dirigió el chorro a esa boca exquisita y comenzó a inundarla con el líquido dorado. Veía como de su boca se escurría por su pecho, por sus frágiles tetitas y que luego llegaban hasta su sexo. Era una delicia verlos. Ese afán de hacerse todo lo que el deseo les pidiera sin escrúpulos de ninguna clase, sin limitaciones los exacerbaba cada vez más. Y la noche estaba recién comenzando. Difícilmente daría a basto para tanto deseo reprimido. Cuando Gabriel terminó su trabajo, Paul se incorporó conteniendo en la boca el máximo de líquido que fue capaz de contener y acercándose a Gabriel se lo dio a beber, quien en el colmo de la pasión lo aceptó gustoso. Paul, que era más pequeño se colgó del cuello de su tío apretujándose contra su cuerpo lo más que pudo, y le besaba juguetonamente el rostro sin dejar ninguna parte sin cubrir. –"Mi niña, linda. mi niña hermosa"- exclamaba Gabriel, mientras Paul seguía retozando alegremente. Salieron de la ducha, Gabriel la llevaba de la mano como si temiera que alguien se la pudiera quitar. Fueron a la cocina y sacaron algo para comer, Gabriel se sentó y Paul lo hizo sobre sus rodillas. Y como si fuera una chiquilina le daba de comer en la boca. Realmente era algo inusitado lo que sentían el uno por el otro. De pronto Gabriel que se había llevado a la boca un trozo de galleta, que ya la tenía molida en su boca, se acercó a la de Paul, para pasarle el alimento a la suya. Paul lo aceptó gustoso, y así se entretuvieron durante un rato pasándose de boca en boca el alimento. De esa manera querían demostrar, si es que era posible, la pertenencia del otro. Que eran uno solo. Que no tenían límites de ninguna especie, si se hubiesen podido devorar el uno al otro, sin duda que lo habrían hecho. Deseaban explorar todos los misterios y placeres que el sexo y la voluptuosidad les podía brindar.

Cuando terminaron de comer se quedaron abrazados durante un rato. Ninguno de los dos quería romper ese dulce silencio. Paul se sentía protegido así acurrucado entre los brazos de su amado. Como si nada pudiera sucederle estando allí. Para eso tenía a su hombre, para que lo protegiera. Pero Paul tenía una duda que ensombrecía su joven corazón y no pudo aguantar más y le dice: -"Mi amor. ¿Qué va a suceder con nosotros?" y le dirige una mirada intensa con sus ojos brillantes como dos luceros. Gabriel la mira fijamente, esa pregunta requiere de algo que ni siquiera él lo tiene muy claro. Estaban tan absortos en el presente que no vieron más allá. Y por lo visto esta relación estaba destinada a ir haciéndose más profunda cada día, era algo que no podían evitar y era superior a ellos mismos.

-"No sé mi niña, hermosa. De verdad no lo sé. Lo único que tengo claro es que todo lo que estás despertando en mí es algo desconocido y nuevo para mí. Por lo pronto tenemos un mes por delante para nosotros. Te propongo que lo vivamos a nuestro gusto. Después veré qué hacemos. Sólo una cosa te puedo asegurar en este momento. Lucharé por ti hasta el final".

Esa respuesta emocionó a Paul, hasta el punto que algunas lágrimas se deslizaron por su bello rostro. Se abrazó más fuertemente a su hombre y Gabriel comenzó a darle besos en la cabeza y a jugar con su cabello, hasta que la tranquilizó.

Se levantó, la tomó en brazos, Paul se cogió a su cuello, y la llevó al dormitorio. Allí la depositó suavemente en la cama, se sentó a una orilla y comenzó a acariciarla muy despacio. El sentir la suavidad de su piel le extasiaba el sentido del tacto, los débiles quejidos de placer le extasiaban el sentido de la audición, ver su hermoso cuerpo desnudo le extasiaba el sentido de la vista, y sentir aún el aroma de su boca le extasiaba el sentido del gusto. Así era presa de una serie de sensaciones que lo atacaban por todos lados. Luego se colocó encima de Paul, quien quedaba totalmente cubierto por su cuerpo velludo que contrastaba con la blancura y fragilidad de Paul. Ella acariciaba con sus manos la espalda de su amado, Gabriel acariciaba su cuello con su lengua, quien con los ojos cerrados arqueaba su cuerpo de placer y se dejaba llevar por la maestría de Gabriel quien le arrancaba las mejores notas de su cuerpo. Comenzó después a juguetear con una oreja de su pequeña, mordisqueándola suavemente a la vez que le susurraba palabras de amor y pasión encendida. –"Mi niña hermosa, quiero que te sientas la mujer más amada y deseada del mundo. Deseo estar dentro de ti en forma completa pata que me lleves siempre contigo. No deseo a nadie más que a ti, mi amor, que has sabido encender mi pasión como ninguna mujer antes..."

Paul ya no daba más del deseo que se apoderaba intensamente de su cuerpo. Este ya le pedía a gritos que el máximo del amor se consumara luego. Deseaba perder su virginidad para sentirse una hembra completa. –"¿Qué me hiciste, mi amor? ¿Qué me hiciste?" – le decía jadeante. –"Sólo quiero que me hagas tuya. No imaginas cuánto lo deseo y necesito. Quiero que me conviertas en mujer, mi amor. Sentirte dentro de mí. Que te abras paso en mi cuerpo para hacerme tuya". Estas palabras aceleraban más a Gabriel, quien redoblaba sus esfuerzos para excitar más allá de lo posible a su niña amada. Sus sexos se rozaban, Paul podía sentir la viril verga de su amado rozando con la suya y movía sus cadera para aumentar la sensación. Sus líquidos preseminales se fundían en uno solo. Ambos hacían ingentes esfuerzos por evitar el derramamiento final. Querían llevar el placer hasta las últimas consecuencias. Aún queda mucho de la noche y si esta era poco podían disponer de todo el día siguiente, hasta que quedaran inconscientes de placer, débiles, agotados, pero felices.

Dio vuelta a Paul, dejándolo boca abajo. Se apartó un poco para admirar su cuerpo. Lo miraba arrobado. Realmente era delicioso. Ninguna imperfección se podía notar en su piel. Ligeramente estrecho en las cadera, sus glúteos firmes y muy bien formados, para bifurcarse en dos piernas hermosas, sin ninguna pizca de vellos, muy bien delineadas. Le parecía mentira que pudiera estar gozando de ese cuerpo joven y hambriento de iniciarse en las lides propias del sexo. Gabriel comenzó a devorar con su boca ese cuerpo, no quería dejar ni un milímetro sin tocar. Cada instante que pasaba iba sintiendo el deseo de hacer las cosas intensas, de llevarlas hasta donde jamás había imaginado que podían llegar. Lo iba embargando un deseo casi caníbal con respecto a Paul, mezclado con algo de sadismo que no dudaba, Paul sabría disfrutar si lo hacía bien.. Acercó su boca hacia el final del cuello, en esa deliciosa curva en que se junta con el inicio del hombro. Justo allí, Gabriel, presa de un deseo casi animal comenzó a hundir sus dientes y a succionar fuertemente. No hacía caso de los quejido de dolor por parte de Paul. Muy rápido comenzó a sentir un gusto nuevo que lo llevó casi hasta el éxtasis. Era el sabor de la sangre de su amada. Paul dejó de quejarse y comenzó a sentir agradable la sensació que su hombre probara de su sangre. era su primer paso en los apasionantes caminos del sado-masoquismo.

Paul se llevó la mano al cuello y se lo robó suavemente. Miró fijamente a Gabriel, se acercó a él y le dio un beso apasionado, interminable, y pudo sentir en parte, desde su boca, el sabor de su propia sangre. De pronto, de manera insospechada dio un salto abalanzándose sobre Gabriel y se apoderó de su cuello como si fuera una garrapata, mordiendo y succionando su cuello hasta que comenzó a brotar las primeras gotas de sangre. Paul disfrutaba ese sabor y ver su boca manchada con su propia sangre ponía a Gabriel a volar a mil por hora.

Miró fijamente a Paul, y colocando un rostro serio y de enojo le dijo: -"Eres una niña mala. ¡Deberé castigarte!" Ella lo quedó mirando y le dijo: -"No te atreverás. Soy tu niña mala y te gusta que sea así"- Gabriel la miró por algunos instantes y luego replicó: -"¿Crees que no? ¡Ya verás lo equivocada que estás! " Y sin decir más se abalanzó sobre Paul, que chillaba y pataleaba como una verdadera loca. Con sus chillidos lo único que hacía era exacerbar más a Gabriel, quien la tomó y la puso boca abajo en sus rodillas. El hermoso trasero de Paul quedaba a la vista en plenitud frente a él. –"Si te portas mal es mi deber castigarte"- le decía. Y comenzó a darle de nalgadas. Una, dos, tres, cada vez eran más fuertes. Paul chillaba, pero a ala vez le gustaba sentir el poder de Gabriel frente a ella. Tenía sus encantos sentirse sometida frente al macho. Cuando ya vio que su pobre trasero no soportaba más, dejó de darle nalgadas. Paul tenía los ojos brillantes y algunas lágrimas resbalaban por sus rostro, situación que Gabriel aprovechó para secarlas con su lengua. Su delicado sabor a salado le agradó de sobremanera. Ambos se miraron tiernamente y no pudieron dejar de observar los inmensos moretones que tenía cada uno en su cuello.

Gabriel se levantó y fue al baño. Traía en sus manos una crema. Le pidió a Gabriel que se pusiera boca abajo y la comenzó a pasar por el trasero de Gabriel, con el fin de aliviarlo. Una vez que terminó se deleitó dándole de besos en aquellos hermosos glúteos que estaban al rojo vivo. Paul, riendo le decía: -"Parece que de ahora en adelante, no me quedará más remedio que ser una nena buena.". Casi sin darse cuenta, se percataron que la noche ya se les había ido. El día comenzaba a clarear. No habían dormido absolutamente nada. Se encontraban completamente entregados a su pasión. Casi se podía decir que se estaban convirtiendo en unos adictos al sexo.

Se recostaron en la cama, pero Paul estaba inquieto, no quería descansar. Y se tendió al lado de Gabriel pero quedando al revés. De esa manera quedaba más cerca del sexo de su amado. Comenzó a jugar con el. Lo sobaba con las manos. Le estiraba el prepucio. Le daba de lengüetazas o de pronto lo recorría a besos. Se frotaba la cara con él. Gabriel estaba feliz y gozaba con cada ocurrencia de su nena. Paul se divertía mirando el miembro de su amado, y con la yema del dedo palpaba las venas que sobresalían por él, se le asemejaban ríos que se desparramaban por todas partes. También le llamaba la atención su tamaño. E inocentemente le preguntaba a Gabriel si de verdad pensaba penetrarlo con ese tremendo miembro. El le decía que no se preocupara, que lo haría con mucho amor, y que ya vería lo feliz que la podía hacer cuando lo sintiera adentro. Al oír estas palabras un escalofrío recorría por completo el cuerpo de Paul. Volvía a acariciarlo y no se lo podía imaginar completo dentro de ella.

Volvió a quedar en la posición inicial, dándose vuelta y apoyó su cabeza en el velludo pecho de Gabriel, y con sus dedos jugando en los vellos le preguntó: -"De verdad te gusto mucho mi amor?" Gabriel sonrió. –"Sí mi amor. Sabes que sí. En una noche hemos hecho mucho más que otras parejas en toda una vida"- Contestó. –agregando – Me atraes mucho. Me gusta tu juventud, tu cuerpo, tu frescor, tu manera de ser" Paul escuchaba en silencio. Para luego decir: -"Tú también me atraes mucho. Desde que te vi la primera vez, sentí como un remezón en mi interior. Despertaste algo que estaba adormilado en mi ser. Despertaste a la mujer que aún no tenía claro que existía en mí. Ahora ya no me dejaste dudas. Contigo me siento bien, muy protegida, amada, deseada. Y ya lo has visto, me tienes hasta tal punto que haces lo que quieres conmigo". Gabriel sólo atinó a darle un beso en los cabellos.

Miraron la hora, el reloj marcaba las 8 de la mañana. Paul le preguntó si quería un café. Le dijo que bueno. Y vio como ella se dirigía hacia la cocina. Al ver la parte posterior de su cuerpo, ese trasero tan bello, fue como si le hubieran inyectado una nueva dosis de energía. No pudo esperar y se fue detrás de su hembra. Allí el la cocina tomó a Paul por los hombros, la llevó contra la pared y se apretujó por detrás de ella. Paul estaba entre asombrado y gustoso. Comenzó a mover su cola para aumentar el roce con el sexo de Gabriel. Este la tomó por la cintura y la hacía que se moviera a su ritmo, mientras tenía su miembro entre medio de los glúteos de Paul. –"¿Te gusta papi?" – le decía. –"Se siente muy rico. verdad? – "Sí mi amor, muy rico. Eres divina. Lo mejor que me ha podido suceder en mi vida"- contestaba Gabriel. Luego, en esa misma posición, Paul de cara contra la pared, apoyado con sus manos y las piernas separadas. –"Prepárate – dijo Gabriel- porque ahora te haré algo que te dejará loca mi amor"- Paul pensó que ya había llegado ese maravilloso momento de la penetración. Cerró sus ojos esperando que sucediera. Se mordió los labios preparándose para el dolor que esto seguramente le iba a producir, pero valía la pena. ¡Al fin sería mujer!

Gabriel comenzó a descender hasta quedar de rodillas por detrás de Paul. Con sus manos separó lo más que pudo los glúteos de su amada, quedando a la vista un sonrosado y virginal agujerito que prometía los placeres más exquisitos. Acercó su rostro a él y comenzó a acariciarlo con la punta de su lengua. Al sentir ese primer contacto, Gabriel noto que el cuerpo de Paul se estremeció por completo, y separa las piernas lo más que podía para facilitar la tarea, señal inequívoca que le gustaba lo que estaba sintiendo. Poco a poco Gabriel fue acelerando más el ritmo y ya no era sólo la punta de la lengua, la estaba penetrando con ella. Paul se movía y se quejaba pidiendo más y más. Que eso era el cielo. Que jamás había imaginado algo tan exquisito como eso. Que por favor no se detenga. Mientras Gabriel estaba afanado comiéndose el agujerito de Paul. pasó una de sus manos por delante y comenzó a estimular el miembro de Paul, comenzando a masturbarlo. Su pequeño miembro, inmediatamente comenzó a endurecerse. Jadeaba y se quejaba como una verdadera hembra, cuando sentía que estaba por irse, Gabriel interrumpía el ritmo, entonces se desencajaba su rostro y casi con rabia y odio pedía que lo dejaran terminar, gritaba y suplicaba por llegar a su cuota de placer. Después de una media hora, Gabriel decidió que ya era el momento para hacerlo gozar plenamente y se aplicó en ello. Verle su rostro era como para desconocerlo. Su frente perlada por el sudor, la boca abierta casi bramando, solo sonidos guturales podía emitir, la respiración entrecortada, hasta que de pronto fue como si la muerte súbita hubiese cobrado otra víctima. Tragó todo el aire del que fue capaz y allí se quedó, quieta sin respirar, el tiempo no fue mucho pero en esa situación parecía una eternidad. Todos sus músculos comenzaron a contraerse. Si nos hubiéramos podido introducir en la mente de Paul, habríamos quedado maravillados. Todo era una constelación de estrellas que avanzaban a una velocidad vertiginosa, un universo caleidoscópico en que se podía flotar libremente, miles de fuegos artificiales danzando al compás de una música celestial, porque eso era lo que estaba sucediendo a Paul. Estaba en las puertas del cielo, donde no se está ni vivo ni muerto, donde nada es como lo imaginamos y el placer al igual que un rayo se disemina por todo nuestro cuerpo, tocando hasta la última célula. Es el momento supremo en el cual nada importa, sólo sentir ese instante, esa milésima de segundo que se nos hace eterna y sublime. Aquello que hace que la vida valga la pena aunque sólo lo sintamos una vez en la vida, pero ya con eso estamos pagados. De pronto todo ese aire que estaba retenido en su cuerpo salió con la rapidez de un cometa y el alarido de placer no se hizo esperar, al mismo tiempo que el semen mojaba por completo la mano de Gabriel. Se incorporó cuidando que no se cayera el semen que tenía en la mano, Paul todavía estaba a los estertores, apoyada en la muralla, exhausta por el derroche de sexo que estaban teniendo. Se veía maravillosa con las piernas separadas, agotada, y su bello trasero encarnado por las palmadas que había recibido. –"Mira, mi amor, aquí está tu leche" – dijo Gabriel y comenzó a lamerse la mano probando de aquel néctar. Paul apenas podía sonreír. Gabriel estiró la mano acercándola a la boca de su amada y le dijo: -"Prueba mi amor. Está exquisita". Acto seguido estaban ambos lamiendo el semen como si se tratara del más dulce de los manjares.

Gabriel lo tomó por los hombros y se dirigieron al dormitorio. Del café nunca más se acordaron. Una vez en la cama, Paul tomó conciencia que la parte placentera sólo había sido para él, pero Gabriel estaba ahí con su tronco enhiesto, reclamando su parte del botín. No podía ser una egoísta, tenía que ser complaciente con su hombre. Se acomodó y primero con la mano, comenzó a masturbar a Gabriel. Notó complacida como ese maravilloso miembro se iba convirtiendo poco a poco en algo más duro y grande, tanto que no podía cruzarlo con una mano. Gabriel, con los ojos semicerrados, se dejaba llevar por una tranquila laxitud que le recorría todo el cuerpo. Paul se percató que el miembro estaba comenzando a lubricarse, unas brillantes gotas comenzaban a salir de él. Se acercó y probó su sabor con la lengua. Su sabor era agradable. Paul decidió que ya era hora que la mano abriera paso a la boca y la lengua. Se introdujo ese portento en la boca. Inmediatamente su olfato percibió el aroma a hombre, ese aroma la embriagó, y comenzó a succionar. A ratos miraba el rostro de Gabriel para sentir la retroalimentación de cómo lo estaba haciendo. A ratos dejaba de mamar el miembro para lengüetear las bolas de Gabriel, se refocilaba en ellas y más aún cuando sentía los quejidos de Gabriel. –"¡Enterito, mamá, enterito. Trágatelo todito"- Exclamaba Gabriel. Y Paul, con ímpetus renovados retomaba su faena con más energía. Gabriel era duro, no se dejaba fácilmente, claro que lo hacía a propósito, para demorar más el momento, para que Paul pudiera estar succionando por más rato. Pero de todas maneras siempre lega el momento en que nada importa y sólo queremos el desborde, caernos por el abismo del placer. Paul notó los espasmos en el miembro de Gabriel, e intuyó que el momento se aproximaba y comenzó a prepararse para la inundación que se avecinaba en su boca.

Al cabo de unos pocos segundos, Paul sintió aquel sabor algo salado y viscoso que comenzaba a alojarse en su boca. Se sentía tibio, se preocupó que su amado tuviera el orgasmo que se merecía y también que no se perdiera una sola gota de aquel delicioso manjar. Gabriel dio su último alarido y quedó en un estado como de inconciencia, casi adormilado. Paul se dedicó a saborear el semen de su boca. Se sentía agradable a la vez que le daba una leve sensación de ardor. Una vez que ingirió todo lo que tenía en la boca, con su lengua y de manera muy delicada limpió el miembro de su hombre y degustó los últimos restos que habían quedado. Suspiró profundo. Estaba satisfecha. Para ser su primera vez en todo esto que estaba haciendo, no estaba tan mal. Además sería buena alumna, aprendería rápido muchas delicadezas que aún, por su inexperiencia y juventud desconocía, pero para eso ya tenía un buen profesor. Apoyó su cabeza en el bajo vientre de Gabriel y allí se quedó esperando que reaccionara. Mientras pensaba en todo lo increíble que estaba sucediendo. Cada momento que pasaba, cada segundo, las mujer se iba apoderando más y más de él. ¿Cómo no se había dado cuenta antes? – pensaba. Tal vez sería porque no había dado con el hombre justo que le extrajera esa intimidad. Era bonito sentirse mujer. Tener a un hombre que la proteja, la cuide, la ame y la desee. ¿Cómo iría a terminar todo esto? Era la interrogante que le rondaba por su cabecita. Miró la hora y el reloj marcaba las once pasada. ¡Qué rápido pasaba el tiempo! Y se alegró pensando que todavía faltaba mucho más por hacer.

Se acomodó y quedó recostada al lado de Gabriel, se apretó lo más que pudo a su lado. El Pasó un brazo por los hombros y la atrajo más a su lado. Paul colocó una de sus bellas piernas encima de su amado y se quedaron un rato en silencio, sintiendo sus latidos, su calor, sus pieles. Gabriel comenzó a jugar con el cabello de Paul, eso le gustaba mucho a ella, ya que la relajaba y la hacía adormilarse. En ese momento Gabriel comenzó a hablarle. –"¿Sabes que eres maravillosa?" – le decía. –"Jamás en mi vida había hecho algo así. He tenido muchísimas mujeres, de edades distintas, cuerpos distintos, pero te juro, Cariño, por lo más sagrado, que nadie me ha hecho gozar tanto como tú. Tienes algo, no sé qué, pero que me atraes cada vez más y me siento impotente, no me puedo negar, es más fuerte que yo. Sólo pensar en ti y el deseo hace presa de mí. Me has creado una adicción infinita a ti."

Paul escuchaba las palabras de Gabriel como hipnotizado. Se sentía feliz de ser el culpable que Gabriel sintiera todas esas cosas. A él le sucedía exactamente lo mismo. Le había dado placeres y sensaciones nuevas y quizá cuánto más faltaba aún por experimentar. Nunca, hasta ahora, había sentido atracción por otro hombre. Es cierto que las mujeres no le llamaban mucho la atención, más que para la amistad, pero nunca se cuestionó mayormente. Pero desde el momento en que vio A Gabriel y la forma como este lo miraba, se remeció por entero. Se intranquilizó por completo, hasta el punto que no podía dormir. Se negaba a aceptar lo que le estaba pasando y sucediendo, pero la fuerza del deseo era mucho más poderosa que su voluntad. Y así fue como empezó a idear estratagemas para captar su atención, poniendo especial cuidado en no ser demasiado obvio. Así hacía memoria de todo lo sucedido. Había sido bella la forma en que se estaba dando todo. Pero le daba temor pensar en lo final. Así que por el momento se hizo el propósito de vivir intensamente el presente.

-"A mí me sucede exactamente lo mismo" – le contestó a Gabriel. –"Todo esto es nuevo para mí. Me hiciste descubrir algo que desconocía en mí y que pienso, ahora que lo despertaste, ya no me abandonará por el resto de mi vida. No te puedo decir que me disgusta. Al contrario, es algo maravilloso, pero debe ser en gran parte porque sucede contigo. Si no es amor lo que estoy sintiendo por ti, no sé de qué otra manera podría llamarle. Me estás convirtiendo en mujer, mejor dicho en tu mujer, por eso, aunque te parezca tonto, quiero que de aquí en adelante me llames Paulina. Olvidémosno de Paul, tú me has convertido en Paulina, tu mujer."

Gabriel escuchó atentamente las palabras de Paulina. Una vez que hubo terminad, sin decir nada, la tomó, e hizo que quedara encima de él, luego buscó su boca y comenzaron un hermoso juego. Se rozaban lo labios, se los mordían suavemente, jugaban con sus lenguas sintiendo la suavidad de las mismas, a ratos se apasionaban tanto que parecía querer devorarse, tanto era el deseo que tenían el uno por el otro, así estuvieron jugando, felices, se intercambiaban saliva para demostrarse cuánto se amaban y que nada del otro podía merecerle algún reparo. Mientras hacían esto, las manos de Gabriel acariciaban suavemente los rojos glúteos da Paulina que todavía estaban delicados por la paliza que le habían propinado. –"¿Te cuento una infidencia?" – le dijo Paulina en forma pícara. –"Dime mi amor" – respondió Gabriel. –"Pero antes prométeme que no te reirás" – le dijo. "No mi amor. Sabes que no lo haré. Anda, sé buenita y dime" – Paulina sonrió y le dijo: -"Me encantó cuando me diste de nalgadas. Me sentía muy de tu propiedad. Tanto que ya me están dando ganas de portarme mal de nuevo para que me castigues". –Gabriel sonrió complacido. –"No te preocupes mi niña hermosa, te esperan muchos castigos que sé te gustarán. Pero... a ver dime, ¿de todo lo que hemos hecho, qué te ha gustado más?"

Paulina quedó pensando algunos segundos y luego respondió: -"En verdad todo me ha gustado, porque ha sido consecuencia del momento en que se vivía. Cada cosa tiene su momento y su intensidad, así que es difícil responder. Pero sí me gustaría que me prometieras una cosa..." – Gabriel la miró intrigado y le respondió: -"Lo que quieras mi amor, lo que quieras". – "Deseo que cualquier cosa que desees hacer conmigo, simplemente la hagas, yo jamás me negaré porque te amo demasiado. No me gustaría saber que por no atreverte no hago algo que te pudiera causar placer. Yo por mi parte prometo lo mismo". Gabriel le dijo: -"Gracias cielito. Te prometo que así se hará" y acto seguido sellaron la promesa con un apasionado beso.

Gabriel le dijo que tenía que ir por un momento al baño, ya que estaba que se orinaba. Paulina no iba a desaprovechar la oportunidad y le dijo que bueno. Pero acto seguido se fue detrás de Gabriel, se instaló de rodillas en la ducha u luego le dijo a Gabriel : -"Ya mi amor, ahora estoy lista". Eso era algo que Gabriel no esperaba para nada, y la sola idea le provocó una erección intensa. Tomó su miembro y apuntó a la bella cara de Paulina. El chorro comenzó a salir con mucha presión, Gabriel trataba de ir dosificándolo para que durara más. El líquido amarillo se estrellaba en su cara, tenía los ojos cerrados y abría la boca para recibir una porción. Mientras con sus manos refregaba su cuerpo para esparcir el orín por el resto de su cuerpo. La tibieza le provocaba una sensación casi orgásmica, sentir el sabor en su boca, sabiendo que era algo que provenía del interior de su amado le volvía loca. Una vez que terminó, Paulina le dijo que se iba a duchar para enjuagarse. Gabriel le dijo que por ningún motivo. La hizo ponerse de pie y comenzó a lavar y secar su cuerpo con su lengua, sintiendo el sabor de su propio orín en el cuerpo de su amada. Paulina estaba extasiada. esta jornada era una verdadera fiesta para los sentidos. –"Quiero que te quedes así, con mi aroma, igual que los perros, marco mi territorio. No olvides jamás que ere mía" – le dijo. –Habló en un tono que a Paulina no le quedó absolutamente ninguna duda, que le pertenecía por completo. Sintió como un escalofrío que le recorrió todo el cuerpo. ¡Tenía dueño!

Se recostó boca abajo en la cama, Gabriel se puso al lado y comenzó a recorrer su cuerpo, una vez más, con sus manos. Le encantaba sentir la suavidad de su piel, y ese estremecimiento que tenía Paulina cuando acariciaba ciertas partes. estaba aprendiendo a conocer el cuerpo de su hembra. Esos puntos que la remecían y hacían olvidarse de todo. Después se dedicó a masajear suavemente los glúteos de Paulina, rojísimos, casi inyectados en sangre. Su hermoso cuello con ese inmenso moretón, y él se tocó el suyo, aquella mordida exquisita que le había hecho Paulina. De a poco sus manos fue dirigiéndose entre los glúteos, buscando sus dedos ese orificio exquisito que aún no probaba, pero que suponía maravilloso. Deliberadamente lo estaba postergando, como esos niños que dejan para el final la parte de la comida que más les agrada. Paulina dio un leve suspiro, separó más las piernas y levantó un poco la cola para que Gabriel pudiera hacer lo que quisiera más fácilmente. Gabriel agradeció el gesto dándole un sonoro beso en las nalgas. Su orificio quedaba a la vista, sin dejar nada a la imaginación. Su anillo tenía una forma perfecta, muy pequeño y cerrado, ni una sola imperfección, su color levemente oscuro denotaba un ano virginal y sano. Le excitaba pensar que sería el primero en entrar en los profundos misterios de esa pequeña cavidad, tendría que ser muy cuidadoso para no hacer sufrir demasiado a Paulina. No era su deseo traumarla ni tampoco hacer alarde de su hombría haciéndola sufrir. Deseaba que gozara cada segundo y cada milímetro de la penetración, para que sintiera siempre la necesidad de tener más y más sexo. Crearle la adicción, porque eso la hacía sentirse mujer y por supuesto porque la hacía gozar.

Gabriel también sentía la preocupación por lo que podría pasar a futuro. Para eso ya estaba maquinando cómo hacer para conservar a Paulina a su lado, ella sería su creación, sería la mujer que siempre había deseado tener, la moldearía a su gusto, a sus necesidades. Ella era el material en bruto que comenzaría a moldear, y para ello ya tenía algunas ideas que probablemente iba a resultar, pero no era ese el momento para compartirlas con Paulina...

Mientras tanto sus dedos acariciaban el anillo íntimo de Paulina, quien estaba quieta, arrobada, dejándose llevar por las caricias de que era objeto. De a poco, casi imperceptiblemente comenzó a introducir un dedo dentro de esa maravilla, Paulina acusó el golpe dando un pequeño brinco y sus glúteos se endurecieron dificultando la tarea de Gabriel. –"Calma, mi amor", le dijo. –"Debes relajarte. Quiero que te vayas acostumbrando de a poco, para no hacerte sufrir, mi vida, pero debes cooperar un poco. Vamos relájate. Ya verá cómo te acostumbras y lo mucho que podrás gozar de esta manera". Pero el orificio se negaba a entregarse fácilmente, Gabriel sentía como los músculos apretaban la pequeña parte de su dedo que había logrado introducir. Se dijo para sí que tendría que hacer una labor de joyería y armarse de paciencia, pero sería algo que bien valía la pena. Aunque tuviera que demorarse toda la vida para conseguirlo, deseaba que las cosas serían tal y como se las imaginaba. Se quedó quieto sin mover la mano, esperando que Paulina se tranquilizara. Tenían mucho tiempo por delante, así que no había apuro. De vez en cuando, muy despacio, masajeaba el ano de Paulina con la parte que estaba dentro de ella. Se notaba que gozaba, que le gustaba, era cosa que ella se acostumbrar a tener dentro de ella un órgano que no le pertenecía. Pero una vez que le tomara el gusto sabe Dios cuál sería el límite...

Así, cuando notaba que Paulina se relajaba un poco introducía un poco más el dedo, hacerlo en forma completa le llevó casi una hora. Allí comenzó a masajear realizando distintos movimientos, en forma circular, hacia los lados, haciendo tiritar, en fin de todas las maneras posibles. Paulina ya se notaba menos tensa y estaba comenzando a disfrutar de ese nuevo juego. Gabriel, repentinamente cambió el movimiento y comenzó a sacarlo lentamente y cuando llegaba a la mitad a introducirlo nuevamente. Sentía que los músculos de Paulina estaban relajados, ya no se tensionaban y gozaba sintiendo como su dedo comenzaba a entrar y a salir de su orificio. Gabriel de pronto sacó el dedo completamente, y le dijo a Paulina: -"Mira mi amor, cuánto te amo." y se llevó el dedo a la boca, succionándolo y sintiendo el aroma de su hembra. –"Está exquisito"- le decía –"Huele a ti mi amor"- Paulina al ver esto se excitó terriblemente y le dijo: "Hazme tuya, mi amor. Ya me siento lista para recibirte. Hazme tu mujer ahora". –Gabriel, emocionado al oír esas palabras le dijo: -"Está bien mi amor. Ahora te haré mi mujer".

Se incorporó y de la mesa de luz sacó un tubito con lubricante, colocó una buena porción en un dedo y comenzó a lubricar el ano de Paulina, lo hizo con sumo cuidado, no dejando nada al azar, sin apuro, con calma. esto debía ser algo inolvidable. Mientras tanto le hablaba a Paulina para tranquilizarla, le decía cómo lo iban a hacer, qué sentiría ella. Que debía ayudar, estar relajada. Paulina no podía estar más deseosa y sólo ansiaba que llegara pronto tan esperado momento.

Una vez que Gabriel preparó de forma conveniente a Paulina, sacó otro poco de crema y untó lo mejor posible su miembro. Colocó a Paulina sobre la cama en la posición del perrito, le hizo apoyar su cabeza en la cama y los brazos extendidos hacia atrás. Ella obedeció a todas las indicaciones dadas. Estaba feliz y temerosa a la vez, pero el deseo de ser penetrada invadía su ser en una forma intensa. Gabriel se acomodó por detrás de ella, con su mano derecha cogió su miembro para acomodarlo y con la izquierda tomó a Paulina por la cadera. Una sensación exquisita e inefable invadió a Paulina cuando sintió que el miembro de su amado rozando su esfínter. Involuntariamente se tensionó y se cerró a la entrada de aquel portentoso cuerpo extraño que la iba a invadir. Gabriel se dio cuenta y la comenzó a tranquilizar, a relajarla. No quería hacerla sufrir. Así que con su miembro comenzó a masajear suavemente el orificio virgen de su amada. El placer que esto producía a ambos era indescriptible. La dureza del miembro con la suavidad del esfínter que se negaba a ser invadido. Así con estas caricias y palabras de amor que le decía Gabriel, Paulina comenzó a relajarse de a poco. Este apresto duró casi una hora. Con esta actitud Gabriel demostraba lo mucho que amaba a Paulina, dominaba su deseo, su instinto de penetración animal, para que fuera algo inolvidable para Paulina. La primera vez debía estar plena de recuerdo hermosos. Cuando Gabriel se percató que Paulina estaba relajada, sin decirle nada dio su primer embate. Fue algo repentino, firme pero breve, no le dio tiempo a Paulina para hacer nada. Pero así consiguió meter la cabeza completa dentro de ella. Se podía decir que en cuestión de segundos había sido desflorada. Ese hermoso terreno virgen ya había sido mancillado y de a poco iría entregando todos sus secretos. Para Paulina todo había sido tan rápido. Cuando sintió la inesperada embestida sólo emitió un pequeño quejido, sintió que se desencajaba completa. Una fuerte puntada que partía de su centro diseminándose por todo su cuerpo. Su esfínter trató de cerrarse, pero ya era tarde, sólo consiguió apretar suavemente el glande de su amado. No sabía si reír o llorar, si gritar o callar. Gotas de sudor perlaron su frente, y sólo después de algunos segundo se percató que ya era una mujer. Mordió le cubrecama , sus gritos eran callados, para adentro, esa mezcla de dolor-placer le encantaba. Por su parte Gabriel estaba en la gloria, el trámite había sido más fácil de lo imaginado. Es cierto que sólo era la cabeza, pero el resto ya era cosa fácil. Paulina había estado magnífica, se había entregado a la primera.

Podía sentir la tibieza de su interior, su suavidad y su embriagadora humedad, a ratos con algún movimiento espasmódico de Paulina, presionaba su glande provocándole una ternura casi infinita. Se quedaron así por unos minutos, sintiendo y gozando ese placer que los embargaba por completo. –"Ahora sí que eres mía mi amor. Estoy dentro tuyo y me parece lo más hermoso del mundo. Después de esto ya nada más puede importarme, cielo. ¿Te gusta que esté así dentro tuyo? Paulina, al borde del paroxismo, apenas contestaba –"Sí mi amor. Eres el primero en mi vida. Doy gracias a Dios porque has sido tú. Eres un hombre maravilloso y me haces sentir plenamente como una mujer". Y así conversando ambos, Gabriel aprovechaba, lentamente para hundirse un poco más en ella. Penetrarla en forma completa le tomó una media hora, pero Paulina prácticamente no había sentido dolor. Una vez que ya no podía penetrarla más, comenzó un movimiento cadencioso batiendo su mole dentro de Paulina, la cual chillaba de placer y gritaba el amor que sentía por su hombre. Gabriel lo empezó a retirar de a poco, y al tenerlo casi entero afuera comenzaba a meterlo nuevamente, en forma lenta pero sin detenerse, y cada vez que esta misma operación se repetía, iba haciéndolo más rápido, hasta que todo se transformó en una locura, mezcla de gritos, gruñidos y jadeos. Paulina soportaba como toda una hembra el ataque feroz de Gabriel, y pedía más y más, que la destrozaran, que la hicieran sentirse hembra, así hasta que Gabriel ya no dio más y el orgasmo llegó con toda su fuerza, escupiendo su semen con una fuerza increíble, Paulina al sentir ese torrente impetuoso en su interior no pudo menos que rendirse al placer acabando casi al mismo tiempo que su amado. Sentía ese calorcillo del semen tibio, la leche de su amado que la inundaba y cerraba los ojos y, entre suspiros y quejidos, trataba de imaginárselo, ese líquido blanco, viscoso diseminándose por todos sus rincones. No podía ser algo más maravilloso. Sentía la esencia de su hombre dentro de ella y esto la hacía sentirse feliz y terriblemente hembra, ya no deseaba otra cosa que hacer siempre feliz al hombre de sus sueños. A ese hombre que había sido capaz de tratarla con la delicadeza con que se trata a una flor, a quien le había despertado la mujer que vivía en ella, a ese hombre que la había desflorado de una manera divina. Ya con todo eso estaba decidida a ser definitivamente una mujer, ya no podía ser de otra manera. Lucharía contra lo que fuese por lograr su anhelo.

Gabriel comenzó a retirarse lentamente, cuando terminó de sacarlo, sintió ese enorme vacío en su cuerpo. Gabriel se recostó a su lado, de costado, y la abrazó, cobijándose ella entre sus brazos como una niñita mimosa. Quedaron un buen rato en silencio, pensando ambos en todo lo ocurrido, exhaustos, rendidos pero inmensamente felices, sintiendo sus cuerpos. Fue Gabriel quien primero rompió el silencio diciéndole. –"Mi amor, quiero que sepas que estos momentos contigo han sido los más felices de mi vida. Y ahora, con más seguridad que nunca, quiero que seas mi mujer. No creo poder vivir sin ti". Paulina no supo qué decir. Era realmente lo que deseaba, pero, lo encontraba poco menos que imposible. Eran tantas las dificultades que no encontraba una solución posible, especialmente cómo poder abordar a su padre, o sea el hermano de su hombre. Era algo muy difícil de poder comprender. Le hizo saber esta duda a Gabriel. El cual le contestó que era algo en lo cual había pensado mucho, y que ya se le ocurriría qué hacer, por lo pronto lo más urgente era que pudieran quedar juntos al terminar las vacaciones de Paulina. Eso y, con un poco de suerte, ya sabía como plantearlo. Le ofrecería a su hermano la posibilidad que Paulina se quedara con él, haciéndose cargo de sus estudios secundarios, sólo le faltaba un año. Eso les daría tiempo y también que Paulina lograra su mayoría de edad. La idea le agradó a Paulina y le dio tranquilidad. Se quedó quieta hasta que se durmió en los brazos de su amado.

Cuando despertaron, ya era prácticamente de noche. Todo el departamento tenía el aire enrarecido a pasión y sexo. Paulina olía fuertemente al orín de Gabriel, eso le daba como su sentido de pertenencia. Se miraron fijamente a los ojos, se unieron en un beso y luego se fueron a darse un buen baño juntos. Sin secarse siquiera, desnudos, ordenaron un poco y fueron a prepararse algo de comer. Gabriel le dijo que el día siguiente sería grandioso porque le tenía preparadas algunas sorpresa, que por más ruegos de Paulina y enojos aparentes no le quiso decir en qué consistían. Gabriel se puso un boxer Y Paulina desapareció un momento y volvió muy coqueta con el baby doll negro que Gabriel le había regalado, sonriendo le dijo: -"Cómo me veo"- realmente se veía guapísima. Gabriel quedó arrobado mirándola y le dijo: -"Preciosa, mi amor, te ves preciosa". Se incorporó, se acercó a ella, la abrazó y le propino un beso largo y apasionado. Paulina no cabía en sí de gozo. Sin decir nada se agachó frente a su amado, quedando de rodillas, le bajó el boxer y ansiosa se llevó el miembro a la boca. Este comenzó a crecer rápidamente en su boca y Paulina podía sentirlo así, como se iba agrandando. Redoblaba sus esfuerzos en el mete y saca de su boca, lo acariciaba con su lengua, tenía el rostro completamente mojado con su propia saliva. Se desconocía en el ímpetu con que se aplicaba a su faena, hasta que sintió que Gabriel se venía y ella degustaba su porción de leche fresca. La saboreó lo más que pudo antes de tragarla. primorosamente con su lengua limpió el miembro de Gabriel, lo cubrió de besitos y ambos se fueron a la cama. Estaban cansados. Mañana sería otro día.

En la mañana. cuando despertó Paulina, se encontró sola en la cama. Gabriel no aparecía por ningún lado. –"¡Cariñooooo!, gritó intrigada. ¿Dónde estás mi amor?" y no escuchaba respuesta ni ruido alguno. Se arregló los tirantes del baby doll y se iba a levantar, cuando se abrió la puerta de la habitación, Era Gabriel quien venía con una bandeja con el desayuno para los dos. Paulina estupefacta se llevó las manos al rostro. No podía creer lo que le estaba pasando.- -"Mi amor lindo. ¿Por qué no me despertaste? ¡Eso lo debiera haber hecho yo! Gabriel sonriendo le dijo que no faltaría oportunidad. Que desayunaran luego antes que se le enfriara. Tomaron su desayuno alegremente, dándose bocaditos el uno al otro. Realmente se veían felices y plenos. Una vez que terminaron, dejaron la bandeja en el suelo. Gabriel estaba acostado, Paulina se acercó y comenzó a quitarle el boxer, luego con una mano comenzó a masajear el miembro de Gabriel que no se hizo esperar para endurecerse. Le corrió el cuerito hacia atrás, dejando su cabeza reluciente a la vista. Gabriel sintió el roce de su lengua en el glande, la sensación era exquisita. paulina realmente sabía cómo hacerlo feliz. Era como una niñita jugando con su muñeco. A ratos se lo introducía a la boca, lo mamaba un rato, lo sacaba, comenzaba a besarlo, en fin hacía cuánta cosa se le podía ocurrir. Después de un rato se subió sobre Gabriel, sentándose a horcajadas frente a el. Con la mano derecha corrió el calzoncito que tenía entre sus glúteos, se levantó un poco, tomó el miembro de Gabriel, y comenzó a acomodarlo para ser penetrada.. Una vez que lo ubicó como quería, comenzó a descender, presionando de a poco. No se había lubricado, así que iba a ser un poco más doloroso, pero así lo quería ella.

Su bello rostro no pudo evitar el gesto de dolor que le provocó ese intento, se mordió los labio, no gritó, su rostro comenzaba a sudar, paro siguió valientemente en su intento. El dolor se le iba haciendo casi insoportable, sus ojos estaban brillantes. Gabriel se compadeció y le dijo que mejor usaran la crema lubricante, pero Paulina sin decir nada, sólo moviendo su cabeza se negó. Era algo que deseaba hacer, sentir el dolor verdadero de la penetración, quería hacer eso, porque sabía que también así excitaba de manera increíble a Gabriel. Gabriel se quedaba quieto, este juego era de Paulina, asi que se limitaría sencillamente a dejarla hacer. Así Paulina se fue tragando de a poco ese enorme falo, descansó un momento y comenzó a moverse como toda una puta experta. Colocaba sus manos apoyadas en sus caderas, Gabriel la miraba arrobado. Realmente era una nena muy dulce, le gustaba ver su rostro y como se reflejaba en sus ojos el deseo. Poco a poco comenzó a caer en trance, a moverse rápidamente, ya no importaba el dolor, sus movimientos eran muy plásticos, sentía que algo líquido le corría por los glúteos, semen no podía ser, ya que Gabriel aún no acababa. Llevo un dedo y al verlo comprobó que era sangre. Sangre de ella. Eso la puso a mil, quería poco menos que destrozarse el culo, los jadeos ya se dejaban sentir, Gabriel comenzó a agitarse, su cuerpo se arqueó y el volcán entró en erupción. Una vez más el torrente de lava quemaba el interior de Paulina, mezclándose con su sangre.

Al bajarse, Paulina pudo comprobar que el sexo y la zona púbica de Gabriel estaba totalmente roja, con ciertos manchoncitos blancos producto del semen caído. Paulina lo miró y un deseo incontenible, casi vampirezco se apoderó de ella, se acomodó y comenzó a pasar su lengua por la zona ensangrentada, Gabriel la detuvo, ella pensó que le había parecido mal su actitud y cuando le iba a decir algo, Gabriel le ganó y le señaló como acomodarse, Gabriel quedo sobre Gabriel pero en una posición del 69, así podría lamer la sangre del sexo de Gabriel y él a su vez limpiarle la que tenía en la zona de su hermoso culo. Así, como dos perros estuvieron lamiéndose por casi media hora, gozando y sintiendo el aroma de esa extraña mezcla. Sin darse cuenta estaban yendo lentamente a nuevas formas de experimentar placer. Cuando terminaron se miraron a la cara y, obviamente, ambos tenían el rostro ensangrentado, se sonrieron, se miraron a la cara, se acercaron y comenzaron a darse de lengüetazos mutuamente. Habían perdido la noción de lo normal o anormal, de lo permitido y lo prohibido. Ambos se prodigaban al cien por ciento , y tal como se lo habían prometido, no tenían límites de ningún tipo. Más de alguna vez Gabriel se preguntaba cuál era el encanto que lo seducía tanto en este muchachito, no recordaba , por más esfuerzo que hacía, que alguna mujer lo hubiese tenido alguna vez así. Se le estaba convirtiendo en una especie de droga, cada vez debía aumentar más la dosis para poder llegar al placer esperado. Por su lado, Paulina estaba viviendo una serie de experiencias nuevas, que no se imaginaba hasta hace unos días atrás, y todo le parecía natural y hermoso. Era tanta la adoración que sentía por Gabriel que era capaz de hacer cualquier cosa, lo que le pidiera sin siquiera dudarlo un segundo.

Una vez que se repusieron, se levantaron y de dieron un largo baño de tina. Paulina estaba acomodada entre medios de las piernas de Gabriel, quien con la esponja le mojaba los hombros para que de allí se le escurriera por el cuerpo. Realmente se adoraban y no podían estar sin tocarse más de un minuto. Fue entonces cuando Gabriel le dijo: -"Mi amor, hoy en la tarde vendrá una señora experta en cosmética. Vendrá todos los días por una semana para enseñarte los secretos del maquillaje y cómo sacarte mejor partido. No te preocupes que es de confianza así que no temas. Ella te irá armando un set completo de maquillaje, para que después no te falte nada. No creerás que vamos a estar el mes encerrado dentro de estas cuatro paredes. Hay muchos lugares hermosos donde se puede llevar a una hermosa damita como tú. Esa va siendo otra experiencia que sé te gustará sentir."

Paulina no podía dar crédito a sus oídos. A medida que Gabriel iba hablando ella iba mentalizando e imaginando todo. Andar por la calle convertida en toda una mujer, de la mano de su hombre, ir al cine, a bailar, ir de compras, era demasiado hermoso como para ser realidad. No pudo soportar su ímpetu y sin siquiera saber como, se dio media vuelta en la bañera quedado de frente a Gabriel. –"¿Estoy escuchando bien lo que dices mi amor? ¿Saldrás conmigo a la calle llevándome de la mano o tomada de la cintura? ¿Serás capaz de besarme bajo la sombra de un árbol en la plaza? ¿No te avergonzarás de mi?

-"Parece que no me conoces lo suficiente, nenita" – replicó. "Te he dicho que deseo seas mi mujer. Después de todo esto ya no me cabe duda. Nadie sería capaz de hacerme sentir tan pleno como tú. Te he dicho que tengo todo preparado para que te quedes conmigo, con un poco de suerte todo saldrá bien. Tú sólo debes preocuparte de ser la nena más linda del mundo. El sábado saldremos a comprarte ropa. La más linda que podamos encontrar. ¿Me entendiste bien?" – Y le hizo un cariño en la cabeza. –"Sí mi amor. Será como tú quieras" – le dijo.

Salieron de la tina se secaron. Paulina fue al que ya había dejado de ser su dormitorio, Gabriel comenzó a elegir la ropa que se pondría. Mientras hacía esto daba gracias al cielo por haber sido una persona con buena suerte en los negocios y que ahora le permitía vivir cómodamente, sin tener que estar sujeto a nadie. Al cabo de algunos minutos, salió Paulina, se había puesto la mini de jeans, el peto y las tenis con unos zoquetes con vuelitos blancos. Gabriel no pudo menos que mirarla estupefacto, se veía deliciosamente adolescente, con toda su belleza y frescor. Su rostro irradiaba una inocencia arrebatadora, voluptuosa. Su primera reacción fue de cogerla ahí misma. Pero se reprimió. Había cosas que hacer. Curioso le dijo: -"¿Vas a salir?" – Paulina casi inmediatamente le dijo que no. Estaba algo cansada y además no se atrevía a salir así, vestida de mujer. Al menos sola no. Esa fue la indirecta, el mensaje subliminal que le envió a su amado. Se moría de ganas de salir, se había arreglado lo mejor posible y además Gabriel ni siquiera le decía que parecía una bruja. Eso tenía algo dolido su corazoncito. Como toda mujer, gustaba de ser halagada por el hombre que se ama. Se sentó en un sillón, mejor dicho de dejó caer. La falda le dejó al descubierto caso todas las piernas y a la vista quedaba una visión maravillosa. Trató de arreglarse un poco la falda, pero desistió, estaba molesta y su rostro no lo podía disimular. Gabriel se dio cuenta que ella estaba así, pero no acertaba a adivinar la causa. Se sentó a su lado, en el apoyo del sillón, le hizo unos cariños en la cabeza, le acarició el rostro y le dijo: -"Algo le sucede a mi niña hermosa. Eso es algo que no puedo permitir. Me hice la promesa de hacerte feliz. A ver... ¿qué es lo que pone a tu hermosa carita así? Vamos a ver... vamos a ver..." – y hacía la mímica como si estuviera pensando al máximo. Paulina no pudo evitar sonreír, esa debilidad fue fatal para que Gabriel pudiera desarmarla totalmente. –"Mmmmmmmm. La señorita ha sonreído. Entonces no debe ser algo tan grave". – Se encuclilló frente a ella, no pudo dejar de ver sus pierna hermosas, su piel tersa e inmaculada. Esta mujer era para follarla día y noche. Le tomó las manos, le dio besitos, primero en la izquierda y luego la derecha. –"¿Sabes una cosa?" – le dijo. –"Me estás haciendo pasar los días más hermosos de mi vida. No te mentiría si te dijera que hasta me siento rejuvenecido. Admiro mucho tu belleza, porque de verdad lo eres, y tus sentimientos hacia mí me convierten en el hombre más feliz del mundo. Estoy infinitamente agradecido de todo lo que me has entregado, me regalaste el tesoro más preciado y valioso que podías tener: tu virginidad. Gracias mi cielo. Verás que sabré estar a la altura. Ahora en este momento, ya te puedo decir con toda seguridad lo siguiente: TE AMO." – Y se quedó mirándola fijamente con sus ojos vidriosos por la emoción que se apoderaba de él. Paulina no fue indiferente a sus palabras, también estaba emocionada. No podía creer que todo pudiera ser tan hermoso, así al primer intento. Lo miró tiernamente a los ojos y acariciándole el rostro le dijo: -"Yo también te amo. Gracias por ser así conmigo. Te prometo que viviré sólo para hacerte feliz, mi amor. Es lo único que puedo brindarte". Sus bocas se buscaron con una fuerza extraña y nada habría podido impedir ese beso que se dieron, fundieron sus almas, se hicieron uno y nada ni nadie podría separarlos.

-"Bueno señorita" – le dijo Gabriel incorporándose – "¿Estás lista? Mirándote así como estás yo diría que sí" – agregó. Paulina lo miró intrigadísima y contestó: -"Lista para qué? – Gabriel se hizo el serio y replicó: -"¿Cómo que lista para qué? Pasa que salgamos pues señorita. La calle nos espera. ¿Acaso crees que iba a salir solo dejando encerrada a esta tremenda mujer que tengo en casa? –"¿Estás diciendo que vamos a salir juntos...? ¿Ahora? – Gabriel sonriendo dijo: -"Bueno me parece que eso fue lo que dije. Además tenemos que apurarnos, porque a las tres tenemos que estar de vuelta. Te darán tu primera clase de maquillaje. No lo olvides.." Paulina no supo cómo saltó del sillón y quedó poco menos que colgando del cuello de Gabriel y tapándole la cara a besos gritaba: -" ¡CÓMO AMO A ESTE HOMBREEEEEEEEEEEEEE! ¡LO ADOROOOOOOOOOO! -y soltándose de su cuelo agregó: -"Espérame un poquito que me daré una manito de gato" y corriendo fue al baño para arreglarse algunos detalles típicos de las mujeres. Al cabo de algunos minutos que se le hicieron eternos salió Paulina, Gabriel no notó diferencia alguna pero bueno, "así son las mujeres" – pensó. Tomó a Paulina de la mano y el momento tan ansiado se produjo cuando traspasaron el umbral de la puerta del departamento. Paulina casi no podía respirar, tanta era la ansiedad que sentía en su interior. La única seguridad que tenía era ir de la mano de Gabriel. Y os que sólo estaban en el pasillo, camino al ascensor. ¿Cómo sería estar en la calle? La puerta del ascensor se abrió, había una señora y un joven de unos 10 años, quien la miró de arriba abajo. Paulina pudo sentir como la desnudaba con los ojos. Bueno así eran los hombres. Se bajaron al primer subterráneo, donde Gabriel tenía su estacionamiento. Al llegar, el, muy galantemente le abrió la puerta. Paulina se sentía toda una princesa. Gabriel se subió y partieron hacia un centro comercial. Paulina miraba extasiada todo lo que le rodeaba. No conocía mucho la ciudad, y ahora, además la vería bajo una nueva perspectiva: con ojos de mujer. Al llegar, Gabriel estacionó el auto, se bajó inmediatamente y le abrió la puerta a Paulina, aprovechó ese instante para robarle un beso. La tomó de los hombros y se fueron hacia las galerías. Paulina estaba extasiada, sentía como la brisa acariciaba su entrepiernas suavemente, y la suavidad de la ropa femenina que acariciaba su piel. esa ligera molestia que le provocaba la tanga metida entre sus glúteos. Todo eran nuevas sensaciones que disfrutaba al máximo. Se sentía mujer, sentía que pertenecía a alguien y eso la hacía inmensamente feliz. Comenzaron a recorrer los pasillos, había bastante gente, muchos veraneantes. A hurtadillas a veces podía percatarse como algunos la miraban en forma lasciva, con las miradas fijas en sus hermosos muslos. Se sentía halagada. Gabriel la llevaba muy abrazada del hombro, como diciendo cuidado que esta mujer me pertenece.

Gabriel la invitó a saborear un café. Pasaron, tomaron asiento en un lugar donde tenían una buena panorámica. Se acercó el mozo y les preguntó que se iban a servir. Gabriel pidió un capuchino. –"¿Y la señorita? ¿Qué se va a servir?" –Paulina al oír eso se estremeció. Era la primera vez que alguien extraño la llamaba señorita. Ahora tenía otro recuerdo para atesorar. Todavía le faltaban sentir muchas primeras veces. Sí, la vida le estaba pareciendo muy hermosa. Finalmente se decidió por lo mismo que Gabriel. Conversaron animadamente, rieron, en fin, eran dos enamorados. Lo que más le gustaba a Paulina, era que Gabriel se sentía orgulloso de andar con ella y que no perdía ocasión para manifestarle su amor públicamente. Le tomaba la mano, le lanzaba besos, todas aquellas cosas, detalles importantes que hacen feliz a una mujer. Terminaron su café, pagaron y salieron a recorrer tiendas. Pasaron por un hermoso local de lencería, era verdaderamente de buen gusto. Ropa interior muy fina y hermosa. Paulina estaba extasiada ante la vitrina. Gabriel le dijo que pasaran y escogiera lo que le gustaba. Realmente Gabriel no terminaba de sorprender a Paulina.. Pasaron y una dependiente muy amable les preguntó qué se les ofrecía. Paulina se puso un poco nerviosa y Gabriel, presto, acudió en su ayuda. Quisiéramos ver ese conjunto negro con encajes y liguero por favor. La dependiente miró disimuladamente a Paulina y fue en busca del artículo pedido. Lo miraron, realmente era hermoso. Pidieron la talla más pequeña. Luego una serie de tangas más, medias, un corset muy erótico, y todo ese tipo de cosas que a los hombre les gusta que sus mujeres usen. Salieron cargados de paquetes y bolsas. Tanto que tuvieron que ir a dejarlas primero al auto para que pudieran continuar con tranquilidad.

Pasaron después a una tienda muy grande, a la sección femenina y escogieron algunos vestidos muy sexy y juveniles. Dos jeans a la cadera, de esos elasticados. Paulina se sentía feliz dentro de los probadores y salía para que Gabriel diera su aprobación. En ese tipo de cosas se les fue toda la mañana. Pasaron a almorzar por ahí y a la casa. En cualquier momento llegaría la experta en maquillaje. Al llegar al estacionamiento se vieron en serios aprietos para poder llevarse todo de una vez, ya que no querían tener que bajar nuevamente. Entraron y Paulina estaba como loca dejando todas sus cosas sobre la cama. Se acercó a Gabriel lo abrazó y le agradeció de la mejor manera que sabía hacerlo, entregándole su alma en un beso. Gabriel se lo devolvió de manera muy apasionada, mientras sus manos recorrían golosamente el trasero de su amada. Estaban comenzando a entusiasmarse más de la cuenta cuando suena el citófono avisando la llegada de la maquilladora. Rápidamente se arreglaron, Paulina acomodando su tanga que ya había descendido bastante y su falda. Gabriel arreglándose un poco el cabello y respirando hondo para calmar un poco sus ímpetus que habían sido frenados bruscamente.

A los pocos instantes llegó la experta en maquillaje. Era una mujer ya madura pero muy bien cuidada. cuando joven debe haber causado verdadero furor. De aproximadamente unos 45 años. Traía un vestido ajustado mini, que ponían al descubierto una par de hermosas piernas y un trasero muy bien formado. Sin decir que sus tetas eran muy generosas. Un verdadero bocado de cardenal con el aliciente de los años y la experiencia acumulada. Se presentó ante Gabriel, se dieron un beso en la mejilla. Su nombre era Alicia. Pasó, Gabriel la hizo acomodarse en el comedor y llamó a Paulina. Paulina salió, obviamente que ante los ojos expertos de la mujer se dio cuenta inmediata de la situación. Pero eso a ella no tenía por qué importarle. Era una profesional. Le pagaban por sus servicios, y muy bien pagada además. Así que no tenía para qué cuestionarse nada. se acercó a Paulina, se presentó, le dio un beso en la mejilla. La tomó de las manos la observó a la vez que decía : -"A ver, a ver , qué tenemos por aquí"- la hizo darse vuelta y quedó un momento callada. Paulina y Gabriel estaban expectantes como si de sus palabras dependiera el futuro de la humanidad. –"Te felicito, chiquilla" – dijo. "Eres muy bella y yo te enseñaré a serlo más aún. Serás la envidia de muchas. Ya lo verás, ya lo verás. Antes quiero pedirte un favor, para hacerme una idea más completa. Quítate la ropa por favor. Sólo quédate con la ropa interior".- Paulina quedó estupefacta y no sabía si obedecer o no. Quedó mirando a Gabriel, pidiendo su autorización. Gabriel asintió con un gesto. Paulina haciendo un mohín de disgusto comenzó a quitarse la ropa. En todo caso no era mucha la que llevaba puesta. Hizo las manos hacia atrás y comenzó a bajar el cierre, luego con unos movimientos coquetos y meneos de caderas la comenzó a deslizar hacia abajo. Llevaba un hilo dental así que en la parte posterior sólo tenía un pequeño hilito negro. Después continuó con la parte de arriba, se comenzó a quitar el top. Cuando finalizó se quedó ahí de pie, mientras Alicia la miraba por todos lados. Se sentía como un animal de exposición. Gabriel observaba la situación muy divertido, y no podía quitar los ojos de la semidesnudez en que estaba paulina. Veía como los tirantes de la tanga calzaban justo en su piel bordeando las caderas, y ese triangulito mínimo que tapaba su sexo. Su trasero, a pesar de su menudez, se veía soberbio, con aquella tirita que coquetamente se perdía entre sus glúteos. –"Bueno mi amor, con eso es suficiente" – dijo Alicia. –"Sería mejor que te quedaras así, será más cómodo" agregó. Y luego continuó, pero esta ves dirigiéndose a Gabriel. –"Hasta donde puedo apreciar, tiene muchas posibilidades esta pequeña. Es muy hermosa, su cuerpo es armonioso, prácticamente carece de vellos lo cual es una ventaja. Su piel se ve bien cuidada, pero puede estar mejor aplicándoles algunos exfoliantes. Sus formas son delicadas, no tiene manchas en la piel, su rostro es bastante delicado lo cual facilitará mucho las cosas. Tal vez un nuevo corte de cabello que la favorezca más, que le aumente su aspecto juvenil, me atrevería a decir que un corte escalonado le quedaría de maravillas, un cambio de tinte también le convendría bastante. Bueno el otro problema son sus pechos, claro que ahí yo no puedo hacer nada. Eso ya es para un cirujano plástico. habría también que estrecharle un poco las caderas ya que las tiene muy rectas, quizá quitarle una costilla. Un tratamiento hormonal sería muy necesario para suavizarle aún más los rasgos y afinarle más la voz. Como usted sabe bien yo sólo puedo mejorar esto mediante el maquillaje. No sé hasta qué punto desean ustedes llegar. Pero si lo estiman les puedo recomendar un médico excelente y que se dedica única y exclusivamente a este tipo de trabajos".

Gabriel le agradeció el diagnóstico tan completo y le dijo que por ahora sólo era necesario la parte de maquillaje, que Paulina aprendiera todos esos secretos para que después no tuviera que depender de nadie. Y que en cuanto al corte de cabello y tinte lo dejarán para más adelante, ya que por el momento hacer cambios tan drásticos no era conveniente, como igualmente lo del tratamiento hormonal y todo lo demás. Que estaban decididos a dar todos los pasos necesario, pero a medida que se fueran logrando ciertos objetivos. Paulina era todavía muy joven así que no había para qué apresurarse tanto.

Alicia le dijo que perfecto. Que contaran con su ayuda y discreción para lo que fuera necesario y luego se dirigió a Paulina-"Ya mi linda, vamos a comenzar con lo nuestro" . Gabriel se sintió sobrando así que se retiró al dormitorio a ver un poco de televisión y casi sin darse cuenta se quedó dormido profundamente.

Paulina fue a verlo al dormitorio, se veía tan indefenso durmiendo, que le provocaba una ternura inmensa. Alicia ya se había marchado. Fueron cuatro horas intensas en las cuales ya comenzaba a descubrir los secretos de belleza de las mujeres. Alicia era una persona muy agradable, sabía ganarse la simpatía de las personas y esta feliz que durante dos semanas la estaría viendo diariamente. No sabía si despertar o no a su amor. Pero estaba deseosa que viera los resultados de la primera clase. Sus ojos resaltaban como dos luceros, sus pestañas adornaban los ojos de una manera exquisita y el rojo intenso de sus labios contrastaban con el delineador. Lo que no se había podido borrar, y para eso se necesitaba tiempo, era el machucón en el cuello. Alicia le había preguntado, pero le había dado vergüenza decirle. En todo caso Alicia, zorra experimentada, sabía perfectamente la causa. Se acercó suavemente se puso a su lado y comenzó a acariciarle el cabello y a susurrarle despacio en la oreja: -"Amor, despierta. Gabriel, cariño, no seas flojito, despierta Cielo". –Gabriel, todavía adormilado comenzó a abrir los ojos lentamente y vislumbró de a poco el rostro maquillado de Paulina. Se despertó de inmediato. No podía dar crédito a lo que estaba frente a sus ojos. Era la mujer más hermosa del mundo. Un verdadero ángel. –"Debo estar dormido aún" – dijo. –"O sencillamente estoy muerto. No es posible que un ángel esté frente a mí" – Paulina sonrió halagada. –"No tontito, no es un ángel. Soy yo, tu Paulina" – dijo dándole un tierno beso en la mejilla. Gabriel se sentó y seguía mirándola. Ella llevaba un sujetador negro muy breve y un short muy ajustado de mezclilla, que por la parte trasera mostraba una buena porción de su bien formado trasero. –"Amor, de verdad estás preciosa. Divina" Paulina escuchaba emocionada. –"Anda, cuéntame, qué te pareció todo?- Paulina comenzó a contarle detalle por detalle y todo lo que estaba aprendiendo y lo que le habían hecho. Una máscara de belleza en el rostro, y otra para todo el cuero. Le decía mira, tócame las piernas no sientes la diferencia. Y claro que la había su piel estaba suave como el algodón.

De pronto Paulina se queda callada por un instante y luego casi tímidamente le dice a Gabriel: "Mi amor, ¿qué piensas de todo lo que te dijo Alicia? ¿Por qué no quisiste que me cortara el cabello y lo tiñera? Yo tenía deseos de hacerlo, pero como vi que no querías mejor me quedé calladita. Gabriel la miró, le tomó la mano dulcemente y le dijo: -"Bebita, yo deseo que te hagas todo lo que ti quieras y te haga sentir mejor y más bella. De hecho en algún momento lo harás. Pero ahora no es conveniente, recuerda que tu padre vendrá en una semana más y si te ve así, sólo dios sabe lo que pensará. Recuerda que lo primero es conseguir que te quedes este año conmigo". Paulina no pudo dejar de encontrar razón en lo que le decía Gabriel. –"Sí mi amor. Como siempre tienes razón. Pero y cuando hablaremos con mi padre? ¿Cómo lo harás? –"Mi amor ese es mi problema. Además si esperamos un año, ya será mayor de edad y podrás disponer de tu vida libremente y espero que la elijas conmigo. Pero por supuesto que hablaré con mi hermano. Pero si él no es capaz de entender la situación, siempre quedará la posibilidad que te quedes igual conmigo ya que no podrá obligarte. Obviamente que sentiré muchísimo perder su afecto, pero más sentiría si te perdiera.. Pero bueno déjame esa parte a mí. ¿Qué hora es mi amor?" – Paulina miró el reloj, era las 9 de la noche. –"Perfecto dijo Gabriel, iré a darme un baño y luego saldremos a celebrar. ¿Te parece? –Paulina saltó de alegría y se puso a gritar como una niñita pequeña : "Llévame a bailar? Anda dí que sí..." Gabriel le dijo que sí, pero que antes irían a un pub para tomar unos tragos. Paulina aceptó encantada. Dijo que iría a elegir su ropa. Gabriel le dijo que bueno y que se pusiera lo más hermosa posible, ya que quería lucir la belleza de su mujer.

Gabriel se duchó, y se vistió de forma casual, pero elegante. Paulina aún no salía de su encierro. Seguro que todavía no se vestía decidiendo qué ponerse. "Todas las mujeres son iguales" pensó. Ya estaba comenzando a desesperarse. Cada cinco minutos la llamaba y Paulina le repondría lo mismo: -"Ya falta Iquito cielo". Ese poquito se transformó en una hora. Desde el dormitorio, Paulina le gritó: -"Ya mi amor. estoy lista. Pero quiero que apagues la luz" – Gabriel, refunfuñando, le hizo caso y le avisó. Todo estaba a oscuras. Nada se veía. Gabriel estaba anhelante para ver a su amada.. Paulina salió y prendió la luz. La cara de Gabriel era indescriptible. Como para haberle sacado una foto. Paulina llevaba una blusa color metálica que sólo se sostenía con tirante amarrados por detrás, dejando su hermosa espalda al descubierto. Y abajo remataba con una súperminifalda ajustadísima que marcaba sus formas de manera muy sensual. Unas medias negras con costura atrás que se apegaban a sus piernas como una segunda piel, y unos zapatos taco aguja que estilizaban delicadamente sus pies. en definitiva ¡Una hembra de primera clase! Y lo mejor que era su hembra.

Gabriel, galantemente le ofreció su brazo y salieron a descubrir la noche. El pub donde fueron era muy pequeño, muy íntimo. Luz de velas, música suave. Gabriel pidió un Tom Collins y Paulina una piña colada. Cuando el mozo trajo los tragos, el de Paulina venía con una hermosa rosa roja. –"Una flor para otra flor" . dijo el mozo. Paulina ya no sabía dónde se encontraba. Gabriel sacó sus cigarrillos, le ofreció a Paulina quien aceptó, le dio fuego. –"A tu salud" – le dijo Gabriel tomado su copa. Paulina tomó la suya y las hicieron chocar. Ambos estaban emocionadísimos. –"Paulina" – dijo Gabriel- "No quisiera dejar pasar esta oportunidad, sin decirte algo, que seguramente ya lo sabes, porque te lo he dicho mil veces, pero que nunca me parecen suficientes. Te has hecho muy necesaria en mi vida. De verdad no me lo explico, pero siento que te amo intensamente y eso va en aumento cada día. Sé que no podemos formalizar una relación como todo el mundo, pero muchas veces los papeles carecen de importancia y son los sentimientos los que verdaderamente importan. Y desde ese punto de vista yo deseo construir una vida junto a ti. Sé que soy bastante mayo que tú, que tal vez lo que puedas querer o pensar ahora, en un futuro no sea necesariamente así, pero quiero correr el rehizo, quiero demostrarte lo mucho oye te amo de verdad y que sepas que a mi lado siempre estarás bien y protegida. Además como si todo esto fuera poco, soy tu tío, pero como te habrás dado cuenta, muy poco nos ha importado. Los sentimientos siempre han estado por sobre cualquier cosa. Y bueno... yo tengo la necesidad de formalizar de alguna manera y lo mejor que se me ocurrió fue esto..." y a continuación introdujo una mano al bolsillo y sacó una cajita muy hermosa para luego continuar –"Quiero que recibas esto y lo lleves con orgullo y como recuerdo de esta noche, que si me aceptas, será la más hermosa de mi vida" – abrió la cajita frente a Paulina, era un maravilloso anillo de compromiso, con un diamante en su centro. Alargó su mano hacia Paulina y le dijo muy emocionado: -"Con esto te pido formalmente que seas mi mujer".

Paulina, ya desde el inicio del discurso de Gabriel, estaba como ebria y no era precisamente por la piña colada. Más que nada por la situación tan maravillosa que estaba viviendo. Por las palabras que estaba escuchando, por el ofrecimiento y declaración que le estaban haciendo y por el fulgor de ese precioso anillo que estaba esperando por su dedo y que significaba tantas cosas para ambos. Paulina apenas podía articular palabra. Pero se las arreglo para hilvanar algunas ideas. –"Mi amor. Hasta hace unos pocos días atrás no me habría imaginado nada de esto. cuando te conocí, fue como si algo me remeciera por dentro. Al principio no sabía bien qué era. Y sentía temor por lo desconocido. Tu forma de mirarme, tan distinta, también me confundía. Poco a poco me fui percatando que habías despertado algo que estaba dormido en mí. Y eso era la mujer que tenía dentro. Eso me explicó muchas cosas que en su momento no les encontraba solución. Pero mi temor era que estuviese mal interpretando las señales. Tampoco podía hablar abiertamente de ello. Trataba de leer en tus ojos, en tus miradas, pero siempre la inseguridad se apoderaba de mí. por eso comencé{e a insinuarme de a poco, para ver cuál era tu actitud. Cuando te notaba indiferente me arruinabas el día, más de algún momento cayeron algunas lágrimas por tu culpa. Pero creo que todo sucedió como debía ser y de una manera muy bella. Yo también te amo. Te entregué mi virginidad, deseo también que seas el único hombre que me posea. Contigo no quiero más. Y estoy dispuesta a luchar codo a codo a tu lado para que estemos siempre juntos como pienso que debe ser. Sí, mi amor. Acepto. Y estaré muy orgullosa de ser tu mujer." –Al momento estiró su mano para que Gabriel le colocara el anillo de compromiso, que calzó perfectamente en su dedo. El anillo brillaba casi tanto como sus ojos. Gabriel le tomó la mano le dio un beso y le dijo: "Te prometo que viviré sólo para hacerte feliz, mi amor!. –"Lo sé" – dijo Paulina –"Lo sé mi amor y eso ni siquiera lo pongo en duda. Tengo una fe ciega en ti". – Así siguieron conversando, riendo y decidieron irse a bailar. Cuando llegaron a la discoteca , se bajaron y entraron. Estaba casi repleta. Hombres y mujeres de todas las edades y aspecto. Muchas jovencitas buscando aventuras ya fuera con chicos o con alguna chica dispuesta, daba lo mismo. La música era electrizante y pegajosa, daban ganas de comenzar a bailar inmediatamente. Gabriel, con una propina apropiada, consiguió inmediatamente una mesa. Se acomodaron y pidieron sus tragos. La verdad que si colocaba a Paulina dentro de su grupo etáreo, era una chica más, o mejor dicho la mejor chica, la más hermosa y dulce. Al rato les llevaron los tragos, lo probaron. Estaban buenos. Gabriel tomó de la mano a Paulina y la llevó a la pista. Verla bailar era todo un espectáculo. Movía su cuerpo en forma divina, la mini que le marcaba toda su figura, era para subir la sangre a cualquiera. Y de eso Gabriel se daba buena cuenta. Como algunos tiburones, aunque estuvieran con su pareja le echaban el ojo a su hembra. Eso como que le gustaba y a la vez disgustaba. Paulina estaba poseída por la música, y por sobre todo mucha gracia y sensualidad para sus movimientos, muy felina, perfectamente podría ganarse la vida como una bailarina exótica. Una vez terminada la música, Gabriel la abrazó por detrás y fueron a reponer fuerzas. Paulina irradiaba felicidad por todos sus poros. De pronto se escuchó la voz de un animador anunciando un concurso dentro de media hora. Todas las chicas que quisieran participar en concurso para elegir las piernas más bellas de la noche. El primer premio era una cena y una noche en el hotel más lujoso y caro de la ciudad. No hicieron comentario alguno. Comenzó la música de nuevo, esta vez era lenta, romántica. Sin perder tiempo sacó rápidamente a paulina y la llevó a la pista. Allí se miraron fijamente, el amor entre ambos se veía a kilómetros de distancia. Se acercaron, Paulina lo rodeó con los brazos por detrás del cuello, y Gabriel la tomó de la cintura. Sus cuerpos se acercaron, una corriente extraña los recorría por entero. Gabriel cerró los ojos para sentir mejor la tersura de su piel recorriendo su espalda que estaba casi al descubierto. No existía nada más, no podía existir nada más. ¡Era tan profundos los sentimientos que Paulina había despertado en él! Se sentía dueño del mundo, como si un millón de hormigas recorrieran su cuerpo. Sentía la respiración de su amada y como ella dejaba caer suavemente abandonada su cabeza en el hombro. Entregada totalmente. No decía nada, pero con su actitud era innecesario. Aquí me tienes, te brindo todo mi amor, mi corazón, mi alma, mi cuerpo, mi voluntad. Soy infinitamente tuya. Parecía que no estaban en la tierra, se movían lentamente al compás de la música casi flotando entre nubes. Se tenían el uno al otro y con eso era más que suficiente. El momento de relajación y tranquilidad que se brindaban no podía comprarse ni con todo el oro del mundo. ¡las cosas que tenía la vida! Gabriel jamás se había imaginado dónde ni con quién iba a encontrar la felicidad.

Casi ni se dieron cuenta cuando la música había terminado. Fueron nuevamente a sus puestos. El animador comenzó a hacer los últimos llamados invitando a las chicas que quisieran participar. Entonces algo se le pasó por la mente y le dice a Paulina: -"Podrías inscribirte. Te aseguro que tienes las piernas más hemosas de aquí"- Paulina lanzó una exclamación desde el fondo de su corazón: -"¿QUEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEE? ¡Tú estás loco mi amor! ¿Cómo se te ocurre? ¿Estás bromeando, verdad?" – Gabriel, la miraba y le dijo: -"No. No estoy bromeando. Me gustaría que participes. Estoy seguro que te irá bien". –Y colocando cara de pena agregó: -"¿No me darías ese gusto amorcito?" - Con eso último desarmó a Paulina, quien a regañadientes aceptó. Fue a una mesita donde estaban inscribiendo. Su nombre sería Paulina Tolvett. Al volver donde Gabriel le dijo: -"Ya puedes estar contento. Te di el gusto. Eso demuestra lo mucho que te amo. ¿Ni siquiera un beso me he ganado?" –Gabriel se levantó, fue a su lado y le dio un beso de esos que sabía que la enloquecían. Se quedaron un rato conversando. Como a la media hora después llamaron a las participantes. Paulina se puso de pie, y le lanzó un beso a Gabriel quien se lo respondió y le deseó suerte. Comenzaron a arreglar un pequeño escenario colocando una especie de biombo dejando un espacio en la parte de abajo da tal manera que lo único que se podía apreciar eran las piernas. Según el animador se habían presentado doce chicas, con las piernas más maravillosas del mundo. Primero se presentaría de forma individual, dando un pequeño paseo para que pudieran admirarlas bien y luego se irían eliminando por aplausos del público. No se daría nombre, sólo el número que le correspondió a cada chica. La música comenzó. era una canción de Joe Cocker, muy ad hoc para la situación. Comenzaron a aparecer las piernas, primero la uno, luego la dos y así sucesivamente. Gabriel estaba ansioso por el momento en que aparecería Paulina. Cuando llamaron a la número diez, Gabriel conoció inmediatamente esas pierna bien formadas. Al principio se confundió un poco ya que estaban sin medias esas piernas acariciadas tantas veces, y tantos besos suyos estampados en ellas. Una vez que hicieron su presentación cada una de las chicas, las llamaron a todas para que el público pudiera comparar. Pegado a un lado de la cadera tenían un autoadhesivo con sus respectivos números. En primera instancia se eliminarían seis, luego quedarían tres y de allí saldría el primer lugar en base a la aceptación del público.

Realmente esos doce pares de piernas eran magníficos. La elección era muy difícil. Pero Gabriel ya tenía a su propia ganadora. Sin duda que Paulina, al menos para él, era la mejor. El animador comenzó: Aplausos para la número 1. Después, aplausos para la número dos. ¡Se queda entonces la número 2!. Luego entre la tres y la cuatro y así sucesivamente. Gabriel no daba mas de la ansiedad. Hasta que se acercaba el momento de su amada. El locutor seguía: -" ¡Aplausos para la número 9!" luego que todo se calmó – "¡Aplausos para la número 10! Y luego agrega: "¡Entonces se quedaaaaaaa.... se quedaaaaa.... ¡La número diez!" – A Gabriel casi se le sale el corazón por la boca. Gritaba, aplaudía, silbaba. estaba feliz. Su amor seguía en competencia. En definitiva seguían en competencia las chicas dos, tres, cinco, ocho, diez y once. Las hicieron retirar del escenario y un nuevo paseo individual. El público masculino estaba enardecido, aunque muchas mujeres según pudo observar Gabriel, estaban igual o peor que los hombres ante la vista de tantas piernas hermosas. Comenzó la música nuevamente, ahora se notaba que las participantes entraban en calor, ya no era una simple caminata, trataban de ser lo más provocativas posible. Cuando fue el turno de Paulina, causo un verdadero delirio. Gabriel la desconocía, ya no estaba muy seguro si efectivamente la diez era su chica o no. Comenzó la eliminatoria y quedaron las chicas tres, ocho y diez. ¿Era el colmo del paroxismo para Gabriel. Ya estaba al borde del infarto. Nuevamente fuera del escenario, ahora se les daría a cada concursante un minuto y medio para que de manera libre hiciera su presentación. Así pasaron las dos primeras chicas, que Gabriel debía reconocer estuvieron soberbias. Llegó el momento en que anunciaron a Paulina, hizo unos pasos de baile maravillosos, mostró un poco más que antes, el público estaba delirante.

Cuando terminó su tiempo, el animador comenzó con su trabajo. –"Aplausos por la número tres"- Una vez restablecido el silencio, aplausos por la número ocho y finalmente por la número diez. Ahora la cosa era al revés, iba a decir quién se debía ir. –"Entonces, se vaaaaaaaaaaa... la número.....ochoooooooooooooooooo" Esto se iba calentando a momentos. realmente se ponía interesante. Gabriel se conformaba. Aunque su Paulina no ganara, había llegado bastante lejos, mucho más de lo que se podía esperar. Ya con eso quedaba inmensamente feliz. Dejaron a las dos chicas otro minuto y medio más para que mostraran sus virtudes, pero juntas para que el público pudiera decidir mejor. Estaba muy difícil ya que la oponente era magnífica. Una hembra hecha y derecha y dispuesta a ganar como fuera, evidentemente que con muchas más artimañas que Paulina, que era nuevita en todo esto. Se inició la música y comenzaron a bailar y a moverse lo más provocativamente posible. En un momento Paulina se puso de espaldas al publico y comenzó a mover las caderas de una manera muy sensual a medida que iba subiendo de a poquita su falda hasta mostrar apenas el inicio de su bello trasero, y un poquito el hilo dental que coquetamente quedaba bellamente aprisionado entre sus glúteos. El grito de admiración no se dejó esperar. La gente pedía más y más y más. Cuando se cortó la música, el animador felicitó a las dos y comenzó a pedir los aplausos, primero para la chica ocho, el aplauso fue estruendoso. Aplausos para la chica diez. Igual de estruendoso. Había dudas sobre la ganadora. Todo de nuevo, pero tampoco pudo decidir. Si a la tercera vez pasaba lo mismo sería la suerte quien tendría que decidir con una moneda al aire. Pero en esta oportunidad la situación se aclaró bastante más. Y de esta manera el animador dijo: -"¡Ya tenemos ganadora! Y es la chica número... ¡DIEEEEZZZZZ!! -El griterío y la ovación casi derrumban el local. Gabriel apenas podía respirar. Su nena había ganado. Prosiguió el animador: -"Bueno ahora que tenemos ganadora, supongo que ustedes, especialmente los varones, aunque creo que también más de alguna chica por ahí, tienen muchos deseos de conocer a esta belleza de cuerpo entero. ¿O me equivoco? – El griterío fue ensordecedor. Todos quería ver de cuerpo entero a la feliz ganadora. –"Muy bien" – dijo el animador, porque la gente lo pide, dentro de algunos momentos tendrán la dicha de conocerla. Pero antes debemos informarle a nuestra reina, que para cobrar el premio primero debe bailar para todos nosotros. La jauría gritaba alborozada, haciendo saber su acuerdo con la propuesta del animador.

Detrás en los bastidores, estaba Paulina, algo confusa aún con su triunfo, era una mezcla de cosas extrañas que pasaban en si interior. Le dijeron que tenía que bailar una canción completa y si tenía alguna preferencia. Ella dijo que la misma del concurso la de Joe Cocker. También pidió que pusieran una barra, un fierro largo cromado y que lo ubicaran en medio del escenario. Así lo hicieron. Se preocuparon que quedara lo más firme posible. Una vez que estuvo todo listo, quitaron los paneles, bajaron las luces, y reflectores de colores y destellantes iluminaban el escenario. Una voz en off anunció: -"Señoras y señores, tenemos el agrado de dejar con ustedes a nuestra ganadora del concurso "Piernas hermosas". Con ustedes la magnífica, la sin igual, la incomparable Paulinaaaaa". La música comenzó, todo quedó a oscura y se fue iluminando lentamente, primer entre sombras se apareció la figura de Paulina que se veía más provocativa que nunca. Como si las luces y lo caliente del ambiente la hubiesen transfigurado. Era una gata en celo, provocativa y desafiante. Comenzó su baile y sus movimientos sensuales. Luego se acercó a la barra y se aferraba a ella y se enroscaba, como si fuera un falo gigante. Acercaba su rostro y le pasaba la lengua, de una manera que no había hombre que no estuviese con su miembro erecto. Después la cogía con las manos y comenzaba a descender lentamente quedando encuclillada con la barra entre las piernas y comenzaba al compás de la música a imitar un acto sexual. Después se ponía de pie le daba la espalda a la barra y comenzaba a frotar su hermosa cola en ella. Con tanto movimiento y su falda tan cortita, su trasero había quedado al descubierto, mostrando el hilito que apenas la cubría. Cuando terminó el escándalo fue mayúsculo. Todos querían que continuara. El animador tuvo que hacer acopio de toda su experiencia para poder calmarlos. La llamó a su lado, la tomó de los hombros y le hizo entrega del vale con el premio. El animador le preguntó si estaba sola o acompañada. Ella le dijo que estaba con su pareja. Así que el premio lo usaría como un ensayo de la luna de Miel. Obviamente quisieron conocer al feliz mortal que andaba con esta mujer hermosa. Le preguntaron cuál era su nombre, y le pidieron que subiera al escenario para conocer a ese hombre tan afortunado. abril subió y le dio un beso en la mejilla. Inmediatamente comenzó la rechifla, y gritaban al unísono que se dieran un beso de verdad.

Fue tanta la presión que Gabriel se acercó a Paulina, se olvidó del mundo y se dieron un beso formidable ante los gritos y vivas del público. Paulina recibió su premio y debió asumir el compromiso de volver en dos semanas más para sacar a la ganadora del mes. El premio consistía en tres mil dólares. A fin de año se escogía a la ganadora y el premio: un Toyota 4x4 todo terreno, mas ropa, elementos de maquillaje, perfumes y unos contratos para publicidad. Como con probar no se pierde nada, aceptó. Aunque ya con lo obtenido se daba por bien pagada. Se fueron a su mesa en medio del aplauso cerrado de la gente. Sin quererlo se habían ganado la simpatía. Una vez en la intimidad de su mesa, Paulina le dijo: -"Gabriel, yo te voy a matar. Mira en los líos que me metes" – Gabriel se sonrió y le respondió: - Y tú ándate con cuidadito mejor. Tienes que explicarme muchas cosas. Esa manera de bailar, esos movimientos y ese fingido acto sexual que simulaste tan bien. No te conocía esas gracias..." - Paulina lo quedó mirando intensamente a los ojos y le dijo –"De verdad salió tan bien? – Gabriel le dijo: -"Ufff, más que bien. Si yo hasta tenía dudas de si eras tú o no. Te desconocí en el escenario" -Ella quedó pensando por unos instante y luego dijo: -"La verdad es que ni yo misma lo sé. Me dejé llevar por el momento. Las luces, la gente, tú. Y aunque no me creas todo lo que hice fue pensando en ti. Tal vez por eso salió tan bien. Me paseaba para ti. Bailaba para ti imaginando que estábamos solos y te seducía. La barra era como tu miembro al cual yo me aferraba, y ese acto sexual era contigo mi amor. Estuviste en todo momento conmigo, dentro de mí. No podría ser de otra manera." La respuesta llegó muy profundo a Gabriel, se estaba dando cuenta que esto se iba transformando como una bola de nieve. Iba echando raíces más profundas. El problema no era falta de amor, sino de hacer algo que pudiera hacerla sufrir. el rogaba para que jamás incurriera en algo así. Al poco rato decidieron irse. Tomó de la mano a Paulina y de fueron furtivamente, para que la gente no les dijera nada. Se subieron al auto y partieron, pero muy rápidamente Paulina se dio cuenta que no iban a la casa. –"¿Para dónde vamos mi amor? – le preguntó. Gabriel sonrió y le dijo es una sorpresita ya lo verás" – Como media hora más tarde, se introdujo a un motel que se veía muy elegante. Gabriel la miró y le dijo: -"No pensaría que una noche tan maravillosa como esta iba a terminar en la casa. ¿Verdad? Paulina se arrojó a sus brazos y le dio un beso. –"Por eso te amo tanto. Estás lleno de sorpresas". Se bajaron y entraron al motel. Allí en una cajita sobre el velador había una hermosa y carísima orquídea con una tarjetita que decía : "Para Paulina, la mujer de mi vida" con amor, Gabriel. Gabriela no entendía en qué momento había hecho todo eso, pero no quiso preguntar, era mejor seguir viviendo ese hermoso sueño que estaba protagonizando. –"Paulina,¿por qué te quitaste las media en el concurso? – "Me lo pidieron amor, que me as quitara, para que las piernas se notaran mejor. Y por los resultados parece que tenían razón" – dijo sonriendo.

Al rato dejaron una bandeja con una botella de champagne, Gabriel lleno las copas, le dio una a Paulina, entrecruzaron los brazos para beberla y le dijo: "Me muero de ganas por hacerte el amor" – Paulina, seductoramente contestó: -"Y yo que me lo hagas". Separaron sus brazos quedando frente a frente y sus bocas se encontraron una vez más. Fue un beso eterno, Paulina entreabrió sus labios para dejar que la lengua de Gabriel entrara. Recorrió su boca entera, sus lenguas de entrelazaron. Paulina se entretenía en coger la lengua de Gabriel con los labios y succionarla de a poco. Luego jugaban mordisqueándose los labios mutuamente, mientras Gabriel comenzaba a desatar las tiras de la blusa de Paulina, hasta que cayó suavemente al suelo dejando su parte posterior desnuda. Ella por su parte desabotonaba lentamente la camisa de Gabriel, y a medida que iba descubriendo su torso lo iba besando tiernamente. Le gustaba sentir en su rostro las cosquillitas que le producían sus vellos. Una vez que llegó al último botón, tiró hacia arriba la parte inferior de la camisa para sacarla de los pantalones. Luego con ambas manos las colocó por el lado de los hombros, pero debajo de la camisa, haciéndola a los lados y terminó cayendo al piso en forma etérea al igual que había sucedido con su blusa. Paulina comenzó a mover las caderas de manera que sus sexos se frotaran a través de la ropa. Se puso de espalda y comenzó con su trasero a estimular el miembro de Gabriel, quien ya se encontraba en un estado de placer intenso sintiendo ese exquisito masaje que Paulina le hacía. Se sentía envuelto por una embriaguez que lo dominaba por completo. estos días habían sido tan felices que hubiera querido que no terminaran jamás. No aguantó más y arremangó la falda de Paulina quedando al descubierto su trasero. Estaba precioso con su tanguita negra. La tomó de las cadera y suavemente la fue haciendo hacia atrás hasta llegar a la cama. Allí se sentó, su rostro quedaba justo a la altura del trasero de Paulina.

Acercó su rostro y comenzó a frotarse en él. Tomó el elástico de la tanga y lo hizo a un lado, con las manos tomó los glúteos de Paulina y los separó suavemente dejando al descubierto su hermoso anillo sonrosado. Se notaba un poco irritado por la penetración de que había sido objeto, pero ya se iría acostumbrando a su dueño y daría la medida exacta. Sus glúteos todavía estaban rojos por las palmadas dadas. Sacó su lengua y comenzó a acariciar ese ano que lo enloquecía. Su lengua comenzó a penetrarlo. Sentía los gemidos de Paulina quien seguía moviéndose, apoyando las manos en sus muslos. No contento con lo que estaba haciendo, Gabriel con su mano derecha buscó el miembro de Paulina, el cual estaba erecto. Encontró simpático ese miembro tan pequeñito, pero que sin embargo se sentía a punto de explotar. Y comenzó a acariciarlo y a masturbarlo. De esta manera Paulina estaba siendo atacada de dos frentes lo cual aumentaba enormemente su placer, y se evidenciaba claramente en su respiración, en sus quejidos. –"Mmmmmmmm... así mi amor así. Rico papi, no te detengas. Ayyyyyyy, me vuelves loca, loquísimaaaaaaaaaaa. Siiiiiiiiiiiiiiiiiii siiiiiiiiiiiiiiiiiiii. Ayayayyyyyyyyyyyyyyy. Me matas cielo me matas................." Y ante estas exclamaciones Gabriel redoblaba sus esfuerzos. Sólo se escuchaban murmullos, jadeos y suspiros. De pronto un grito casi gutural atravesó la habitación rasgando el silencio de manera violenta. ¡ME VOOOOYYYYYYYYYYY!" – Una fuerte sacudón envolvió el cuerpo de Paulina y su miembro arrojo una buena dosis de semen quedando depositado en la mano de Gabriel. Ella se recostó en la cama, todavía esta agitada, Gabriel miró el semen en su manos y comenzó a saborearlo con su lengua, cuando Paulina lo vio, se acercó rápidamente, le tomó la mano y golosamente se lo echó todo a la boca, para luego de ahí depositarlo en la de Gabriel. Se miraron y sonrieron. –"¿Te gustó señorita Piernas?" – dijo Gabriel. –Paulina haciéndose la enojada le hizo un desprecio, se dio media vuelta y quedó tendida boca abajo. Gabriel la miró una vez más en el esplendor de su desnudez. ¡Realmente era hermosa! Se inclinó sobre ella y comenzó a recorrerla con sus manos, su piel era tan suave, tan perfecta que podría estar hora y horas acariciándola. Ese contacto que lo electrizaba completamente.

Cerraba los ojos e iba imaginando las partes que acariciaba. Le parecía increíble todo lo sucedido, la profundidad de los sentimientos que se iban enraizando, la manera cómo las cosas se habían dado. Ya la visa sería muy difícil si por algún motivo la perdía. Se compenetraban tan bien, se adivinaban los pensamientos, no eran dos, eran uno solo. Luego comenzó a besarla, toda su hermosa espalda, ella con sus ojos cerrados se dejaba querer. Lentamente la recorrió entera besando cada milímetro de ese cuerpo sinuoso y provocativo, hasta llegar a esa exquisita curva que se forma en la cintura para dar inicio a su trasero. Ya estaba menos rojo. El efecto de las palmadas se iba desvaneciendo. Las tomó con sus manos grandes, de hombre, casi lo cubría completo, y lo acariciaba. Luego una sesión de besos y a veces un descuidado pasar de una lengua lasciva por su esfínter. Esto sin abusar, para que Paulina se quedara con el deseo de más. Luego se tendió a lo largo sobre ella cubriendo por completo su frágil cuerpo. Estar así le encanta a ella. ¿Qué más podía pedir, que la dicha de estar cubierta y protegida por el hombre que amaba? Así le parecía que nunca nada malo le podía suceder. Acentuaba además su dependencia y su sentido de pertenencia. Tenía un dueño, pertenecía a un hombre maravilloso que la hacía inmensamente feliz, y ese era también su único deber: complacerlo, tenerlo pleno y satisfecho. Para eso ella no tenía ningún problema, no escatimaría esfuerzo alguno para lograrlo. El calor de su cuerpo la confortaba, y sentía el miembro erecto de Gabriel acomodado a lo largo entre sus glúteos. Casi imperceptiblemente, Paulina movía su cola para mantenerlo estimulado. Mientras Gabriel jugaba con su oreja derecha y pasaba la lengua por su cuello, erizándole la piel completamente. –"Mi amor, te amo inmensamente. Eres mi la razón de mi vida"- le decía Gabriel. Ella sólo se limitaba a oírla complacida. No puede haber nada mejor para una mujer que escuchar cuánto la ama su hombre.. Con alguna dificultad Paulina se volteó quedando de frente. Rodeó a Gabriel por el cuello con sus brazos, y sus piernas las cruzó por la cintura. De esta manera quedó pegada al cuerpo de Gabriel, y le daba numerosos besos en la cara Se miraban arrobados. La verdad daba envidia ver cuánto eran capaces de amarse. No importa si son hombres o mujeres, lo importante es la capacidad de amar que pueda tener la pareja. Lo demás es un simple accidente que no debiera importar mayormente. –"A ver mi amor, dime. ¿Qué pensaste cuando me conociste?" –Preguntó Paulina. Gabriel se quedó pensando un momento y luego respondió: -"Te encontré muy guapo. Tal vez demasiado para ser hombre"- dijo. Paulina sonreía moviendo sus caderas provocativamente para sentir mejor el miembro de su amado.

No quería por nada del mundo que se fuera a relajar.-"Está bien" – dijo. –"¿Pero en qué momento me empezaste a ver con otros ojitos? – "Mmmm"- gruño, Gabriel. Yo creo que de la primera vez que quedamos solos. Cuando te fuiste a duchar y dejabas la puerta abierta. Yo te espiaba. No podía dejar de mirarte. Después cuando salías con esa ropa interior tan provocativa y ambigua. Sólo Dios sabe cuánto me reprimí para no saltar sobre ti". Luego agregó: -"¿Y tú mi bebita hermosa? ¿Qué pasó con esa cabecita, cuando me viste?" – "Uyyyyyyyyy". Te encontré en primer lugar muy guapo. Nunca me había sucedido. Pero me dio como una cosita, me electrizaste. Sin darme cuenta comenzaron a pasarme cosas por mi cabecita. Involuntariamente comencé a coquetearte, un juego de seducción, era superior a mí. Y cada vez me gustaba más. Eso sí tenía temor al rechazo, por eso trataba de ser lo más precavida posible. Te lo juro, jamás hice nada igual. Fue algo así como llegar y un torrente en mí se desbordara". Gabriel tiernamente acariciaba el rostro de su amada y Gabriela aprovechaba para besarle la mano. Al cabo de un rato de este arrobamiento, Gabriel se hizo a un lado. Paulina se levantó un momento, tomó su cartera y sacó un tubito con crema, luego se sentó en la orilla, a un lado Gabriel. Se untó la mano derecha en forma abundante. El, intrigado, le preguntó qué estaba haciendo. Paulina se limitó a sonreír y le lanzó un beso. Luego se recostó, quedando en sentido opuesto a Gabriel, y cogiendo su miembro con la mano untada. Así comenzó a acariciarlo, deslizándose su ,ano cerrada sobre el, recorriéndolo entero, subiendo y bajando. A veces interrumpía su tarea para darle algún besito o lengüetaza y luego seguía. Era maravilloso tener ese falo imponente en la mano, su dureza era inigualable. No se cansaba de mirarlo. Su forma rectilínea, y su cabeza de un rojo fuerte, brillante, parecía un soldado con su casco puesto. En verdad no había algo más exquisito que un hombre bien plantado, pensó.

Mientras tanto Gabriel se entretenia besando los pies de Paulina, succionaba sus dedos, mientras se dejaba llevar por el placer que le estaba proporcionando su bebita. La vida era maravillosa así. Se sentía pleno, feliz. No podía recordar algún momento tan gratificante como los que estaba pasando con Paulina. Secretamente daba las gracias por esta preciosa oportunidad que la vida le estaba dando. Cerró los ojos y se dejó llevar, flotaba en medio de un mundo desconocido y placentero. No existía nada más. Las sensaciones se agolpaban en su mente, cu cuerpo se tensionaba, aguantaba la respiración y sólo deseaba llegar al momento mágico. Pero estaba siendo víctima de Paulina. En tan poco tiempo ella ya lo conocía mejor que nadie. No le permitía llegar, jugaba con él, lo dominaba como le daba la gana. Ni una mujer tenía esa facultad. Obviamente que la sensibilidad y mejor aún la sensualidad de ella no tenía límites. –"Nunca pensé que fuera tan hermoso este bebito" - decía. "Es encantador, tan grande, durito, con todas esas venitas, y es mío, ¿oíste? es miooooooooooooooo". "Si mi amor, es suyo, para que haga lo que quiera" – Le contestaba apenas, Gabriel. Cuando Paulina sintió que ya era inevitable la eyaculación, presurosa se lo introdujo en la boca, de tal manera que pudo saborearlo a su regalado gusto. La cosecha había sido bastante generosa, y echandose el cabello hacia atrás en un gesto muy delicado y femenino, con sus ojos cerrados para concentrarse mejor, se notaba que saboreaba gustosa el néctar de los dioses. Se puso al lado de Gabriel. quien la abrazó, el cansancio ya estaba causando sus estragos, y se quedaron dormidos, juntos como dos tortolitos.

En la tarde, ya en el departamento, Paulina estaba sola, llegó Alicia. Paulina la recibió muy efusivamente, ya que con ella podía conversar cosas de mujeres. Está de más decir que le contó lo pasado en la discoteque con pelos y señales. Alicia reía y la aplaudía alegremente. Terminarían siendo muy buenas amigas. Así entre clases, salidas a pasear y todo lo demás, el tiempo seguía siendo inexorable. El regreso del padre de Paulina era inminente. Un día que había salido sola a dar un paseo, al llegar vio a Gabriel un tanto preocupado, no era el rostro que tenía siempre. Paulina se sobresaltó. –"¿Sucede algo malo, mi amor?" –"No mi cielo, pero es algo que sabíamos que tendría que suceder. Mañana temprano llega tu padre. Ven siéntate a mi lado" – Estiró la mano, y la sentó sobre sus rodillas. Ante la noticia, Paulina también acusó el golpe. –"¿Qué vamos a hacer? dijo tristemente. Gabriel la acarició y le dijo: -"Bueno vamos a seguir nuestro plan. ¿Qué otra cosa podemos hacer? A menos que desees marcharte con él". Paulina al oír esto se disgustó y le dijo: -"¿Acaso quieres que me vaya? Pensé que nos amábamos". Gabriel la miró y respondió: -"No te enojes tontita. Era una broma. ¿Crees que te dejaré marchar tan fácilmente? ¡Estas muy equivocadita! Ahora lo que tenemos que hacer es guardar todas las cosas que puedan comprometerte, usar tu ropa de hombre y por supuesto dormir en la habitación con tu padre. Se vería muy feo que estuvieras en mi cama" – Rieron juntos. No les gustaba para nada la idea de usar su antigua ropa y menos dormir separados. Pero bueno no había otra opción. Utilizaron gran parte de la tarde ordenando todo y que no se les quedara ningún detalle. Se dieron una ducha juntos, y se fueron a la cama. Lo hacían como si después nunca más se fueran a ver. Como si se tratara de una separación definitiva. No hicieron el amor, pero se acostaron totalmente desnudos para sentir sus pieles, como un cargar las baterías para la separación. Solo conversaban y se tocaban, así hasta que el sueño les ganó. Paulina se despertó muy temprano, no había pasado una noche muy buena y además se sentía muy nerviosa. Se levantó con mucho cuidado, se duchó y se fue a su habitación. Escogió la ropa, no le agradaba para nada, se vistió y por lo menos externamente volvió a ser Paul. Pasaban por su cabeza miles de cosas, que Gabriel al verla así no la iba a querer más, que a lo mejor su padre no lo quería dejar allí, en fin, no pensaba en nada que pudiera ser optimista. Al poco rato Gabriel apareció atraído por el aroma del café, se quedó un poco sorprendido cuando vio a Paul vestido de esa forma. Estaba tan acostumbrado a verlo de mujer que ahora le parecía ser otra persona. Estaba sólo con su boxer. Trató de disimular el impacto, pero Paul era muy sensible y la situación no le pasó inadvertida. Rápidamente se levantó, se acercó a Gabriel y coquetamente lo abrazo y lo besó. –"¿Te sirvo café mi amor?" – le dijo. Aceptó y tomó asiento. Paulina le sirvió el café y se sentó frente a él. –"¿Tanto he cambiado?" – le preguntó. –"No mi amor, disculpa, fue la sorpresa, nada más. Anda ven aquí conmigo"- Paulina se acercó y se sentó en sus rodillas. No quería ni podía permitir que Gabriel perdiera de vista que ella era su mujer.

Fueron a buscar a su padre, y en el departamento, después de la cena, Paulina salió por un momento, quedando ambos hermanos solos. Antes que Gabriel comenzara con su propuesta, su hermano le dijo: -"Querido Gabriel, me encuentro ante una situación algo complicada. Me ofrecieron un trabajo excelente, pero fuera del país. Me preocupa mucho Paul. Quisiera que terminara sus estudios aquí en su país. Bueno primero tengo que hablar con él. Yo tenía pensado, ya que estás aquí dejarlo en algún hogar estudiantil, y que tu me lo controlaras de vez en cuando, algo así como una especie de apoderado."

Gabriel respiró aliviado, era la situación ideal. Las cosas podían salir más fáciles de lo imaginado. –"Querido hermano, en este tiempo que he convivido con Paul, he llegado a conocerlo un poco. Es un buen chico, tranquilo, inteligente y sensible. No entiendo cómo puedes pedirme algo así. ¿Jamás te permitiré que lo dejes en un hogar. Aquí tiene su casa. Tú sabes que yo vivo solo así que no será problema. Por tanto si él quiere, se queda conmigo. Estaré muy gustoso que sea así." Su hermano le agradeció profundamente y le dijo que cuando Paul llegara le preguntaría. Al poco rato pareció, conversó con su padre y aceptó la propuesta. Estaba feliz y radiante. En el mundo sólo había una persona más feliz que ella: Gabriel. El hermano de Gabriel se quedaría dos días. Tuvieron que resignarse. Total un amplio horizonte, todo una año tenían para no preocuparse. Aún así cuando podían se hacían sus cariños, se tocaban y daban sus besos, como si fueran dos adolescentes. Paulina estaba muy feliz ya que su padre se iría justo un día antes de concurso. El viernes fueron los tres al aeropuerto a dejar al padre de Gabriel. Paulina andaba con un maletín que lo tenía intrigado, pero no quiso preguntar al respecto. Una vez que partió el avión, Paulina le dijo que iría al baño, que salía enseguida. Eso significó una hora, pero lo que salió del baño no era Paul, sino una hermosa chica con aspecto de quinceañera. LLevaba un top rosado con una letras, un jeans a la cadera que se ajustaba maravillosamente a su cuerpo y una sandalias que le hacían juego. "Esta chica no terminará nunca de sorprenderme" se dijo para sí, Gabriel. Paulina llegó hasta el y le propinó un enorme beso. - -"Estoy de vuelta otra vez" – le dijo. Bueno se fueron conversando al regreso y planificando este año que se venía por delante. –"Bueno, dijo Paulina, por lo pronto te aviso, amorcito que mañana iré donde Alicia, a su salón de belleza, imagino que ya no te recuerdas, pero es el día del concurso".- Y en verdad no se había acordado.

Conversaron un poco al llegar, Gabriel quería saber cómo planificaría su vida Paulina, qué deseaba estudiar o ser. Paulina lo dejó atónito con su respuesta. –"Sólo quiero ser una cosa en la vida, Gabriel" –Este le preguntó qué era. Y ella simplemente le dijo –"Tu mujer". Gabriel no replicó nada, más adelante habría tiempo para discutir ese asunto que de verdad le preocupaba. Se acurrucaron en un sillón y vieron una película de terror en la televisión para luego irse a dormir. En la mañana se despertaron tal como se habían quedado dormido, muy abrazaditos. Paulina era feliz así. Gabriel la tenía abrazada por detrás, entonces ella muy sigilosamente hizo u brazo hacia atrás buscando la pija de su amado. Apenas hizo el primer contacto ésta cobró vida inmediatamente. Comenzó a estimularla suavemente, hasta que sintió que comenzaba a humedecerse, luego la dejó e hizo su cola hacia atrás para que Gabriel tomara la iniciativa. Este se acomodó un poco más. tomó la pierna izquierda de Paulina e hizo que la levante, luego se acercó y su miembro como si tuviera un radar especial para ello, encontró rápida y certeramente su objetivo. Comenzó a presionar, Paulina se quejaba dulcemente y decía con voz entrecortada: -"Mmmmmmmm, así mi amor, así... mmmmmm se siente muy rico, siiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii... ahí entró.....aaayyyyyyyy, soy tuya papi soy tuyaaaaaaaa, damelo todito, soy tu bebita....... que rico, como entra papacito . mmmm, así así asi...." Toso esto enardecía más a Gabriel quien muy lentamente penetraba a Paulina –"Sí mi amor...aquí la tienes todita para ti, eres mi hembra, siente como entro en ti, como te hago mía, muy mía, mmmmmmm, estás deliciosa mi amor, tibiecita, mojadota, apretadita como me gusta, muévete mi amor, vamos esoooooo, así , qué bien lo haces, cielo....." – Ambos se embriagaban de placer, uno por penetrar y la otra por ser penetrada. No existía más mundo que el de los dos. Era tanta la compenetración y sentido de unión que tenían. Se habían fundido en un solo ser y nada más tenía cabida en el mundo. Así, muy lentamente, casi calladamente copulaban sintiendo intensamente hasta la milésima de segundo. Cada vez que hacían el amor se descubrían, se maravillaban plenamente. Siempre había algo nuevo, o algo que era más intenso que antes. Estaban convirtiendo la copulación en un éxtasis para los sentidos, se refinaban cada vez más, y se deseaban cada vez más. Luego se quedaron quietos. Gabriel le dijo: -"Mi amor, quedémonos quieto, concentremos y lleguemos así al orgasmo" Para Paulina bastaba que Gabriel pidiera algo y antes que terminara ya lo estaba haciendo. Y se quedó quieta, cerró los ojos y se echó a volar... Así estuvieron sintiéndose, gozándose mutuamente. Era como estar en una especie de dimensión desconocida donde no existían los parámetros tradicionales, podían escuchar los colores y oler los sonidos. Nada era igual a la realidad. Una sensación de placer que los recorría enteros como si millones de voltios los recorrieran enteros sin detenerse jamás. Paulina podía ver su interior, esa pija que tenía dentro, alojada tiernamente, era feliz, ojalá la tuviera siempre dentro de ella. Ya había bajado las defensas, si alguna vez le llegara a faltar sabía que se volvería loca por el deseo. La adicción a esa pija en especial se había apoderado de ella. Gabriel le había pedido que no se moviera, perfecto ella cumpliría al pie de la letra. pero como buena hembra tenía su as bajo la manga y por supuesto que lo utilizó. De a poco y en forma secuenciada, comenzó a trabajar los músculos de su ano, apretando y soltando la pija de Gabriel. Fue un verdadero golpe a la cátedra. Cuando comenzó a sentir esos estímulos Gabriel se sintió como eyectado, arrojado violentamente, Paulina demolió absolutamente todas sus defensas y en poco minutos sintió como un calorcito agradable se diseminaba en su interior, era el semen de su hombre. Paulina estaba orgullosa, podía decirse que era una verdadera hembra, capaz de complacer totalmente a su macho. Se volteó y vio la casa de Gabriel, ya había pasado algún rato de su orgasmo, pero todavía tenía algunos estertores y contracciones, con los ojos cerrados y el rostro desfigurado por el placer que estaba sintiendo. Ella lo acariciaba y le daba de besos hasta que volvió a la normalidad. Entonces fue cuando Paulina, sonriendo le dijo: -"Buenos días mi amor. ¿Desea algo más?" – Gabriel la miró y balbuceando apenas le contestó: -"Buenos días cielo. Estuviste francamente sensacional. Eres de otro mundo. Mira nada más como me dejaste. Esto es algo para recordar toda la vida. Mi amor eres incomparable. Vamos, ven aquí" – Paulina se acercó y Gabriel se acercó a su sexo y le dio una mamada como si fuera la mujer más experta. Puso hasta su alma en ella. Los chillido y quejidos de Paulina se sucedían sin cesar, hasta que su semen quedó depositado en su boca.

Se levantaron, asearon y desayunaron, el sexo provocaba mucha hambre. Gabriel dijo que tenía que hacer algunos papeleos y si quería acompañarlo. Paulina dijo que no, ella también tenía sus cosas. Hoy debían ir a la discoteca, así que ella quería hacer algunos arreglos y por ningún motivo le quiso decir de qué se trataba.

Gabriel se fue primero, quedando Paulina sola y tratando de decidir cómo saldría vestida. Como andaría sola y para evitar problemas escogió algo juvenil pero sobrio para no llamar la atención, lo cual era muy difícil, porque lo que se pusiera la hacía ver bien u muy deseable. Escogió un pantaloncito suelto, muy delgado, color crema. Dejaba traslucir su breve tanga. Arriba una blusa ad hoc, ajustadita y cortita. Zapatos que hacían juego, sus gafas para el sol y una coqueta carterita. Al salir detuvo un taxi y dio la dirección donde estaba el local de Alicia. Ya se habían puesto de acuerdo, así que seguramente la estaría esperando. El viaje duró unos quince minutos. Pagó al taxista. El local la dejó boquiabierto. Era de primera. Muy amplio y lujoso ubicado en un sector alto. O sea que no era para cualquiera. Entro, Alicia estaba tomando un café y dando algunas indicaciones a una empleada. Cuando la vio se alegró, se levantó y con los brazos abiertos fue a recibirla diciéndole: -"Amorosaaaaaaa, qué gusto verte, linda. Estás más encantadora que nunca. Ven, ven, ¿Te puedo ofrecer un cafecito?- Paulina se sintió inmediatamente como en su casa, presintió que en el futuro pasaría muchas horas allí embelleciéndose para su Gabriel.

Después que conversaron un buen rato sobre "cosas de mujeres" Alicia le dijo: -"Bueno mi amor, a ver qué ´puedo hacer por ti. ¿Traes alguna idea de lo que deseas? – Paulina le dijo que deseaba un nuevo look, algo no muy llamativo, pero que fuera juvenil y a la vez cierto toque de agresividad. Alicia le dijo que entendía la idea. Que no se preocupara porque la iba a dejar divina. Ella se preocuparía personalmente de atenderla. Y así fue. Nuevo corte de pelo, tintura, máscaras faciales, masajes, depilación, algo de bronceado, en fin fue como hacerla de nuevo. El resultado fue realmente estupendo. Si había ya entrado siendo bella, ahora salía siendo divina. Seguro que cuando Gabriel la viera se iría de espaldas. Pagó su cuenta, que a pesar del precio especial fue voluminosa, le agradeció a Alicia y tomó nuevamente un taxi. Ya era como las siete. "Tendré que adquirir un móvil" – pensó. Gabriel debe estar preocupado. Y claro que lo estaba. Se paseaba como león enjaulado, había llegado hace como tres horas y no sabía nada de su mujercita. De pronto sintió que estaban abriendo la puerta, se puso alerta y cuando vio la sorpresa fue mayúscula. Estaba atónito. Una mujer de película estaba entrando a su casa. Paulina vio su cara y sonriendo le dijo: -"¿Tan horrible quedé? - -"Mi amor... no... no.. sé qué decirte... estás fabulosa... debo estar soñando... de verdad está preciosa, tan mujer... tan... tan.. ¡ay no sé! pero estás muy hermosa..." Ella sonrió coquetamente y le dio un beso en la mejilla. –"Bueno mi amor, ahora lo dejo solito porque tengo algo muy importante que hacer: escoger mi vestuario para el concurso de esta noche". – Le dio otro beso y se encerró en el dormitorio, pero salió inmediatamente para advertirle a Gabriel: -"Ahhh, y no quiero que entres por ningún motivo"- Gabriel asintió con la cabeza. Y de Paulina no se supo por casi tres horas. Cuando salió, Gabriel quedó nuevamente atónito. Traía un vestido elasticado muy ceñido a su cuerpo, de color negro mu corto, que dejaba ver casi la totalidad de sus preciosas piernas y unos zapatos de tacón muy hermosos que estilizaban de una manera exquisita sus pies. Gabriel se arregló rápidamente y bajaron a buscar el auto para ir a la discoteque.

Cuando llegaron ya había bastante gente, el administrador la reconoció inmediatamente, y se acercó a ellos. –"¡Que bueno que llegaron! Vengan por aquí! -y les dio la mejor mesa que tenían disponible. Luego llamó a un mozo y le pidió que les tomara el pedido y que además era por cuanta de la casa. Los dos se sentían como verdaderos reyes. Llegó el pedido y brindaron. Salieron a bailar un lento, Gabriel podía sentor el cuerpo da Paulina apegado a su cuerpo, y disfrutar del aroma exquisito que emanaba de su cuerpo. –"¿Eres feliz, mi amor? – le preguntó. – Paulina lo miró dulcemente y con los ojos brillantes le contestó: -"Inmensamente feliz, cariño. Soy la mujer más plena del mundo y todo gracias a ti. Sólo una penita embarga mi corazón, pero no puedo hacer nada por solucionarlo:" Dicho esto sus ojos se pusieron de un brillante más intenso. Gabriel le preguntó: -"¿Y se puede saber cuál es esa pena?" – Paulina lo miró y cayendo una furtiva lágrima de sus ojos dijo: -"No poder darte un hijo". Fue como si un rayo hubiera caído sobre Gabrie. Jamás había pensado algo así, pero ahora que Paulñina lo sacaba al tapete... En realidad jamás se había preocupado por tener descendencia, se había acostumbrado a tener total independencia. Obviamente no lo dijo porque comprendió los sentimientos de Paulina, le acarició el rostro y la abrazó fuertemente... no se dijo nada más sobre el tema. Pero a Gabriel le seguía dando vueltas la pena de Paulina. Encontraba con eso que el amor que le tenía era mucho más grande de lo que él podía imaginar. Jamás alguien lo había amado con esa intensidad. Su responsabilidad era muy grande. Se fuero a la mesa. Gabriel comenzó a distraerla y a bromear hasta que ella volvió a ser la de siempre.

El animador comenzó a anunciar el concurso. Era la final del mes. Por lo tanto sólo tres participantes. Paulina debió dejar a gabriel, para estar cerca cuando la llamara. En primera instancia daría un breve paseo en forma individual y de allí se eliminaría una. Luego se escogería entre las dos restantes y la ganadora debá hacer un número individual. De allí quedaría seleccionada para la final del año. Se colocaron los biombos y comenzaron a anunciar a la primera participante, luego la segunda u finalmente Paulina. Como todas eran finalista, esos tres pares de piernas eran sensacionales. La elección sería muy disputada. Luego un segundo desfile un poco más extenso, tenían la libertad de hacer poses y hacer más llamativo el concurso. Nuevamente las tres al escenario. Comenzaron los aplausos por cada una de las concursante, la decisión fue evidente y sin problemas. Se iba la número dos. Paulina todavía continuaba en la palestra. Luego las dos finalistas. Y los aplausos. Dos tres veces, no había claridad. Empate no podía haber. Sólo una ganadora. Cuarta vez, la misma cosa. El animador estaba en serios aprietos, no se atrevía a dar un corte definitivo. Así que el administrador tomó carta en el asunto y por el mucrófono dijo: -"Estimado público, debemos reconocer que la decisión es muy difícil. No se nota un claro predominio de una concursante sobre la otra. Ambas chicas son hermosísimas, pero de acuerdo a nuestras bases debe haber una sola ganadora. Por lo tanto dejaremos la decición a la suerte, ya que cualquiera de ellas que gane, lo tiene bien merecido. Nuestro animador realizará el proceso. Las participantes harán su elecció, y la moneda deberá caer al suelo. ¡Gracias por su comprensión!" – El público aplaudió y manifestó su conformidad. Ambas participantes tenían un 50% a su favor. El animador con las participantes se ubicaron en medio del escenario, Paulina pidió cara y la otra chica sello. El animador tomó la moneda y la lanzó al aire lo más alto que pudo. La moneda se elevó dando vueltas y más vueltas hasta un punto en el cual comenzó a descender. Llegó al suelo, rebotó un para de veces, giró un poco y se quedó quieta sellando la suerte para una participante. El animador se caercó, llamó a las concursantes, para que vieran por sus propios ojos. Luego gritó: -"¡ Ha salido caraaaaaaaaaaaaaaa!, por tanto la ganadora es la concursante número treeeeeeeeeeeeeeeeeesss! Paulina dio un salto de alegría, no podía contener la dicha. Gabriel por su parte hizo exactamente lo mismo. Su hembra había ganado una vez más. Estaba orgulloso de ella. Un aplauso estruendoso y luego la presentación para su número. Quitaron los paneles, las luces se apagaron y comenzó una música muy sensual. Apareció ella delumbrante, caminando como una verdadera pantera. Se notaba que las candilejas la atraían. Era otra, se transfiguraba y se dejaba llevar por el frenesí de la música, estimulada por los cientos de ojos que no le quitaban la vista de encima, y que sabían la deseaban, hombres, mujeres, las miradas lascivas le daban mayor fuerza e ímpetu. Bailó como una verdadera diosa, Gabriel no podía dar crédito, hasta se puso algo celoso ya que pensaba que se iba a iniciar una nueva etapa en la vida de Paulina que podría alejarla de su lado, y él no estaba dispuesto a perderla. Ella era su creación, él quien se había fijado en ella cuando a nadie le importaba. Paulina le pertenecía por completo. Decidió que jamás la dejaría ir de su lado. O era feliz con él o con nadie. Comenzaba ya a presagiarse una nube negra en el horizonte que se iba acercando muy lentamente...

Cuando llegó Paulina , la abrazó y le dio un beso. El administrador le dijo que un representante de una agencia de modelaje estaba muy interesado en conversar con ella, que lo llamara, y le pasó la tarjeta que le había dejado. Gabriel frunció el ceño esto ya no le estaba empezando a gustar mucho. Paulina guardó la tarjeta y se tomó del brazo de Gabriel. Quedaron un rato más en el local. Ella miraba alborozada su cheque de tres mil dólares. ¡Era millonaria! Camino a la casa Gabriel habló muy poco, por su mente pasaban miles de cosas y ninguna de ellas era buena. El ácido de los celos estaba comenzando a corroerlo. Por más intentos de Paulina por establecer una conversación se encontraba con una muralla, impávida y silenciosa. Ella por más que trataba de encontrar una explicación lógica, no la encontraba por ninguna parte. Legaro, estacionaron el auto y tomaron el ascensor. Entraeron al departamento y en un momento en forma brutal, Gabriel la tomo y la puso cara a la pared. Con su cuerpo la aprisionó contra ella mientras dificultosamente se bajaba los pantalones junto con su boxer. –"Amor, ¿qué te sucede? ¿Por qué me tratas asi?" – le decía Paulina. El imperturbable nada decía. Metió su mano por debajo del vestido y de un tirón le quitó la tanga. Le saparó las piernas, hizo que levantara una y de un solo mandoble, la penetró sin ninguna delicadeza. Paulina lanzó un grito casi animal, parecía que su cuerpo se partía en dos. Las lágrimas afloraron en sus bellos ojos y como pudo, mordiéndose los labios, sintiéndose humillada, aguantó lo mejor que pude esa violación por parte del hombre que amaba. Una vez que gabriel dio por terminada su tarea, la dejó y se fue a la cama. Paulina practicamente destrozada fue al baño para asearse, estaba perdiendo algo de sangre, el ardor y el dolor era fuerte. Jamás había sentido algo así. No quiso ir al dormitorio, así que se fue al de invitados, se tendió sobre la cama y lloró amargamente como no lo había hecho en mucho tiempo, hasta que el sueño la venció.

En la mañana siguiente sintió como que algo andaba entre sus cabellos. Abrió lentamente los ojos, estaba toda adolorida, pero a pesar de eso, le parecía que todo era un mal sueño. Dio vuelta la cara y vio que era Gabriel. se sobresaltó y sintió algo de temor. Lo miró sin decir nada, entonces Gabriel habló: -¡ Amor, perdóname. No sé qué me sucedió. Te lo juro. No tengo una explixación razonable". Paulina lo miró con tristeza y le dijo: -"No entiendo para qué tuviste que tomar por la fuerza lo que te pertenecía por derecho propio. Me hiciste sufrir, me humillaste como si fuera lo último del mundo. Esas son cosas que van matando el amor, Gabriel". El la miraba con cara de desconcertado, pensó que Paulina a su primer pedido iba a olvidar todo, pero estaba muy equivocado. –"Paulina, ya te dije que lo siento. No sé qué me sucedió. Te juro que nunca más volverá a ocurrir..." – "Eso espero, Gabriel, eso espero, porque la próxima vez desaparecerá de tu vida y no sabrás nunca más de mí. Es cierto yu reconozco lo mucho que has hecho por mí y todo lo que te debo, pero eso no te da derecho a tratarme de esa manera. Soy una persona, no un objeto de ti propiedad." –Está bien Paulina, gracias, sólo te digo que no volverá a suceder". Gabriel se cerco y trató de besarla, pero ella no se dejó. –"Aún no, por favor, aún no. Es demasiado pronto". Gabriel calladamente se retiró del dormitorio.

Paulina se dirigió a la cocina y se preparó un café. Después penso y preparó otro, fue a la sala donde estaba Gabriel apesadumbrado y le dijo: -"Toma, te traje un café" Gabriel la miró y lo recibió. –"Gracias" – le dijo. Comenzaron a beber el café en silencio, ninguno de los dos se atrevía a hablar primero. Hasta que por fin Gabriel le dijo: -"¿Has pensado que harás con tu dinero?" – Paulina le dijo que no, que a lo mejor algo de ropa, en fin cosas así pero que la mayor parte la guardaría para cualquier emergencia. Gabriel asintió. -¿Qué harás hoy día?" – dijo Gabriel. Ella le dijo que iba a salir, que estaría fuera la mayor parte del día. –"¿Y tú?" – contrapreguntó. –"La verdad no sé. no tengo nada especial que hacer hoy. ¿Quieres que te acompañe? Paulina le dijo que no. Para otra oportunidad, tenía deseos de estar sola y pensar un poco. La respuesta no le agradó mucho a Gabriel, pero entendía que no estaba en condiciones de exigir demasiado. No por lo menos en este momento. Terminado el café, Paulina llevó las tazas y las lavó. Fue al baño, se aseó. escogió la ropa que usaría, se vistió. Gabriel estaba aún en el mismo sitio, como una estatua. Paulina se acercó le dio un beso y le dijo que se verían más tarde.

Así pasó el día. Casi al caer la noche, Paulina llegó con el ánimo bastante mejor. Llena de paquetes de tiendas de ropa femenina. Gabriel no había salido en todo el día. Ni siquiera se había afeitado. –"Hola, le dijo. ¿Cómo has estado?" – "Al parecer no tan bien como tú" – le respondió. Paulina tratando de suavizar la situación le dijo: "No tienes razón para estar enojado. Si hay alguien que lo debiera estar soy yo. Y ya me ves. Vengo de un excelente buen humor. Y además, aunque no te lo merezcas, te traje un regalo." Y de su cartera sacó un pequeño regalito bellamente envuelto. Gabriel intrigado lo recibió, lo abrió era un pequeño cofrecito, lo abrió y contenía una plaquita de oro rectangular con el rostro de Paulina, y detrás una inscripción: "Con amor para el hombre que me hizo mujer" Paulina. Gabriel la sacó del cofrecito, abrió el seguro de la cadenita, se lo colocó al cuello y le dijo: -"Gracias, Paulina. No me la quitaré nunca".- Se abrazaron un largo rato sin decir nada, en ese momento las palabras estaban de más. De esta manera, sin mayores problemas la vida de ambos transcurría apasionadamente viviendo intensamente cada instante. Salían a comer, iban a moteles, a bailar. En definitiva una vida regalada. Cada día Paulina se iba posesionando más de su papel de mujer e iba floreciendo de una manera exquisita. Cuando cumplio su mayoria de edad, Gabriel le obsequió un auto. estaba feliz. Ahora podría decidir su detino por sí sola. Casi ni se dieron cuenta que el año estaba terminando. Paulina obviamente no quiso saber nada de estudios. Hasta que el día tan temido llegó en forna de una llamada telefónica. Era el padre de Paulina que anunciaba su visita en tres días más. Fue como un rayo que los derribó del paraíso. Aterrizaron estrepitosamente. Tenían que decir la verdad. Paulina por más empeño que pusiera ya jamás iba a recuperar su antigua imagen. Conversaron mucho sobre la manera de cómo enfrentar este problema y finalmente llegaron a una conclusión. Lo mejor era decir las cosas sin rodeo. Gabriel le hablaría primero y después aparecería Paulina con su nueva apariencia, vistiendo algo más discreto por supuesto. Su padre ya nada podría hace porque era mayor de edad, y más de un disgusto no tendría que pasar la cosa.

Gabriel fue solo a buscar a su hermano. Se saludaron efusivamente y disculpó a Paulina, diciéndole que había tenido que solucionar un problema en la universidad. Le hizo algunas preguntas que a ratos Gabriel no sabía bien qué contestar. LLegaron a la casa, acomodó sus cosas y luego se sentarpn a tomar un refresco. Antes Gabriel fue a su dormitorio donde staba paulina esperando hacer su presentación. Tiritaba entera. Esta vestida de manera muy hermosa. Un jeans que le quedaba a las mil maravillas, y una blusita amarrada con tirantes a la espalda. Unas tenis. Sencilla, muy femenina y juvenil. Gabriel no daba con la manera de tomar el tema. De a poco fue dirigiendo la conversación hacia Paulina. Allí comenzó a decirle que Paul era una persona excelente. Que se llevaban muy bien. –"Hermano, hay algo que debes saber, tu sabes que las personas a veces piensan de manera distinta a como son, o que están yo diría en un envase equivocado".- Su hermano lo miraba extrañado. –"No entiendo lo que me quieres decir, Gabriel". –"Quiero decirte... quiero decirte..." – y se quedaba ahí sin agregar nada más. Su hermano ya estaba comenzando a impacientarse. Y de pronto se oyó una suave voz que dijo: -"Quiere decirte que soy mujer, me siento mujer y vivo como mujer. Hola papá. ¿No me vas a saludar? Su padre la miró fijamente de arriba abajo. Comenzó a traspirar y la respiración a entrecortarse. Apenas pudo balbucear: -"¿E... e..eres tttú?" ¿Paul? – Y con una seguridad y convencimiento sacado de no sabía dónde respondió: -"Paulina, papá, soy Paulina". –El pobre hombre no sabía qué hacer o qué decir. Miraba a Paulina, miraba a Gabriel, se llevaba la cara a las manos. estaba visiblemente conmocionado. –"Agua, por favro. necesito un poco de agua".- Paulina fue presurosa a la cocina y le trajo un vaso con agua. Bebió un largo sorbo. Tomó aire y se dio tiempo para decir a Gabriel: "¿Cómo pudiste permitir esto? Yo confiaba en ti, mi propio hermano. Te dejé a un hijo, a un hombre y tú me muestras a un puto, a un maricón, un chupavergas? Cada uno de esos adjetivos era como un cuchillazo en el corazón de Paulina quien se quebró y comenzó a llorar. Gabriel al oír esto, se encolerizó y le dijo. –"Hermano, ten mucho cuidado con las palabras. No es necesario que tengas que ofender. Estás viendo una realidad que tarde o temprano tenías que enfrentar. Paulina ya tiene lo suficiente con el dolor que le causa revelarte todo esto, con estar viviendo en un cuerpo que no le pertenece. Sí, sí, tuviste un hijo, pero sólo lo exterior. No la ofendas más porque si no me veré obligado a pedirte que te vayas de esta casa." Paulina no pudo contenerse y corrió hacia los brazos de Gabriel, abraz´ndose fuertemente a él. Gbariel ya vio que debía echarse toda la carne a la pariila. La acarició, le dio unos besos y le dijo: -"Cálmate mi amor. Ya verás que todo pasará". Ese fue el segundo mazazo que le dieron al pobre hombre. Su hijo era una hija, y además amante de su hermano o sea su tío. ¿Qué más podía esperar? Sólo atinó a decir: "¿Ustedes dos son amantes?" . Gabriel le dijo: -"No somos amantes en el sentido peyorativo que le das a la palabra. Paulina es mi pareja, es mi mujer. Y la adoro. El pobre hombre se sentía derrotado. Como si en vez de años hubiesen sido siglos los que se le vinieron encima. Se levantó y dijo: -"Veo que muy poco tengo que hacer aquí. Será mejor que me marche" – Paulina hizo un intento desesperado por detenerlo, pero su padre la apartó violentamente. –"-¡No te acerques! – le dijo. Fue al dormitorio, tomó su equipaje y se marchó sin decir nada. El momento era terrible, muy fuerte. Paulina y Gabriel, abrazados quedaron viendo como desaparecía por detrás de la puerta. Se quedarpn un momneto así, inmóviles. sin decir nada. Luego Paulina, con los ojos llenos de lágrimas le dijo a Gabriel: -"¡Hazme el amor, necesito que me hagas el amor! Debo saber que pertenezco a alguien! Gabriel la tomó la puso en la cama, le quitó la ropa lo más rápido posible. esta situación no era para refinamientos, era el refuerzo que requería Paulina para saber que no había quedado sola en el mundo. Y así hicieron el amor desesperadamente, como si el mundo se fuera a acabar dentro de cinco minutos.

Ya el paso fundamental se había dado. No existía nada en el horizonte de Paulina que le impidiera realizar sus proyectos. Lo conversó mucho con Gabriel y decidió que debía darle una mano a la naturaleza para verse mejor. Iría a ver al médico que le había recomendado Alicia. Ya iba siendo hora que tuviera su par de senos, hacerse un tratamiento hormonal y todo lo que se pudiera hacer para mejorar aún más su figura. De hecho así fue. promero un tratamiento hormonal que duró seis meses, al cabo de los cuales pudo ver excelentes resultados. La piel se le había hecho mucho más suave, las voz era más femenina y los ragos de su rostro igua. También producto de lo mismo, le estaban aflorando dos pequeñas tetas que serían ayudadas con silicona. Igualmente se operaría para quitarse una costilla, así quedaría más acinturada. Con respecto a operarse definitivamente, o sea quitarse el pene, Gabriel se opuso, además que Paulina no estaba muy convencida de querer hacerlo, y si bien quedaría una mujer hecha y derecha iba a perder mucho en sentir placer y esa no era la idea. El año pasó volando. En todo ese tiempo no supo nada de su padre. El concurso de la discoteca no lo ganó, salió segunda y le ofrecieron una serie de posibilidades para trabajar en el mundo del espectáculo. Esa era una idea que no le agradaba mucho a Gabriel y de ahí en adelante fue producto para que la relación se fuera diluyendo casi imperceptiblemente.

Paulina estaba encantada con la idea de montar un espectáculo en un club nocturno muy elegante y de primera clase. Las gaanacias eran buenas y le permitiría ir abarcando otros rubros como poe ejemplo el modelaje, que también la estaban tratando de entusismar. El problema eran los celos de Gabriel. Veía cada día más que Paulina iba siendo más y más independiente. Que ya no le era tan necesario, que estaba entrando en otro mundo donde ya el no tenía mucha cabida y tampoco estaba seguro si le gustaba. Esa fue una de las discusiones más grandes y también la última que tuvieron. Gabriel le enrostró todo lo que había hecho por ella, que estaba donde estaba porque él la había formado. Cómo podía ser tan ingrata, que su actitud era la de una verdadera puta.

-"Pero dime zorra, si no es verdad lo que te digo" Le increpaba Gabriel. Paulina que ya tenía más dominio de sí le decía: -"Yo no desconozco todo lo que has hecho por mí. Pewro comprende que soy una persona, que deseo hacer algo en la vida y la oportunidad que me ofrecen no la voy a tener otra vez en la vida". –"Pero para qué quieres hacer eso? – Respondía Gabriel. "Tú sabes que conmigo jamás te ha faltado nada" -"Lo sé Gabriel, pero yo no te voy a tener toda la vida. Quiero tener algo que sea producto de mi propio esfuerzo. Y es por eso que no voy a claudicar. Esta vez no. Lo siento mucho".- Gabriel se enfurecía más y más con las palabras de Paulina. –"Puta, eso es lo que eres. Razón tenía tu padre. Nunca será más que una chupapollas!!. Paulina al oír esto perdió la calma y le dijo: -"No tienes para qué ofenderme!!! Bien te gustó estar culeándome todo este tiempo infeliz. Y porque no sou una chupapollas es que te demostrare de lo que soy capaz. Hoy día mismo me marcho de aquí!!!!. Gabriel al oír esto se desesperó, y cogio de las manos a Paulina para evitar que comenzara a recoger su ropa. Se produjo en forcejeo violento, Paulina le arañó la cara, dejando marcada en ella sus afiladas uñas. Gabriel al sentis correr la sangre en si rostro, se le nubló la razón y le propino a Paulina una violenta cachetada, la cual , con la fuerza del impacto se fue hacia atrás como si fuera una tabla y allí quedó tirada sin sentido. Gabriel se quedo mirándola un momento con sus ojos desorbitados. Allí estaba tendida en el piso, su bello cuerpo doblado, y quedando al descubierto sus bellas piernas, esas mismas que el había acariciado y besado infinitas veces. La llamaba por su nombre, para que se levantara. Pero Paulina seguía allí sin moverse. Se inclinó le daba cahetadas en el rostro para hacerla reaccionar pero no había caso. Le alzó un poco la cabeza y al hacerlo se percató de un hilillo de sangre que se escurría por el piso. Se desesperó, la sacudió con violencia, pero Paulina seguía sin responder. De pronto un terrible pensamiento se adueño de su mente, pero no, no, no podía ser posible... Apoyó su cabeza en el pecho de Paulina, un temor inmenso se apoderó de el, y un grito espantoso hirió el silencio del lugar : "NOOOOOOOOOOO, NO PUEDE SER!!!!!" Pero era así, Paulina no respiraba, al caer se había dado con la esquina de un mueble, el golpe, muy fuerte le había arrebatado la vida. Todos sus anhelos, sus deseos había quedado allí, truncados para siempre. Allí habían quedado las alegrías y momentos de pasión. Las risas y las lágrimas. Todo se había derrumbado. Paulina sólo se convertiría en un recuerdo, de todo lo que fue y todo lo que pudo haber sido. Gabriel la tomó en sus brazos y la acariciaba., sin darse cuenta como su ropa iba quedando toda ensangrentada. –"Paulina, Paulina" – decía llorando como un niño pequeño. –"No me djes, por favor no me dejes... ¿qué haré sin ti mi amor? Teníamos algo tan hermoso... por qué tuvo que pasar... por qué Dios mío... por qué? Pensó en todo lo que vendría ahora, la policía, su hermano, tanbién para él el mundo se estaba terminando...

La dejó suavemente en el suelo, ya nada sería lo mismo, pero si no estaban juntos aquí, tal vez podría ser en otra parte, lentamente se dirigió al balcón, la vista desde un décimo quinto piso era muy hermosa, sí señor muy hermosa...

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Besitos para todos(as)