Un primo bien dotado y muy caliente

Un primo de verga enorme y otro de bellas nalgas se comienzan a seducir. Empiezan con unas miradas provocadoras y acaban con riquísimo beso de semen.

Las únicas relaciones homosexuales que he tenido han sido con mi primo. Creo que no he buscado otros hombres porque él me satisface de una manera extraordinaria. A diferencia de mi pene que es mínimo (como el de un bebé) él tiene una verga inmensa, gruesa, jugosa y unos testículos enormes.

Yo soy bajo de estatura, muy blanco y de carnes suaves algo afeminadas. Mi pequeño pene lo compenso con unas nalguitas redonditas y carnosas que gustan tanto a mujeres como hombres. Arturo, mi primo, en cambio es alto, algo moreno y atlético.

La primera vez que lo hicimos yo tenía 17 años y el 27. Fue a buscarme al colegio para mostrarme su nueva camioneta. Hasta ese momento nunca se me había pasado por la cabeza que él podría gustarme. Aunque siempre me había hecho chistes sobre que yo tenía nalgas de niña. En esa ocasión lo hizo de nuevo pero sin el tono burlón.

-Se te marcan las nalgas con ese pantalón. Ten cuidado con los profesores sádicos.

No le dije nada pero me perturbó un poco esa frase. No hablamos en el camino hasta que llegamos a mi casa. Ya estacionados me dijo que por favor le alcanzara una carpeta que estaba en el asiento trasero de la camioneta, para lo cual tuve que estirarme y ponerme en cuatro. De perfil puede ver como me miraba el culo con deseo. Instintivamente lo erguí y me quedé un rato así aunque ya había conseguido lo que me pidió. Con un tono de voz muy serio me preguntó si estaba solo en mi casa. Yo le dije que sí; que hasta la noche nadie vendría.

-Quiero mostrarte algo –me dijo.

Sospechando sus intenciones me puse muy nervioso y no sabía que quería yo en realidad, si dejarlo subir o decirle que se fuera. Finalemente le dije que sí.

Subimos al apartamento y le pedí que me mostrara lo que me iba a enseñar. Estaba todo cortado y no hizo nada, entonces yo, con la excusa de buscar unos discos me puse en cuatro para buscar en la repisa baja de la biblioteca. Escuché como su correa se abría y como su cremallera bajaba. Cuando me di la vuelta estaba él sentado en el mueble y tenía su verga afuera y tiesa. Un vergón de 20 cm, rosado, grueso y con una cabezota gorda. Me fui gateando hasta él. Le bajé todo el pantalón y lo fui besando desde las piernas hasta el cuello. Luego un poco en la boca mientras yo me bajaba mi pantalón.

Me hizo poner de pie, me dio la vuelta y me palmeó con suavidad las nalgas. Me hizo inclinarme un poquito y me metió la lengua en el culo. Era riquísimo. Algo me palpitaba dentro y él lo adivinó porque me metió uno de sus grandes dedos. Muy suave, poco a poco, hasta el fondo. Luego me volteó de frente y se quedó viendo mi pene.

-Es siete veces más pequeño que el tuyo –le dije.

Aunque no lo tenía parado, estaba yo excitadísimo. Me dio un pellizco en mi cosita de cinco centímetros y le dije que quería jugar un poco con la suya. Me arrodillé y comencé primero a lamerle los testículos enormes, a morderle el pellejo suavemente. Luego subí mi lengua por su tronco, hasta llegar al glande. Estaba lleno de líquido lubricante, el cual me dediqué a chupar. Quería que llegara y tragarme su semen pero más quería tenerlo adentro. Así que paré de mamar para que se mantuviera aún cachondo.

Me senté de nuevo al lado de mi primo y nos besamos otro rato. Me levantó por la cintura y me sentó encima suyo pero sin metérmelo aún. Frente a frente nos besamos como locos. Sentía su tronco entre mis nalgas, las apreté un poco mientras él me las manoseaba. Divino.

-Vamos a tu cuarto –me dijo Arturo.

Una vez en la cama me puso en cuatro. Me preguntó donde tenía alguna crema y le dije que en la peinadora de mi mamá había todo tipo de cremas. Tardó un rato en volver pero yo me mantuve en cuatro. El sólo hecho de yo estar en esa posición me tenía demasiado caliente.

Arturo volvió con un pote de vaselina y me untó de ella la boca del ano. Me besó las nalgas al tiempo que metía sus dedos para ir abriendo camino. Luego se untó un poco él en su cabezota y entró. Me metió apenas una parte y lo movía muy lentamente. Con lo que tenía adentro ya era demasiado. Pero la verdad es que descubrí que soy goloso y le pedí un poco más. Metió otro pedazo que dolió mucho. Pero ese dolor me volvió más loco aún.

Empezó a metérmelo y a sacármelo muy lentamente. Mi pene seguía fláccido aunque muy baboso. Mi primo lo sacaba completo y lo volvía a meter. En una de esas se adentró sin compasión. Pegué un chillido de dolor y luego un grito de placer. Me sentía una perra divina. Le fue dando más rápido. Yo gemía tan duro que temí que los vecinos escucharan. Le daba demasiado rápido. Sus enormes bolas me golpeaban rítmicamente en mis nalgas. Sólo teniendo un vergón como ese entre las nalgas se puede explicar lo rico que se siente. Le dije que me acabara dentro y así lo hizo. Un chorro caliente me inundó y pensé que me moría.

Después que terminó de culearme mi primo lo sacó, yo me senté y le pedí para probar un poco de su semen lleno del sabor de mi culo.

-Tienes unas nalgas riquísimas –me dijo.

Lo mamé un poco pero el pobre ya estaba muy cansado. Yo ya estaba satisfecho, pero igual quería acabar también. Me senté al lado de Arturo y comencé a besarlo esta vez con ternura y no con la lujuria de antes. Mientras lo besaba me empecé a tocar hasta que se me puso dura. Erecto mi pene medía apenas diez centímetros. Me pajeé. Llegué al poco rato y con mi semen maquillé la boca de mi primo, sus pectorales y sus grandes manos. Fue muy tierno al final, llegué más rico que con ninguna chica, y hasta sentí un poco de amor por aquel hombresote que me apretaba en sus brazos.