Un premio mejor que un lacasito.
Siempre que me porto bien, mi Amo me da un lacasito como premio. Esa noche, conseguí algo mejor.
Mi Amo se había ido de fiesta con sus amigos, por lo que me quedé como buena perra, en la puerta, esperando a que volviera. Me había dejado varios juguetes en el suelo por lo que estuve un rato mordiendo una pelota de goma y jugando con una cuerda. Cerca de las 2 de la mañana sonó mi móvil con el tono de un mensaje Suyo. “Vete a dormir, perra. Un salivazo.”. Imaginé que sería porque había ligado, o quizá porque no quería que me quedara despierta toda la noche. Fuera como fuere, así lo hice.
En el cuarto principal está Su cama, una grande de matrimonio. Y justo al lado está mi camita, una cama de perro muy grande con sábanas rosas y muchísimos peluches. Me metí en mi camita y me dormí deseando ver a mi Amo a la mañana siguiente.
Mi Señor llegó sobre las 4. No hizo mucho ruido, aunque mi sueño es profundo. Al llegar no se desvistió, pero se quedó mirándome borracho desde el borde de la cama. Al ratito, comenzó a acariciarme la mejilla con la punta del zapato. Sin fuerza, sin dolor. Acariciándome.
Me desperté y me puse muy contenta. Corrí a lamerle los zapatos para darle la bienvenida y me empezó a acariciar el pelo. No lo hace mucho y me gusta cuando lo hace, me gusta que me acaricien. Me cogió de la cara y me besó. Por Su sabor, supe que había bebido mucho alcohol, así que cuando terminó de besarme me puse de pie.
Lentamente comencé a desabrocharle la camisa, y se la quité. Después el cinturón, sonreí al quitárselo porque era mi cinturón favorito, los azotes eran geniales con éste. Después los pantalones, que doblé cuidadosamente. Y lo mejor, para el final. Me puse a cuatro patas, y mientras trataba de desatarle el cordón de un zapato, me colocó el otro sobre mi lomo, aplastándome. Le quité el zapato cuidadosamente y después los calcetines. No me podía (ni me atrevía) a moverme teniendo Su otro zapato encima, por lo que le di besitos en el pie. Cuando me “liberó” procedí a hacer lo mismo con el otro. Cuando acabé empecé a besarle y lamerle la planta de los pies y a hacerle un masaje en ésta. Al terminar, me dio un lacasito como premio.
Se tumbó en la cama y yo me quedé de pie, no sabía qué hacer. Dio palmaditas al hueco que había a su lado y me dijo “Ven.”. Subí a la cama siguiendo Su orden y sabía lo que tenía que hacer. Me metí debajo de las sábanas y comencé a chuparle la polla. Lentamente, metiéndomela hasta el fondo. Conseguí que se corriera y tragué contenta y orgullosa. ¡Esto es mejor que un lacasito!
Después me abrazó, mientras yo tenía la cabeza en Su pecho, y me quedé dormida mientras me decía lo buena perra que era, lo contento que estaba de tenerme.