Un precioso amanecer
Una cena romántica con mi novia y un despertar aún mejor
Las cuatro velas de diferentes colores en el centro de la mesa, indicaban que esa no era una noche como cualquier otra. Siete años ya de estar juntos merecían una celebración más que digna.
Para esta vez, el plan no era salir a cenar fuera, era quedarse en casa y prepararlo todo nosotros concienzudamente; una buena cena, un buen vino, un mejor postre y champagne, todo aderezado con el toque de erotismo que a mi novia, Rebeca, le sobraba por los cuatro costados.
Tras dejar el plato principal en el horno, fuimos a arreglarnos un poco, no demasiado pues ni siquiera íbamos a cruzar la puerta de la entrada pero lo suficiente para encender esa chispa, que nunca se había apagado, pero había que seguir echándole combustible lenta pero insistentemente.
Un pantalón vaquero algo roto, una camisa de cuadros abierta por el pecho y remangada hasta los codos, así me presenté en el salón, no sin antes haberme puesto algo de colonia, suave, pues no me gusta marear a los que me rodean y peinado de forma informal. No es que Rebeca eligiera un atuendo demasiado elegante, ni formal, ni si quiera estaba especialmente diseñado para ser muy provocativo, pero puesto sobre su piel, cualquier cosa era sexy, elegante y provocativa, además si lo coronaba con un recogido que dejaban ver todo su esplendor sus espectaculares ojos y preciosos rasgos de la cara, no había más debate, me había ganado por goleada. Enseguida adiviné que llevaba puesto en los pies, pues el golpe de tacón resonaba por el pasillo y llegaba hasta mis oídos haciendo que mi imaginación ya de por si calenturienta, volara hasta cotas hasta entonces poco conocidas. Apareció ante mi poniendo una mano en el marco de la puerta y la otra en su cadera, y una sonrisa picarona a la cual yo conteste con un sonoro beso y viaje de mi mano hasta su culo, el cual fue repelido con un empujón y la siguiente frase;
-Ahora, saca la carne del horno.
A lo que yo respondí.-Dios…que buena estas.-Y me dirigí a la cocina.
Cuando volví con el asado, ella estaba atándose la cinta de su sandalia con una pierna en el suelo y la otra sobre el reposa brazos del sofá, lo cual hacía que su culo quedara en pompa y su pierna cada día mejor definida desde que hacía deporte, marcaba la dirección hasta un tatuaje que partía del tobillo y llegaba hasta el pie del cual se estaba atando la sandalia, pasando por el tobillo. Ya lo había visto muchas veces, pero cada vez me excitaba mas, ese, y el que llevaba en el hombro y parte del brazo, cada uno tiene sus fetiches, digo yo.
Nos sentamos a la mesa y la cena transcurrió entre la más absoluta normalidad, el vino le hacía efecto en seguida pues no estaba muy acostumbrada a beber así que poco a poco se fue soltando un poco más y entre broma, comentario sobre temas familiares y demás temas corrientes la cosa nos llevó a hablar sobre fantasías sexuales de cada uno. Algunas ya las habíamos hablando con anterioridad, y otras, eran nuevas y excitantes y aunque sabíamos que probablemente nunca las practicaríamos, alguna que otra sí, eso nos ayudo a calentarnos cada vez mas.
A mí, que de vez en cuando me gusta preparar cócteles, se me ocurrió uno con champagne, así que tras comer el último bocado de la exquisita cena, fui directo a la cocina a prepararlo.
Volví con las dos copas en la mano, y rebeca me estaba esperando con el móvil en la mano, y haciéndose fotos sexys en las que dejaba entrever su culo semi tapado con un coulotte y sus morritos carnosos, fuente inagotable de pensamientos lujuriosos.
-Uy, que sorpresa.-Dije yo algo asombrado.
-¿Qué pasa no te gusta?
-No digas tonterías, es que casi se me caen las copas por encima de la impresión tan buena que me he llevado.
Nos sentamos en el sofá y pusimos algo de música en la radio, yo tarde un verbo en terminarme la bebida y ella, que en eso es muy parecida a mí, o yo a ella, pues es dos años mayor, solo le duró un trago mas la copa. Rebeca, untó la última gota de bebida y se la pasó desde las tetas hasta la nuca, cosa que provocó seguidamente que yo le lamiera esas mismas partes de su cuerpo y brotara desde lo más profundo de su interior un gemido sordo y excitante. Un masaje en la parte baja de la cabeza, hizo que se apoyara directamente sobre mí torso, ya totalmente desnudo pues me había abierto la camisa por completo.
Una cosa que también conocía perfectamente de mi novia, era que la bebida le da soltura y a veces incluso le excita de sobremanera, pero también le da sueño, así que con mi y aunque suene presuntuoso, habilidoso masaje, se quedó totalmente dormida en mi regazo. Yo, que había trabajado casi doce horas ese día también tenía un sueño atroz así que aunque había fantaseado con tener una gran sesión de placer esa noche, no me importó acompañarla hasta la cama y tumbarme junto a ella. Entreabrió los ojos el tiempo justo para apoyar dulcemente su cabeza en mi hombro y darme un beso en la mejilla; cosa que me reconfortó por completo, permitiéndome dormir plácidamente.
Como de costumbre en los días que no trabajo, cuando sin abrir los ojos, llevo un brazo hasta el otro lado de la cama para sentir cerca a mi novia; ella, Rebeca, ya se ha levantado un buen rato antes. Da igual que sean las nueve, pues se habrá levantado a las ocho y media, y si son las diez a la hora en que yo me despierto, ella a las nueve y cuarto. La cabeza empezaba a situarse y yo tomaba la siempre difícil decisión de posar un pie en el suelo, todo esto acompañado por un sonido repetitivo, clac, clac…bluum…clac, clac, bluum. Sin duda era el ruido de la elíptica, Rebeca había debido de levantarse activa y se había puesto a hacer algo de gimnasia de buena mañana, previsiblemente para acabar pronto y que le diera tiempo a ducharse y arreglarse pues a las dos habíamos quedado a comer con la familia. Me levanté de la cama sin decir nada y la vi, con unas mallas grises ajustadas que le marcaban un culo espectacular, pero para evitar ponerme enfermo a inapropiadas horas, decidí pasar sin decir nada hasta el baño. Cuando salí, me acerqué por detrás, y aunque sabía que ella ya se había percatado de mi presencia hice como que le daba un susto, ella ni se inmutó y me miró con una sonrisa, apretando los labios y cerrando los ojos para que la besara rápidamente y no le cortara el ritmo. Tras darle un corto pero intenso piquito, palmeé su trasero, el cual sonó como un látigo contra el asfalto y pude darme cuenta de que debajo de las mallas no llevaba nada.
-Que culo tienes hija mía.-Le dije mientras los ojos casi huían de mis órbitas.
-Ya lo sé, por eso te encanta, a ti, y a todos.
-Ya estas intentando ponerme celoso.-Dije algo enrabietado-Bueno, los demás que te lo miren, pero yo soy el único que lo disfruta.
-Jaja…Como me gusta picarte.-Me contestó mientras aceleraba el ritmo de zancada.
Decidí no hacer el desayuno hasta que ella terminara, el zumo de naranja siempre está mejor recién hecho. Así pues, me senté en el borde de los pies de la cama, cosa que me dejaba un ángulo perfecto para ver toda la habitación donde teníamos montado un pequeño gimnasio y admirar a mi preciosa novia moverse una y otra vez, una y otra vez. Tras bajarse de la elíptica, puso una fina colchoneta en el suelo, para hacer abdominales, una serie de cincuenta repeticiones, y durante el descanso se quedaba exhausta mirándose en un gran espejo que decoraba la pared del gimnasio. Segunda serie, verla jadeando, con los brazos apoyados tras sus hombros marcando ligeramente su tríceps tatuado del hombro derecho y tumbada en el suelo con las piernas abiertas empezó a calentarme cada vez más. En el descanso de la tercera serie, se retiró el pelo; suelto y rizado, de encima de los hombros y mordiéndose el labio inferior, para mi sorpresa y ya desmesurada excitación, puso su mano sobre el estomago que subía y bajaba a causa del cansancio y lo fue bajando hasta acariciarse las ingles. Miró su reloj y vio que le tocaba la cuarta serie, volvió a tumbarse en la colchoneta y la terminó extenuada. Tras esto, la cosa sí que se puso bastante más caliente que antes, pues ya había terminado de hacer deporte, pero para nada parecía saciada. Bajó los dos tirantes de su camiseta rosa y ajusta, que metida por dentro de las mallas marcaba su bonita figura, y bajándosela un poco con la mano izquierda dejó al descubierto sus bonitas tetas, no eran grandes, pero estaban firmes y preciosas.
-Madre mía, me estas poniendo enfermo cariño.-Dije desde la cama y con el pantalón de pijama totalmente abultado.
-Um…la que está enferma soy yo…creo que tengo fiebre…-Se levantó y vino hasta mi, dándome un largo y caliente beso húmedo.-Voy a hacer una cosa, tú no te muevas.
Fue moviendo su culito hasta el armario y sacó un par de cinturones de albornoz, yo, por supuesto, me dejé hacer. Cogió cada una de mis manos y las ató, con los respectivos cinturones, los cuales llevó hasta las patas de la cama e hizo otro nudo perfectamente ejecutado. La holgura era suficiente para poder desplazarme un poco por la cama, pero no para llegar hasta mi polla, que era lo que ella quería, que no me pudiera aliviar al ver su bonito cuerpo. Lo siguiente me dejo con la baba colgando y el corazón a cien, fue hasta la mesilla al lado de la cama y sacó un pequeño vibrador del tamaño de un inhalador para el resfriado, y a la vez otro consolador de silicona, de un tamaño considerable y sin que me de vergüenza reconocerlo, mas grande que lo mío.
-¿Qué se supone que vas a hacer con eso?-Pregunté estúpidamente.
-¿Tu qué crees?-Contestó irónicamente.
De nuevo fue hasta la colchoneta frente al espejo empotrado en la pared y tras tumbarse, abrir las piernas y bajar poco a poco las mallas hasta dejar al descubierto su precioso coño depilado por los lados pero con triángulo de un buen tamaño que lo coronaba, procedió a encender el vibrador y acercarlo hasta su clítoris, que tras con dos dedos de la mano contraria, abrirlo ligeramente, posó la punta y empezó a hacer pequeños círculos concéntricos. Los pezones se le endurecieron rápidamente y tras cerrar los ojos y masajearse los pechos con la otra mano, siguió dándose placer y suspirando cada vez más rápido. Mi pene brotó entre los botones abiertos del pantalón corto de pijama, que Rebeca anteriormente se había encargado de desabrocharlos. La desesperación de no poder aliviar lo que mi novia me estaba provocando, me hacía sentir una mezcla de rabia, morbo y placer, que pocas veces había conocido antes.
Tras un par de minutos preparando el terreno, se puso las mallas por las rodillas y abriendo aún más las piernas, cogió el consolador, color carne; de exquisita textura, y comenzó a introducírselo poco a poco, sin dejar de estimular su clítoris con el vibrador. Una vez que lo tenía metido hasta la mitad, y la mitad eran algo más de diez centímetros, si que empezó a emitir gemidos cada vez más constantes pero aún poco ruidosos. El ritmo aumentaba, y la gran polla entraba y haciendo que mi novia cada vez se mojara mas, el chapoteo y los hilillos de flujo eran cada vez más evidentes y yo creía que me iba a desmayar del morbo acumulado. Con el pene entrando y saliendo ahora ya si desde la baste hasta la punta y doblándolo de tal manera que le produjera aún mas placer, sus piernas temblaron de tal manera, que supe que había tenido su primer orgasmo. Yo no podía decir nada, tan solo con observar era feliz aunque me moría de ganas de empotrarla contra la pared y follarla salvajemente. Se levantó y vino hasta mí sin casi mirarme, su cara de vicio era indescriptible y esta mirada dulce que tenía la mayor parte del tiempo, había mutado en una mirada salvaje de lujuria. Dejó el húmedo consolador tirando a mi lado en la cama y tras volver a besarme me dio dos palmaditas en mi enrojecida y abultada polla que se movió adelante y atrás como si de un puching ball se tratara. Recuperó el aliento durante unos segundos y posando sus pies enfundados en zapatillas deportivas sobre el suelo de la habitación se quedó dándome la espalda con las mallas por las rodillas y su esplendoroso culo frente a mí. Se colocó con las piernas juntas sobre mis rodillas y sujetando firmemente mi pene con su mano, se lo introdujo en su apretadito coño. Posó las manos en sus propias rodillas y empezó a subir y bajar dándome un placer y un desahogo exagerado. Se quitó la camiseta dejando su espalda completamente al descubierto y tras algo más de tiempo rebotando arriba y abajo, cuando su chochito empezaba a dilatarse bien de nuevo, me di cuenta de que solo me había usado para volver a ponerse de nuevo a punto. Cogió el consolador de nuevo, y colocó una ventosa que tenía en su parte inferior sobre la pared lisa de la habitación, tras quedar bien sujeto a la altura adecuada, volvió a inclinarse, esta vez, de cara a mi dejándome apreciar sus tetas moviéndose para un lado y para otro y comenzó a follarse salvajemente otra vez la vigorosa polla de silicona. Esta vez sí gemía, esta vez si podía ver a menos de un metro su cara de placer y lujuria fijando sus ojos en los míos. Por un momento olvidé mi propia polla y disfruté de mi querida Rebeca disfrutando como una golfa.
Ding dong…
-Ahora quien narices llama a la puerta.-Dijo ella mientras se sacaba el falo pegado en la pared y se quitaba las mallas del todo. Fue hasta detrás de la puerta y cogió una bata de corte recto, negra y con motivos orientales y la colocó sobre su cuerpo totalmente desnudo. Con un ágil movimiento de muñeca se colocó una pinza en el pelo dejándolo recogido en un segundo y cambiándose las zapatillas de deporte por unas de estar por casa fue a abrir la puerta no sin antes mirarme con cara de vicio.
Pude oír como abría la puerta, y una voz masculina y algo madura decía:
-Hola, es una carta certificada para don Sergio Marqués.
-Pues ahora mismo no está en casa, pero soy su novia, yo firmaré.
-Está bien, ponga ahí su nombre y su dni.
Yo, muerto de celos, pensaba en que con lo excitaba que estaba Rebeca podía hacer cualquier cosa en este momento, desde nada, hasta a entrar a ese cartero a casa y follárselo sobre la alfombra de la entrada. Había que decir que habíamos sido novios desde los dieciséis años, y no habíamos estado con más personas que no fuéramos nosotros, así que, esa idea de imaginarla con otro, me mataba por dentro a la vez de que me producía un morbo sucio cuando estaba cachondo como ahora. Esos dos sentimientos contrapuestos no se turnaban en mi interior si no que compartían mi mente y me hacían volverme loco. Hubiera roto las patas de la cama para salir corriendo a ver lo que pasaba pues para mí, los segundos que pasaron mientras ella firmaba fueron horas en los que no sabían si estaba dejando que se le vieran las tetas por debajo de la bata o directamente le estaba masturbando apoyada en la puerta. Imaginarla siendo penetrada en ese momento me estaba excitando tanto que casi me corro sin prácticamente tocarme, lo cual me produjo miedo, de lo pervertida que estaba mi mente.
La puerta, alegremente se cerró y tras dejar ella la carta sobre la mesilla y pasearse sin decirme nada, rompí el silencio con una sandez:
-¿Que cartero viene un sábado por la mañana?
-Uno que se moría de ganas de follarme…Jajaja…
-Grrr…dios…para que hablo…
-No te creas que no he pensado en apuntarlo a la fiesta…
-Cállate zorra.-Le imploré.
Ella, visiblemente más excitada tras la inesperada visita, se tumbó a mi lado y nos fundimos en un largo beso, puso su coño sobre mi mano, con la cual empecé a masturbarla, observando que lejos de haberse enfriando, estaba más mojada y caliente que de costumbre. Tras ponerse de pié y subirse la bata por encima del culo, volvió a acercarse a la pared y meterse de nuevo el consolador, pero esta vez se agachó y mientras entraba y salía de su coño ella me hacía una espectacular mamada sin usar las manos. Unos segundos antes de correrse, me empujó del pecho hacia atrás y puso su chochito sobre mi boca el cual lamí desesperadamente hasta que tuvo su segundo orgasmo. Una vez se había satisfecho, pasó su mano sobre mi polla y con un lento sube y baja, algo de saliva y unos golpecitos con su lengua en mis testículos acabé por correrme brutalmente mientras ella hacía círculos con su pulgar sobre mi glande, manchando su mano por completo…