Un polvo más rápido que un rayo

El pene duro como piedra se apoyó en el umbral de la vagina y sus propios jugos le proveyó de la lubricación necesaria para lograr la penetración.

MICRORELATO (14)

UN POLVO MÁS RÁPIDO QUE UN RAYO.

®by Zesna

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Tan sólo veinte minutos.

Veinte minutos de placer.

Veinte minutos de sexo.

El hombre gordito entró al hotel seguido de una mujer que no le siguió los pasos hasta no confirmar que nadie la miraba, como siendo víctima de un remordimiento que difícilmente lo iría a poder superar, como si lo que estuvieran a punto de realizar no fuera lo más normal del mundo.

Entraron casi corriendo a la habitación y apenas cerraron la puerta se desvistieron sin perder tiempo.

Un par de caricias fue suficiente para lograr la excitación que ambos necesitaban.

Ni besos, ni mimos.

Solamente sexo... y deprisa, porque ya restaban tan sólo quince minutos libres e ignoraban cuándo se les podría volver a presentar otra oportunidad similar.

El pene duro como piedra se apoyó en el umbral de la vagina y sus propios jugos le proveyó de la lubricación necesaria para lograr la penetración.

Un empujón... y otro... y un tercero, logrando traspasar una y otra vez esa argolla de carne hambrienta. Un salvaje mete y saca se tornó casi de inmediato en la cita inevitable, y el ritmo enfurecido se tornó imposible de controlar y detener; y al cabo de unos breves minutos, un dúo de gritos inundó la habitación.

Un último empellón y la catarata de semen que inundó las entrañas salió expulsada hacia fuera cuando el pene se desprendió del orificio.

Diez minutos...!!! Sólo restaban diez malditos minutos!!!

Ahora una ducha rápida, ambos en forma simultánea y sin poder disfrutarlo ya que el tiempo se agotaba.

Luego de secarse a las prisas, se vistieron y echaron un último vistazo a su peor enemigo: el reloj.

Dos minutos!!!!!! DOS MINUTOS???

En tiempo récord llegaron a la planta baja del hotel. Él entregó las llaves en la recepción y abonó el turno, y ambos salieron juntos a la calle.

Cruzaron la avenida a las corridas y en el momento justo en que llegaban a la otra acera, un par de niños salían corriendo a su encuentro, vistiendo túnicas que se adivinaban inmaculadas al comenzar el día, pero que ahora se veían embadurnadas por manchas de recreos.

  • Mamá, papá... a qué no saben qué sucedió hoy? La maestra nos apodó "los hermanos invencibles" en las pruebas de ortografía.

FIN DE ESTE RELATO... FICTICIO?

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http://www.todorelatos.com/relato/35335/