Un polvo en el chat

Hice, algo más que amistad con un chico, mediante la red.

Una tarde, como casi todas en las que trabajo, me dio por entrar en el mesenger para ver mi correo electrónico, lo revisé cuando recibo un e-mail que me invitaba a charlar y pasar un rato entretenida: acepto esa misteriosa invitación, cuando me percato de que él estaba allí. En un principio no sabía quien era ese embaucador personaje que me estaba llevando a su "terreno" sin yo darme cuenta. El tío parecía saber lo que me atrae del sexo opuesto, porque me estaba embobando de una manera que nadie antes había conseguido. Seguimos la comunicación a través del chat, cada vez estaba más lanzado y yo con unas ganas de conocerle en persona que me subía por las paredes. De una manera muy sutil y perspicaz, un día le pregunté lo típico: la edad que tenía, desde dónde chateaba y a qué horas solía estar enganchado a la red. Me dijo que estaba en un chat de su ciudad donde los ordenadores estaban en salas separadas y cerradas, para que el murmullo y el ruido de los demás no molestase a nadie. Con la cámara, me enseño la dicha habitación. Tenía una forma de decirme las cosas y una delicadeza al tratar ciertos temas que... ¡uf! ardía en ganas de conocerle personalmente.

Éste chico, resultó que era de una ciudad que estaba a escasos 20 kilómetros de donde yo trabajo; es alto, corpulento, moreno, de piel tostada y con unos ojos negros que me encantan.

Otro día estuvimos chateando, le pregunté en que sala estaba y me lo dijo sin darle importancia. Como todos los días a las 7 de la tarde me despedí con un cálido besote hasta el día siguiente.

Salí del trabajo y me dirigí a casa para cambiarme de ropa. Suelo vestir muy formal, pero ese día... me desfasé: minifalda hasta media pantorrilla, camiseta corta y ajustada, botas altas de tacón y pelo suelto; en mis ojos dibujé dos rayas negras, sombra oscura y labios marrones, como un bombón.

Volví a subir al coche y fui en busca de mi ciber-amigo, tanto calentón no iba a caer en saco roto y de eso me encargaba yo. Diez minutos después estaba entrando por la puerta del ciber; los ojos de aquellos chicos se clavaron en mí, pero yo no quería ojos. Una vez allí dentro, me puse a buscar a mi amigo y cuando lo encontré...

Me dirigí a la puerta, la cual abrí muy despacio y silenciosamente; intentando no hacer ruido me sitúo detrás de él y acercándome a su cuello, le susurré al oído algo que él suele decir cada vez que chateábamos.

Se sorprendió mucho de sentirme allí: le cogí del cuello y poco a poco mis manos fueron bajando, llegando a su pecho, enredándose en su vello, tocándole el costado muy suavemente; seguían bajando hasta su vientre y al aproximarse al pubis empezaron a hacerse más y más lentas. Quería disfrutar cada milímetro de piel que acariciaba; desabroché su pantalón, me hice un hueco por entre sus slip y metí mi mano para ver que encontraba allí. Después de volver a recorrer su vello, allí al fondo estaba esperando un buen trozo de carne, el cual crecía cada vez que pasaba mi mano cerca de él.

Él, sentado en la silla, levantó sus brazos y giró la silla quedando así frente a mi. Comenzó a palpar mis piernas, acariciándolas suavemente y disfrutando la circunstancia; sus manos subían por su cara interior hasta que llegó a mi corta falda: la subió hacia arriba y comenzó a masturbarme. Uf...! sus manos eran grandes y sus dedos largos, los cuales recorrieron mi sexo varias veces.

No podía aguantar aquella lentitud, ya que durante el viaje mi imaginación volaba, lo cual provocó que mis ganas de lujuria se encendieran superlativamente; con lo cual flexioné mis rodillas y me lancé a por ese pedazo de carne que había hecho volar mi imaginación. Me quitó la camiseta y comenzó a jugar con mis ya erectos pezones a la vez que seguía jugando con mi sexo. Me soltó, me levantó, me agarró del brazo y me llevó a una esquina.

  • ¿Estás dispuesta? Vas a tomar de tu propia medicina. Mira como me pones.

Me dio la vuelta, mirando a la pared, me levantó los brazos, bajó mis medias y poniendo una mano sobre mi espalda, para que no me levantará me la metió de un golpe, ¡¡¡ZAS!!!.

  • ¡...Qué! Te gusta, tengo mucho que darte y tú parece que quieres recibirlo.

Al principio fue un poco brusco, pero me había gustado, con lo cual mi sexo emanaba jugos sin parar.

  • Si..., sigue, quiero todo lo que me ofrezcas.

  • Toma, aquí la primera ofrenda.

Entre sudor y gemidos, ambos llegamos a un sabroso orgasmo. Sin perder tiempo, acercó la silla, se sentó y llamándome, dijo:

  • Ven, ahora te toca a ti.

Con cara de sorpresa, estiró su mano proponiéndome algo para mi muy excitante. Me mordí el labio inferior mientras me sentaba encima de él, pensando en el placer que aquello me iba a producir. Comencé son suaves movimientos, ...um, y a medida que nuestros gemidos se hacían oír más, mis movimientos aumentaban su velocidad e intensidad; él abrió su boca y mordió uno de mis pechos y mi excitación era tal que llevé mis manos hasta su espalda y entre gemidos y palabras oscenas, le desgarré la espalda. Los movimientos cada vez eran más rápidos, más intentos y más profundos.

  • Si, princesa, si, sigue así, sigue, si...gue. Ah!!!

Ambos llegamos al mejor orgasmo de nuestras vidas, chorreando semen y sudor me dijo:

  • Eres la Diosa de mis fantasías.

Fdo: Venus77.