Un polvo

Claudia y Javier vuelven a enseñarnos como les calienta alguna que otra marranada mientras follan.

Me la estaba follando. O quizás nos estábamos follando mutuamente.

Claudia sabía perfectamente lo que me gustaba.

Y me lo estaba dando.

Estábamos en la cama.

Ella llevaba puesta una camisa mía, era blanca y le venía grande. La tenía abotonada a la altura del pecho y el resto desabrochado.

Sus piernas abiertas y algo encogidas.

Su coño sin depilar, algo brillante.

Sus ojos mirándome.

Los míos fijos en sus magníficos muslos, recorriéndolos hasta llegar a la pelambrera de la entrepierna.

Por fin lo dijo:

-¡Cómeme el coño!

Puse mi cara en medio de sus rodillas y las abrace, mi cara fue acercándose a su sexo.

Era un sexo húmedo.

Hambriento.

Cuando llegué a él abrí mi boca y mi lengua se deslizó entre sus pelos.

Mis brazos rodeaban sus muslos y mis manos acariciaban su vientre, sus pelos. Las movía con suavidad...como mi lengua.

Su coño se había abierto.

Y mi lengua lo acariciaba.

Sentía su sabor.

Su olor.

Notaba como ella iba poniéndose tensa.

Como crecía su clítoris.

Como levantaba las caderas.

Como se apretaba contra mi boca.

-Chúpame el clítoris, muérdelo.

Obedecí.

Mis labios rodearon su peladilla y chuparon.

A veces paraba y mis dientes le daban pequeños mordiscos.

Tiraba de su clítoris con mis dientes. Luego con mis labios. Lo movía con mi lengua.

Sus flujos empapaban mi boca.

Volví a deslizar lentamente la lengua por todo su coño.

De abajo a arriba.

Penetrando con ella en su interior.

Puso sus manos bajo sus nalgas para que me fuera más accesible.

La estaba mordiendo otra vez.

Sin separarme cogí una almohada.

No hizo falta decirle nada para que lo entendiera.

Levantó aun más las caderas, para que pudiera colocársela bajo el culo.

-¡Come cabrón!¡No pares!¡Sabes como me gusta que me coman el coño hijo de puta!

Se tensó aun más.

Luego cedió.

Note como se relajaba.

Se había corrido.

Separé mi cara de su sexo y la mire.

-¡Hay que ver que bien comes un coño Javier!

Lo dijo sonriendo. Mirándome la polla tiesa.

-Aparta un momento por favor Javier. Hoy ando muy caliente.

Yo seguía sin decir nada, acariciándole los muslos y el vientre.

-Vamos aparta un momentín cielo. Te prometo que te va a gustar.

Me separé un poco de entre sus piernas.

Se levantó de la cama y buscó algo bajo la cama. Por fin dio con lo que buscaba.

-¿Te gustan los orinales Javier? Tengo unas inmensas ganas de mear. Tú lo sabes ¿Verdad? Cuando estoy muy caliente soy un pelín marrana. Pero a ti te gusta. Si, te gusta por lo menos tanto como a mí.

Abrió las piernas. Muy abiertas.

Seguía sin desabrocharse el único botón de la camisa.

-Javier, coge el orinal y aguántalo entre mis piernas. ¿Te apetece? ¿Te apetece aguantar el orinal en el que tu Claudia va a mear?

Yo estaba boca abajo, estirado en la cama, con la cara a la altura de su coño. Tome el orinal y se lo coloque entre las piernas.

-Hoy tu nena va a mear. Va a mear mucho. Con fuerza. Con un chorro potente. Quizás te salpique. Pero eso a ti no te importa. ¿Lo ves? Mira como mea tu marranita.

Sus palabras eran lentas y mientras lo decía su chorro de pis caía. Fue una meada larga y abundante. Cuando terminó algunas gotitas se deslizaron por el interior de sus muslos.

Me cogió la mano y me ayudó a poner el orinal en el suelo.

-Me gustaría que volvieras a comerme el coño. Vamos a ver como lo haces ahora.

¡Si, era cierto, sabía lo que me gustaba!

-Baja de la cama. Me dijo.

Ella se colocó boca abajo con el cuerpo en la cama y las piernas en el suelo. Su culo en pompa era maravilloso.

Tenía el ojete sonrosado. Y algún pelito rodeándolo. A mí me gustan los sexos con abundante pelambrera y ella solo se la dejaba crecer.

-Deja el orinal entre mis piernas.

Aquello sonó como un trueno en mis oídos.

Me tenía totalmente a su merced.

Y a mí me gustaba estar a la merced de mi marranita.

-Vamos comienza a comer Javier. Estoy impaciente.

Metí de nuevo mi cara entre sus nalgas, y mi lengua lamió los restos de pipi de sus mulos. Mis manos le acariciaban los muslos y la espalda.

Ahora el objetivo de mi boca no era su coño.

Era su culo.

Su ojete.

-Hoy no me lo he lavado.

Lo dijo mientras mi lengua lo iba rodeando.

Si, mi lengua lamía aquel ano con verdadera fruición. Jugaba con el. Por sus alrededores. Con sus pelitos. Empujando y queriendo esconderse en su interior

Su sabor era acre. Encantador.

Una de mis manos acariciaba su coño, se metía entre los pelos, buscaba el hueso de la pelvis para apretarlo, lo justo para que su clítoris se pusiera como una almendra.

Las manos de Claudia abrían las nalgas para que mi boca llegara con facilidad hasta aquel ojete. Se iba poniendo tensa. Estiraba las piernas. Soltó una de las nalgas y cogió mi mano para llevarla al punto justo que ella deseaba.

-¿Sigue el orinal entre mis piernas?

-¿Perdón?

Lo había dicho casi en un susurro, no la había entendido.

-¿Sigue el orinal entre mis piernas?

Esta vez lo dijo mas alto.

-Sí marranita. Sigue allí.

-mmmmmmm Me gusta como me lames el culo. Sigue así, me estas poniendo de nuevo a caldo.

Y era cierto, la mano que mantenía en su almeja sentía como sus flujos la mojaban.

De pronto empezó a hablar. Frases cortas. Entrecortadas. Sabía que me gustaba oírla diciendo aquellas cosas. Que me calentaba. Claudia nunca ha sido egoísta en el sexo.

-Eres un guarrete. Te gusta comerte mi culo. ¿Sabes para que uso ese culito que tanto te gusta? ¿No lo sabes? ¿No lo imaginas? ¿Quieres oírlo Javier? Vamos dime ¿Quieres oírlo? ¿Quieres sentirlo? Contesta. Me encantan los chicos marranos que no saben para que usan el culo las chicas. Contesta. ¿Te gustaría oírlo?

Por fin paré un momento y dije:

-No puedo imaginarme para que mi chica usa su culito

Volví a la carga de inmediato y pegue mi boca a su ojete, mis labios casi lo succionaban. Y llegó la respuesta a todas aquellas preguntas.

Prrrrttttteeess.....bbrrruuuurrrrrrrr....ppffffssssss...fffuuiisssbbb...blop...blop...blop

Aquella sucesión de ventosidades estalló en mi boca.

Su aroma me inundó.

Mi polla en respuesta parecía que estaba a punto de estallar.

Volví a oír su voz.

-mmmmm Seguro que ahora mi Javier ya sabe para que usa su culo la marranita Claudia. Lo uso para soltarme peditos. Eres un tonto Javier. ¿No sabias eso? Bueno a veces no son peditos, es como ahora, son pedos largos, apestosos, dignos de una marranita. Una marranita que lo hace gustosa para su Javier.

Las ultimas palabras las había dicho muy lentamente, yo había notado como su cuerpo parecía electrizarse. Y justo acabar la frase sentí como al correrse su culo trasmitía sus sacudidas a mi boca. Como la mano que mantenía en su sexo estaba completamente mojada. Como su cuerpo volvía a relajarse.

-Seguro que mi Javier esta muy caliente. ¿Te ha gustado el regalito de tu Claudia?

-Eres deliciosa Claudia. ¿Sabes que te has ensuciado un poco?

-¿De caca?

-Sí, de caca

-Bueno, seguro que no te importa. ¿Ha sido mucho?

-No cariño, solo un poquito.

-Entonces eso no esta bien. Vuelve a acercar la boquita.

Pegué de nuevo los labios al ojete. Ella estaba apretando.

-Acaricia el vientre a tu marranita Javier. Me gusta como masajeas mi barriguita.

Mi lengua seguía limpiando los restos de caca, producidos por su anterior pedo que habían quedado en el ojete, y mi mente tenia como pensamiento fijo cuando consentiría en que me la follara. Todo mi cuerpo pedía follarse a Claudia, pero sabía que si la dejaba hacer ambos saldríamos ganando.

-Si cerdito, si, masajéame el vientre.

Volvió a empezar a hablar de forma suave, apenas audible, lenta. Pero sabía perfectamente cada una de las palabras que debía usar conmigo.

-¿Sabes? Si acaricias bien mi vientre, tu marranita Claudia te enseñara otra cosa para la que también usa el culete.

Un débil chorrito de pis estaba deslizándose desde su coño por las sabanas, mojándolas, y algunas gotas caían en el orinal.

-¿Lo ves? Tu Claudia vuelve a estar caliente. Basta que saborees su ojete para que se ponga como una marranita caliente. He vuelto a mearme de gusto. Seguro que te has dado cuenta. Solo falta que haga otra cosa a gusto. Lo haría si supiera que estas suficientemente caliente, pero eso todavía no lo sé Javier.

¿Estas caliente? ¿Mucho?

A las últimas palabras las había acompañado de una ventosidad silenciosa, larga, una ventosidad que casi se pegaba, con un olor penetrante.

-No lo dudes Claudia. Estoy muy caliente. Quiero follarte.

-¿Lo harías aunque supieras que tu Claudia tiene ganas de cagar?

Esta vez no conteste.

Aparte la boca de su ojete y me incorporé para clavarle la polla.

El orinal seguía entre las piernas de ambos.

No quise apartarlo.

Así ella tenía que estar con las piernas más abiertas.

La penetré.

Fue una entrada suave.

Ella estaba muy mojada.

Fue fácil.

La estaba metiendo y sacando con suavidad.

Ella levantó el culo todo lo que pudo.

Y empujó.

Lo notaba en mi polla.

Estaba empujando fuerte, y cuando lo hacía parecía que ahogaba mi picha.

Pero era una cerda inteligente.

Solo hacía fuerza cuando también yo empujaba mi polla dentro de ella.

Cuando yo retrocedía ella paraba de hacer fuerza.

Necesito de varios empujones.

Pero al fin se corrió de nuevo.

Y lo mejor de todo.

Me dio lo que tanto yo deseaba.

Recién corrida me lo dijo:

-Apriétate fuerte contra mi culo.

Fue casi instantáneo.

Cuando empuje mi polla dentro de ella lo note.

Se estaba cagando.

Sí.

Cagaba mientras me la follaba.

Su mierda se apretaba entre sus nalgas y mi vientre y luego caía hasta el orinal. Bueno, un poco, reconozco que cayó fuera.

Y también yo me corrí.

La llene de leche.

Me apreté contra ella.

La acaricie.

La bese.

La última frase que dijo antes de pasar por la ducha fue:

-Hoy te lo has pasado pipa cabroncete.