Un polvazo en el Camino.

El Camino de Santiago es una fuente de sexo inagotable, en las próximas lineas les relato una historia que bien es cierto, se ha podido producir algun día de este verano.

Soy el director de un pequeño  hotel en el Camino de Santiago, la población de igual. No hay día en que mis sueños no recorran la tupida piel de un huésped, bien sea chico o chica. Hoy mismo, en el desayuno, he estado nervioso, ayer aloje a una joven, pero muy intensa, pareja.

Serían las seis de la tarde cuando mi imaginación empezó a trotar.

Hacia un sol radiante, es el 17 de Agosto, y parece que  todo el calor se ha concentrado durante estos días.

v Buenas tardes! ¿Tienen habitaciones libres? Si, alguna  nos queda.

v ¿Cuánto cuestan? 95,00 euros.

v Entra el desayuno? Sí

v ¿Hasta qué hora? Hasta las 11,00 h

v Bien,  nos las quedamos. Acompáñenme.

Recogieron sus mochilas para subir a la habitación. Él tendría unos 20 años, ella 19, rubia, con un pelo rizado muy revuelto, tenía un vestido cortito, nada de medias, molestan en el Camino. Él, media melena muy morena, hasta los hombros, su camiseta presumía que no había una sola mota de vello en su cuerpo, bastante delgado, un cuerpo definido, debía practicar algún deporte, llevaba  pantalones vaqueros, bastante  ajustados. En el ascensor pude notar que el paquete estaba por encima de la media, debía estar bastante caliento por lo que se le venía encima.

Al sellarles las credenciales, comprobé que habían estado en diferentes albergues, y que solo habían coincidido en los dos últimos días en los mismos, por lo que estaba claro, se acaban de conocer y venían a follar.

Al pasar a la habitación, me di cuenta que la chica de la limpieza, no había puesto una jarra de agua de manantial que ponemos en las habitaciones, por lo que baje a por ella.

Al subírsela, tardaría dos o tres minutos, llame a la puerta y me dijeron con voz entrecortada: “Un momento…, pasé”

Abrí la puerta, entre en la habitación, y pude ver a la rubia en braguitas, ya desmelenada y a él en slip. La colcha ya estaba  arrugada, por lo que ya habían comenzado con los roces preliminares. En él se intuía un rabo majestuoso, y de ella, atendiendo a que no habían pasado más de tres minutos, una temperatura francamente elevada. Probablemente hubieran follado en algún albergue anterior, pero no es lo mismo, entre literas y con tanta gente…

Baje en el ascensor, y note el sudor que habían dejado al subir, algo que me puso muy caliente.

El morbo hizo que volviera al pasillo de las habitaciones y que, con mucha educación, empezara a escuchar.

Los gemidos a esas edades son sensacionales, aquella joven tenía, en ese momento, el chochito ocupado por la lengua de su amante. Le debía penetrar a  buen ritmo ya que ella jaleaba de una forma deliciosa. Al cabo de unos minutos le escuche a él, y no me cabe ninguna duda de que le estaba haciendo una mamada de campeonato, lo escuche claramente: “Métetela hasta la garganta” Él ni corto ni perezoso se corrió en su boca. Posteriormente y una vez pasado el pequeño enfado, debió comenzar a cabalgarla, ya que el ritmo era galopante, y un fuerte grito, debió ser  el testigo de una penetración virginal por su precioso culo. Baje a recepción y al cabo de media hora él bajo a pedir dos cafés, simplemente le dije: ¿Todo bien? A lo que él me contestó: De maravilla.

A las diez de la mañana, hora tardía para ser peregrinos, bajaron a desayunar, su cutis brillaba y yo, mientras ella sorbía el churro, me imaginaba como  le había comido el rabo a su amante, mientras él metía el dedo del medio en los cuencos de mermelada para saborearla ,lo que  me hacía pensar en el chochito que destrozo la noche anterior.

Acaban de salir del hotel, y justo antes de escribir este texto, me he masturbado sin piedad hasta correrme.