Un plan Diabólico (2)

Sorprendido, me doy cuenta que ya no soy yo el que controlo la situación.

Carol comenzó a acariciar el cuerpo de mi mujer sin dejar de lamer sus pezones. Sus manos subían y bajaban recorriendo su piel hasta que finalmente hundió una de ellas entre sus piernas.

Ahí estaban las dos, desnudas frente a mí, de pié en medio de la habitación del hotel, ofreciéndome un espectáculo inesperado. El hecho de haber perdido temporalmente el control de la situación, lejos de molestarme, hizo que me relajara y disfrutara de la escena que se desarrollaba frente a mí.

Eva, con los ojos entornados por el placer, comenzó a acariciar el pelo de Carol. Bajó su cabeza y la besó en la frente. Sorprendentemente para mí, no había lujuria en ellas, no era sexo apasionado (de momento ), sino todo lo contrario, sus movimientos eran sensuales, suaves, casi diría que había cariño en ellos.

Carol siguió bajando, con su lengua recorría su cuerpo, zigzagueando por su barriga hasta llegar a su sexo. Suavemente, y sin dejar de mirar a los ojos de Eva, cogió una de sus piernas e hizo que la colocara encima de la cama. Manteniéndose de frente a ella, comenzó a besar la parte interior de su muslo, lo fue lamiendo suavemente hasta llegar a su rodilla, ahí se detuvo un instante volviendo a continuación al lugar de partida. Una vez ahí se detuvo de nuevo. Con las dos manos separó los labios de su coño haciendo que el clítoris de Eva saliera de su escondite secreto. Una vez fuera, humedeció uno de sus dedos metiéndolo en la boca de Eva, la cual lo recibió con pasión, y comenzó a acariciar su clítoris para deleite de mi mujer.

Lo hacía muy despacio, sin dejar de mirarla a los ojos, recreándose en cada movimiento. La respiración de Eva se aceleró rápidamente e inconscientemente su pelvis comenzó a realizar leves movimientos para aumentar el rozamiento del dedo de su amiga. El más mínimo resquicio de resistencia había desaparecido. Mi mujer estaba entregada, dejándose llevar por el placer que le estaba provocando Carol. Estaba totalmente seguro que en ese mismo instante se habían olvidado completamente de mi presencia. Ya no estaban actuando para mí, lo estaban haciendo por puro placer mutuo, se estaban entregando la una a la otra.

Tras un rato acariciándola, Carol acercó su cara y comenzó a lamerle el coño. Con sus manos seguía separando sus labios para poder acceder con más facilidad. Con la boca comenzó a succionar su ya dilatado clítoris, mientras con su lengua realizaba movimientos circulares que la hacían enloquecer. Primero lo hizo despacio, como todo hasta ahora, pero poco a poco fue acelerando el ritmo conforme fue viendo que la excitación de Eva aumentaba.

Yo conocía perfectamente a mi mujer, y el estado en el que se encontraba anunciaba un inminente orgasmo. Cogió la cabeza de Carol y la apretó contra ella. Carol también pareció interpretar la situación y comenzó a mover la cabeza frenéticamente de un lado a otro usando su lengua como si fuera un dildo.

Eva tensó su cuerpo y fuertes convulsiones la recorrieron de arriba abajo, comenzó soltar gemidos, primero muy seguidos y cortos, luego mas largos y espaciados, y finalmente un grito ahogado nos anunció que el orgasmo había llegado a su fin.

Tras unos segundos de tregua para recuperarse, mi mujer cogió a Carol por las manos para ayudarla a incorporarse. Cuando la tuvo frente a ella, acarició su cara y le agradeció el placer que le había dado con un apasionado beso.

  • Ahora ir a la caiiimm.- un gallo salió de mi garganta.- ejem… ejem… a la cama.- Al parecer la situación me estaba poniendo mas nervioso de lo esperado. Me tenían alucinado. Miguel y yo creíamos tener estudiadas todas las posibilidades, pero os aseguro que esta no la habíamos contemplado. En menos de una semana, esta era la segunda vez que mi mujer me sorprendía.

En varias ocasiones, mientras manteníamos relaciones sexuales, habíamos fantaseado con la opción de un trío MHM, y nos habíamos contado historias. A ella le excitaba mucho. Yo sabía perfectamente que mi mujer no era lesbiana, y ella misma me había dicho varias veces que las mujeres no le atraían, vamos, que no era bisexual ( cosa que me jodía bastante por cierto), pero que, al contrario que a la mayoría de los hombres, a las mujeres el hecho de pensar follar con alguien de su propio sexo no le producía repulsión, no le atraía la idea, pero no le daba asco.

Eso no coincidía con lo que estaba ocurriendo frente a mí.

Eva había tumbado a Carol boca arriba y se había echado junto a ella continuando con su apasionado beso (morreo mas bien). Con su mano derecha le comenzó a acariciar el torso. Bordeando sus pezones y su ombligo como si de un esquiador en un slalom se tratara. Luego la besó en el cuello, subió a su oreja y comenzó a lamerla. Por sus gestos, esto pareció agradar mucho a Carol.

Eva bajó una de sus manos y comenzó a masturbarla. Estaba dispuesta a devolverle todo el placer que su amiga le había regalado.

Llevó sus dedos a la boca y saboreó sus jugos. Los humedeció bien, y al volver a su entrepierna, comenzó a penetrarla con dos de ellos. Carol estaba en el cielo. Eva le había metido el dedo corazón y anular mientras con su pulgar masturbaba su clítoris.

Y ahí estaba yo, como un imbécil, intentando parecer un Clint Eastwood de pacotilla. Pero mi polla no estaba demasiado de acuerdo, estaba tan hinchada que comenzó a dolerme. Notaba como me enviaba señales. Ya sabéis las mujeres que los hombres tenemos dos cerebros, uno en la polla y otro mas pequeño en la cabeza. El mensaje que me enviaba era claro, era algo como:

  • Tío ya sabes que las autoridades sanitarias opinan que esto que estamos haciendo no es sano.

Decidí hacerle caso. Volví a llevar el aparatito a mi boca y dije:

  • Atado a las columnas del dosel hay dos pañuelos.-

Las dos pararon, incorporaron sus cabezas para mirarme y a continuación llevaron sus miradas a los dos pañuelos rojos de seda que yo había colocado estratégicamente. Cruzaron sus miradas. Carol permaneció expectante esperando una señal de su amiga. Eva me miro de nuevo, sopesó la situación, y volvió a mirar a Carol y haciendo un leve gesto de asentimiento, alargó la mano en dirección a uno de ellos.

  • Taparos los ojos con ellos, sin trucos.- dije con voz seria.

Ambas obedecieron. La situación era muy excitante. Eva , incorporada de rodillas sobre la cama, totalmente desnuda y con ese pañuelo rojo sobre sus ojos, y Carol, tumbada frente a ella, como una diosa de marfil.

  • ¿Podemos seguir en lo que estábamos?.- dijo Eva con el tono mas sarcástico posible.

  • Adelante.- respondí.

Alargó su mano tanteando hasta encontrar el cuerpo de su amiga. Lo acarició como un ciego lee un libro en braille. Una vez se hizo una imagen mental de la situación pasó una de sus piernas sobre la cabeza la cabeza de Carol y se dispuso a lamer su mojado coño. De la misma manera el coño de mi mujer quedo frente a la cara de ella dispuestas en un perfecto 69. No perdieron el tiempo y se entregaron a darse placer mutuamente.

Yo, libre de mi cárcel de penumbra, dejé el aparato encima de la mesita que tenía al lado, verifiqué que la cámara que tenía ahí oculta estaba bien enfocada y me levanté para poder observarlas desde más cerca. Al haber situado la cama en el centro de la habitación pude dar vueltas libremente alrededor de ellas gozando de la escena desde todas las perspectivas. Ya no podía esperar más, había llegado el momento en el que yo entrara en escena como actor de pleno derecho.

Comencé a desvestirme hasta quedar completamente desnudo. Mi polla salto de mi pantalón como si de un resorte se tratara. Daba saltitos, como si quisiera agradecerme que por fin la hubiera liberado del yugo de mis calzoncillos. Me pareció volver a oírla.

  • Pufff, esto esta mucho mejor. Hazte a un lado que a partir de ahora yo tomo el control.

Me arrodillé al borde de la cama. Frente a mi tenía el culo de mi mujer y la cabeza de Carol. Ésta estaba lamiendo cada rincón de su coño. Acerqué mi cara hasta dejarla a escasos centímetros de ellas. Era un espectáculo indescriptible el hecho de poder ver la escena desde tan cerca. No solo era la visión, ahora habían entrado en juego otros sentidos. Desde tan cerca podía oír el roce de la lengua en su coño, podía percibir el sonido de sus fluidos al mezclarse y, sobretodo, pude sentir ese maravilloso olor a sexo, era como una explosión para mis sentidos.

Acaricié el pelo de Carol, y ésta, al notar mi mano, dejó de darle placer a mi mujer. Yo giré la cara y comencé a besarla. Ella me correspondió sin ningún reparo. Pude notar en su boca el sabor a mi mujer, ese sabor que tanto me gustaba, ese sabor de excitación y placer. Por los jadeos de Carol, supe que mi mujer se la estaba trabajando a base de bien.

Tras disfrutar unos instantes, cambié de objetivo y me dirigí al coño de mi mujer. Carol giró la cabeza y se dejó llevar por las sensaciones.

El coño de Eva me esperaba, abierto de par en par, mojado como nunca lo había visto. Comencé a lamerlo, de abajo a arriba, desde su clítoris hasta el agujero de su precioso culo, deleitándome en cada centímetro recorrido. Pero no pude más. No podía aguantar más sin darle a mi polla lo que llevaba tiempo reclamando.

Me incorporé, agarré mi polla firmemente y la dirigí a la boca de Carol. El recibimiento fue el esperado. Comenzó a chupármela con ansia. A veces lamiéndola como si fuera un helado y otras veces engulléndola hasta el fondo de su garganta. Dada la situación y su falta de movilidad, fui yo el que la penetraba por la boca con movimientos rítmicos de mi pelvis.

Cuando la tuve suficientemente lubricada la dirigí hacia el coño de mi mujer. La puse frente a su agujero, presioné suavemente hasta que la punta quedó embocada, agarré a mi mujer fuertemente por las caderas, y de una sola embestida se la mentí hasta el fondo.

Cuando empecé a follarla, pude sentir como Carol comenzó a lamerme los huevos. Primero suavemente y luego succionándolos dentro de su boca. Jugaba con ellos como una verdadera profesional.

  • Vaya ratos más buenos te ha tenido que hacer pasar, mi querido Miguel- pensé.

Mi mujer comenzó a acompañar mis embestidas, por lo que entendí que estaba disfrutando de lo lindo. Saqué mi polla de su coño y la volví a hundir en la boca de Carol. Y así estuve alternando durante un rato hasta que decidí cambiar.

Me volví a incorporar y fui al otro lado de la cama. Ahí estaba mi mujer, gozando de las mieles del sexo de su mejor amiga. La situación era la misma pero invertida. La cabeza de Eva arriba y el coño de Carol abajo.

Levanté la cara de mi mujer y la besé. Como era e esperar, ella también me recibió con pasión. A continuación me dispuse a revivir la situación de la semana pasada y me sumergí entre las piernas de Carol. El sabor era algo distinto al de mi mujer, y eso hizo que mi excitación aumentara. Chupé con frenesí, incluso en algún momento, llevado por la pasión, llegué a morderlo. Finalmente cogí la cara de mi mujer y me dispuse a repetir lo que había hecho antes con su amiga. Le introduje la polla y comencé a follarla con movimientos enérgicos. En algún momento se me fue la mano y provoqué alguna arcada en ella, pero al verlo disminuí el ritmo.

Cuando ya había gozado suficientemente a mi mujer, hice que se incorporara, quedando sentada sobre la boca de Carol, cogí las piernas de esta última y me las puse en los hombros. Situé mi polla en posición y comencé a follarla. Delante, pegada a mí tenía a Eva, así que, agaché la cabeza y comencé a chuparle los pezones. Estos ya no estaban suaves y blandos como de costumbre, eran dos rocas en mi boca. Ella se apoyaba en mí con la cabeza mirando al techo presa del placer. Ahí seguí yo, chupando sus tetas y su cuello, besándola apasionadamente mientras me follaba a Carol. De vez en cuando dejaba un rato a mi mujer y me dedicaba a besar y lamer las pantorrillas y los tobillos de Carol, cosa que pareció gustarle por los gemidos que daba.

Poco después pude notar como mi mujer se corría en la boca de su amiga. Y, al ver como la respiración de Carol se aceleraba anunciando el inminente orgasmo, dejé de contenerme y me dispuse a llegar al clímax.

Cuando estaba a punto de correrme, noté como Carol se tensó, y los músculos de su vagina se contrajeron con movimientos rítmicos. Su orgasmo fue la gota que colmó el vaso. Sabía perfectamente que Carol tomaba la píldora, así que no me molesté en sacarla de su interior. Un calambre recorrió mi cuerpo, mi polla se infló como una manguera antes de expulsar el agua, y borbotones de leche fluyeron de ella inundando el estrecho coño de Carol. Fue uno de los orgasmos más tremendos que recuerdo en toda mi vida.

Como pude me rehice, recogí mi ropa, me vestí rápidamente y me volví a sentar en el sillón. Mientras yo hacía esto las chicas habían quedado tendidas sobre la cama, jadeantes, con sus cuerpos empapados en sudor entrelazados. Intenté hacer acopio de fuerzas y recuperar la compostura.

  • Ahora ya podéis quitaros los pañuelos.- La voz metálica volvió a salir de mi boca. Ellas obedecieron, y se miraron sonriendo.- Podéis vestiros.

Cogieron sus ropas y se vistieron sin darse demasiada prisa, parecían de lo más relajadas. Al acabar se dirigieron hacia la puerta de la habitación.

  • Ahí, junto a la puerta, tenéis un disco. Es la única copia que hay del video, os la habéis ganado.

Ellas se quedaron delante del disco mirándolo, Eva paso su mano por encima como acariciándolo con los dedos, se miraron, se sonrieron la una a la otra como leyéndose el pensamiento y se volvieron hacia mi.

  • Da igual, quédatela. Así estaremos esperando ansiosas tu próximo chantaje.- y tras decir esto desaparecieron por la puerta.