Un placer inesperado.
Parece que no hay manera de que Fabiola se concentre en sus estudios... Ahora es su amiga Susana la que la inoportuna, aunque de una forma un tanto peculiar...
UN PLACER INESPERADO
LA TARDE SE ESTABA HACIENDO demasiado pesada, aquella montaña de apuntes y anotaciones se le estaba haciendo difícil de digerir, pese que el día estaba siendo bastante productivo. Fabi recostó su espalda sobre su silla giratoria y dio un par de vueltas mientras bostezaba y estiraba sus brazos hacia el techo. Miró hacia la estantería que había al lado de la ventana, la vista se le fue instintivamente hasta el portátil. «Menos mal que estaba roto —pensó—. O ahora mismo estaría enganchada a alguna de las redes sociales, o a todas, quién sabe». Regresó a su posición original y reanudó su estudio hasta que su teléfono sonó. Miró la pantalla y vio que era su amiga Sonia.
—Hola, Sonia, ¿qué tal lo llevas?
—…
—Venga ya—Fabi dejó escapar una sonrisa—. A mí me pasa lo mismo, pero ya verás cómo después te acuerdas de más cosas de lo que crees.
—…
—Sí, ya sé que tengo una cabeza grande, pero no siempre sirve.
Las dos chicas comenzaron a reírse de la ocurrencia de Fabi. Era una buena forma de liberar un poco de estrés después de estudiar tanto tiempo aquel aburrido tema.
—…
El ruido de la puerta principal al cerrarse la desvió de la conversación. Alguno de sus compañeros había regresado bastante antes de lo habitual. Afinó el oído a costa de lo que su amiga le comentaba por teléfono. Tacones. Era Susana.
—Ay, perdona, Sonia, ¿puedes repetirme la pregunta?
—…
—Ah, vale, es algo complicado al principio, pero creo que puedo resumirte más o menos en qué consiste.
Unos golpecitos suaves sonaron en su puerta, Fabi se giró con su silla y al abrirse un poco asomó medio rostro de Susana. Asintió con la cabeza para darle a entender que podía pasar. Abrió la puerta de par en par y se dirigió hasta la mesa de estudio. Esa tarde venía con una falda negra de ejecutiva y una camisa fina de color blanco, y claro está, aquellos zapatos rojos que tanto la enamoraban.
Susana se sentó entre Fabi y el escritorio, en una orilla de la mesa, poniendo el bolso a su lado y observando en silencio a su compañera estudiante. Con una señal le dijo que esperase un momento, y Susana afirmó con la cabeza.
Sus pies quedaron completamente en el aire y aprovechó para quitarse los zapatos y dejarlos descansar. Mientras tanto, Fabi se movía en la silla giratoria haciendo semicírculos, concentrada en la conversación telefónica. Susana observaba cómo no se quedaba quieta, unas veces cruzaba las piernas, otras las separaba, y mientras, seguía hablando de unas cosas que no parecían nada interesantes.
En un momento en que separó sus piernas Susana puso su pie sobre los muslos de Fabi. El juego de la silla se detuvo, y volvió a perder el hilo de la conversación mientras observaba la forma de mirarla que tenía en aquellos momentos su compañera de piso.
La primera vez que la vio pensó que era una chica muy atractiva, y ahora que la tenía tan cerca y lanzándole esa mirada tan provocadora, le parecía aún mucho más guapa, sobre todo porque destacaban sus grandes ojos azules. La situación comenzó a ser extraña, pero a la vez estaba cargada de erotismo. Fabi se sentía descolocada, no terminaba de ubicar la personalidad de su compañera.
Susana mostró una sonrisa tremendamente picarona y deslizó su pie por la parte interna del muslo de Fabi, internándose de forma peligrosa hacia su ingle y colándose un poco entre los shorts del pijama.
Fabi estaba allí, inmovilizada sin saber por qué razón, no sabía si sentía pudor, enfado, deseo o atracción. Sabía que le gustaban los hombres, pero también reconocía que aquella situación comenzaba a gustarle, tal vez demasiado, y se dispuso a terminarla de la mejor forma posible.
—Susana…yo…
—Shhh…
Sus palabras dejaron de surgir de su boca cuando Susana puso dos dedos sobre sus labios para callarla, pero lo que de verdad la dejó muda fue sentir los deditos de sus pies rozando su intimidad, y al momento ya estaba presionando con el pie sobre los shorts. La respiración de Fabi comenzó a entrecortarse, a ser más agitada. Se dio cuenta de que Sonia seguía al otro lado del teléfono, continuaba hablando y hablando como si alguien le estuviera prestando atención, pero ya no era así, la mente y el cuerpo de Fabi estaban en otro lugar, mientras el pie de su compañera jugaba con su cada vez más húmedo sexo.
Susana se desabrochó los botones de la camisa uno a uno, la abrió y comenzó a deslizar una mano sobre el sujetador acariciando sus pechos mientras con la otra acariciaba sus muslos e iba subiendo la falda hasta las caderas, y Fabi se percató de que no llevaba ropa interior.
El juego al que la sometía con su pie continuó con más ritmo, y cuando Susana comenzó a hacerse lo mismo con su mano, cortó de forma súbita la llamada y las dos se miraron con lujuria unos largos segundos.
Dejó de tocarse para meter la mano en su bolso y sacar unas brillantes esposas que enseñó a Fabi, y ésta le contestó con una sonrisa. Bajó de la mesa muy rápido y se dirigió a su espalda, puso las manos sobre sus hombros y besó con suavidad su cuello. Fabi se estremeció y subió su camiseta hasta sacarla por la cabeza, y ese momento fue aprovechado por Susana para tomar sus muñecas y pasarlas por detrás del respaldo de la silla, colocándole las esposas e inmovilizándola. Hizo girar la silla sobre la base para observarla de frente.
—¿Sabes? Estás preciosa así, indefensa…—susurró Susana mientras Fabi no era capaz de articular palabra alguna.
Se sentó a horcajadas sobre ella y la besó en la boca muy lento, sus pechos se chocaron y se apretaron entre sí. Fabi aún lleva puesto el sujetador, pero ese pequeño detalle cambia en cuanto lo desabrocha por atrás y baja los tirantes y las copas. Vuelve a acariciar sus pechos, los besos se acaban por el momento y deja que su lengua pase por las aureolas y sus pezones erectos.
Fabi se dejaba llevar por aquellas placenteras sensaciones, permanecía con los ojos cerrados y la cabeza echada hacia atrás. Susana bajó de sus piernas y se fue inclinando a la vez que recorría con sus labios y su lengua el vientre de su presa hasta hundir su cabeza entre sus piernas, saboreando cada centímetro de piel de su víctima, haciéndola estremecer de placer con cada contacto sin que pueda zafarse de su secuestradora. Cuando su respiración se volvió más agitada, dejó de jugar con ella y se subió a ella de nuevo, esta vez para liberarla de las esposas.
Se bajó de sus piernas y tomando de una mano a Fabi la invitó a incorporarse, y cuando ésta lo hizo, cogió su otra mano y la dirigió con determinación por debajo de su falda. Fabi se dejó llevar y comprendió enseguida que su compañera deseaba que se uniera al juego de inmediato. No lo pensó un momento, no dudó un instante, se dejó arrastrar por el deseo que iba creciendo en ella poco a poco. A veces no se creía lo que estaba haciendo, pero su cuerpo había tomado el control y su cerebro ya no tenía autoridad ninguna en aquella habitación.
El contacto de la punta de sus dedos con la húmeda piel de la parte más secreta de Susana logró arrebatar el primer gemido de la noche por parte de su compañera, que se lo agradeció dándole un beso apasionado donde sus lenguas jugaron a perseguirse la una a la otra.
Susana fue tirando de Fabi en dirección a la cama, y en cuanto llegó giró a su partenaire y con una mirada la invitó a tumbarse sobre las suaves sábanas, y entonces comenzó a terminar de desnudarse. Y lo hizo muy despacio, para desesperación de Fabi, en cuya mirada y la forma de morderse el labio inferior pudo advertir que la pasión ya se había apoderado por completo de ella. La mirada de Susana tampoco se quedaba atrás, desprendía un brillo especial que le proporcionaba la imagen de verse desnuda junto a esa preciosa rubia en la cama, máxime cuando advirtió que intentaba desnudarse con cierta torpeza, lo que hizo escapar una sonrisa de sus labios: parecía que quería quitarse las braguitas antes que los shorts.
La ropa quedó desperdigada por toda la habitación y las dos chicas acabaron tumbadas sobre la cama, acariciándose por todos lados, recorriendo cada rincón de sus cuerpos con las yemas de sus dedos, dándose cálidos besos en la boca, saboreando cada centímetro de sus pieles. Estaban muy juntas, con las piernas entrelazadas a la altura de las cinturas, ambas sentían sus pechos presionándose entre sí, las manos recorriendo sus espaldas. Fue entonces cuando Susana tomó definitivamente las riendas y dejó de besar a su compañera en los labios para ir abarcando más terreno, primero su mejilla, seguido de su cuello, su hombro… para volver a su boca y repetir el trayecto un par de veces más hasta que ya no se detuvo y bajó hasta llegar a su pecho, bordeó con la lengua su aureola y al fin encontró el pezón erecto, que le correspondió volviéndose aún si cabe más tenso, y como si fuera el culpable de todo, la espalda de la chica se arqueó de placer e inclinó la cabeza hacia atrás cuando fue mordido con dulzura…
Las manos de las chicas siguieron recorriéndose por cada recoveco de sus cuerpos hasta casi llegar a la misma vez al ya ansiado tesoro. Sus sexos estaban uno frente al otro, húmedos, brillantes por la excitación, palpitando de placer y deseosos de ser tocados… Como si ambas estuvieran sincronizadas, sus dedos se deslizaron con maestría por el clítoris de la compañera, cada vez más juntas, los pechos rozándose, besándose con desesperación mientras los dedos seguían haciendo tan bien su trabajo.
En el momento en que Fabi llegaba casi al límite, Susana se separó de ella y sin miramiento alguno metió su cabeza entre las piernas de Fabi y comenzó a lamer su sexo, primero muy lento, después más rápido, dibujando círculos sobre el clítoris con la punta de su lengua, ni siquiera necesitaba usar sus manos, solo la lengua… deslizándose, entrando, saliendo… hasta que Susana subió de nuevo hasta la boca de Fabi y continuaron dándose placer la una a la otra con sus manos.
Fabi jamás imaginó que algo así la hiciera enloquecer de aquella manera. Comenzó a mover las caderas para acompañar el movimiento de quien estaba dándole tanto placer allí abajo, quería sentirla más profunda… suspiraba cada vez de forma más ruidosa, al igual que Susana, jugueteando con sus sexos, buscando la forma de hacer aquello aún más placentero.
El placer no tardó mucho en llegar para Fabi, derramándose en movimientos convulsos por todo su cuerpo, ritmos espasmódicos que indicaron a Susana que tenía que moverse con más rapidez. Todo acabó como las dos lo habían buscado. Suspiraron por fin, quedando abrazadas cuerpo con cuerpo con los ojos cerrados sobre la cama.
Solo cuando hubo pasado un rato, Susana miró a Fabi, y como si hubiese habido telepatía, su compañera abrió también los ojos y cruzaron las miradas. Las mejillas de la chica rubia comenzaron a colorearse de un rojo cálido.
—Perdona que te haya asaltado de esta forma—le dijo en voz baja Susana—Venía muy excitada y eras la única persona que había en el piso.
—No sabía que eras lesbiana…—le contestó Fabi de forma tímida y hablando aún más suave todavía, como con miedo a que alguien se enterase de lo que acababa de ocurrir—. Y tampoco que a mí me fuera a gustar, la verdad.
—Y no lo soy, cariño—con su mano apartó el mechón de cabello rubio que ocultaba uno de sus ojos—. Me encantan los hombres, pero hay veces que se disfruta más de la compañía femenina. Me alegra que te lo hayas pasado bien.
—Pues nadie lo diría, oye—le contestó Fabi acompañando sus palabras con una hermosa sonrisa cargada de satisfacción—. Sería capaz hasta de invitarte al baño que iba a darme.
—Muy tentador, la verdad, pero Martín estará a punto de llegar y paso de ponerme a dar explicaciones innecesarias—comenzó a reír mientras se incorporaba de la cama e iba recogiendo prendas del suelo—. Pero me lo dejo apuntado por si hay otra ocasión.
—Cada día me sorprendes más, Susana—acertó a decir Fabi mientras veía como su compañera salía completamente desnuda por la puerta de la habitación abrazando su ropa contra su pecho.
—¡Que tengas un feliz baño, Fabi…!—le gritó desde el pasillo.