Un piercing en la boca
Un esclavo es reducido a ser usado tan solo a través de su lengua, a la cual se la complementa con un piercing para que sea más eficaz en su cometido.
Hoy hace tres años que me he convertido en el juguete sexual de mi Ama Laura. Desde entonces tengo mi pene encerrado en una jaula, en un pequeño cinturón de castidad de metacrilato. No hay piedad para mi miembro: solo sale de su encierro una vez a la semana, cuando mi Dueña me ducha con agua semicongelada, para impedir toda posibilidad de excitación. Ah, y me olvidaba; también me ordeña una vez al trimestre, pero me ordeña de manera que yo no pueda tener el más mínimo placer. Para ello, me pone a cuatro patas encima de su cama e introduce sus expertos dedos enguantados en mi culo y masajea mi próstata diestramente y, apenas tocando mi miembro lo imprescindible, consigue que mi leche salga sin apenas yo darme cuenta, sin ningún placer por mi parte; la excitación sigue, pero ya no hay nada dentro de mí. Y así cada tres meses soy sometido a esta práctica que me mantiene ansioso y deseperado por lechar, en constante excitación mental.
Mi Ama me ha dejado bien claro que jamás volveré a usar o a disfrutar de mi aparato mientras permanezca a su servicio (dice que cuando ya no le sirva, intentará regalarme a alguna de sus amigas); dice que el único miembro que puedo usar con ella es mi lengua. Dice que mi lengua es mi nuevo miembro, mi único miembro útil para ella. Con él se da placer durante horas y horas. A veces me ata las manos y me coloca acostado en su cama y se sienta encima, mientras yo tengo que moverla hasta la extenuación para darle placer; sus orgamos le vienen periódica y repetidamente durante todo ese tiempo y, a cambio, yo soy totalmente ignorado, pero si en algún momento me canso de tener mi lengua fuera, se enfada y tira cruelmente de los piercings que tengo en mis pezones y, para evitar que me los arranque de cuajo, me resigno a sacar de nuevo la lengua y continúo dándole hasta la extenuación ese placer que ella no parece cansarse de tener una y otra vez.
En otras ocasiones, simplemente se recuesta en el sofá mientras ve la tele o lee algún libro y escucha música clásica, mientras yo me arrodillo delante de ella y lamo tiernamente su clítoris durante también largos periodos de tiempo. Esta es mi postura preferida, porque en esa posición no me exige una regularidad en mis caricias; se deja llevar por el ritmo que yo libremente le doy a mi miembro, al único miembro que me queda ya: la lengua. Ella se abandona a los placeres que reciben todos sus sentidos.
Alguna vez se ha planteado seriamente la posibilidad de que su esclavo sea castrado; pero dice que de esa manera quizá yo pueda todavía obtener algún tipo de excitación si se decide por quitarme el cinturón de castidad; por ello, sus amigas le proponen la alternativa de hacerme una emasculación, con lo que ya no existiría ese problema. Yo, ¿qué quieren que les diga?, tengo miedo de perder mis partes de manera definitiva; prefiero seguir recibiendo esas duchas inmisericordes que me dejan todo el cuerpo amoratado y tiritando durante horas, ya que ella no permite que me seque, pues afirma que los perros solo se deben secar al aire .
Lo que sí se decidió a hacerme hace cuatro meses fue un piercing en la boca; fue cruel cómo me obligó a hacérmelo, pues no permitió al técnico que me pusiera ningún tipo de anestesia. Además, a las dos horas de ponérmelo ya estaba usando de nuevo mi lengua, por lo que sufrí un proceso de infección muy doloroso que hizo que no pudiera usarme durante casi un mes, pues mi lengua se me hinchó de una manera atroz y no me cabía en la boca. En ese tiempo fue cuando únicamente me permitió dormir en su cama y fui atendido por ella dulcemente. La infección se terminó por curar y ahora ella está muy contenta y satisfecha con mi nuevo complemento bucal, porque dice que así mi miembro le da mucho más placer que antes, que ahora sus olas de excitación y de orgasmo son casi continuas. Yo me afano por hacerla feliz y por usar adecuadamente este complemento que ha colocado en mi lengua de manera permanente.
Hay veces que utiliza el piercing para dejarme aparcado a una columna de madera cuando ella no está en la casa. Simplemente, cambia el piercing por un artilugio que lo sujeta a un gancho en la columna, y yo debo permanecer pegado a la columna lo más posible para así no tener que tener la boca muy abierta durante horas; de hecho, el artilugio me permite cerrar la boca casi en su totalidad. Lo único que no sobrellevo es la sequedad de mi boca durante todo ese tiempo.
Últimamente he notado cómo mi lengua va aumentando de longitud, pues tanto estiramiento y tanto ejercicio continuado ha hecho que se vaya largando e incluso la noto más musculosa; cada vez me canso menos en esos usos continuados a los que me obliga mi Ama Laura. Además, la destreza con las que realizo mis labores cada vez son más y más celebradas; incluso saliveo con más facilidad, por lo que mi lengua empieza a ser prestada ocasionalmente a sus amigas, y así ellas también disfrutan del miembro propiedad de mi Ama.
Mi Ama jamás me ha pegado o castigado, pues yo soy muy sumiso y ella dice que no ve necesario el castigo. Sin embargo, cuando me entrega a sus amigas, ellas sí que me golpean, me dan patadas, usan el látigo en mi espalda, tiran de los piercings de mis pezones, me queman con cigarrillos y me sodomizan mientras yo debo darles placer con el piercing de mi lengua. Mi Ama me observa con una mirada abstraída y a veces pienso que hasta indiferente al dolor que me están infligiendo sus amigas. No sé.
A veces pienso qué sería de mí si algún día ya no puediera usar la lengua por simple agotamiento. Sé que entonces se desharía de mí, me entregaría a alguna de sus crueles amigas. Temo que eso ocurra. Aunque bien mirado no es mi lengua para lo único que le sirvo; soy su chacha para todo. Estoy todo el día desnudo y no salgo nunca de su pequeña mansión. Por las mañanas, muy temprano, voy a despertarla con toda suavidad, lamiendo lentamente cada centímetro de su piel de manera casi imperceptible; subo lentamente por sus piernas con mi lengua y, cuando me aproximo a su pubis, ya ella está casi despierta y abre levemente sus piernas para que me introduzca en ella y la termine de despertar con los espasmos de su primer orgasmo matinal. En esos momentos, su vagina tiene un sabor fuerte, un perfume acre, pero ya estoy acostumbrado a ese sabor y olor e incluso ha terminado por gustarme.
Después de despertarla, voy a prepararle el desayuno y, cuando se lo toma, me tira las sobras al suelo para que desayune yo también. Lo complementa haciéndome abrir la boca acostado en el suelo del baño; allí bebo su sagrado néctar amarillo y, lo que no consigo atrapar, debo lamerlo en el mismo suelo. Tras esto, realizo ejercicios de lengua para desentumecer el músculo lingual y tenerlo siempre ejercitado y en plena forma; entonces me toca ir a su gimnasio particular, donde hago algo de cinta y aparatos que me mantienen saludable. Y ya, tras esto y una buena ducha, me conduce a la columna de madera en donde debo estar enganchado hasta que vuelve del trabajo. Allí me paso horas y debo llevar un pañal para que no le manche el bonito parqué del salón. Mi situación ha mejorado recientemente, porque ha puesto el gancho a una altura suficiente del suelo como para poder sentarme y estar relativamente cómodo; incluso me pone la radio para que la escuche y me entretenga. Adoro a mi Ama, se preocupa por mi bienestar y le agradezco infinitamente esos pequeños detalles que tiene conmigo.
Cuando por fin regresa a casa (serán las cuatro de la tarde) estoy realmente muerto de hambre pero, sobre todo, muerto de sed y con la boca totalmente seca. Me pone un cuenco en el suelo donde alivio mi sed y me pone algún resto de la comida que suele traer de algún restaurante de la zona por donde trabaja. No lo he dicho todavía, pero mi Ama es respetada y apreciada en su trabajo, es una mujer de éxito profesional del que estoy orgulloso. Yo la admiro tremendamente; me parece una mujer verdaderamente excepcional.
Aliviado y repuesto tras ese pequeño refrigerio, debo realizar nuevos ejercicios bucales y, tras ellos, me permite que tenga una breve siesta echado a sus pies, mientras ella ve la tele en el sofá; a veces ella también se queda traspuesta. Normalmente entonces, cuando se despierta, me requiere para que le haga algún servicio en su entrepierna; como ya dije, es la postura que más me gusta, pues yo estoy cómodo, de rodillas ante ella, y lo hago a mi ritmo, sin presiones, sin prisas y sin urgencias. Cuando ella me dice que pare, me levanto y arreglo la casa y realizo todas las labores del hogar. Por la noche le preparo a mi Dueña una cena ligera y, si sobra algo, me lo tira al suelo para que yo también cene; si por el contrario le gusta mucho la comida que le he preparado, entonces me quedo sin cenar. Después, me dirijo a la cocina, termino de arreglarla y, tras un poco de televisión vista desde la perspectiva de la alfombra, la sigo gateando mientras observo sus hermosos tobillos hasta el dormitorio. Ella se acuesta en su cama y se pone a leer un rato hasta que se duerme y yo me quedo echado a su vera en la alfombra, satisfecho por el día de servidumbre que he tenido hacia mi Diosa. Me encanta cuando distraídamente me acaricia la cabeza mientras lee.
Ustedes se preguntarán si soy feliz o me siento desgraciado; créanme que soy un esclavo inmensamente feliz sabiendo que mi Ama goza con mis caricias, que estima y quiere y necesita mis servicios. Es una vida sencilla y plena; satisfactoria, diría yo. No sabría vivir de otra forma y no sabría ya qué hacer si no uso mi lengua; de hecho, excepto cocinar y limpiar la casa, lo único que ya sé hacer es mover mi lengua diestramente para darle placer a mi Ama.