Un perro para cuatro hermanas

Como los pies de mi amiga me llevaron a convertirme en su perro y el de sus tres hermanas.

UN PERRO PARA CUATRO HERMANAS ( I )

Todo sucedió un viernes de mayo de hace un par de años. Vivo en un pueblo pequeño perdido en ninguna parte. Desde pequeño siempre me ha gustado una amiga. Es dos años mayor que yo, pequeña de estatura, rubia, sin grandes pechos y una cara de belleza singular. Alguien capaz de no llamar mucho la atención pero a la vez capaz de volverme loco. Aquella tarde me crucé con ella y no supe que decirle. Solo bajé la mirada y me fijé en sus pies, cosa que hacía siempre. Tal vez ese era su atractivo para mí. Ella sonrió y pasó de largo en dirección a su casa. Vivía con tres hermanas. Una mayor que ella y dos menores. La seguí a cierta distancia y desde un lugar discreto vi como sacaba sus zapatillas de deporte al balcón. Creo que venía de jugar al tenis. Yo me quedé pensando y puse en marcha mi plan.

Eran las tres de la madrugada. Noche cerrada y nadie por la calle. Era la hora de cumplir fantasías. Salté a su patio y caminé en busca de sus zapatillas. Me subí a una escalera y las vi. Las tenía a un palmo de mí. Las agarré y metí mi nariz en ellas. Nunca había imaginado un olor tan fuerte pero eso me excitó mucho. En la cuerda de la ropa había además un par de calcetines y unas bragas. Lo pillé todo y lo metí en mi mochila. Bajé de la escalera dispuesto a ir a casa con mis trofeos pero olvidé algo. Algo que comenzó a ladrar detrás de mí y a perseguirme por todo el patio. Sabía que las cuatro hermanas adoraban a ese perro así que no quise hacerle daño. Solo abrí la puerta para que se escapase. Pero a la vez que vi al perro correr como un loco también me encontré de frente con la hermana mayor. De una patada en mi erecta polla me dejó tirado en el suelo." ¡No te muevas de ahí!" me dijo. Al poco tiempo aparecieron las otras hermanas. Tres de ellas me gritaban pidiendo una explicación e insultándome. Pero mi amiga ya sabía lo que estaba pasando. Me quitó la mochila y la abrió. Al ver lo que había dentro sonrió y me dijo: "Si mañana mi perro no regresa tú ocuparás su lugar. Si te niegas te denunciaremos. Te quedarás aquí toda la noche para pensarlo. Desnúdate y ponte de rodillas". Yo obedecí. Cogió las bragas y me las metió en la boca. Cogió cinta de embalar y dio varias vueltas alrededor de mi cabeza. Me puso un collar del perro y tirando de la cadena me arrastró hasta la caseta. Allí de una patada me tumbó en el suelo y me ató las manos a la espalda con la misma cinta. "Si tienes hambre puedes comer algo" me dijo riéndose mientras señalaba el plato del perro. Se dio la vuelta y se fue a casa. Las otras tres hermanas estaban inmóviles. Su perro se había convertido en un joven de un metro ochenta y ojos verdes y su hermana mediana en una sádica y desconocida persona.

Aunque estaba muy excitado pensé que si conseguía desatarme y salir de allí no tendrían pruebas contra mí al día siguiente. Conseguí soltar mis manos pero la cadena del cuello estaba atada a una argolla del suelo con un candado. Traté de romperle con una piedra. Pero de pronto mi nueva Ama apareció. Me dio otra patada que me hubiese hecho gritar si pudiese. Me ató las manos de nuevo pero esta vez con una cuerda. Luego los tobillos y estos a su vez a las muñecas. Estaba claro que mi situación no había mejorado. Estaba inmóvil en el suelo viendo como me hacía decenas de fotos con el teléfono. En ese instante me relajé. Sabía que no iba a salir de rositas de allí. Ella fue a por mi mochila, sacó sus zapatillas, me miró y me dijo: "¿Es esto lo que querías, no?" Puso la zapatilla tapando mi nariz y la fijó a mi cabeza dando varias vueltas con la cinta de embalar. Con los calcetines me tapó los ojos y los sujetó con más cinta. Y se fue. Me costaba respirar ya que tenía sus bragas en la boca y en la nariz la zapatilla con la que había estado toda la tarde corriendo. Tampoco veía nada porque sus calcetines me tapaban los ojos. Y no podía ni moverme. Entonces porque estaba tan excitado. Tal vez porque estaba consiguiendo el objetivo de mi plan. Saber como olían sus pies. ¿Pero a que precio? CONTINUARA

UN PERRO PARA CUATRO HERMANAS ( II )

La situación en que me encontraba era esta. Estaba inmóvil atado de pies y manos y con una correa de perro al cuello candada a una argolla del suelo. No sabía si era de día ya que tenía los ojos tapados. Tenía dentro de mi boca unas bragas y respiraba por la nariz a través de una zapatilla de deporte sudada. Ese olor tan fuerte se estaba convirtiendo en mi alimento. Me dolía todo el cuerpo debido a la postura en que estaba atado. Tenía frío porque estaba desnudo. Tenía sed y hambre. Y casi no podía respirar. Sin embargo era feliz. Casi tanto como mi polla, la cual también me dolía ya que llevaba desde que salté al patio completamente erecta. Y no podía ni tocármela. Me moría de ganas de masturbarme. Comencé a moverme tratando de rozar mi pene con algo suave para poder correrme. Las ataduras no me dejaban mucho margen de movimiento. Pero lo estaba logrando. Estaba a punto cuando una patada en mi polla y otra en la cara acabaron con mi excitación. En ese momento comprendí lo dura que puede llegar a ser la vida de un perro. No se me había pasado el dolor cuando oí como mi ama pequeña traía la manguera y abría el grifo. Comenzó a lavarme como a lo que era: su mascota. Su perro.

Cuando terminó me desató las manos y los pies y tirando de la cadena de mi cuello me obligó a seguirla a cuatro patas hasta un lugar del patio donde daba el sol. Yo más bien me arrastraba ya que tenía los brazos y las piernas dormidas después de tanto tiempo atado en aquella incómoda posición. Nos paramos y oí el candado cerrarse de nuevo. Noté como cortaba toda la cinta que envolvía mi cabeza y me quitó los calcetines de los ojos, la zapatilla de la nariz y las bragas de la boca. Pude respirar aire fresco. Sin embargo prefería el olor de los pies de mi amiga. Ese olor era mi adicción y trate de meter mi nariz de nuevo en la zapatilla pero la cadena era corta y no llegué. Lo intenté pero mi ama pegó una patada a la zapatilla y la mandó lejos. Se reía a carcajadas. "La verdad es que eres un perro muy patético y muy sumiso. Veremos hasta que punto". Me dio un tortazo y se marchó. Yo me quedé dolorido y pensativo. Me di cuenta que empezaba a anochecer otra vez por lo que había estado atado y amordazado en la caseta casi 20 horas. Tenía mucha hambre y mucha sed y unas ganas terribles de orinar. Y así lo hice. Levanté la pierna para no hacérmelo encima y oriné como un perro. Como lo que era. Como en lo que unos pies me habían convertido.

Estuve un buen rato encadenado al sol para secarme. Al estar con las manos y las piernas libres traté de adoptar una posición cómoda para dormir un poco. Fue muy poco porque unos golpes de despertaron. Era de noche y debía regresar a mi lugar. Me llevaron hasta la puerta de mi caseta y allí me volvieron a encadenar a la argolla del suelo. Me pusieron una lata con agua para beber un poco. Tras esto, mi ama me metió unos calcetines sucios suyos en la boca y me la precintó con cinta adhesiva. Me metieron las manos con los puños cerrados en otros calcetines y me las ataron también con cinta juntas a la espalda. Traté de estirar los dedos pero no podía. Luego me ataron los tobillos. Me colocaron en posición fetal y me ataron codos, muñecas, rodillas, tobillos y cuello todo entre si. No podía mover ni un músculo. No entendí aquella postura hasta que vi que una de mis amas traía un saco negro de plástico de los de basura. Me metieron dentro salvo la cabeza. Mi amiga me tocó dulcemente la mejilla y me dijo: "Faltan tres horas para saber si nuestro perro regresa. Tú descansa que mañana tendrás que tomar la última decisión de tu vida. Mientras nosotras nos arreglaremos y nos iremos de fiesta. Si ves a alguien extraño que entra a robar ladra para asustarle". Todas se echaron a reír. Como podía ver algo dentro de un saco. Y como podía ladrar si estaba amordazado. Dicho esto me dio un bofetón, empujó mi cabeza dentro del saco y lo precintó con cinta adhesiva. Luego estuvieron durante un rato dando patadas al saco a ciegas. Intentaba moverme. Me desesperé. Mi respiración se agitó y me empezaba a faltar el aire. Intentaba romper el plástico pero con mis manos dentro de unos calcetines era imposible. Tampoco podía con las piernas. Intenté gritar pero solo conseguí que sus risas taparan mis lamentos. Me cayeron más golpes. Me quedé quieto, resignado y medio asfixiado. El poco aire que había dentro del saco de plástico comenzaba a ser irrespirable. Pensé como mi dulce y deseada amiga y sus hermanas podían ser tan crueles y sádicas. Nunca lo hubiera imaginado. Claro que seguro que ellas tampoco pensaban que su amigo era una persona capaz de todo por los pies de una de ellas. Hasta de perder la libertad.

Los golpes cesaron. Un pequeño agujero del tamaño de un dedo se abrió de repente en la oscuridad de mi encierro. Rápido llevé mi nariz hacia el y comencé a respirar aire puro. Intenté hacerle más grande metiendo mi nariz en él pero solo me gané un golpe en la cara que me dejó medio inconsciente. Cuando recobré el sentido no se oía nada. Estaba otra vez solo en mi nuevo hogar. A ciegas me arrastré como pude hasta el interior de la caseta dispuesto a pasar la segunda noche de mi nueva vida. CONTINUARA

UN PERRO PARA CUATRO HERMANAS ( III )

Debía ser media noche porque oí como mis amas salían de casa y se marchaban en el coche. Yo me quedé quieto. ¿Adonde iba a ir? Me dolía todo el cuerpo pero sobre todo el cuello debido a la forzada postura que tenía que adoptar para llevar mi nariz hasta el agujero del saco. Tras un par de horas luchando por aire fresco desistí y apoye la cabeza en el suelo. Me quedé dormido. Como ya empezaba a ser costumbre mi despertador fueron unas cuantas patadas por todo el cuerpo. Escuchaba risas y por su forma de hablar me di cuenta que la noche de alcohol había sido larga. Por el agujero del plástico pude ver que estaba a punto de amanecer. Debían ser las siete de la mañana. De pronto algo entró por el agujero. Era una especie de tubo del que comenzó a salir un líquido caliente. Obviamente dos de mis amas estaban descargando todas las copas que se habían bebido dentro de mi saco. La orina mojaba todo mi cuerpo. Pero una de ellas, no se quien, fue un poco más allá. La escuché dar una arcada y a continuación su vómito me cayó encima. Yo no podía moverme así que recibí todo aquello con una gran sumisión pero a la vez con una gran excitación. Seguro que alguno de mis oscuros sueños había deseado que algo así ocurriese.

De repente oí como quitaban el precinto del saco y lo abrían. Vi a mis dos amas menores. Una de ellas llevaba en la mano el embudo con el que habían meado y vomitado dentro del saco. La otra se estaba bajando los pantalones con oscuras intenciones. Puso la boca del saco pegada a su culo y me cagó encima. La otra se animó e hizo lo mismo. Una de ellas, la que yo suponía más ingenua, me sacó la cabeza del saco y me quitó los calcetines que llevaba dentro de la boca. Me dijo: "Cuando nos levantemos de la cama vendremos a sacarte de aquí. Pero solo lo haremos si el saco esta vacío. Si encontramos algún trozo de mierda o alguna gota de pis lo volveremos a llenar hasta arriba y te quedarás dentro hasta que te lo termines todo. Dicho esto cerraron el saco y lo precintaron de nuevo. "Y ni se te ocurra gritar". Una nueva ronda de patadas terminó de mezclar todos los ingredientes de lo que iba a ser mi primera cena como perro.

No sabía que hacer. Para que retrasar lo inevitable me dije. Así que con un poco de asco comencé a lamer el plástico bebiendo y tragando todo lo que mi lengua encontraba. Tal vez fue por lo excitado que estaba pero el asco se estaba convirtiendo cada vez en menos. Pensé que tal vez era lo único que iba a llevarme a la boca en varios días. Así que comí y bebí sin parar. Pero en esto me equivoque porque tras un par de horas de trabajo aparecieron las otras dos hermanas. Solo orinaron por el embudo a través del agujero. No dijeron nada. Ni se reían ni me insultaban. Cuando acabaron me encogí esperando unas cuantas patadas pero tampoco me pegaron. Yo suspiré aliviado porque mi dolorido cuerpo necesitaba un descanso. Pero en realidad me quedé algo decepcionado. Esperaba algo de mi amiga. No se qué pero algo. Tal vez sus calcetines, sus bragas, un zapato, un bofetón, una patada, placer o dolor. Me daba lo mismo. Necesitaba algo. Pero me mostró su más absoluta indiferencia. Como si hubiese ido al baño y se marchase sin tirar de la cadena y sin bajar la tapa. Sin mirar atrás.

Por primera vez me planteé que hacía yo allí. Por que seguía allí. Podía intentar desatarme y escapar. O podía gritar ya que en ese momento no estaba amordazado. Estaba en aquella situación por los pies de una amiga. Llevaba casi dos días atado de pies y manos en incomodas posturas con bragas o con calcetines sucios dentro de mi boca. Pasé un día entero respirando el aire que me filtraba una zapatilla sudada y con los ojos vendados. Llevaba casi 10 horas metido dentro de un saco de plástico y estaba bebiendo orina y vómito y comiendo unos cuantos trozos de mierda que mis amas me habían regalado. Me lavaron como a un perro con la manguera y con agua fría. Por no contar las patadas que he recibido en todas las partes de mi cuerpo y los bofetones que ha sufrido mi pobre cara. Puse todo esto en un lado de la balanza y en el otro oler los pies de mi amiga una vez más. La elección era fácil. CONTINUARA

UN PERRO PARA CUATRO HERMANAS ( IV )

Debía de ser ya mediodía. Hacía un buen rato que había terminado de comer y esperaba ansioso y excitado que alguna de mis amas me liberase de mi encierro de plástico. Sin embargo, pasaba el tiempo y nadie me sacaba de allí. Empecé a ponerme nervioso e intenté liberarme de mis ataduras pero no lo conseguí. Acerqué mi nariz al agujero del saco para respirar un poco. De repente oí a alguien acercarse. Oí como quitaban el precinto y el saco se abrió. La luz del sol me cegó por completo pero pude adivinar la figura de mi amiga. Desató todas mis extremidades pero tras más de 15 horas en esa postura me costaba mucho moverme. Me puso un poco de agua en la lata para que bebiese. Yo me arrastré hasta ella como pude y bebí hasta terminarla. La miré como pidiendo más agua y ella se rió. Pero me la dio. Yo intenté agradecérselo con un beso en el zapato pero ella me pisó la cabeza y me dijo: ¡No te pases, perro! A continuación abrió la manguera y me lavó. El agua estaba muy fría pero lo necesitaba. Después sacó de una bolsa unas bragas y me dijo: "Son las que llevaba puestas anoche. Ahora las saborearas tu toda la tarde". Las metió en mi boca y me la tapó con cinta adhesiva. El tener sus bragas en mi boca ya no era un castigo para mi sino un regalo excitante. Pero tenía que poner cara de asco y protestar para que no dejase de hacerlo. Me dejó encadenado al cuello pero con los brazos y las piernas libres. Al menos eso pensaba yo porque cuando estaba pensando en la paja que iba a hacerme regresó y me ató las manos a la espalda. " No debes distraerte. Descansa y piensa que luego vendremos a por ti". Dicho esto se marchó y me dejó allí.

Pasó mucho tiempo. Acababa de anochecer cuando mis 4 amas aparecieron en el patio y se pararon delante de mí. Una de ellas me quitó la mordaza mientras otra me quitaba la correa del cuello y me desataba las manos. En ese momento estuve libre de ataduras por primera vez desde el viernes noche. Mi amiga tomó la palabra y dijo: "Ha llegado la hora de que tomes una decisión. Si quieres puedes ponerte en pie ahora mismo y marcharte de aquí. Luego nosotras haremos lo que tengamos que hacer y la próxima vez que nos verás será en un juzgado. Nuestro perro no ha regresado así que la otra opción que tienes será ocupar su lugar para siempre o hasta que nosotras decidamos abandonarte. Si aceptas vivirás como un perro; comerás, beberás, dormirás, caminarás y ladrarás como un perro. A partir de ahora te llamarás perro. Si te portas bien te trataremos como a un perro. Si no lo haces recibirás tales castigos que Guantánamo te parecerá un balneario. Pero no creas que tu vida se limitará a gatear por el suelo babeando como un chucho empalmado. Además serás lo que nosotras queramos que seas y harás lo que nosotras queramos que hagas. Si esta todo claro y aceptas ladrarás una vez para decir que si, aunque viendo el estado de tu polla creo que la respuesta es clara". Es cierto, estaba siendo terriblemente humillado pero estaba más excitado que nunca antes en mi vida. Esta iba a ser mi última decisión. Las miré con miedo y adoración y ladré una vez aceptando todas sus condiciones. A cambio recibí un sonoro bofetón. " Se me olvidó decirte una cosa. No volverás a mirarnos a la cara a menos que nosotras te lo digamos. ¿Te enteras?". Yo bajé la mirada al suelo y ladré una vez. "Así me gusta perro. Veo que aprendes rápido". Ahora síguenos a casa.

Yo las seguí a 4 patas subiendo las escaleras hasta casa. Una de ellas dijo " Vamos a cenar". Yo pensé que ya era hora porque tenía un hambre terrible. Entré en la cocina tras ellas pero rápido me enseñaron cual era mi lugar. Me pusieron de nuevo la correa al cuello y la candaron al radiador de la cocina. Yo me quedé de rodillas mientras ellas cenaban. De vez en cuando escupían trozos de comida masticada al suelo pero se aseguraban que quedasen lejos de mi alcance. Una vez acabaron de cenar se pusieron a recoger. Pusieron el cubo de la basura al lado mío y tuve que ver como tiraban todas las sobras a la bolsa. A veces me acercaban un trozo de comida a la boca y cuando la abría para comerlo lo tiraban al cubo. Fue humillante. Cerraron la bolsa y metieron el cubo en el armario de debajo del fregadero. Luego se sentaron de nuevo en la mesa a tomar café y charlar un rato.

Se acercaba la hora de irse a dormir. Una de ellas se levantó y trajo unas cuerdas. Me ataron las muñecas por delante con una separación de unos 50 cm y las rodillas y los tobillos con esa misma separación. Después con otra cuerda me ataron las muñecas a las rodillas y estas a los tobillos, de forma que estaba a cuatro patas y no podía cambiar de postura. No podía incorporarme ni estirarme pero me permitía caminar como un perro. Apagaron la luz y se fueron dejándome allí atado y encadenado al radiador. Al tener las manos cerca de mi tiesa polla no esperé ni diez segundos y comencé a hacerme una paja pero la luz se encendió y entró mi amiga. Yo me quedé parado pero ya me había visto. Se quitó las botas de tacón que llevaba. Me desató los brazos y me ordenó meterlos en las botas. Luego ató de nuevo mis muñecas pero esta vez a la espalda. Otra vez paja interruptus. Las divertía mucho dejarme a punto. Luego se bajó las medias y se quitó las bragas. Las bragas me las metió en la boca y las medias me las puso en la cabeza. Se aseguró que la parte que más olía a su coño quedase en mi nariz y luego dio varias vueltas alrededor de mi cabeza para asegurarse al final con un fuerte nudo de que no escupía sus bragas. Luego pisó mi polla y dijo: "No volverás a correrte a menos que nosotras te digamos que lo hagas, ¿entendido perro? Yo intenté soltar un ladrido pero solo emití un patético sonido. Mi amiga se rió, me dio una patada en los huevos y se marchó apagando la luz y cerrando la puerta al salir.

Otra vez solo, atado y amordazado. Me pregunté si sería así el resto de mi vida. Y deseé que así fuera. Me estaba convirtiendo en esclavo de sus olores. Ahora tenía su olor más íntimo en mi nariz. Y estaba dispuesto a todo para que continuase siendo así. CONTINUARA