Un perro para cuatro hermanas (2)
Como los pies de mi amiga me llevaron a convertirme en su perro y el de sus tres hermanas.
UN PERRO PARA CUATRO HERMANAS ( Parte II )
Pasé mi primera noche en casa en la misma situación que las dos anteriores en la caseta del patio. Atado de pies y manos, amordazado y encadenado por el cuello. Sin embargo el cansancio hizo que esta noche encontrase una postura más o menos cómoda y lograse dormir un buen rato. Mi despertador sonó pronto. Unas cuantas patadas me sacaron de un sueño agradable y me devolvieron a la realidad. Era lunes. Mis amas debían madrugar para ir a trabajar. Mi amiga trabajaba en otra ciudad por lo que no la vería hasta el viernes. Eso me entristeció.
La primera en levantarse y la que me despertó fue la hermana mayor. Salvo darme unas patadas no hizo más. Desayunó y se fue ignorándome por completo. A la hermana menor la oí marcharse y ni siquiera pasó por la cocina. Poco más tarde entró mi amiga. Acercó una silla hasta donde yo estaba y se sentó a desayunar a mi lado. Me quitó las medias de la cabeza y me sacó las bragas de la boca. Acarició mi cabeza y dejó caer una galleta al suelo. Yo estaba muerto de hambre y fui a comerla. Pero ella puso su pie descalzo al lado de la galleta y dijo: "¿Qué prefieres?" Yo acerqué mi nariz a su pie y respiré profundamente. Ella levantó un poco su pie y pisó la galleta hasta machacarla. Yo sin separar mi nariz de su pie comencé a lamer las migas que había en el suelo. Lamía el suelo mientras acercaba mi lengua a sus dedos. Busqué su dedo gordo y lo lamí. Luego lo metí en mi boca y lo chupé con fuerza. Casi desesperadamente. Pensé que me ganaría una buena paliza por aquel atrevimiento pero ella me dejaba hacer. Me volvió a acariciar la cabeza y sonrió. Sin duda era un regalo para que no dejase de pensar en ella en toda la semana. Yo seguí lamiendo con rapidez sabiendo que aquella situación se acabaría. Lamí su planta, su empeine y sus dedos uno a uno. Pasé de un pie a otro y cuando acabe volví de nuevo al anterior. De repente sonó su teléfono. Tenía que marcharse. Yo la miré y dije: "Gracias". La gratitud que sentía no se la podía expresar con un ladrido. Ella puso su dedo en mis labios y me dijo: "¿Me prestas mis botas?" Yo ladré una vez. Sonrió y me dijo: "Eso esta mejor" Me desató las manos y me quitó las botas de los brazos. Yo las cogí con intención de ponérselas y me dejó. Me dio unas medias y se las puse. Luego le calcé las botas y subí la cremallera. Estaba excitadísimo. Se levantó con la intención de atarme de nuevo las manos a la espalda pero miró mi polla y le debí dar tanta lástima que me las dejó libres. " Aún tengo un par de minutos" me dijo. Se sentó en la silla a mirarme. Yo entendí lo que quería así que agarré mi polla y comencé a masturbarme. Lo hacía despacio para disfrutar del momento pero ella se levantó con las cuerdas en la mano. Pensé que me ataría de nuevo así que aceleré el ritmo y terminé corriéndome por todo el suelo de la cocina e incluso en sus botas. Yo me acerqué a ellas y lamí con una sumisión absoluta las gotas que cayeron en ellas. Sonó de nuevo el teléfono. No tenía tiempo para hacerme lamer todo el suelo así que lo limpió con las bragas que había sacado de mi boca y me las volvió a meter dentro. Luego me ató las manos a la espalda y se marchó a toda prisa. Me di cuenta que no me había encintado la boca así que podía escupir las bragas. Pero no lo hice. Me quedé saboreando el regalo de mi ama. Un poco más tarde se levantó la última hermana pero también llegaba tarde así que solo se detuvo el tiempo justo para insultarme un poco y ordenarme que le diese un repaso a sus zapatos con la lengua. Para ello me sacó las bragas de la boca. Yo lamí sus zapatos mientras ella se partía de risa. Cuando creyó que estaban listos me dio un bofetón y se marchó. Yo busqué las bragas pero las vi encima de la mesa. Jamás llegaría a ellas estando atado al radiador. Me acurruque en el suelo como pude y me dispuse a dormir un rato recordando todo lo que había pasado esa mañana.
Me despertó el hambre que tenía. Pensé que se acercaba la hora de comer y mis amas regresarían a casa. Esperé impaciente desde las dos a que alguien entrase en casa. Pero no venía nadie. Cada vez que oía un ruido miraba hacia la puerta para ver quien era. No entraba nadie. Yo estaba muerto de hambre. No se cuanto tiempo llevaba sin comer nada. Bueno las migas de galleta de esta mañana y la cena de bienvenida que mis amas me regalaron el sábado cuando estaba dentro del saco no cuentan. Desde el viernes a la cena nada. Necesitaba comer algo. Quedaban cinco horas para que regresasen mis amas y ni siquiera sabía si me darían algo de comer. Pensé un poco y encontré mi oportunidad. Tenía la boca libre y tenía que aprovechar. Aunque sabía que pagaría por ello.
El frigorífico estaba en la otra punta de la cocina así que si quería comer algo solo había una solución. Estiré mis piernas todo lo que pude hasta que logre abrir la puerta del armario del fregadero. Poco a poco fui sacando el cubo con la punta del pie hasta que salio del todo. Lo acerqué a mí y lo puse entre mis piernas. La bolsa estaba cerrada así que empecé a romperla con los dientes. Di varios tirones hasta que se abrió. Estaba medio vacía. Tenia que meter la cabeza entera dentro del cubo para alcanzar algo. No me importaba. Yo sabía que las sobras de la cena de anoche estaban allí. Comí todo lo que encontré. Me daba igual lo que fuese, me gustase o no o en que condiciones se encontrase. Me comí todo lo comestible que había en la bolsa. Me hubiera comido hasta la bolsa si no hubiese entrado una de mis amas. Cuando vio el suelo de la cocina lleno de basura se enfadó muchísimo. Fue a por la escoba y con el palo me dio una buena paliza. Luego me hizo recoger todo con la boca y meterlo otra vez en el cubo. Yo estaba asustado pero con el estomago lleno. Sabía que desobedecer traería consecuencias. Apagó la luz y se fue dejándome allí solo. Poco más tarde escuché como llegaban las otras dos hermanas a casa. Estuvieron hablando un rato en el salón. Luego vinieron a la cocina y cenaron. No me hicieron ni caso. Pensé que ya se les había pasado el enfado pero me equivoque.
Cuando acabaron de cenar la hermana mayor me dijo: "Parece que te gusta mucho la basura. Pues te vas a cansar de basura. Así aprenderás y no volverás a desobedecer". Dicho esto se marchó y regreso con unas cuerdas y un saco de basura. Una de ellas me dijo: "Túmbate en el suelo y ponte en la postura del otro día". Yo me tumbé y me encogí todo lo que pude. Me ataron por todas las partes del cuerpo y me metieron en el saco. Me cogieron del pelo y mientras una me metía unos calcetines en la boca y me la precintaba la otra me daba golpes mientras me decía lo bien que lo iba a pasar. Cerraron el saco y llegó la calma. Cuando anocheció me arrastraron escaleras abajo hasta la calle. Rodar escaleras abajo atado dentro de un saco es una experiencia dolorosa y mareante. Os lo puedo asegurar. Luego noté como me levantaban del suelo y después me di un golpe contra algo blando. Una de mis amas hizo tres agujeros en el saco. El olor que empezó a entrar me dio una pista de donde estaba. Pero la pista definitiva fue cuando mi ama dijo: "No te preocupes que el camión no pasa hasta el miércoles por la noche. Tu procura que nadie te vea ni te oiga. Y si tienes hambre estas rodeado de tu comida favorita. Luego no digas que somos malas contigo". Se echaron las tres a reír y cerraron la tapa del contenedor. No podía creer que fuese a pasar los dos próximos días atado, amordazado, metido en un saco a oscuras y casi sin poder respirar dentro de un contenedor en plena calle a la puerta de la casa de mis amas. Y con el peligro de que alguien me encontrase en aquella situación. Pero así fue.
Allí estaba yo. Dentro de un saco de plástico. Atado y amordazado. Sin poder moverme. Sin poder ver. Sin poder comer ni beber. Casi sin poder respirar. Pero aparte de la tortura física que era casi insoportable, la tortura psicológica lo hacia todo aun mas difícil de llevar. Físicamente fue agotadora esta experiencia pero fue un tormento para mi cabeza. Una tortura tan inhumana que solo se le podía aplicar a un perro como yo. Cada vez que oía el ruido de un motor pensaba que era el basurero y se me encogía el estomago. Cada vez que se abría la tapa del contenedor me quedaba aun más inmóvil temiendo ser descubierto. Cada vez el contenedor estaba más lleno y el olor era peor. Pasé un momento de crisis. Había perdido por completo la noción del tiempo. Parecía que llevaba allí metido un mes. Ya no podía más. Estaba desesperado y comencé a moverme intentando librarme de mis ataduras. No lo conseguí así que me puse a gritar como un loco. Los calcetines de mi boca amortiguaron mucho el ruido pero si debieron oír mis gritos porque una de mis amas bajo de casa con una bolsa en una mano y un palo en la otra. Tiró la bolsa encima de mí y después se puso a golpearme hasta que me callé. Luego cerró la tapa de nuevo y se fue. En ese momento creí que no saldría de allí nunca más. Y me puse a pensar en mi amiga. Seguro que ella no hubiese permitido que me tratasen así. O tal vez todo esto fue idea suya. No lo se. Pensé en sus pies. En su olor. En como un incontenible deseo de olerlos me llevó a convertirse en su perro y en el de sus hermanas. Y pensé tanto en sus pies que por primera vez desde que estaba allí metido mi polla dio señales de vida. Cerré los ojos y recordé la mañana del lunes cuando tenía su dedo gordo entre mis labios. Empecé a moverme lentamente y a frotarme contra las otras bolsas. El tacto del plástico hasta me pareció agradable. Me corrí casi tanto como el otro día sobre las botas de mi ama. Rodeado de basura por todas partes encontré el segundo mejor orgasmo de mi vida. Me relajé y espere a que mis crueles amas decidiesen sacarme de allí.
Por fin llegó la hora. Noté como alguien empujaba el contenedor hasta que volcó. La tapa se abrió. Una de mis amas rompió el saco y me sacó de allí. Yo me arrastraba pero me fijé que estaba en el patio de casa. Me pregunte si me habían metido en casa para sacarme del contenedor sin que nadie nos viese o si en realidad nunca llegué a estar en la calle. Pero eso era algo que nunca me iban a decir. Mientras me desataban me preguntaban si lo había pasado bien. Yo intenté ladrar dos veces. La verdad es que lo había pasado fatal. Cuando estuve libre de ataduras me estiré todo lo que pude ya que tenía todos los músculos de mi cuerpo agarrotados. " Mira como se estira el perro " dijo una de ellas. Me llevaron a la caseta y me encadenaron por el cuello a la argolla del suelo. Allí me dieron un manguerazo y me dejaron hasta que me secara. Luego regresaron a buscarme y me subieron a casa. Me llevaron a la cocina y me encadenaron al radiador. La hermana mayor sacó una lata de comida para perros, la abrió y tiró todo el contenido al suelo al lado mío. "Debes tener mucha hambre así que come. Los perros cuando tenéis hambre o estáis empalmados no respetáis nada pero espero que hayas aprendido la lección". Después se sentó en una silla al lado y pisó toda la comida. Las otras hermanas se sentaron también a mirar. Yo con el hambre que tenía ni me lo pensé. Me puse a comer y a lamer tanto el suelo como sus botas hasta que quedó todo bien limpio. Luego mi ama levantó las suelas y me ordenó seguir lamiendo. Las otras hermanas se partían de risa pero a la vez se sentían tremendamente excitadas. Se acercaron a mi lado y me pusieron sus botas delante. Yo entendí lo que querían y seguí lamiendo. Así estuve más de una hora mientras ellas cenaban y hablaban de sus cosas. Aunque los pies que realmente me volvían loco eran los de mi amiga, estaba empezando a coger el gusto a los de sus hermanas. Deseaba que se quitasen las botas y me ofreciesen sus pies desnudos. Quería saber como olían aquellos pies. Quería verlos. Quería saborearlos todos. Pero únicamente descubrí el olor de unos de ellos.
Cuando acabaron de cenar mi ama mayor se acerco a mí y se quito las botas. Yo acerque mi nariz a sus pies y los olí por primera vez. Era un olor fuerte. Inimaginable. Puse un poco de mala cara y mi ama se dio cuenta. Se quitó los calcetines y me ordenó lamer. Yo lo hice. Al principio el sabor era fuerte y muy salado pero a medida que lamía ese sabor se hacía más agradable. Recorrí con mi lengua cada parte de su pie. Ella se estaba excitando y empezó a tocarse por encima del pantalón. Yo me di cuenta y empecé a lamer más rápido y con más fuerza. Ella se movía y gemía. Se quitó el botón y se bajó un poco los pantalones. Yo lo entendí como una señal y dejé de lamer sus pies. Los rodeé con mis manos y empecé a masajearlos mientras dirigía mi lengua a su coño. Hundí mi nariz en su sexo y lamí despacio. Ella se retorcía. En ese momento tenía una enorme sensación de poder en mis manos. Nunca había tenido suerte con los hombres y seguro que hacía mucho tiempo que nadie le regalaba un orgasmo. Se puso a gritar como una loca. Ya había perdido los papeles y yo lo aproveché para acelerar el ritmo de mi lengua a la vez que la introducía dos dedos en busca de su punto G. Se corrió como pocas veces había visto a una mujer. Se quedó recostada hacia atrás en la silla intentando recobrar el aliento. Me acerqué de nuevo a su coño y se lo limpié con la lengua. Yo tenía la cara empapada con sus flujos. Me limpió con sus bragas y me sonrió en un claro signo de agradecimiento. Y después me dio una bofetada. Me dijo que había desobedecido otra vez porque ella no me había dado permiso para lamer otra cosa que no fuesen sus pies. Sus hermanas observaron aquella situación con sorpresa y envidia. Seguro que ellas también querían tener un orgasmo como aquel. Creo que en ese momento descubrieron que yo podía ofrecerlas muchas cosas más. Aquella imprudencia que cometí al lamer a mi ama sin permiso pudo costarme muy caro. Pero mi intención aparte de la meramente sexual era hacerlas ver que podía servir para más cosas aparte de para arrastrarme atado y amordazado todo el día de un lado para otro.
La verdad es que creo que ellas se dieron cuenta del mundo de posibilidades que se les había abierto aquella noche pero rápidamente me pusieron de nuevo en mi lugar. No querían que me sintiese importante. Ni que pensase que ellas me necesitaban para algo. Ni que pensase que su dureza se iba a reducir. Me ataron las manos a la espalda y estas a los tobillos y me acortaron la cadena que ataba mi cuello al radiador. Quedé de rodillas completamente inclinado hacia delante. Mi barbilla pegaba en el suelo. Me metieron en la boca las bragas húmedas de la hermana y me pusieron en la nariz sus olorosos calcetines. Luego me metieron mi cabeza en una bolsa de plástico y la rodearon con cinta adhesiva. No podía ni ver ni respirar. Empecé a asfixiarme y a moverme desesperadamente. En ese momento una de ellas abrió una pequeña abertura en la bolsa a la altura de mi nariz. Yo pude respirar de nuevo pero el poco aire que entraba lo hacía a través de los calcetines. La luz se apagó y me quedé solo otra vez. Me quedé pensando si ese era mi destino. Si mi destino era estar abandonado por cualquier lugar de la casa como un trasto inútil.
Pasé la noche en aquella postura. No pude pegar ojo. Mis piernas en cambio hacía horas que se habían dormido. A través de la persiana vi como entraban los primeros rayos de sol del jueves lo que quería decir que mis amas estaban a punto de levantarse. Yo ya estaba impaciente porque no aguantaba más así. La primera en aparecer por la cocina fue la hermana menor pero como era costumbre en ella me ignoró. Desayunó rápido y se marchó. Luego entró la hermana mayor. Se preparó el café y se sentó tranquilamente en mi espalda a tomarlo. Cuando terminó se levantó y se fue sin decir ni hacer nada. Solo quedaba una hermana por levantarse. Solo me quedaba una esperanza para no pasarme allí atado toda la mañana. Se levantó un par de horas mas tarde que el resto por lo que deduje que tenia el día libre. Entró en la cocina y al verme supongo que no pudo resistirse. Yo estaba de rodillas con el culo en pompa y mis huevos colgando bien visibles. Oí como sus tacones se acercaban a mí y lo que recuerdo después es un dolor indescriptible. Me dio una patada donde más duele. Yo me tambaleé y grité con todas mis fuerzas pero las bragas de mi boca hicieron su trabajo. Después noté como se sentaba en mi espalda mientras desayunaba. Con la otra mano comenzó a jugar con mi polla y con mis doloridos huevos. Me provocó una tremenda erección y se marchó dejándome allí. Yo ya no podía más. Y no sabía cuando volvería.
Sobre las doce del mediodía regresó a casa. Me dijo que solo había salido a hacer la compra. Estuvo haciendo la comida y limpiando mientras yo permanecía allí inmóvil. La escuchaba ir de un lado para otro haciendo cosas y cantando. Era como si estuviese sola. Era como si yo no estuviese allí. Cuando terminó preparó la mesa y se dispuso a comer. Se acercó a mí y me desató las manos de la espalda. Luego los tobillos y me desencadenó del radiador. Por último cortó la cinta adhesiva que recubría mi cabeza y me quitó la bolsa. Los calcetines cayeron al suelo y por fin pude respirar. Me ayudó a ponerme en pie y me llevó hasta la mesa. Me fijé en que había platos para dos personas. Me sentó en una silla y ella se sentó enfrente de mí. "No me gusta comer sola" dijo. Pensé que por fin podría comer algo. Ya era hora que alguien se apiadase de mí y me diese de comer. Yo aún llevaba las bragas en la boca. La miré pensando por favor quítame esto de la boca y déjame comer algo. Pero ella ni dijo ni hizo nada. Se sirvió su plato y empezó a comer mientras hablaba conmigo con toda normalidad. Me hablaba de sus cosas. De cómo la iba en el trabajo, de que las cosas con su novio no iban bien,... Yo la escuchaba pero no quitaba ojo de la comida de su plato. No estaba atado pero la humillación que sentía en aquella situación era mayor que en cualquier otra situación de las que había pasado estos días. Deseaba volver a mi lugar. Prefería estar a cuatro patas debajo de la mesa que sentado enfrente de ella. No me atrevía a mirarla a la cara por miedo a su reacción. Terminó de comer y de contarme su vida y se puso un café. Se sentó de nuevo y encendió un cigarro. Me miró y me sacó las bragas de la boca. "¿Por qué aguantas todo esto? No entiendo como un chico joven y guapo como tu que podría tener a cualquiera, se puede enamorar tan locamente de los pies de mi hermana. Ya me cuesta entender que alguien se enamore de ella, ¿pero de sus pies? Y no quiero que ladres sino que contestes como una persona". Me sentía totalmente humillado. No sabía que decir. Tenía un poco de razón en lo que decía pero yo tenía mis razones y no esperaba que ella las entendiese. En ese momento de silencio deseé ser perro de nuevo. Deseé que me atase. Me levanté de la silla, me puse a cuatro patas y me marché al lado del radiador. Allí me sentía más cómodo. Ese era mi lugar y estaba empezando a asumirlo. Mi ama me miró y sonrió. Creo que era una prueba. Mi ama trató de averiguar cual era mi límite soportable de humillación y lo averiguó. La humillación más inhumana era que me tratasen como a un ser humano. Me sentía cómodo siendo perro. Sin tener que pensar por mí mismo. Solo obedecer. Se levantó y me dejó en el suelo un plato con todas las sobras de su comida. "No te preocupes que no se lo diré a nadie. Este será nuestro secreto. Cuando acabes ven al salón. Te espero allí viendo la televisión".
Terminé de comer y fui al salón. Entré andando a cuatro patas y me tumbé en el suelo a sus pies. Ella me acarició la cabeza mientras seguía mirando el televisor. Descalzó uno de sus pies y lo dejó a escasos centímetros de mi cara. Yo me acerqué y empecé a olerlo. Luego a besarlo. Luego a lamerlo. Chupé todos sus dedos y lamí por todas partes. Ella me dejaba. Cuando la pareció oportuno me ofreció su otro pie. Yo seguí lamiendo. Se recostó en el sofá. Se estaba excitando. Era la primera vez que alguien la lamía los pies y la estaba gustando. A mí también me estaba gustando. Mientras yo lamía un pie con el otro empezó a jugar con mi polla. No sé cuanto tiempo estuvimos así. Pensé que sería una tarde relajada pero ella tenía pensado seguir con sus planes.
Viendo que yo me estaba poniendo cada vez más cachondo, se levantó y me ordenó seguirla hasta el baño. Yo iba a cuatro patas detrás de ella mirando embobado sus pies descalzos mientras caminaba. Se acercó al bidé y puso el tapón. Luego se bajó los pantalones y se sentó. Yo la miré y ella empezó a reírse. Pasados un par de minutos mi merienda estaba preparada. Casi un litro de amarilla orina y un par de barcos marrones de considerable tamaño. Me puso de rodillas delante y me ató las manos a la espalda. Yo seguía estando empalmado. Ella se dio cuenta y empezó a masturbarme añadiendo toda mi leche a lo anterior. De este modo mi excitación pasó dejando paso al asco. Me encadenó por el cuello a los grifos. No podía levantar la cabeza. "Cómetelo todo". Dicho esto apagó la luz y se marchó. Yo no estaba nada excitado pero sabía que tenía que comer sino quería ser castigado. En poco más de media hora el bidé estaba reluciente. Mi ama regresó más tarde. Yo seguía de rodillas inclinado hacia delante con la cabeza metida en el bidé y las manos atadas a la espalda. Ella se puso detrás de mí y empezó a darme pataditas y pisotones en los huevos y en la polla. Esta empezó a crecer rápidamente pero las patadas cada vez iban siendo más fuertes hasta que la última me dejó doblado. Me desencadenó del cuello y me quedé encogido y retorcido de dolor en el suelo. Me desató las manos y me ordenó poner de nuevo a cuatro patas. Se acercó a por el cesto de la ropa sucia y comenzó a sacar cosas. Primero sacó unas bragas. Las metió en mi boca y luego me la precintó con cinta adhesiva. Luego sacó unos calcetines y me los puso en la nariz para luego sujetarles con más cinta. Luego sacó otras bragas que me puso tapándome los ojos para no dejarme ver. Y luego sacó unas medias negras. Me las puso en la cabeza y comenzó a dar vueltas alrededor para acabar dando un fuerte nudo en mi cuello. Fue a la habitación y volvió con un cinturón. Me lo puso a la altura de la boca y lo ajustó a mi nuca. No podía ver ni casi respirar. En ese momento noté como se sentaba en mi espalda y tomando el cinto como rienda me dio una patada en el costado ordenándome caminar. Yo caminaba con temor y con mucho esfuerzo. No porque pesase mucho sino porque no me conocía la casa y porque no podía casi coger aire. Ella tiraba hacia los lados para hacerme girar y hacia atrás para pararme. Cuando quería correr más me daba palmadas en el culo hasta que se cansó y se armó de una zapatilla. Creo que estuve más de dos horas gateando por la casa con mi ama a la espalda. De vez en cuando me hacía coger velocidad y me daba de frente contra la pared. Otras veces tiraba de mi cuello hasta casi asfixiarme. Varias veces me quedé tirado en el suelo pero ella me levantaba a golpes. Ya no podía más.
De repente nos paramos y se bajó de mí. Me ató las manos de nuevo a la espalda y los tobillos. Luego oí como abría el armario empotrado de su habitación y me metió dentro. La puerta se cerró y yo me quedé allí solo, atado, amordazado y medio asfixiado. A pesar de mis dificultades para respirar y de la incómoda postura, agradecí aquel descanso. Me sentía tremendamente excitado y feliz. Y ya era jueves. Faltaba menos de un día para que llegasen mi amiga y sus pies. CONTINUARA