Un pequeño trauma
Un marido demente es capaz de cualquier cosa. Miren...
galo Y SU PEQUEÑO TRAMA
Galo llevaba ya más de tres años con su matrimonio, era un tipo joven al igual que su esposa. A pesar de llevar un buen matrimonio, a Galo siempre le inquietó el tamaño de su órgano sexual, más aún cuando escuchaba continuamente historias de esposas insatisfechas quienes buscaban los placeres no proveídos por su pareja en las mieles de la infidelidad.
Y es que acaso ¿el espejo le mentía a este pobre personaje?. No, no le mentía, su exiguo miembro a parte de ser excesivamente corto, tenía un diámetro muy pobre y escaso. Todas estas situaciones sumadas el hecho que la pareja no tenía hijos todavía, fueron formando un remolino negro y tormentoso en su cabeza hasta el punto de hacerlo maquinar un plan lleno de deseos obsesivos, reprimidos y perversos.
Pablo convenció a Sandra para que asistieran a una fiesta ofrecida por una casa de sauna y jakussi en las afueras de la ciudad. El día de la fiesta, su esposa estaba radiante, con un vestido que permitía apreciar sus firmes muslos y realzaba lo abultado de sus senos. Antes de salir con ella, Pablo compró algunas pastillas sedantes y las guardo en el bolsillo de su chaqueta.
Al transcurrir la fiesta, el delirante esposo puso atención en un tipo de zapatos y pantalón corto, quien no le quitaba los ojos a las piernas y al busto de su esposa; también pudo notar que ese desaliñado gordo se quedaba en una cabaña cercana a las piscinas.
Galo esperó pacientemente hasta casi medianoche y cuando vio que su esposa estaba algo "alegre" por el efecto del licor, sacó los sedantes y los mezcló con la bebida. Acción después de la cual Sandra lucía más ebria de lo normal. Entonces la rodeó con su brazo y la llevó a una de las tantas habitaciones dispuestas para invitados, solo que ésta quedaba en la parte cercana a las piscinas. Puso a su esposa sobre la cama y la acomodó insinuantemente hacia la puerta abierta para luego esconderse atrás del ventanal principal.
Alrededor de las tres de la madrugada la fiesta llegó a su fin y el tipo de la cabaña pasó frente a la puerta, notando, de soslayo, el cuerpo de Sandra tendido sobre la cama. La abertura de sus piernas permitía ver los tiernos calzoncitos. El fisgón sintió como la sangre se amontonó en la entrepierna, pero prosiguió su camino. Solo pasaron unos pocos minutos y el hombre volvió entrando rápidamente, asegurando a su paso la puerta de la habitación.
Se acercó a la exquisita mujer, quien para entonces balbuceaba solo palabras incoherentes debido a la mezcla alcohol- sedantes, se quitó el pantalón y liberó su pene ya erecto.
Con el crecido miembro golpeaba el rostro femenino una y otra vez.
Mientras tanto el demente marido desde su escondite observaba la escena con su sangre bullente de ira y erotismo. No pudo más que despreciar su débil dotación sexual comparándola con la gran verga que ahora flagelaba la cara de su mujer.
Sus pensamientos se cortaron cuando el Rufián disparó el espeso y caliente líquido en la boca de Sandra, inundando su nariz y empapando sus pómulos. En un pestañear del alienado esposo, el tipo alcanzó a subir la falda hasta la altura de las caderas y desabotonó la blusa, quedando frente a los pechos redondos y blancos. Los apretó con sus manos, mientras mordisqueaba los negros pezones. Cuando sintió que su palo se enderezaba de nuevo, despojó a Sandra de sus calzoncitos color rosa y se los llevo a las narices, jadeante. Abrió las piernas de ella y besó profundamente la fresca vagina, chupando su clítoris e introduciendo la lengua en las rosadas carnes.
Sudando copiosamente a causa de la excitación el hombre se levantó y alzó las piernas femeninas abrazándolas frente a sí. La penetró por la vagina con algo de dificultad, empujando el pene hasta el fondo al tiempo que ella lanzaba un débil gemido de dolor.
Empezó un fuerte vaivén que chocaba sus bolas peludas contra las ricas nalgas una y otra vez, hasta que un estremecimiento paulatino lo llevó a eyacular por segunda vez dentro de ella. Cansado y lleno de sudor dejo a la mujer en su antigua posición y salió a prisa acomodando su burda vestimenta y dejando la puerta cerrada.
Galo salió del escondite perplejo y atónito... ¿Que había hecho?... Lo que miró a continuación lo dejó estupefacto...
Por las piernas de ella corría un hilo de sangre mezclada con la leche del gordo. No podía ser posible...Aquel inmundo hombre había desvirgado a su esposa. Algo que él no pudo hacer con su cosita durante tres años de matrimonio... Se sabe que Pablo, su locura y su pequeño trauma fueron a parar a un hospital para enfermos mentales, mientras que Sandra necesitó un buen tratamiento psicológico para poder llevar su vida normal.